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Foto del escritorTony Salgado

La memoria y otras historias (IV de V)

Antonio Salgado López (Ansaló)



Esquinas


—Creo que Pékerman es lo mejor que tenemos para dirigir al equipo —les está comentando Mario a sus hermanos Tomás y Ramón—. ¿No les parece?

—Mirá, por lo menos a muchos los conoce desde pibes —responde Tomás—, y eso ya es una ventaja importante. Tiene muy buena llegada con ellos.

—Sí, y no se pone a inventar cosas raras como el “Loco” Bielsa —recuerda Ramón, embroncado—. ¡Qué papelón que hicimos la última vez! Ni siquiera nos clasificamos para la ronda siguiente.

—Éste es un equipo más balanceado, con Román en el medio y el Bati arriba, creo que podemos arrimar bastante —opina Mario—. Esperemos que la suerte ayude. Se nos tiene que dar el tercero alguna vez.

—¡Mozo, tres cafés con leche y medialunas y unos jugos de naranja, por favor! —le pide Tomás al camarero—. Tienen buena fama, por lo que me dijeron.

—Y, mirá, si encargan las medialunas en la confitería de enfrente, son una garantía —acota Mario—. Es increíble ese lugar; siempre hay colas largas durante todo el día. A veces llegué a esperar hasta media hora a que me atendieran. ¡Belgrano tiene de todo, viejo! No creo que me mude nunca a otro barrio, honestamente.

—¡Y bueno! Hazte la fama y échate a dormir dicen, ¿no? —comenta Ramón—¿Mirá si a nosotros nos fuera así con el bar, eh, Tomás?

—No te quejes, que así estamos muy bien. Y hablando de proyectos familiares, el local que alquilaron tur hijos Arturo y Nacho para poner el boliche bailable, ¿dónde está?, porque me dijeron que estaba frente a este lugar.

—Sí, ahí está —responde Ramón—. Cruzando Juramento, en el primer piso de esa esquina ¿lo vés?.

—Hummm… esperemos que les vaya bien —dice Tomás—, aunque por la pinta que tiene…

—Confío mucho en ellos, de giles no tienen un pelo —cierra Ramón.  

 

La acción trascurre en Junio de 2006. Está a punto de comenzar el Campeonato Mundial de Fútbol y este año la sede es Alemania. Luego de sus últimas frustraciones en Francia y Japón, es una renovada esperanza de alzarse con el título, luego de que la segunda y última vez lo hiciera veinte años atrás. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero en este caso hay que tener mucha voluntad para que no se esfume. Todos los campeonatos disputados en Europa han sido logrados por equipos de ese continente. Los tres hermanos se han juntado a desayunar en el moderno bar-pizzería ubicado en la esquina sudoeste de Cabildo y Juramento, junto a la galería con negocios de varios pisos que se ha construido una decena de años atrás. Tomás ya ha superado los 60 años y sus hermanos lo siguen de cerca sin perderle el rastro.  

 

—Esta librería es una garantía —les comenta Ana María, la esposa de Tomás, a sus cuñadas—. Si no tienen el libro que buscás, te lo traen al día siguiente.

—Bueno, es una sucursal más de la cadena —contesta Juani, la esposa de Ramón—. Siempre en alguno de los locales que tienen, en general lo consiguen.

—¿Buscás algún título en especial? —le pregunta Gaby, la esposa de Mario—. Así vamos a la sección correspondiente.

—Estuve viendo el resumen de algunas novelas en Internet, pero creo que voy a rumbear para donde tienen esa colección de las obras maestras de los autores de fama universal. 

—Dale, te acompaño —le dice Juani—. En una de esas por ahí me engancho con alguna. Leí la propaganda y me pareció interesante.

—¡Mirá. Ahí están…! —exclama Ana María—, y tiene las obras de Oscar Wilde, que es uno de mis favoritos. Creo que me lo llevo. ¿A vos te interesa alguno en especial, Juani? 

—Dejame ver… Nietszche.., Santa Teresa.., Tagore.., ¡ah, ahí encontré uno que me sobrepasa; Khalil Gibrán! Final de la búsqueda. 

—Bueno, pues fueron bastante rápidas y expeditivas las dos —comenta Gaby—. Supongo que no siempre se deciden a comprar así de rápido, ¿no?

—Es la ventaja de venir ya con las ideas claras en la cabeza, querida —le contesta Ana María—. Si fuéramos siempre así, nuestros maridos no podrían protestar como lo hacen siempre. Además, como los hombres van a estar consumidos por el bendito fútbol, tendremos tiempo para leer tranquilas. 

—Bueno, siendo así y como todavía es temprano, después de que paguen podríamos ir al piso de arriba, —sugiere Gaby—, donde sirven unos cafés que están muy bien, junto a unas masas secas.

—Podemos ir a cuchichear un momento, pero mejor que vayamos a comer al lado de La Redonda —contesta Juani—, que el día está lindo y podemos tomar sol afuera ¿les parece bien?

—Andando pues, entonces, al piso de arriba a ver qué tal está ese café y luego rumbeamos para la Watson, que no quiero perder el solcito —Ana María marca el camino a seguir.

—A propósito de la Watson, leí que cuando se inauguró La Redonda, allí había un hotel y que se cometió un crimen pasional —agrega Gaby—. ¿Será cierto o solamente puras leyendas urbanas?

—No me extrañaría que fuese cierto —Ana María contesta—. ¡Estos hombres siempre maltratándonos!

Para no ser de menos que sus maridos, sus esposas han decidido salir a caminar por Cabildo al día siguiente al mediodía, dirigiéndose primero a la librería El Ateneo, enfrente del bar en el que ayer estuvieron sus esposos, en busca de un par de novelas que les han recomendado; y acto seguido ir a almorzar a la confitería-restaurante Watson, ubicado a una cuadra de allí, junto a la Redonda y que tiene mesas ubicadas en la pequeña explanada junto a la plaza. Es una jornada con el cielo despejado y el sol radiante e invita a una ingesta al aire libre. Algo menores en edad que sus maridos, Ana María, Juani y Gaby ya han superado los 50 años, sin preocuparse en disimularlo.  

 

El teatro de acción de ambas historias tiene un mismo telón de fondo: la Avenida Cabildo, la importante via de comunicación de la Ciudad de Buenos Aires, que es considerada como uno de los principales centros de compras y paseos de la ciudad, y en especial, del barrio de Belgrano.

Nace en el Viaducto Carranza como continuación de la Avenida Santa Fe y finaliza en el Puente Saavedra, continuando hacia el norte como Avenida Maipú. Evoca a la antigua institución homónima que gobernaba la colonia española del Virreinato del Río de la Plata.

Desde la segunda fundación de la Ciudad en 1580 por Juan de Garay, una vez establecidos los límites de la misma entre la barranca del Río al este, las actuales calles Salta y Libertad al oeste, la Avenida Independencia al sur y la calle Viamonte al norte; se repartieron también las chacras fuera del tejido urbano, tanto al norte como al sur.

