Hola, querido lector.
Hoy te presento este artículo, en el que se desarrolla un tema bien conocido por todos nosotros, aunque en un lugar fuera de nuestras fronteras.
Creo que dejar de mirarse el ombligo de vez en cuando no está nada mal, sobre todo si se trata de aprender cómo se gestiona (o no) un problema similar al nuestro.
Y para hablar de pobreza, India es uno de los primeros grandes candidatos, sin lugar a dudas. Quizás, al mirar el porcentaje de su población que está por debajo de la línea de la pobreza, esta cifra no es tan alta como la nuestra: tienen 29% versus nuestro lacerante 40/50% .
El tema es que al reparar en su cantidad de habitantes: 1.380 millones de personas, eso implica que quienes están por debajo de esa línea son, nada más y nada menos que 400 millones de seres humanos, lo que es casi 10 veces superior al total de la población argentina.
Creo que merece, por lo tanto, ver qué ocurre allí y qué se está haciendo al respecto. Nos vemos al final de la lectura.
¿Por qué es tan difícil combatir la pobreza?
MIT, Fronteras del conocimiento
Abhijit Banerjee
"Uno de los motivos por los que las medidas para combatir la pobreza no han funcionado mejor es porque hemos abordado el tema de forma ingenua, sin comprender bien dónde reside su complejidad. Este artículo trata de contribuir a la solución de este problema.
El procedimiento de identificación
Dado el enorme tiempo que lleva y lo meticuloso que hay que ser a fin de obtener un indicador exacto de la pobreza basado en la renta o el consumo, quizás no nos sorprenda que la mayoría de los gobiernos de los países en vías de desarrollo opten por estimaciones más aproximadas y un enfoque simplificado.
En lugar de buscar indicadores directos relacionados con el consumo o la renta, utilizan unos testeos por aproximación de recursos llamados proxy means tests.
En ellos cada hogar recibe una puntuación basada en un número relativamente pequeño de lo que se consideran indicadores representativos del nivel de vida de una familia.
Para determinar qué segmento de población de la India vive por debajo del nivel de pobreza, se emplea un sistema de puntuación que tiene en cuenta la riqueza de la familia (ser propietario de tierras, el tipo de casa, si ésta tiene fontanería, etcétera); el grado de bienestar (como, por ejemplo, si toman dos comidas decentes al día); aspectos relativos a la capacidad de ganar dinero (el nivel educativo de los adultos, el puesto de trabajo que tienen, etcétera), y algunos índices que podrían denominarse «reacciones conductistas» a la pobreza (si los niños están escolarizados, trabajan, etcétera).
El programa insignia de bienestar de México, que en la actualidad se llama Oportunidades, emplea un índice parecido para identificar a los posibles beneficiarios de prestaciones que consiste en una media ponderada del número de personas por habitación en cada hogar, la edad del cabeza de familia, la tasa de dependencia, el nivel educativo y la profesión del cabeza de familia, el número de hijos entre 5 y 15 años sin escolarizar, el número de hijos menores de 12 años y algunas variables binarias simples que sirven para definir el tipo de vivienda así como el patrimonio de cada familia.
Los diversos programas de asistencia focalizados que existen en Indonesia emplean un sistema parecido, si bien algo más sofisticado.
La ventaja que tiene usar un sistema de estas características es que la información necesaria se puede recopilar en media hora o menos; el inconveniente es que puede que no siempre nos conduzca adonde queremos llegar.
Al utilizar datos de Indonesia, Nepal y Paquistán en los que se recogía información sobre el consumo y el patrimonio, se señala que sólo entre el 60 y el 65% de los ciudadanos que entraban dentro del 40% de la distribución inferior, tomando como base el consumo, entraban también en el 40% inferior de la que se había hecho tomando como base el patrimonio.
En otras palabras, alrededor de un 35-40% de los pobres podrían no estar correctamente clasificados, si bien es probable que sean menos, puesto que no hay ninguna razón para suponer que los indicadores de consumo sean siempre fiables.
No obstante, hay otra cuestión preocupante.
