El estudio del P. Clasen no ha perdido nada de su interés ni de su actualidad. El autor presenta, brevemente, la problemática social del siglo XIII, para estudiar, a continuación, la procedencia social de los primeros compañeros del Poverello y el origen religioso del movimiento franciscano.
Lamentablemente, se ha popularizado una imagen de Francisco de Asis distorsionada de la realidad y en la cual se abaja su modelo de vida cristiano a un mero acomodamiento de estructuras sociales. Todo lo cual impulsado por una lógica estrictamente humana y en la cual la estatura de su figura es aprovechada para promover propuestas de índole político social que poco atienden al Evangelio.
Veamos que es lo que comenta Sophronius Clasen, OFM, Doctor y Profesor de Historia Franciscana toda una autoridad sobre la vida del Santo.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Francisco de Asís, ya desde su infancia, estuvo familiarizado con la cuestión social. Su padre, Pietro Bernardone, se encontraba metido de lleno en la más dura lucha de la competencia en razón de sus relaciones comerciales con Francia; era, en efecto, allí, donde se enfrentaban las lanas más finas y costosas de Inglaterra con las árabes y africanas. Desde inicios del siglo XI estaba floreciendo una industria de la lana, merced a una elaboración más acabada. Los hombres de esa industria y los comerciantes en lanas obtenían de tal competencia grandes beneficios, sin ahorrar, por cierto, ni sudor ni sangre; pero bien entendido: sangre y sudor de sus trabajadores, sobre quienes recaía todo el peso de la lucha competitiva. Así se iban éstos empobreciendo más y más (P. Bargellini: Franziskus, 5-16). Contribuyó a agravar todavía más el problema el cambio radical que se dio en el comercio: se pasó del comercio de cosas al comercio de dinero, debido a la rapidez de los negocios y de los transportes. Este es el aspecto económico del problema que después influirá en el plano social y eclesial.
A los 17 años, el mismo Francisco había participado ya en la lucha de los burgueses (Minores) contra los nobles (Maiores). Y cuando la nobleza llamó en su ayuda a la poderosa ciudad de Perusa, él se fue al combate de Ponte San Giovanni. Empobrecida la nobleza a consecuencia de las Cruzadas, era natural que la burguesía aspirase a tomar en sus propias manos su poder político y a ocupar su posición social; también el mismo Francisco quería ser caballero.
Es comprensible, por tanto, que se haya podido decir del movimiento franciscano que aspiraba al «mejoramiento de las relaciones sociales» (F. Glaser: El movimiento franciscano, 15). O también, que Francisco, nacido en la riqueza, consiguió sacar a los pobres de su pobreza. O que, como hijo de un gran comerciante, tomó venganza, sin odio, de los oprimidos y empobrecidos trabajadores de la lana (Bargellini, 15s). Incluso se le ha considerado como antípoda del comunismo, pues éste «niega abiertamente la propiedad ajena, mientras afirma en secreto la propia; aquél niega la propia y afirma en secreto la ajena» (D. Mereschkowski: Francisco de Asís, 17).
¿Qué decir de éstas o de parecidas observaciones? Tan vigentes y populares en nuestros dias…
Se puede demostrar con documentos que el movimiento franciscano fue una reacción religiosa de las clases populares más bajas?
Ya el mismo Francisco procedía de una familia rica de comerciantes, y las fuentes (1 Cel 31; TC 54; Leg. antigua 3; AP 47; etc., etc.), franciscanas o no franciscanas, como es el caso de Jacobo de Vitry, son uniformes en subrayar constantemente: «Por aquel tiempo (es decir, 1225), movidos por primera vez por la gracia de Dios, se unieron a San Francisco muchos del pueblo, nobles y plebeyos, clérigos y laicos».
a) Procedencia social de la primera generación
Esto lo encontramos confirmado, palabra por palabra, si estudiamos los datos que dan las fuentes sobre la procedencia social de la primera generación franciscana. Al igual que Francisco, pertenecían a familias pudientes Bernardo de Quintaval, uno de los «hombres más nobles, ricos y prudentes» de Asís; Peregrino de Trento, «un rico comerciante»; Juan Iwyn, quien regaló el terreno para el convento de Londres y entró después en la Orden, lo mismo que algunas otras vocaciones de Inglaterra, «para quienes se pensaba, con derecho, había que proveer conforme tocaba a su rango».