Hacia el sur estaban comprendidas entre el Riachuelo hasta la zona de Ensenada y Magdalena, mientras que hacia el norte, iban desde el barrio del Retiro hasta San Fernando.

Entre cada chacra, de una legua de largo, debía correr un camino, así como también por su frente y fondo.

Hacia el norte, el camino del fondo eran las actuales Avenidas de los Constituyentes y Fondo de la Legua, mientras que el camino del frente eran las actuales avenidas del Libertador, Las Heras, Santa Fé, Luís María Campos y la actual traza del Ferrocarril Mitre, de su ramal Tigre.

Sin embargo, como algunos caminos no eran muy buenos, los carreteros y jinetes, ni lerdos ni perezosos, hicieron un atajo que ocupaba las actuales avenidas Santa Fe, Cabildo, La Pampa, Balbín y Bartolomé Mitre; dando así origen a las principales arterias de los dos barrios que se mencionan en esta historia: Cabildo, de Belgrano; y Ricardo Balbín, de Saavedra.

 

El sentido de circulación vehicular de la Avenida Cabildo es doble, en dirección sudeste-noroeste.

Por debajo de ella pasa la línea D del Subterráneo, cuya prolongación se concretó en la década del 90.

Nace siendo parte del barrio de Palermo y se extiende luego por más de cincuenta cuadras hacia el noroeste, atravesando los barrios de Colegiales, Belgrano y Núñez.

A su largo y yendo hacia el norte, se hallan la Escuela General Savio,  el edificio de Fabricaciones Militares, el Instituto Geográfico Militar, la Iglesia Castrense, un gran supermercado Coto y varias sucursales bancarias, hasta llegar al comienzo de un importante polo comercial.

A continuación se encuentra el Colegio de la Misericordia, un bar moderno con una imitación de la cúpula del edificio de Chrysler de Nueva York y varios edificios de estilo art nouveau, hasta llegar a su cruce con la Avenida Juramento. Este es el centro comercial del barrio de Belgrano, donde se pueden ver grandes sucursales de comercios de electrodomésticos, informática, cafés, restaurantes y bares, librerías e importantes marcas de ropa.

 

—¡Dale, pasemos por lo del tío Tomito, a ver si se suma! —le está diciendo Arturo a su mellizo Nacho—. Es muy probable que quiera.

—¡Vamos, ya! Estoy todo contracturado —responde Nacho—. ¿Vos querés venir, Elba?

—¡Sí, salame, no me lo quiero perder!¡Argentina, carajo!¿Llevamos una bandera?

—¡Ya tengo una! —Arturo apura a sus hermanos—. Me acaba decir Tomito que nos encontramos en cinco en Cabildo y Monroe.

—¡Miren toda la gente que va! —grita Elba, con una bufanda celeste y blanca y haciendo sonar un estridente pito—. ¡Ar ge ntina!, ¡Ar gen tina!

—Ahí está el tío —Nacho lo ubica enseguida al llegar a la esquina—. ¡Tomito, Tomito, acá, acá!

—¡Que lo parió, que manera de sufrir! —les dice Tomito a sus tres sobrinos; los mellizos y su hermana, hijos de Ramón—. Estos mejicanos casi nos embocan…

—Dale, tío, ya está —le dice Elba, casi gritando para hacerse escuchar, en medio de la multitud que se está comenzando a formar—Ahora, a festejar. Por unos días seguimos adentro.

—Sí, por lo menos hasta los cuartos seguimos estando —agrega su hermano Arturo—. ¡Vamos, vamos, Argentina!

—¡Vamos, vamos, a ganar! —se pliega el resto del grupo—. Pero no teníamos que haber llegado al suplemento. Merecimos ganar en el partido.

—Peor era que tuviéramos que ir a los penales —contesta Tomito—. Mirá que no lo tenemos más a Goico para salvarnos.

—Bueno, ya falta solo una cuadra —agrega Elba —. ¡Que esta barra quilombera…!

—¡No te deja, no te deja de alentar! —se suma otro grupo de muchachos que los alcanza y se dirigen a Tomito— . ¿Viste, viejo, qué capo el Maxi?

 —¡Viejo será tu abuelo, gil! ¿Tenés idea de cuántos mundiales tengo encima? ¡Once, once! ¡Y con dos ganados, encima!

—Dale, tío, no les des bola —le dice Arturo—, que ya llegamos a Juramento… ¡Hay que cantar, hay que cantar..!

—¡..El que no canta, es alemán..! —finalizan la frase varios fanáticos que también se han dado cita en Cabildo y Juramento, donde ya la aglomeración ha llenado totalmente la intersección, interrumpiendo todo tipo de tránsito que pretendía pasar.

Ese festejo, como tantos otros que siguieron a imborrables gestas futboleras, se debía al triunfo de Argentina sobre Méjico por 2 a 1. El partido había terminado igualado, y en el complemento de treinta minutos, Maxi Rodríguez, extremo izquierdo de Newell’s obtuvo el gol de la victoria.

Pero a pesar del entusiasmo despertado en el ambiente futbolero, en el siguiente partido por los cuartos de final Alemania, el equipo anfitrión del Mundial, habría de vencer al equipo nacional, dejándolo afuera del mismo.

Ese mundial sería ganado finalmente por Italia, quien derrotó a Francia en la final, mediante la definición por tiros penales.

No obstante, en el baúl de los recuerdos de nuestras queridas familias, este festejo habría de ocupar uno de los sitios privilegiados.

 

En cada barrio de Buenos Aires hay una esquina que oficia de punto central, convirtiéndose no sólo en referencia obligada, sino también en símbolo del lugar.

En Belgrano, ese lugar es el cruce de las avenidas Cabildo y Juramento.

Y aunque en la zona hay otros sectores que pueden resultar representativos, como ser las Barrancas, las estaciones de tren o La Redonda, lo cierto es que Cabildo y Juramento tiene mucho para erigirse como corazón del Belgrano actual.Está en el centro de ese lugar que en 1855 era un pueblo, en 1883 pasó a ser ciudad y en 1887 quedaría como un barrio más de la gran metrópolis.

Los nombres actuales de las dos avenidas recién fueron impuestos en 1893. Antes, Cabildo era 25 de Mayo y Juramento, Lavalle.

Y aún en los tiempos en que Cabildo era el Camino Real del Norte, la esquina con Juramento ya empezaba a figurar como lugar importante.

A  unos metros vivía el dueño de las diligencias que llegaban desde el Centro hasta Belgrano, siendo la más famosa La Golondrina.

La esquina también vio pasar muchas veces al famoso tranvía tirado por tres caballos que iba desde la estación del tren, en el Bajo, hasta la actual calle Vidal, siendo un servicio especial que circuló hasta Noviembre de 1915.

En tiempos más actuales, Cabildo y Juramento tuvo también otros sitios que la hicieron cita obligada: la famosa Confitería Mignón, el cine que también tenía ese nombre y la Galería Juramento, punto de encuentro hasta la década de 1980.