Emplear formas determinadas de riqueza como indicadores tiene la ventaja de que es muy fácil de medir, pero el inconveniente de que también es muy fácil de manipular: si creo que construir otra habitación en mi casa disminuirá mis chances de recibir ayuda del gobierno, puede que decida invertir mis ahorros en oro.
Esto se vuelve aún más peligroso cuando la elección se basa en si un hijo debe ir o no a la escuela, pues puede que los padres, que todavía no estén convencidos de los beneficios de recibir una educación (más tarde trataré este asunto), no se lo piensen mucho antes de sacar a sus hijos del colegio a fin de asegurarse un puesto en la lista de beneficiarios de ayudas del Estado.
La dificultad de la puesta en práctica
Sin duda alguna, todo método de identificación de los verdaderamente pobres será sólo lo bueno que permitan las personas que lo emplean.
Como ya hemos señalado, determinar quiénes son los pobres supone una gran dificultad, incluso en los casos en que los que se emplean criterios simplificados, y no está claro que los responsables tengan razones de peso para hacerlo bien.
En efecto, no es difícil imaginar que es posible que la persona que decide si usted puede entrar o no en la lista de los que necesitan ayuda del Estado quiera cobrar algo por hacerle el favor, y, si usted es realmente pobre y no puede permitirse lo que le pide, tal vez prefiera darle su tarjeta a otro que se lo merezca menos pero que le pueda pagar.
Además, hay una tendencia natural a mostrarse generoso a la hora de interpretar las reglas: ¿por qué privar a alguien de ayuda simplemente porque no se ajusta a los criterios, cuando el riesgo de que alguien se queje es prácticamente inexistente?
En esta misma línea, un estudio reciente realizado en la India en el que se compara el número de personas pobres con el número de tarjetas BPL (Beyond the Poverty Level), por debajo del umbral de pobreza) que se han emitido, llegó a la conclusión de que había 23 millones de titulares más de los que debería.
Otro estudio realizado por la ONG Transparency International se centró de manera más directa en la asignación incorrecta de ayudas.
Encuestaron a un grupo de familias al azar y les preguntaron acerca de su situación económica y si disponían de una tarjeta BPL.
El estudio puso de manifiesto que dos tercios de las familias que vivían por debajo del umbral de pobreza tenían la tarjeta, lo cual no está muy mal teniendo en cuenta que los indicadores empleados para determinar su nivel económico eran relativamente rudimentarios, y, aun con eso, se superó al estudio relativo a la asignación mediante el uso de información relacionada con la riqueza.
Por supuesto, también se producen errores de inclusión (de ahí los 23 millones de tarjetas de más), pero esto podría ser simplemente un reflejo del hecho de que es difícil y, quizás, inútil establecer distinciones precisas dentro de un grupo que en general es pobre.
No obstante, un trabajo más minucioso contradice esta interpretación más benévola de la situación. Se encuestó a 21 familias en cada uno de los 173 pueblos del distrito de Raichur, India.
Recopilaron de cada una de ellas los datos que el gobierno utiliza para hacer la clasificación BPL y los tomaron como base para elaborar su propia lista.
Descubrieron que, aunque el 57% de las familias de los pueblos en cuestión tenían tarjetas BPL, sólo un 22% reunía los requisitos necesarios.
Además, el 48% no estaba dentro de la categoría correcta.
Los errores de inclusión, esto es, familias que cumplían con los requisitos pero que no tenían tarjetas BPL, rondaba el 7%.
Esto quiere decir que un tercio de los hogares que cumplían los requisitos no tenía tarjeta, mientras que la mitad de los que no los cumplían disponía de ellas.
Y aún hay algo más alarmante, cuando se utilizaba la renta como indicador de riqueza, resultaba que los más pobres de entre todas las familias que no reunían los requisitos no tenían tarjetas BPL.
Peor aún, era menos probable que la lista de quienes reunían los requisitos incluyera a aquellos justo por encima del límite de la pobreza, esto es, a los que tenían una renta de entre 12.000 y 20.000 rupias, que a aquellos cuya renta estaba entre las 20.000 y las 25.800 rupias.
Además, un 42% de los más ricos (con una renta superior a las 38.000 rupias) tenía tarjeta.
Cuando se investigó por qué estas familias que no reunían los requisitos tenían tarjeta, resultó que estar relacionado socialmente con los funcionarios del pueblo era un factor determinante.