En otros casos se subraya la noble procedencia: Simón el Toscano es hijo de la Condesa de Colazón; el primer biógrafo de San Francisco es hijo del Conde de Celano; Bernardo era hijo del Conde de Poppenburg y canónigo de la catedral de Hildesheim; Rufino Sciffi, pariente de santa Clara, pertenecía a la nobleza más distinguida de Asís; Antonio de Padua tuvo entrada, como noble, al convento de canónigos regulares de S. Agustín de Lisboa y Coimbra; Ricerio de Muccia, de noble alcurnia, había sido estudiante noble de Bolonia; Morico pertenecía a la noble familia de los Morico; y de otros muchos, particularmente de los franciscanos ingleses, se dirá otro tanto.
Por otro lado, Bienvenido de Gubbio, Ángel Tancredo, Ludolf y cinco franciscanos ingleses procedían de la clase de los caballeros. Junto con los profesores de París, Alejandro de Halés y Juan de la Rupella, entraron también en la Orden los profesores Nicolás de Pepoli, de Bolonia; Simón Ánglico, «un pedagogo y gran teólogo»; Eustaquio de Normanville, Canciller de la Universidad de Oxford, Maestro de Filosofía y Derecho Canónico, varón rico y noble; y con él entraron otros doce profesores ingleses, entre los que se encuentra el conocido Adán de Marsh.
También pidieron ser recibidos Cesáreo de Espira, clérigo secular, subdiácono y gran conocedor de la Sagrada Escritura; Julián de Espira, maestro de canto en la corte real francesa y compositor del Oficio de San Francisco; Pacífico, «rey de los versos, noble y maestro trovador de la corte»; Crescencio de Jesi, médico famoso; Elías de Cortona, que de colchonero había logrado ascender a notario. Como juristas se citan especialmente Otón el Lombardo, primer provincial de la provincia renana; Juan Parente, segundo general de la Orden; Pedro Stacia, quien, contra la voluntad de S. Francisco, construyó una casa para estudiantes de Bolonia; Ánglico y Nicolás el Humilde, junto con muchos estudiantes de Oxford, y otros hombres cuya formación se subrayará explícitamente.
Para el resto, muy raramente se encuentra noticia alguna sobre su procedencia. Por lo demás, esto mismo sucede, no sólo en las Clarisas y en los «Hermanos y Hermanas de Penitencia», o III Orden, sino también entre los Dominicos, que proceden igualmente del mismo movimiento religioso propio de los siglos XII-XIII; e incluso, en algunos grupos, en parte, heréticos, como Cátaros, Valdenses, Humillados, que llevaron a cabo la realización en forma herética de las mismas ideas.
De todo lo dicho se deduce: «Si se quiere determinar la procedencia social de los franciscanos en general, lo esencial se encuentra en que sus miembros provienen de todos los estados y clases sin excepción, aunque en su mayoría proceden de la rica burguesía, de la nobleza y del clero; no, de los gremios pobres del artesanado o del proletariado.
Por eso, si se mira bien el movimiento franciscano, no es en modo alguno una «reacción de los desheredados, de los empobrecidos, de los marginados, contra las clases dirigentes de la Iglesia, de la sociedad o de la economía de su tiempo; sino que es una reacción religiosa de esas mismas clases dirigentes... que rechaza, en nombre de la religión, la seducción y la tentación de la cultura y del modo de pensar mundano y profano» (H. Grundmann, 168s).
b) La respuesta a las cuestiones de su Tiempo
Francisco no pretendió reformar la injusta distribución de las riquezas de este mundo, ni la separación de clases ya superada, ni la insuficiencia del orden eclesiástico del siglo XIII; Francisco realizó, más bien, precisamente lo contrario de todas las reivindicaciones de tal tipo y pretendió la meta estrictamente religiosa de la realización sencilla y literal del Evangelio de Cristo. ¿Significa esto que haya un malentendido al poner a San Francisco en relación con la cuestión social? La respuesta es: precisamente porque San Francisco excluyó de raíz cualquier pretensión no religiosa, y puso como único asunto vital para sí y para sus compañeros «la vida según la forma del santo Evangelio», contribuyó poderosamente a solucionar la cuestión social del siglo XIII y nos propuso, también a nosotros, hombres de hoy, un camino seguro, al realizar tres exigencias fundamentales del Evangelio para toda vida comunitaria humana: ser libre, ser hermano, ser menor.
Francisco, pues, dejó vigente el orden económico de su tiempo, con todas sus injusticias y deficiencias. Si bien conocía los peligros demoníacos inherentes al deseo de posesión y, sobre todo, a la pasión por el dinero en quienes lo poseen, no ignoró por ello el hecho de que los no poseedores pueden estar igualmente dominados por la manía de la posesión. Por esto, realizó en sí mismo el ser libre según el espíritu del Evangelio, lo predicó también a otros e inició con ello una completa trasmutación de los valores de los bienes terrenos.
