El siguiente artículo que encontré en uno de los reportes del Proyecto sobre la Realidad Climática, cuyo principal patrocinante es el ex Vicepresidente de USA, Al Gore. El mismo llamó mi atención por la urgencia de las acciones que es necesario tomar y quise compartirlo.
RACISMO MEDIOAMBIENTAL: QUÉ ES Y CÓMO SE PUEDE COMBATIR
The Climate Reality Project
Abril, 2021
"No podemos avanzar realmente como movimiento sin reconocer nuestro pasado común y trabajar para resolver sus problemas más fundamentales.
Para construir una coalición ganadora y vencer a la crisis climática, necesitamos entender y responder a la pregunta: ¿Cómo las desigualdades sociales se entrecruzan en nuestro movimiento? Sólo entonces contaremos la verdadera historia del cambio climático: una crisis que no afecta a todo el mundo por igual, sino que es un reto que en muchos casos afecta más a quienes ya soportan otras dificultades. Y contar esa historia es importante porque, citando a Maya Angelou, "No puedes saber realmente hacia dónde vas mientras no sepas dónde has estado".
Cuando hablamos de racismo ambiental, nos referimos a la desproporcionada carga de los peligros ambientales que recae sobre la gente de color. Esta opresión se consigue a menudo de forma sistémica, a través de políticas y prácticas que colocan de forma efectiva a las comunidades de color y de bajos ingresos cerca de instalaciones contaminantes, tales como centrales eléctricas, plantas de plástico y gasoductos; o de infraestructuras, como grandes autopistas.
Al vivir cerca de la contaminación; a menudo las mismas emisiones que provocan la crisis climática; las personas de color están expuestas a una serie de contaminantes nocivos en mayor medida que las comunidades blancas y de mayores recursos. Esto da lugar a tasas mucho más elevadas de problemas de salud graves en las comunidades de color, desde el cáncer hasta afecciones pulmonares y ataques cardíacos, así como a una mayor prevalencia y gravedad del asma, un menor peso al nacer y una mayor incidencia de la hipertensión arterial.
Desenmarañar los efectos dispares de la pobreza y la raza puede ser un reto, pero las crecientes pruebas apuntan en una dirección: La raza suele ser un indicador más confiable de la proximidad a la contaminación que los ingresos por sí solos.
Un estudio de 2018 realizado por científicos de la Agencia de Protección Ambiental descubrió que las personas de color, en promedio, se enfrentaron a una carga de salud del 28% mayor en comparación con la población general debido a que viven en la proximidad de las instalaciones que emiten contaminación en forma de partículas, como el hollín. En la América de raza negra, los resultados fueron especialmente preocupantes, con una carga de salud un 54% mayor.
No cabe duda de que la riqueza de la comunidad suele desempeñar un papel fundamental a la hora de determinar las políticas medioambientales, sobre todo en lo que respecta al uso del suelo, la zonificación, los permisos de construcción y la aplicación de las normativas. El resultado es que las familias de bajos ingresos de todos los colores están expuestas a más contaminación que sus compañeros más acomodados. Pero incluso cuando se tiene en cuenta la riqueza, los investigadores siguen encontrando una mayor correlación entre la raza y la exposición a los peligros medioambientales.
El movimiento por la justicia medioambiental se enfrenta a la injusticia y al trato desigual que reciben las personas de color, y trabaja para concienciar y acabar con las desigualdades que hacen que en Norteamérica, por ejemplo, los negros respiren un 56% más de contaminación de la que producen y los latinos un 63% más, mientras que los blancos respiran un 17% menos.
El movimiento nació en los años 70, cuando los activistas negros del condado de Warren (Carolina del Norte) se organizaron para luchar contra los vertidos tóxicos en su comunidad. En Houston (Texas) diversos activistas comenzaron investigar y a desafiar las políticas racistas que hacían que el 82% de la basura de la ciudad se vertiera en las comunidades negras, a pesar de que los residentes negros constituían sólo el 25% de la población. Desde entonces, el movimiento no ha dejado de crecer, luchando por el agua potable y la justicia en Flint (Michigan), por un aire limpio en el Callejón del Asma del sur del Bronx y en los campos de petróleo urbanos de Los Ángeles, relacionados con nacimientos peligrosos. Y, trágicamente, la lista continúa.
Luchar contra el racismo medioambiental significa hacer lo que es justo y moralmente correcto. Como movimiento, tenemos la obligación de actuar para desmantelar las estructuras que someten a la gente de color desproporcionadamente a los peligros medioambientales para la salud, ya que además, muchos de ellos son los mismos contaminantes que provocan la crisis climática. Debemos escuchar entonces a las comunidades que ya viven con la contaminación de los combustibles fósiles y a las familias más afectadas por el cambio climático. Si entendemos lo que la crisis significa para ellos, podremos trabajar juntos para encontrar soluciones justas y equitativas, ya que la única manera de resolver la crisis climática es trabajando juntos. Por lo tanto nos comprometemos a manifestarnos y estar junto a nuestros socios, colegas, empleados y amigos, los casi 30.000 Líderes de la Realidad Climática y todas las personas que experimentan la injusticia social y el racismo de cualquier tipo.
Está claro que nos enfrentamos a la posibilidad real de que la crisis climática robe la oportunidad de un mañana mejor a personas de todo el mundo y lo hacemos porque esto no tiene por qué ser así. Por lo tanto debemos informarnos sobre cómo convertirnos en Líderes de la Realidad Climática, recibiendo la capacitación adecuada, y ser la voz de la justicia climática en nuestras comunidades".
El artículo nos interpela sobre nuestra participación para enfrentar a dos de las mayores heridas que los seres humanos estamos causando a nuestras sociedades.
Por un lado el racismo, cuya inescrupulosa escalada hace que las clases de color, entre otras etnias eternamente postergadas, sean las víctimas de los procesos diseñados e impiadosamente ejecutados por las más favorecidas, aumentando así exponencialmente la brecha entre unas y otras.
Por el otro el suicidio colectivo al que el sápiens se empeña en lograr al atacar sin escrúpulos su hábitat natural en pos de una insaciable y quimérica búsqueda de productividades crecientes que alimenten a su desenfrenada carrera tecnológica.
El CRP tiene la gran virtud de atacar y llamar nuestra atención sobre ambos. El permanente impulso dado al mismo por Al Gore ha logrado la involucración de los principales países del mundo, estableciéndose objetivos concretos a alcanzar en el año 2050.
No podemos permanecer alejados a estas realidades...
¿Qué opiniones tienen al respecto? ¿Creen que son temas importantes de atender y poner en la mesa de debate?
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