Un enfoque más participativo
El hecho de que el proceso mediante el que se establece quién es pobre esté en manos de la élite del pueblo puede ser uno de los motivos por el que otros han propuesto un enfoque muy diferente: ¿por qué no aprovechar el hecho de que las comunidades pequeñas (pueblos) son capaces de identificar a los realmente pobres dentro de ellas?
Y aunque tomados por separado, sus habitantes tengan razones para presentar la información de alguna forma determinada, esto podría evitarse juntando a varios de ellos en un grupo lo suficientemente grande.
Una de las instituciones microfinancieras más grandes de la India, aplicó este enfoque para determinar quiénes serían los beneficiarios de su programa Ultra-poor (ultra pobres).
En él, a las familias que eran demasiado pobres para cobijarlas bajo el paraguas del microcrédito se les «regalaba» un bien (que podía ser una vaca, unas cuantas cabras o una trilladora) así como un subsidio económico a corto plazo (hasta que el bien que se les había entregado empezara a producir dinero) con la esperanza de que esto pudiera sacarles de su pobreza extrema y permanente y situarles dentro del grupo mayoritario de pobres del pueblo.
Siguiendo la metodología que elaboró la ONG creadora de este programa, se realizó una serie de evaluaciones rurales participativas PRA (Participatory Rural Appraisal) en el pueblo.
En ellas, un mínimo de 12 vecinos del pueblo, idealmente procedentes de distintos sectores de la comunidad, se sentaban y hacían una planificación en la que a cada familia se le asignaba un hogar y a continuación las dividían en seis categorías, de la más rica a la más pobre.
Tras estas evaluaciones, seleccionaba a unas 30 familias del grupo de las más pobres.
El proceso de Bandhan no se detuvo aquí.
A continuación recopilaron bienes en propiedad y otra información sobre estos 30 hogares y finalmente seleccionaron a 10 de ellos para que formaran parte del programa Ultra-poor.
Los que quedaron clasificados en las dos categorías inferiores en estas evaluaciones contaban con unas 0,05 hectáreas menos de tierra que el resto de la población objeto de estudio, lo cual puede no parecer mucho hasta que se tiene en cuenta que la media de la tierra en propiedad de esta población es en realidad de 0,04 hectáreas.
Asimismo, mientras que el 34% de los habitantes encuestados manifestaron que no siempre tomaban una comida decente al día, esta fracción supone otros 17 puntos porcentuales, es decir, es un 50% más elevada entre estos dos grupos más pobres.
Estas familias tienen también menos probabilidades de estar escolarizadas y más de tener un hijo que tampoco lo esté así como de contar con una persona discapacitada a su cargo.
Las PRA no nos ayudan pues a determinar quiénes son pobres en relación con el consumo, pero es que también encontramos que, en estos pueblos, poseer una tarjeta BPL tampoco tiene relación con el consumo.
Además, a diferencia de dichas tarjetas, las evaluaciones PRA sí pueden pronosticar la escasez de tierra de una familia y el hecho de que no pueda permitirse dos comidas diarias.
Por consiguiente, los habitantes de los pueblos tienen información que pueden y están dispuestos a utilizar para bien del interés público. Incluso es posible que la información disponible les permita establecer grados dentro de la población pobre.
Desgraciadamente, al menos en estos pueblos las evaluaciones pasaron por alto a un cuarto de los sujetos y sus nombres nunca aparecieron.
Básicamente, parece que hasta en los pueblos de pocos cientos de habitantes «no estar a la vista» equivale a «no existir».
Las PRA pueden clasificar relativamente bien a quienes encuentran, pero ¿qué ocurre con los que se quedan fuera?
Otro aspecto preocupante del enfoque de estas evaluaciones es que es posible que funcionen mejor a la hora de identificar a los ultra pobres, que al pobre medio.
Es probable que la mayoría de los individuos consideren que están por encima de ellos y sientan una cierta obligación moral de ayudarlos.
Por otra parte, cuando se trata de determinar quién es el pobre medio, es posible que cada vecino del pueblo piense que se lo merece tanto como cualquier otro, lo que puede dar lugar a desacuerdos y disputas.