Paulatinamente penetró también en el pueblo la concepción franciscana del trabajo, de modo que ya no se lo consideró como una penosa servidumbre o como un mal necesario para la obtención de dinero. Se difundió por todas partes una alta estima del hombre, lo cual llevó a menudo a que la balanza de la justicia se inclinara precisamente a favor del pobre y del menor; incluso, algunas ciudades de Italia, donde trabajaban los hermanos, establecieron por ley un trato más suave para con los deudores, tal como hizo Padua, por ejemplo, en 1231, bajo el influjo de la predicación de San Antonio.
Así se consiguió una revolución pacífica desde arriba, no mediante la revolución económica desde abajo, sino por medio de la vida sencilla en la libertad evangélica.
Quizá nada distinga tan claramente este carácter de hermandad entre los franciscanos como la concepción del Santo sobre la «verdadera y santa obediencia», que según sus palabras consiste en que los hermanos, «por amor espiritual, se sirvan y obedezcan voluntariamente entre sí» (1 R 5); como si la obediencia fuese menos una obligación y un deber, y sí mucho más un servicio de amor, que se hace al hermano que manda, el cual temporalmente debe servir al bien de cada uno y de la comunidad, pero que dentro de poco él mismo tendrá que obedecer también.
Francisco, pues, reconoció también por completo el orden social de entonces, en el que la sociedad humana estaba organizada según el patrón militar germánico, que no permitía a ningún inferior mandar o preceder a un superior. Ni siquiera Francisco negó la reverencia debida a los nobles y prominentes. Reconoció igualmente que en la sociedad humana tiene que haber posiciones y oficios superiores y subordinados. En vez de cambiar el orden social, cambió la mentalidad del hombre, en cuanto abrazó, según el Evangelio, a todos los cristianos con el mismo amor, como hermanos y hermanas de Cristo. Por esto precisamente, Francisco, con sus hermanos, fue designado como mediador de paz entre la nobleza y la burguesía, los pobres y los ricos, en la lucha por el poder, y se manifestó a los hombres como el perdón de Dios sobre la tierra, tal como lo expresaba su saludo: «El Señor te dé la paz» (Testamento).
No se fundó para ello Francisco en consideraciones sociales, pues entonces hubiera chocado con repulsas insuperables. No. Él prosiguió la misión de paz del Evangelio de Cristo. Mientras se entregó totalmente con sus hermanos, en la más completa pobreza y noble ansia de ayuda, a la benevolencia de los hombres, obtuvo, a pesar de la desunión social, un insospechado poder en su misión de paz, y esto precisamente por su desvalimiento y desprendimiento: con solo oír la estrofa sobre la paz del Cántico del Hermano Sol, los hombres se sentían desarmados y reconciliados con los hermanos. Así indujeron a desarmarse a un mundo belicoso, como jamás se ha desarmado después. Rápidamente retrocedieron a segundo término los programas políticos, perdió interés la agitación de los partidos, en las ciudades se instauró la paz entre las diversas clases, al igual que en Asís, en 1210 y por iniciativa del Santo, pudo obtenerse la paz entre la nobleza y la burguesía. Cuando Francisco, además, prohibió a los Hermanos de la Penitencia llevar armas homicidas y el juramento de vasallaje, los convirtió en los pacifistas del siglo XIII e impidió con esto más de una contienda sangrienta.
Francisco realizó plenamente, todavía en otro sentido, el concepto de hermandad del Evangelio, en cuanto tomó en serio a cada hombre, fuese pobre o rico, superior e inferior; mejor dicho, cuando incluso prefirió los inferiores y marginados a los superiores y propietarios. No es, pues, de extrañar que precisamente los explotados, enfermos, pobres, mendigos, se sintieran como en su casa entre los hermanos, e incluso se encaminaran a las puertas de sus conventos los parias, como los leprosos, marginados y ladrones, con la seguridad de que se les recibiría como a hermanos en Cristo. Teniendo esto en cuenta, se explica el éxito de las tres Órdenes franciscanas; hablando humanamente, quizá la razón de ello esté en que todos los hombres, tanto de procedencia noble y rica, como de burguesa y pobre, se estimaban por igual mutuamente, y recibían a todos, cualquiera fuese su rango, sin distinciones, aunque de un modo especial, a los más pobres entre los pobres. Pensemos, por ejemplo, en una Santa Isabel, que todavía hoy es venerada como la patrona del amor cristiano misericordioso. ¿Acaso, por esta razón, las fuentes mencionadas más arriba han subrayado sus indicaciones sobre la distinguida, rica o científica vida anterior de los nuevos hermanos, para que así brillara con luz más clara su heroico amor fraterno?