La confitería era famosa por servir en bandeja de plata las masas que acompañaban el té. En la ochava que ocupaba ahora hay pequeños comercios de distintos rubros.

La Galería Juramento tenía tres pisos y dos subsuelos y a los locales se llegaba caminando por una amplia rampa que dejaba un gran hueco central que proveía aire y luz. Fue un lugar de moda y diseño y albergó comercios que quedaron en la memoria de muchos: la disquería Downtown Records, las casas que vendían jeans y remeras exclusivas y, en el tercer piso, la famosa Toldería de la Griega, donde los hippies conseguían la ropa que los distinguía.

Cabildo continúa luego en el barrio de Núñez, en donde se abre el Bulevar San Isidro que corre paralelo a la avenida hasta que nuevamente se unen luego de novecientos metros, para finalizar en el Puente Saavedra, límite de la Ciudad que la separa del partido de Vicente López, en la Provincia de Buenos Aires.

En 2015 se inauguró el Metrobus Norte, que la recorre las avenidas Santa Fe, Cabildo y Maipú, conectando todos los barrios ubicados entre Retiro, en la Capital; y Olivos, en la Provincia, frente a la Quinta Presidencial.  

Hoy los árboles escasean, la boca de la estación del subte se sumó al paisaje y nada recuerda que las calles del barrio eran de adoquines de madera  y cuando el sol del verano calcinaba las veredas se derretía la brea negra con la que estaban adheridos, perjudicando a los transeúntes.

Imaginar hoy Cabildo engalanada con filas de jacarandás es casi una utopía. Pero hace unos cincuenta años se volvía azul violácea con los árboles en flor. Cada seis metros había jacarandás que llegaron a tener gran porte. Sin embargo el desarrollo comercial de la zona atentó contra estos ejemplares. El comercio, en general, ve al árbol como un enemigo, con el falso criterio de que su presencia afecta la vista de sus marquesinas. Hoy sólo quedan sobrevivientes.

 

—¡Hola Ana María! —Mario saluda a su cuñada—. ¿Qué andás haciendo vos por acá con esa bolsa de compras, tan lejos de tu casa?

—¡Hola! ¡Qué sorpresa! —le contesta Ana—. Como me vés, buscando lugares más baratos que Belgrano, pero ¿y vos?, no creo que estés comprando.. ¿qué hacés acá, si se puede saber, digo..?    

—¿Cómo, no te comentó tu marido, mi muy querido Tomás? Era esperable. Es medio lerdo para compartir novedades. Me mudé a Saavedra, acá, a media cuadra.

 —¿Te mudaste?, pero.. ¿cómo? ¿no era que jamás te ibas a ir de Belgrano, y que era tu barrio imbatible? ¿Qué te pasó?

—Bueno, pasó que a la vejez.. viruelas, como dicen… Estaba buscando un lugar más chico, solo para Gaby y para mí; ahora que Moni ya se fue a vivir sola y quedamos nosotros dos solos…

—Sí, sí, entiendo. A nosotros nos pasó lo mismo hace ya tiempo, pero decidimos quedarnos donde estábamos y menos mal. Ahora Flor y Meli, nuestras nietas vienen seguido y a veces se quedan a dormir. ¿Y, qué tal el nuevo barrio?

—Si te digo la verdad, me encanta. Obvio que no tiene lo que podés encontrar en Belgrano, pero en este centrito hay todo lo que consumís a diario, y bastante más barato que allá. Bueno, ¿qué te voy a decir a vos, que te venís hasta acá a comprar?

—Estuviste muy bien con el cambio. Mirá, acabo de ir a una pescadería y una carnicería que están a media cuadra y conseguí hasta mejor calidad que allá y un treinta por ciento más barato. Creo que voy venir siempre. Además, con el 67 llego en diez minutos.  

—Sí, y además de eso, es muchísimo más tranquilo que allá. A tres cuadras tengo el Parque Saavedra y voy a caminar día por medio. Es como estar en un gran country, pero en la Ciudad.

—Y tenés el tren cerca también, ¿no? 

—Estamos a dos cuadras de la estación, en quince minutos llego a la Estación Retiro y ahí podés empalmar con la línea C del subte. Yo tomo el tren todos los días para ir al laburo en Tribunales. En Carranza cambio al subte y en un rato estoy. 

—Bueno, me alegro mucho por vos, ¿y a Gaby también le gusta?

—Sí, no tanto como a mí, pero bastante. No puede dejar de ir a Cabildo a caminar y chusmear, pero como viste, con el 67 es rapidísimo.

—Sí, doy fe; y ¿sabés qué? Se lo voy a comentar a Tomás… en una de esas por ahí se le calienta el mate…

—Ojalá, mirá si volvemos a ser vecinos, aunque en otro barrio.

—Creo que me encantaría a mí también, por lo que me decís…

 

Por su parte, el Centro Comercial de Saavedra lo constituye la esquina de Ricardo Balbín, el gran líder del Partido Radical, y Tronador, justo enfrente de las vías del Ferrocarril Mitre.

Actualmente en el cruce, que generaba grandes demoras por la congestión de colectivos y automóviles cuando las barreras se encontraban bajas, se ha finalizado la construcción del túnel Goyeneche-Gatica en 2019, por  debajo de las vías, en recuerdo a dos de los más famosos vecinos del barrio; el polaco cantor de tangos y el épico boxeador.

El túnel ha provisto de gran fluidez al tráfico vehicular, lo que permite la conexión inmediata con la Avenida Goyeneche y mediante ella, con la Panamericana.

La zona adyacente a las vías, al costado del túnel, donde se encuentran muchos de los negocios del barrio, está siendo mejorada y embellecida para estimular el tránsito de transeúntes y reducir el riesgo que los comerciantes platearon al comienzo de que el túnel que divide la avenida iba a perjudicar sus ventas.

Entre los muchos negocios que se ubican a lo largo de la Avenida Balbín y sus calles cercanas, están la Farola Expréss, los Supermercados Coto y Vea, Farmacity, la Pescadería del Tano, la Quesería del Tejar, la Panadería y Confitería 9 de Julio, las Pastas frescas La Esmeralda, y la Óptica Orduña, entre muchos otros pujantes negocios.

Y así fue como el feliz hallazgo de Mario fue difuminado entre los miembros de nuestras familias, habiendo varias en las que provocó una gran envidia.

Si bien las que vivían en Belgrano lo continuaron haciendo, una de ellas decidió seguir su ejemplo.

Su hermana Cecilia ya se había jubilado junto a su marido y no dependían de sus ingresos en la fábrica Fate; y sus hijos Pedrito y Justi habían constituido sus propias familias, por lo que habían dejado el hogar paterno.

Los comentarios de Mario sobre la tranquilidad de Saavedra y su gran parque y su proximidad con Belgrano, donde estaban sus familiares más cercanos, animaron a Cecilia y a su marido, quienes al año siguiente pusieron en venta su casa de San Fernando y, apenas concretada la misma, compraron un departamento en pleno corazón del barrio calamar.