Los resultados de este pequeño proyecto piloto fueron lo suficientemente prometedores para investigar esta cuestión en mayor profundidad.
Quizás se deberían combinar ambos enfoques: se podría empezar con una lista de los posibles pobres basada en los datos relativos a la riqueza (y otros aspectos) y, entonces dejar que la comunidad del pueblo la edite (con lo que se reduciría el riesgo de que algunos queden fuera) teniendo en cuenta que disponen de una información más completa.
Autodesignación
India ha introducido hace poco Un Plan Nacional de garantía de empleo rural NREGS), según el cual todos los hogares rurales tienen derecho a 100 días de empleo público no cualificado a cambio del salario mínimo cuando lo soliciten (con 15 días de antelación) en su pueblo, el mayor esfuerzo realizado en este sentido hasta la fecha.
La teoría es bien conocida: no es necesario hacer una selección, pues sólo quienes no tienen ninguna alternativa mejor estarán dispuestos a realizar el tipo de trabajos (cavar zanjas, cargar ladrillos) que se ofrecen. Lo cierto es que como se trata de trabajo a demanda, no requiere pedir el permiso de nadie para buscar empleo. Además, tiene la ventaja de que es flexible: gran parte de la pobreza extrema es temporal y/o impredecible. Por ejemplo, cuando la persona que lleva dinero a un hogar cae enfermo.
Los inconvenientes son bvios: ¿qué ocurre si no hay nadie en la familia en condiciones de realizar trabajo manual? Además, el trabajo es un recurso social: hacer que la gente cave una zanja a fin de demostrar que son pobres es, en efecto, una pérdida de tiempo a no ser que, de hecho, sea necesario cavar esa zanja en particular. Si en cambio la zanja no era necesaria en absoluto y existe otra manera de identificar a los pobres, podíamos haberles dado el dinero y dejarles que hicieran algo productivo con su tiempo.
Una parte considerable de los documentos estaba dedicada a explicar detenidamente las necesidades de cada pueblo con objeto de asegurarse de que los trabajos realizados fueran de utilidad pública.
La corrupción supone un obstáculo añadido. El hecho de que el Plan Nacional esté en función de las necesidades y con un presupuesto fijo hace tentador incluir unos cuantos nombres de más. Éste es el problema de los registros falsos que han señalado los detractores del programa. Por este motivo se exige que dichos registros estén expuestos en un lugar público.
Otra de las críticas al programa es que no está haciendo lo suficiente. Una organización gubernamental responsable de supervisar el Plan reveló que sólo un 3% de las personas habían trabajado el total de 100 días, y que, de media, las familias habían trabajado menos de 20 días.
Si nadie termina aceptando estos empleos, pero el solo hecho de que existan a un salario mínimo hace subir los salarios del sector privado, donde no se pierden puestos de trabajo, podría considerarse que el programa es un éxito.
Ayudarles para que se ayuden a sí mismos
El punto de vista convencional es que el gobierno consigue este objetivo básicamente proporcionando a los hijos de los pobres la atención y la educación necesarias para que, con el tiempo, puedan participar de manera completa en la economía. También puede dar atención sanitaria a adultos como un medio de protegerles frente a posibles contingencias.
La nutrición
La India tiene, con diferencia, el mayor índice de atrofia y raquitismo infantil del mundo. Según el último Estudio nacional de la salud de la familia el 48% de los niños padece raquitismo y el 43% algún tipo de atrofia, lo que significa que la tasa de estas dos enfermedades en la India es aproximadamente el doble que la de África subsahariana, teniendo en cuenta que se trata de un país mucho más rico.
No obstante, mientras que la desnutrición constituye claramente un enorme problema en la India, no está claro hasta qué punto está relacionada con las prácticas alimentarias antes que con el acceso a la comida. Cuesta creer que este grupo no pueda permitirse los niveles de nutrición infantil de una familia tipo de un país medio africano.
El hecho de que estos ingresos adicionales lleguen en forma de alimentos puede que ayude, pero sólo si los 20 kilos de cereales que la familia recibe suponen una cantidad superior a la que habría podido comprar.