Francisco cambió el rostro de la sociedad de su tiempo mediante la simple realización práctica del amor fraterno cristiano llevado a cabo desde arriba, y no por medio de una revolución social desde abajo.
Si para la Iglesia de hoy es de nuevo aguda la cuestión social en sus vertientes económica, social y eclesial, tiene, sin embargo, la posibilidad de mirar hacia atrás, hacia una solución histórica: la de San Francisco de Asís, quien resolvió el problema, no por medio de una nueva ordenación del mundo de la economía, de la sociedad y de la Iglesia, sino por medio de un repensar las exigencias cristianas primitivas del Evangelio. En cualquier caso, le pareció más importante y provechoso «la vida según la forma del Evangelio» que todas las recetas de una reforma social, porque estaba claro para él que sólo sería razonable el desgaste de fuerzas en la cuestión social cuando no se buscase el cambio de la situación de las personas, sino el de su mentalidad.
Podriamso argumentar: ¿Pero no significa todo esto una recusación y una evasión de las dificultades por parte de la Iglesia, que huye al campo meramente religioso? De hecho, la Iglesia siempre se verá amenazada por la tentación de mezclarse en las cuestiones sociales y económicas. A pesar de todo, no debe ni puede, en razón de su misión, dejarse empujar al campo puramente terreno; Cristo, cuando le pidieron: «Señor, di que mi hermano reparta la herencia conmigo», respondió: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?» (Lc 12,13). Así se comportaron también los Apóstoles. Ninguno de ellos predicó la supresión de la tan llamativa plaga de la esclavitud, y sin embargo sí predicaron la estima hacia los esclavos, como una obligación cristiana; pensemos en las palabras del Apóstol Pablo: «Cada cual permanezca en el estado en que fue llamado. ¿Has sido llamado como esclavo? No te preocupes... porque quien fue llamado como esclavo, es un libre en Cristo... Cada uno, hermanos, permanezca ante Dios en la misma condición en la que estaba cuando fue llamado» (1 Cor 7,20-24).
Ni los Apóstoles ni Francisco pretendieron un cambio de las estructuras sociales, pero cambiaron la mentalidad de los hombres en el espíritu de la Buena Nueva de Cristo, y por ello produjeron indirectamente un allanamiento de los inconvenientes sociales: la supresión de la esclavitud y la solución de la cuestión social del siglo XIII: Este camino, en cuanto camino del Evangelio, es supratemporal, y ha conducido al éxito contra todos los crasos inconvenientes sociales. Por eso, tampoco hoy la Iglesia puede adoptar otro camino en la cuestión social. Si forma a los hombres según la norma del santo Evangelio, es decir, de modo que busquen «el Reino de Dios y su justicia», se le dará lo otro, a saber, la solución de los problemas sociales (Mt 6,33).
[En Selecciones de Franciscanismo, vol. III, núm. 9 (1974) 263-275]
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
En definitiva, es un tema controvertido y sin dudas sujeto a cuestionar mas de una apreciación ya "muy jugada" en configurar a Francisco de Asis como el Paladin de lo Social.
Francisco en verdad, nos promueve una revolucion hacia el interior del hombre. De autentica transformacion personal. Con la mirada puesta en un cambio del propio corazon. Y cuyo reflejo natural "hacia afuera" experimentados por el colectivo humano, se traduce en verdaderos cambios sociales sustentables en el tiempo.
Lo que queda muy de manifiesto es cuan distorsionado hoy dia se puede llegar a interpretar un Carisma inspirado por la mas Alta Sabiduría.
Claro ejemplo del proverbio Zen: “Cuando el sabio señala la Luna, el necio mira el dedo”.
O, (en una pobre adaptacion de mi padre), “Cuando la politica señala la Luna, conviene solo mirar el dedo…”
Perdon por lo extenso. Y mas que abierto a opinar...
Hola, sin dudas el cambio que Francisco inspiro fue un cambio del corazón de las personas, una profunda conversion al estilo de San Pablo, o lo anunciado por el profeta Ezequiel: "Además, les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne"
La conversion del corazón lleva a un cambio de mentalidad que, traducido en las acciones, promueve un nuevo orden interior y exterior y de las estructuras e instituciones. El ser humano es libre y tiene capacidad de amar a los otros. Cuando en esa libertad logramos que el Amor sea lo que este en el centro de las decisiones se…