A fines de la primera década del nuevo milenio, tres de los hermanos que aún estaban vivos y habían llegado de su Tucumán natal cinco décadas atrás, tenían sus hogares en Belgrano (Tomás, Higinio y Ramón); y dos, en Saavedra Cecilia y Mario). Todos con el ímpetu necesario para acometer nuevas experiencias en la ciudad porteña.

 

  

Los cines



—¿Qué hacemos, ma? —le pregunta Meli a Mecha— ¿Salimos a Cabildo a ver si hay algo bueno?

—¿Vos ya estás lista? Necesito media hora para dejarle algo preparado a tu padre. Si no, arde Troya.

—Dale, aprovecho para llamarla a la tía Moni para ver si se prende. ¿Te molesta que salga con nosotras? 

—No, hija, para nada, estaría muy bueno hacer un plan para las tres. No se da muy a menudo y hay que aprovechar, después de las semanitas que llevamos. Hace mucho que no veo a mi prima que, aunque lejana, sigue siendo mi prima..

—¿….te anotás entonces, Moni? No, no sé todavía dónde ir. Cuando llegues lo decidimos entre las tres..  sí, en 40 minutos te esperamos en casa…

—Bueno, ya que estamos las tres, yo diría que podemos ir al complejo del General Paz —les está diciendo Mechi a su hija y a su prima—. Ahí tienen cinco salas y entre todas, alguna buena peli debe haber, supongo yo… ¿no? ¿Qué les parece la idea? Es lo mejor que se me ocurre.

—Y, sí… seguro que mejor que las otras ideas que tiramos es —acepta Moni—. Creo que ahí las pelis empiezan a eso de las nueve y media. Podemos llegar con tiempo y compramos las entradas sin apuro.

—Si vamos a esa hora, las pelis terminan antes de las once y media —agrega Meli—, y entonces podemos ir a comer una pizza y a tomar algo a La Farola, que está sobre Cabildo, a una cuadra del cine. ¿Dale, ma, porfi…? ¡Qué ilusión! A mis doce, años, la primera salida de adultos… Menos mal que voy con ustedes; si no, a ver si no me dejan entrar..

—OK… si salimos, …salimos ya.. ¡Entonces, andando..! —Mecha da la orden—. Espero que den una buena película… ¡por una vez que una va al cine…!

Estamos en la primavera del 2009, tres años después de la escena anterior. Mecha, su hija Meli y su prima Moni han decidido salir a Cabildo en la nochecita de un viernes. Luego de varios cabildeos, el destino final ha sido el cine; y al llegar a él tomarán la segunda decisión.. ¿qué película ver? Lo aparentemente trivial no lo es tanto, ya que resulta difícil congeniar los gustos de las tres, considerando la oferta disponible en ese momento. Al cabo de un rato, la opción se decanta en favor del film “Solo un sueño”, con Leonardo Di Capio y Kate Winslet, quienes habían interpretado “Titanic”.       

A la salida del cine, mientras esperan la llegada de la pizza en La Farola, las tres integrantes femeninas de nuestras queridas familias comentan los incidentes de la película.

—Me resultó entretenida y los dos actúan muy bien ¿no? —Moni les está dando su punto de vista a su prima y su sobrina—. ¿Ustedes se aburrieron?

—No, qué va, para nada —contesta de inmediato Meli—. Él es un bomboncito. Para ponerlo en mi mesita de luz, aunque ella tampoco se queda atrás. Esta noche voy a soñar con su carita… ¿Y a vos, mami, qué te pareció?

—Bueno, no estuvo mal, pero un poco lacrimógena para mi gusto —responde Mecha—. Estas películas gringas de intrigas amorosas juegan siempre con los mismos sentimientos de la gente. Por lo menos mantuvo la curiosidad sobre cómo terminaría. Eso estuvo bueno.    

—Tenés razón, prima —Moni coincide con ella—. Parece que allá en el norte los engaños entre parejas son moneda corriente, pero después se reconcilian y siguen adelante. La novedad acá fue que eran entre vecinos. A los diez minutos era obvio que iba a pasar.

—A mí me gustó cuando se quisieron ir a vivir a París —Meli suma su opinión—. Y cuando arrugaron y se quedaron donde vivían, no me lo esperaba. Ella era la de la idea, pero dio marcha atrás y luego, encima, quedó embarazada. 

—Esas cosas pasan, hija —Mecha le dice a Meli—, a veces en los momentos más inoportunos. Ya ves como generó una gran discusión entre ellos y ella se termina yendo de su casa….

—…. Y él, para no ser menos —Moni termina la frase de su prima—, se emborracha para fugarse de la situación. Algo muy común en los hombres, Meli. Ya lo vas a experimentar a su debido tiempo.

—No seas tan negativa, tía, no siempre debe ser así, creo yo. Si no, vivirían borrachos la mayor parte del tiempo ¿no? Supongo que debió ser una situación extrema.  

—Sí, hija —Mecha trata de tranquilizarla—, es tal cual como decís vos. Tu tía exagera. La mayoría de las veces las discusiones entre esposos terminan bien, por lo menos por ahora en este país. Si no, estaríamos todos divorciados.

—Ojalá fuera yo la equivocada —replica Moni—, pero no creo que lo esté tanto. Ya sé que era solo una película, pero fíjense cómo termina; con ella abortando y desangrándose, y él mudándose a otra ciudad y comenzando una nueva vida.  

—Por eso dije al principio que para mí era muy lacrimógena —les recuerda Mecha—. Estuvo buena porque el final era incierto, pero creo que la historia no se merecía uno tan trágico. Se le fue la mano al guionista. 

—Pero ma, ya sabíamos que no iba a ser una historia rosada y de amor platónico. Si no, hubiéramos elegido otra peli ¡Bah, por menos yo!

—Se ve que mi sobrina ya no es más una niña —Moni le da unas palmaditas suaves en la espalda—. Ve las cosas como toda una señorita.

—Como lo que soy, tía, por eso me lo quisiera poner en la mesita de luz al bombón de Leo Di Caprio.

—¡Señoras, la pizza que ordenaron! —la voz del mozo, anunciando su esperada bandeja, da por terminado el diálogo. 

 

Entre finales del siglo XIX y hasta pasada la mitad del siglo XX la Ciudad de Buenos Aires ha visto florecer una infinidad de salas de espectáculos debido al entusiasmo que esta nueva actividad lúdica provocó en el público porteño; y este boom cinematográfico llegó a influir en el aspecto urbano de la ciudad.

El primer cine que se instaló fue el Salón Florida, en 1900. Funcionó en la base de la gran tienda “El palacio novedades”, una especie de shopping donde antes de ser construida la sala ya se exhibían películas.

En el Centro de la Ciudad, la calle Lavalle fue uno de los mejores ejemplos de lo sucedido. La arteria se fue transformando en un gran atrio, el que con los años pasó a ser peatonal. Incluso su perfil arquitectónico y la luminaria de carteleras la convirtieron en una postal porteña.