¿Por qué no dar dinero en lugar de comida, y evitar así todos los problemas derivados del comercio justo? Es verdad que el precio de los alimentos varía, pero la cantidad de dinero podría estar vinculada al índice de precios al consumo.
Es posible que los pobres no gasten lo que es debido en alimentación, ya sea porque no la valoran lo suficiente, o porque no quieren perderse por completo el paraíso del consumidor en el que se está convirtiendo la clase media india.
Una parte importante de las medidas políticas relativas a la alimentación debe consistir en informar e incluir los hábitos de consumo de la población.
La educación
El bajo rendimiento escolar de la educación primaria de la India ha sido noticia en los últimos años gracias a los informes de las inspecciones anuales de educación publicados por una prestigiosa ONG. Los puntos básicos son bien conocidos: el 42% de los alumnos de quinto grado en la India no tiene el nivel de lectura correspondiente al de segundo grado, y un 68% no sabe hacer restas de dos cifras.
Aunque existen colegios en los que hay más de 100 niños por aula, el sector educativo de la India no está infradotado, si se lo compara con otros países similares. India destinó un 3,7% de su PIB a inversiones en educación, un poco por debajo de la media de los países de renta media-baja (4,3%), pero por encima de la media de la región de Asia Oriental-Pacifico (2,9%).
Según un trabajo recientemente realizado, los profesores estatales están mejor pagados que otros profesionales de categoría similar. La proporción alumno/profesor es elevada, si bien inferior a 40, el límite que existe en Israel (un país mucho más rico).
Parte del problema radica en la calidad de la enseñanza. Según datos del Estudio mundial de ausentismo laboral, el 25% de los profesores no está en el colegio diariamente. Además, en caso de que estén allí, sólo pasan en el aula un 45% del tiempo que se supone deben dedicar a dar clase.
La tasa de ausentismo escolar infantil es comparable o superior a la de los profesores. Cabe preguntarse si los profesores no están simplemente reaccionando a la situación general de indiferencia que cunde entre los alumnos.
Una importante ONG mencionó unas tasas de ausentismo de los profesores del 40% en escuelas de un solo maestro situadas en zonas remotas. Se empezaron a controlar la presencia de los profesores por medio de cámaras y les pagaron según el número de días que fueran a trabajar. Este plan se introdujo en una serie de escuelas de manera aleatoria, aumentando así el presentismo.
También se prometió recompensar a los maestros de escuelas estatales que mejoraran el rendimiento de sus alumnos y comprobaron que los alumnos lo lograban en los exámenes, incluso en aquellas materias que no contaban para los incentivos.
Se cree que parte de la indiferencia de los padres tiene su origen en la creencia de que la educación no es el camino a la prosperidad para las personas como ellos, ya que en India existe una tradición que afirma que sólo ciertas castas superiores tienen derecho a la educación.
Pero, sin embargo, una buena práctica resultó cuando los instructores enseñaron a voluntarios de los pueblos a dar clase. Se pusieron en marcha una o más clases en cada uno de los pueblos, y los niños que asistieron a ellas mejoraron de manera considerable su rendimiento en las pruebas de evaluación. Esto contradijo la creencia popular.
Se ha puesto en práctica desde ya bastante tiempo un programa en el que se dan a los padres cupones financiados por el Estado para pagar las matrículas de los colegios privados de sus hijos. Como la élite rural ya ha abandonado el sistema estatal en muchas áreas, como mínimo es verosímil que ayude a paliar la desigualdad, al menos siempre y cuando estos cupones se diseñen de tal manera que no puedan usarse para enviar a los niños a colegios realmente elitistas.
Pero el verdadero auge de la educación privada entre las familias relativamente pobres de las áreas rurales de India ha ocurrido en los últimos años, mediante la asistencia estatal., provocando que en muchos pueblos haya varios colegios privados compitiendo. Alrededor del 20% de todos los niños entre 6 y 14 años de muchas regiones estudia en colegios privados.
Con respecto a las escuelas primarias privadas de las zonas rurales se observa que un 50% de los colegios identificados en un estudio de 2003 se habían fundado en los últimos cinco años.
La atención médica
La atención médica adolece de los mismos problemas que la educación, pero en mayor escala.