Los estilos aplicados a la nueva arquitectura fueron muy variados y, como siempre, según la época se usaba la tendencia en boga.

Entre otras, se podían apreciar construcciones con líneas modernistas de art nouveau, sus mezclas con líneas secesionistas, vestigios del neoclasicismo e italianizantes; entre otros.  Pero el art déco fue, sin dudas, el predominante en los cines debido a que el mayor auge de las sala fue contemporáneo con ese flamante estilo arquitectónico.

En la década de 1920 este formato geométrico y escenográfico, sumado al neón en la luminaria y enchapados de cobre y acero inoxidable en paredes, fue recibido con beneplácito por el público porteño e inclusive ya pasado de moda, siguió ostentando sus líneas en algunas salas de barrio.

Posteriormente aparecieron otras tendencias, como el racionalismo o el estilo internacional.

En la década de 1980, cuando el video club empezó a sepultar nuestros cines, la nueva idea de multisalas tomó el carácter de la arquitectura posmoderna, ya que la competencia estilística entre las salas de espectáculos siempre fue una forma de mostrar quienes estaban a la vanguardia.

En paralelo a la irrupción de los cines en la ciudad, la irrupción de restaurantes, pizzerías y cafés siempre fueron el paso obligado a la salida de los mismos. Es por eso que en cada barrio donde se instalaba una de estas salas se generaba una progresión comercial importante.

El cine fue por años el lugar de encuentros de amigos, de salidas en familia, de rateadas colegiales, el lugar ideal para robar un beso en las últimas filas. En definitiva, un lugar para soñar.

Su singularidad estaba en que en algunos de ellos, durante las cálidas noches de verano sus cubiertas se movían y las películas se podían ver bajo las estrellas. Como ejemplo, el Grand Splendid, inaugurado en 1919 y hoy trasformado en una hermosa librería, tenía este techo movible y además fue el primer cine sonoro de la ciudad.

Pero, lamentablemente, los nuevos hábitos de la vida posmoderna arrasaron con la historia barrial, dentro de la cual estaban nuestros cines. Como lo refleja el afamado film Cinema Paradiso, con la demolición del viejo cine de pueblo la gente sintió que una parte de su vida y de su identidad se iban con él.

Un total de 140 salas fueron demolidas y sólo una 50 siguen funcionando.

A comienzos de este, nuestro siglo XXI, han surgido diversas iniciativas tendientes a la recuperación de algunas de las viejas salas que aún subsisten para su uso como nuevos espacios culturales, los que devolverían a los barrios la función social que alguna vez tuvieron.

Hay un hecho notorio detrás de esta motivación y es que existe una gran reciprocidad entre el cine y la arquitectura. La idea esencial es rescatar el valor patrimonial singular en cada barrio, sabiendo que estos tipos de arquitectura constituyen un referente de la cultura de la ciudad.

Las multisalas que ahora ocupan su lugar tampoco cumplen la función social de encuentro que se daba en otras épocas.

 

Dos días después, el domingo al mediodía, Tomás y Ana María han invitado a almorzar en su casa a sus hijos Tomito y Mecha, junto con sus respectivas familias. Aprovechando el clima primaveral, el mismo tiene lugar en el alargado patio de la casa.

Ana María ha estado preparando, con la ayuda de su esposo, un delicioso asado al horno con papas, batatas y verduras para las ocho personas que integran la gran familia, nietas incluidas.  

Tomás ha ido el día anterior a hacerse con todos los ingredientes necesarios, a saber cuatro kilos de colita de cuadril y tapa de asado, una docena de papas medianas y otra de batatas, media docena de tomates peritas y otro tanto de cebollas medianas, dos morrones grandes, sal, orégano, ají molido y aceite.

—Acá está todo lo que me pediste, Ana —le dice Tomás a Ana—. ¿Qué querés que haga ahora?

—Andá lavando y sacándole algo de grasa a la carne, mientras yo pelo las papas y batatas y las corto en rodajas.

 —Ya estoy terminando. Tomá nota de mi rapidez. ¿Qué más necesitás?

—Ponele aceite, salala  y métela en el horno diez minutos con el hueso para arriba. Yo casi termino con las verduras.

—Creo que pasaron los diez minutos ¿Qué más?

—La sacamos del horno, la damos vuelta con el hueso para abajo, le agregamos los vegetales y los ingredientes. Ahora la dejamos en el horno cuarenta minutos. ¿Qué hora es? 

—Las doce. Los chicos vienen a la una y media.

—Perfecto, me voy a arreglar un poco. Dentro de veinte minutos da vuelta las papas y batatas para que no se peguen. Andá nomás, yo me puedo encargar sola. Solo falta condimentarla por arriba dentro de cuarenta, echarle el jugo que suelta por arriba y dejarla otros cuarenta minutos hasta que todo esté bien cocido listo. Cuando lleguen ya estará lista.  

—Esperemos que no se atrasen. ¿No se puede pasar?

—No, la dejamos calentándose en el horno hasta que estemos todos.

 

—Buenos días a todos —saluda Tomito a sus padres, hermana y su familia, al llegar—. Disculpen, como siempre los últimos, pero los domingos se inventaron para descansar y me cuesta despegarme de la almohada.

—¡Bueno, ya estamos todos, así que a la mesa! —Tomás da la indicación para comenzar la ingesta.  

—¡Qué buena pinta tiene esto, ma —Mecha halaga la presentación del plato principal—. Debés haber estado horas preparándolo, ¿no?

—No, hija, para nada; y aunque no lo crean, vuestro padre me ha ayudado un montón, no solo haciendo la compra, sino en cocina, haciéndolo conmigo.

—¡Pa… no sabíamos nada de esta habilidad tuya! —Tomito se apura en felicitarlo—. Sos una caja de sorpresas permanente.

—¡Ejem.. ejem! Mi modestia me impide a veces develar ciertos misterios. Piensen que tantos años en el bar y sobretodo, en la cocina cuando era joven, no fueron en balde. Algo me acuerdo todavía.   

—Me alegro que les guste chicos —Ana María les transmite su satisfacción—, y sobre todo a mis queridas nietas. Bueno, y mientras comemos, cuéntennos qué hicieron estos días, aparte de trabajar y estudiar.    

—¿Abue, sabés que el viernes fuimos al cine con mami y la tía Moni? —Meli no se deja rogar para compartir la experiencia.

—¿Ah, sí? ¿A cuál fueron y qué película vieron?

—Fuimos al complejo Cinema City, donde antes estaba el General Paz, a ver una con los actores que hicieron “Titanic”. Estuvo buena, aunque después las tres no coincidíamos del todo en nuestras opiniones.

—Es lo más común —responde Tomás—. Que coincidan sería un verdadero milagro. Y ahora que hablás de los nuevos complejos de cine, ¿ustedes saben que hace ya bastantes años existían muchos cines en Cabildo, y que se fueron tirando abajo para hacer edificios?

—No, ni idea, abuelo —responde Flor, su otra nieta, hija de Tomito—. ¿Cuáles eran, por ejemplo?