La tasa de ausentismo laboral entre las enfermeras auxiliares, que constituyen la categoría más baja de profesionales médicos es del 40%, bastante más elevada que la de los profesores.
Aún más preocupante es el hecho de que hasta las personas muy pobres hayan dejado casi por completo de acudir a estas enfermeras.
En muchas zonas rurales, menos de una cuarta parte de las visitas a profesionales tenían lugar en hospitales o ambulatorios del Estado. Casi un 60% de las visitas eran a profesionales privados y el resto a curanderos
Esto ocurre a pesar de que los médicos «privados» están más lejos, son más caros y es probable que tengan menos acreditaciones.
Los médicos estatales que se ocupan de los pacientes más pobres a menudo prescriben tratamientos sin examinarlos siquiera.
Los profesionales estatales aducen que los médicos privados abusan de los medicamentos inyectables, en especial de los antibióticos y los esteroides, algo que la población parece considerar un buen tratamiento. Un 60% de todas las visitas a profesionales privados lleva aparejada una inyección y el consenso general entre los expertos es que la sobremedicación es considerable.
El desplazamiento hacia la atención privada trajo un problema añadido: los pacientes ya no reciben información por parte del Estado sobre prevención y prácticas saludables. Por ejemplo, en algunos distritos rurales, menos del 5% de los niños están convenientemente vacunados.
Los seguros médicos subvencionados son el equivalente de los cupones para la educación. No obstante, casi todas estas pólizas de seguros sólo cubren los gastos de pacientes hospitalizados, por la sencilla razón de que se pueden comprobar con mayor facilidad. Ello supone que los chequeos, las pruebas y otras prácticas preventivas continúen siendo un gasto que las personas tienen que pagar de su propio bolsillo.
También se utiliza, a modo de cebo, un programa para hacer que más personas participen a la hora de detectar y prevenir enfermedades (esto es, que para conseguir seguros médicos subvencionados tengan que cumplir una serie de requisitos).
Se demostró en un experimento que si se ofrecía un kilo de lentejas a las mujeres cada vez que llevasen a sus hijos a vacunar, se multiplicaba por más de dos el porcentaje de niños totalmente vacunados.
En la actualidad existe un plan que ofrece incentivos económicos a las mujeres que den a luz en el hospital, y, como parte de este plan, también tienen que visitar la clínica un número determinado de veces antes y después del parto. Aunque el cumplimento de estas nuevas reglas parece poco estricto, puede ser determinante.
El camino a seguir
La tendencia actual de las medidas adoptadas para combatir la pobreza se aleja bastante de la idea de que los pobres tienen que hacerse cargo de sus vidas. En lugar de entender que son trabajadores que necesitan adquirir una serie de destrezas, se les considera empresarios potenciales que necesitan derechos sobre el capital y la propiedad, así como el amparo de la ley. De ahí que se dé importancia al microcrédito, por ejemplo. Esto no quiere decir que crean que no es importante invertir en capital humano; más bien los defensores de esta perspectiva se muestran bastante escépticos con respecto a la capacidad del gobierno a la hora de aportarlo, por lo que prefieren que los pobres reciban ingresos adicionales y los utilicen para pagar el capital humano que necesiten para sus hijos.
Pero no es fácil que el gobierno se encargue de esto. La cuestión es si se puede asegurar que si no lo hace, los pobres puedan conseguirlo por sí solos, es decir, que sean capaces de salir adelante sin recurrir a nadie, únicamente con una pequeña ayuda procedente de las organizaciones de microcrédito.
Lo fundamental es que los pobres no tienen ni las aptitudes ni el conocimiento de los mercados, ni la comprensión ni la tecnología necesarias para competir de manera eficaz en este entorno. Incluso tras haber obtenido un microcrédito, su falta de medios económicos les da acceso únicamente a tecnologías rudimentarias y les destina a ejercer las profesiones más multitudinarias. Además, son enormemente vulnerables a todos los riesgos que pueda correr cualquier otro empresario. Todas estas limitaciones son evidentes en los negocios que emprenden: son muy pequeños (la empresa media de un propietario pobre no tiene empleados) y están muy concentrados en unos pocos sectores en los que es posible trabajar sin destrezas especiales ni especialización.
Los propios pobres no esperan que sus negocios transformen sus vidas. Si lo hicieran se esforzarían más en hacer que éstos crecieran más de lo que lo hacen. Muchos de ellos podrían expandir sus negocios con facilidad y ganar algo más de dinero, con lo que podrían salir de la pobreza, pero eligen no hacerlo.
No se trata de que los pobres no sean personas con recursos y energía, sino que las normas del juego les son tan adversas que sólo los que estén completamente decididos y/o tengan un gran talento consiguen ir más allá de la línea de salida.
Tampoco cabe duda alguna de que el microcrédito ha hecho que sus vidas sean menos insoportables, con lo que merece nuestro apoyo.
Ahora bien, en última instancia es el gobierno el que debe permanecer en el centro de las medidas para combatir la pobreza, pues sin ayuda ni recursos externos los pobres tienen que enfrentarse a un desafío en condiciones injustas.
No es necesario que el Estado continúe haciendo todo lo que hace (mal) en la actualidad, y, sin duda debería centrarse más en pagar servicios en lugar de proporcionarlos: los subsidios complementarios pueden hacer mucho para mejorar la vida de los pobres sin que el gobierno tenga que participar en el proceso.
Con todo, no debemos olvidar que una parte muy importante de lo que éste hace se refiere a aspectos de los que los mercados no se ocuparían (los cambios de comportamiento, la asistencia sanitaria preventiva, la educación para quienes viven en áreas donde no hay colegios privados, la ayuda en las situaciones de emergencia, etc).
Incluso en estos casos el gobierno puede trabajar con socios encargados de la ejecución de proyectos externos, pero, si somos realistas, continuará siendo uno de los agentes sociales principales en la economía.
El reto que tenemos algunos de los que nos dedicamos a lo que se podría denominar el sector de las ideas, es, por consiguiente, hallar la manera de rediseñar las fórmulas de actuación de los gobiernos para conseguir que funcionen mejor en términos de ejecución y de delegación a terceros, así como de mejorar la eficacia de sus actuaciones futuras."
Bueno, aquí estoy. ¿Qué te pareció? Un poco largo, pero creo que valió la pena. No viene mal mirar de vez en cuando que pasa fuera de nuestras fronteras y cómo se atacan problemas similares a los nuestros. Te comparto mis reflexiones.
India, al igual que China, los dos países más poblados de la Tierra, han sufrido un inédito y espectacular proceso de transformación a lo largo del siglo pasado.
Ambos han dejado de depender de economías asociadas a la agricultura, que originó los principales puestos de trabajo; y han adoptado los nuevos dictados de la Revolución Industrial occidental a comienzos del siglo XX. Así, mientras que China migró dichas fuentes de trabajo hacia otras nuevas asociadas a la fabricación, siendo hoy la primera potencia mundial en este quehacer; India tomó otro rumbo. Se migración se produjo hacia la sociedad del conocimiento, en particular a lo asociado con la programación y el desarrollo de las aplicaciones.
Si bien estos cambios introdujeron grandes beneficios a cientos de millones de personas en ambos países, la transformación no fue completa y quienes no pudieron conseguirlo, siguen sumidos en enormes bolsones de pobreza.
India es actualmente el líder mundial indiscutible en cuanto a servicios de TI. Sus precios horarios se ofrecen frecuentemente en valores de un dígito (medidos en dólares por hora); y resulta materialmente imposible competir contra ellos.
Los enfoques que se presentan en este artículo en cuanto a medidas para combatir la pobreza resultan conceptualmente bastante similares a los nuestros, a excepción del que aboga por la participación directa de los padres en el proceso de educación de los colegios de sus hijos.
Lo que sí creo que es distinto entre ellos y nosotros es que, a pesar de los conocidos bypasses de leyes y ordenanzas públicas que nos caracterizan a ambos, en el fondo las personas de ese país siguen manteniendo una fidelidad con las decisiones tomadas previamente y resultan ajenos a la típica “avivada” argentina.
Bueno, hasta aquí mis reflexiones.
Me gustaría saber cuáles son las tuyas y ojalá las pueda ver reflejadas en los comentarios del artículo, en el Blog de nuestra página web.
Te agradezco el tiempo dedicado y te mando un fuerte abrazo.
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