—Mirá yo todavía me acuerdo que en uno que se llamaba Belgrano, en Cabildo casi Blanco Encalada daban tres películas por la tarde. Entrabas a la una y salías a las siete. Allí vi una de suspenso, apenas llegué de Tucumán hace sesenta años,  que se llamaba “Intriga Internacional”,  dirigida por Hitchcock y actuaba Cary Grant. Estuvo sensacional y se habló de ella durante varios años.

—Y yo ví otra en el cine Savoy —agrega Ana María—, donde ahora está el Arteplex, en la misma época, que se llamaba “Al compás del reloj”, cuando empezaba el Rock and Roll. Actuaban Bill Haley y los Cometas, y terminamos todos bailando detrás de la butacas…..

—¡Uauuu, abuela! —exclama Meli—. Hubiera pagado para verte.

—Miren en otro cine que se llamaba Ritz y ya no existe más —es nuevamente el turno de Tomás— dieron otra que la tuvieron durante varios años en cartel y se llamaba “Woodstock”, donde se mostraba el primer gran encuentro de jóvenes que vio nacer a los hippies.

—Y en mi caso, y para no ser menos —Ana María no quiere quedarse atrás de su marido en recuerdos— en el cine Mignón, que tampoco existe más, solían dar películas de un director sueco llamado Ingmar Bergman, que fue muy famoso. Allí pude ver “Cuando huye el día“, que fue excelente.   

—Bueno, queridos padres, me parece muy bien todo lo que vieron en su momento —Tomito interrumpe la serie—, pero este asado al horno se está empezando a enfriar ahora con tanta cháchara. ¡Se lo están perdiendo! 

 

Como vimos, el cine fue bastante más que un mero espacio para el entretenimiento y el arte, ya que durante el siglo XX sirvió como uno de los lugares de encuentro de los vecinos de los barrios, pero muchos de estos edificios fueron desapareciendo con el tiempo, debido a la constante valorización de los terrenos en los que estaban instalados, que los fueron convirtiendo en indudables atractivos para la edificación de modernos edificios de departamentos.

El barrio de Belgrano no fue la excepción, sino todo lo contrario.

En la década de 1950, a lo largo de la avenida Cabildo y algunas de sus calles aledañas llegaron a convivir trece cinematógrafos y salas de otros espectáculos, los que albergaban un flujo permanente de espectadores residentes en el mismo, quienes podían disfrutar de las mismas películas que se exhibían en las salas céntricas de la Ciudad, sin tener que trasladarse hasta ellas.

Recorriendo Cabildo desde su nacimiento en Dorrego hacia donde finaliza, en el Puente Saavedra, podíamos encontrar las siguientes salas cinematográficas y de espectáculos varios:

 Cine Ritz, en la esquina con Olleros (hoy estación de servicio)

Auditorio Belgrano, en la esquina con Virrey Loreto (existe)

Cine Mignón, en Juramento, entre Cabildo y Ciudad de la Paz (hoy local comercial)

Cine General Belgrano, entre Juramento y Mendoza (hoy local comercial)

Cine Príncipe, entre Olazábal y Blanco Encalada (hoy local comercial)

Cine Cabildo, al lado del anterior (hoy sucursal bancaria)

Cine Belgrano, en frente de los anteriores (hoy galería).

Cine Ideal Monroe, en su calle homónima, entre Freire y Conde (hoy locales comerciales).     

Cine General Paz, en la esquina con José I Rivera (existe, como Multisala Cinema City)

Cine Savoy, entre Rivera y Congreso (existe, como Multisala Arteplex)   

Cine Ideal, entre Guayrá y Campos Salles (hoy sucursal bancaria).

Como detalle, el cine Mignón, tenía un hermoso edificio decorado y una gran sala con butacas forradas en gamuza, junto al que estaba la heladería Venezia, también desaparecida. Luego de que la vorágine edilicia no lo perdonara y de permanecer cerrado durante algunas semanas, una mañana se despertó con un cartel que rezaba:  “Local ex-cine de 680 m2., 13,25 x 40 metros, apto para todo destino, se pueden edificar locales y oficinas”. Algo muy usual en esta época.

Además, en verano, se proyectaban películas al aire libre en Juramento, frente a la Plaza Belgrano, y para los chicos, en el Club Pecos Bill, de La Redonda; ambos desaparecidos.

 

Lo mencionado se puede resumir diciendo que de las trece ofertas cinematográficas existentes en la década de 1950, en otros tantos edificios destinados a tal efecto para los vecinos de Belgrano, sólo han sobrevivido tres.

En su reemplazo se han abierto las Multisalas Belgrano, en Vuelta de Obligado y Mendoza; y Monroe, en su calle homónima, esquina Arribeños, junto a una cadena de supermercados, donde antes no había ninguna.

Estas dos multisalas, junto con las Cinema City y Arteplex; y el Auditorio Belgrano, mencionados antes, totalizan una cantidad de salas incluso superior a la existente setenta años atrás aunque, como también dijimos,  no cumplen la misma función social de encuentro entre los vecinos del barrio.   

 

En esta oportunidad es Ramón, el sufrido hermano que hasta ahora no ha dispuesto de la oportunidad de salir con su familia a disfrutar de las bondades que su barrio ofrece por estar a cargo del bar que instaló junto a Tomás, en los momentos más oportunos para hacerlo. La noche de este sábado de septiembre lo sorprende junto a su esposa Juani y a su hija Elba llegando al Auditorio de Belgrano, donde tendrá lugar un Festival Celta. Su hija ha comprado las entradas con antelación para asegurarse de que la salida de su padre esté garantizada y no haya ninguna excusa de parte de este para evitarlo. Al llegar a la esquina de Cabildo y Virrey Loreto, escuchamos el siguiente diálogo.   

—Pasé mil veces por esta esquina —le comenta Ramón a las dos damas—, y nunca me di cuenta de que aquí había un auditorio.

—No sos el único, pa —responde prontamente Elba—, si no sos del ambiente artístico. Le pasa lo mismo a muchos vecinos del barrio. Lo que pasa es que está bastante disimulado dentro de la manzana del Colegio Nuestra Señora de la Misericordia, ya que le pertenece.   

—Mirá vos…. —agrega Juani, sorprendida—. Siempre se aprende algo nuevo. ¿Y es grande, Elba?

—¡No lo van a poder creer! Es enorme. Tiene capacidad para más de mil trescientas personas, con un escenario de quince metros de ancho por diez de fondo. Lo consideran como una de las tres mejores salas de toda la Capital, por su acústica y arquitectura.

—Un motivo más para estar orgullosos de barrio ¿no? —comenta Ramón, ingresando al predio—. ¿Qué espectáculos tienen lugar?, porque allí frente a la entrada veo a un par de disfrazados amagando golpearse.

—Son dos caballeros antiguos que representan duelos medievales —les aclara Elba—Es una especie de precalentamiento previo al Festival. Acá hay espectáculos de danza, musicales, conciertos, congresos, convenciones y actos institucionales y escolares, entre otros eventos.

—Ya veo, esto promete.. ¿vamos entrando? —Ramón no es de esperar mucho—. Pero en el hall de entrada veo varios puestos y mucha gente. ¿Qué están haciendo ahora? 

—Ah sí —es otra vez el turno de Elba—. Se llama Expocelta y son puestitos donde podés comprar toda clase de adornos y libros sobre este pueblo. Siempre se llena antes de entrar, pero mejor recorrerlo durante el intervalo. Entremos mejor, así nos ubicamos y pueden ver mejor el Auditorio.

—¡Dale, vamos! —Elba toma a su marido del brazo y le indica la puerta de entrada—. Quiero ver la sala….

El espectáculo ha durado un par de horas y a la salida, el trío ha decidido estirar las piernas y regresar caminando a casa.

—¿Te gustó, pa? Decime la verdad…. Y vos también, ma…  Así lo tengo en cuenta para otra vez o lo descarto. Dale, sean honestos...

—A mí sí que me gustó —comienza Juani—, y mucho. Sobre todo los dos primeros conjuntos, que incluían las danzas típicas. Lo hacían muy bien y la música era muy alegre. Me quedé con ganas de ver más. ¿Cómo era que se llamaban los conjuntos, que me olvidé?

—El primero se llama “Beltaina” —es el turno de Elba de dar detalles de lo visto—, y eran canciones y danzas de los pueblos celtas más antiguos. El segundo se llama “Eire” y eran danzas irlandesas, el último lugar ocupado por los celtas antes que los conquistaran. ¿Y a vos, pa?

—Bueno, las danzas no estuvieron mal, pero yo estuve familiarizado más con el último conjunto, porque durante las noches, en el bar solemos pasar música de ese tipo. Y, la verdad, es que lo hicieron muy bien.

—Sí, pa, el último conjunto se llama “The Clovers”, y tocan exclusivamente música irlandesa y escocesa. Ese es el tipo de música que se puede escuchar en los pubs. Como el tiempo en esos lugares es malo casi siempre, la gente se refugia allí para escuchar música y darle a las birras… Pero en general el balance fue positivo, ¿no?   

—Muy positivo, hija —Juani le agradece—. Podés quedarte muy tranquila.


 

Los mercados



—¡Los precios de los alimentos no paran de subir! —Teresa le está protestando a Higinio, su marido—. Es injusto lo que los comerciantes están haciendo. ¡No son importados!

—¡Chocolate por la noticia, mujer! En este bendito país la inflación es el cáncer de nuestra sociedad. Todos nos queremos cubrir y me incluyo, por las dudas, y esa es la consecuencia.

—¿Pero cubrirnos de qué, Higinio? ¿De qué? Sin motivos…..

—¿Y yo qué sé, Teresa? De que lo que se necesita para producir aumente…, de que haya escasez y faltantes…, de que haya crisis…, de que aumente el petróleo…  de que Boca pierda…  de mil pelotudeces… pero por las dudas, nos cubrimos… ¿entendiste ahora? 

—No. No entendí nada. Así nos va… con tantos pobres en un país riquísimo…. Bueno, basta de tanto sanatear…, le voy a decir a Susi si me puede acompañar.

—¿Adónde van a ir a comprar esta mañana? Busquen buenos precios, que la guita no me sobra, precisamente.

—¿Adónde querés que vayamos con la plata que tenemos? Al Mercado Municipal. Ahí, por lo menos, si buscás bien, podés conseguir algunos precios razonables. 

—Estoy en las manos de ustedes. Entregado y sin defensa.

—Dale, gil. No te hagas el pobre diablo. ¡Susi! ¿Me acompañás?

—Dame quince minutos, ma, y te acompaño. No te vas a venir vos sola con el changuito y las bolsas tantas cuadras.

 

Alejados de la globalización y el modernismo, los mercados alimentarios de algunas grandes ciudades resisten con los mejores productos. Quien alguna vez se acercó a La Boquería de Barcelona, pegado a la Rambla, o al Marché de París, vio  lugares donde se pueden comprar alimentos locales y exóticos y tener un trato directo con los mismos productores que comercializan los frutos de su trabajo diario.

En Buenos Aires estamos bastante lejos de alcanzar ese grado de comercialización directa. Pero aún funcionan los mercados de Caballito, San Telmo y Belgrano.  Al principio eran sólo lonas y tinglados pero luego llegaron los puestos, a los que el paso de los años fue castigando inexorablemente, tal vez porque la gente de los barrios no entendía que en ellos se conseguía una mejor mercadería que en los nuevos supermercados que se iban instalando.

La Feria trabajaba a la vieja usanza, de lunes a viernes en horario cortado para el almuerzo, y los sábados, a la mañana. A diferencia de los supermercados, en sus puestos nadie manoseaba la mercadería y el vendedor le recomendaba al cliente lo mejor que tenía en el día, sobre la base de conocerle los gustos a cada uno, sin que ninguna pregunta molestara a quien ofrecía el producto. El trato personalizado y los productos sólo de calidad reconocida, eran el plus que daban los mercados.

El Mercado Municipal de Belgrano está ubicado en la calle Juramento, entre Ciudad de la Paz y Amenábar, en pleno centro del barrio.

El mismo fue fundado en 1891 en un terreno cedido por el escritor Rafael Hernández y hasta el año 2005 contaba con solo trece locales, un pequeño porcentaje de los había tenido en su mejor época.

Mediante una renovación que concretó el gobierno porteño ese año se amplió su capacidad a treinta y ocho locales, empleando a más de ciento treinta empleados. Dicha renovación implicó el arreglo de los techos del mercado para evitar goteras, la instalación de baños nuevos para mujeres y la renovación de toda la cartelería, entre otras mejoras, dando como resultado una importante puesta en valor del mismo.

En el nuevo Mercado de Belgrano coexisten actualmente los locales de los que fueron los pioneros del lugar con los nuevos espacios gourmet que se sumaron al proyecto luego de la mejora.  

En la actualidad está manejado por una cooperadora integrada por los propios comerciantes del lugar.

—¡Bueno, llegamos, ma! Una linda caminata para empezar la mañana. ¡Quedó muy lindo el mercado! Es la primera vez que vengo después de la reforma que le hicieron. 

—Sí, Susi. Tardaron su tiempo, pero ahora da gusto venir a comprar acá. Antes era todo oscuro y no muy limpio que digamos. Bueno, arranco  por la carne y después voy a la pescadería y a la verdulería. Vos encárgate de los pollos, los huevos y los artículos del almacén. Así ganamos tiempo porque suelen haber bastantes colas.   

—Me parece perfecto. ¿Nos encontramos en este mismo lugar cuando terminamos de hacer la compra?

—Dale, calculo que en tres cuartos de hora podemos estar listas, si no hay demasiada gente. Después, si querés, podemos ir a tomar un cafecito en uno de los locales nuevos que pusieron.

—Me encantaría, ma. Hace mucho tiempo que no salimos nosotras dos solas y hay que aprovecharlo al máximo.   

—Bueno…, andando y fíjate bien los precios antes de comprar porque a veces los vendedores, si no te conocen, te los pueden subir. 

—Ma, no soy ninguna nena. Tengo cuarenta pirulos y las primeras canas me venden. Hasta te diría que, en una de esas me engancho a algún soltero o separado que tiene que venir a comprar acá.

—Ojalá, Susi, ojalá se te haga….acá o en otro lado…¡andando!

Al cabo del tiempo estipulado, madre e hija se vuelven a encontrar en el lugar establecido y luego se dirigen al café del mercado para hacerse de una reparadora infusión acompañada por algo dulce.   

—¿Cómo te fue, Susi, pudiste encontrar todo y conseguiste buenos precios?

—Si, ma, hice rápido y me dio tiempo para poder recorrer un poco y ver otros locales…  ¡Es un mercado de primer nivel lo que se montaron acá…, de verdad! 

—¿Por qué lo decís, hija? Yo, la verdad, es que siempre que vengo, hago las compras y después me vuelvo a casa. Nunca me había parado a recorrer el mercado. 

—Mirá, por ejemplo, hay un local en el que hay una fiambrería y, que según el que me atendió, es uno de los que tiene más antigüedad y trayectoria en el mercado, ya que está desde 1968. La calidad de sus quesos y fiambres le permitieron crecer desde un primer pequeño puesto hasta el amplio local que tiene hoy. Todavía mantiene la costumbre de dar a probar algún producto al cliente para que se decida a hacer su compra y eliminar sus dudas.

—¡Qué interesante! Pasé algunas veces delante de él, pero nunca entré. Lo voy a tener en cuenta para la próxima vez.

—Mirá, ma, hay otro que vende kits de platos congelados listos para cocinar y que ganó un premio gastronómico de la Ciudad. Trabaja  con venta por Internet para permitir que la gente lo conozca y se interese. Ofrece bolsas con platos que necesitan luego sólo quince minutos de agua hirviendo, y tiene vacío con puré de papas, lentejas con salchicha y sopa de cebolla caramelizada.

—¡Qué bueno! Para gente que no tiene mucho tiempo para hacer la comida, y es mucho más saludable que las hamburguesas, los panchos o las pizas. 

—Tal cual, ma, y así hay varios más. Tenés que ir a visitarlos la próxima vez que vengas….. si es que yo no puedo acompañarte, claro…

—No pretendo que me acompañes siempre, Susi, me arreglo sola.. Y, a propósito de los productos de buena calidad, este cafecito y la medialuna están riquísimos, ¡no, Susi?

—Deliciosos, y también la factura con pastelera y membrillo que me acabo de clavar recién.. ¡doy fe!..

Hoy se pueden ver en el mercado a personas probando  una serie de vinos malbec antes de elegir su compra en una vinoteca, a abuelas y nietos asistiendo a un curso de compost y huerta orgánica, junto a otras personas que con sus changuitos y bolsas hacen la compra de la semana en la pescadería, la carnicería, la verdulería, la quesería u otros locales fundacionales.

Otro de los locales pioneros es la pescadería, en la que su encargado actual es la tercera generación de pescaderos en el mercado. Recibe mucha gente joven que está de paseo y aprovecha a comprar, pero sigue manteniendo a los clientes de siempre del barrio.

Otros dos locales son la carnicería y la verdulería, que siguen atendidos por las cuartas generaciones de comerciantes. Creen que casi ven morir al mercado en 2005, con los 13 locales, poca luz y poca limpieza. Pero salieron adelante y dicen que la renovación vino bien para agregar clientes que antes ni se animaban a entrar.

Según el tradicional comercio de especias Casa Polti, fundado en 1929, a la tradicional venta mayorista a los chef, dentro del mercado, le suma ahora muchos clientes jóvenes que lo visitan como un paseo de fin de semana.

Entre las ofertas gourmet están los vinos, a cargo de un reconocido sommelier. Trabaja con vinos exclusivos de bodegas chicas y hacen degustaciones tres veces por mes, lo que ayuda a que lo conozca más gente joven.

Otro espacio que le dio nueva vida al mercado es una embajada gastronómica de Italia en el corazón de Belgrano. Venden pastas secas, salsas, conservas y antipastos. Opina que la cultura de los mercados llegó a Buenos Aires para quedarse y que, como en las ciudades de Europa, estos espacios son sinónimo de calidad en las materias primas.

También existen un local de comida armenia al paso, una cafetería, uno de ahumados y otro de comida asiática. El último hito fue el desembarco de uno de los máximos exponentes de la comida japonesa, la Tienda Ohno.

 

Un viernes al mediodía, dos semanas después del evento anterior, se da la presencia de Cecilia, la única representante femenina del grupo de hermanos, y de su hijo Justi, en otro de los grandes mercados que ha surgido en el barrio durante los últimos años.

—¿Viste, ma? Venir desde Saavedra hasta en el 29 es rapidísimo. En menos de quince estamos y, además, viajamos sentados.

—Tenés razón, hijo. Lo que pasa es que todavía no habitúo del todo en el nuevo barrio. Pensá que vivimos tantos años en San Fernando, que moverme en la Capital me cuesta un poco. Pero al fin, llegamos. Creo que la última vez que vine acá fue apenas llegamos de Tucumán, pero nada de esto existía. Te estoy hablando de hace más de cuarenta años. 

—Vas a ver que te va a gustar. Con mi novia veníamos bastante con el tren cuando vivíamos en Sanfer. El mercado está pegado a la estación. Entremos. Mirá que arco tan espectacular se han mandado de vereda a vereda. Es la forma que tienen de atraer a la gente.  

—Sí. Leí un poco en una revista las historias de los chinos que emigraron acá y cómo se establecieron en estas pocas cuadras; ellos y sus negocios. Ya son toda una comunidad. ¿Sabés que tu padre no llegó a conocerlo?

—¡Pobre! Sé que tenía muchas ganas de venir, pero al final no se le pudo dar. Pero bueno. Acá estamos. ¿Vos necesitás comprar algo en especial? Yo acá tengo la  lista que hicimos antes de salir de casa.

—Nada en especial. Te sigo y voy viendo. Si me gusta algo, entro y pregunto. Por lo que me decís, hay de todo…  pero, claro, según el gusto chino…

—Sí, dale, caminemos. Yo ya tengo mi ruta planeada, pero si querés parar en algún negocio, avísame y lo hacemos.

En el Bajo Belgrano, de la esquina de Juramento y Arribeños, solían partir hasta la  década de los ‘70 los bondies que llevaban a socios del club Ríver Plate, que se acercaban hasta allí desde las múltiples líneas de colectivos que llegaban hasta Barrancas y la estación de ferrocarril Belgrano C.

En la actualidad dicha esquina marca el comienzo de un nuevo barrio que se instaló durante las últimas décadas a lo largo de tres cuadras de Arribeños hacia el norte; el Barrio Chino. Él puede ser considerado como el segundo Mercado del barrio de Belgrano, en virtud de la multitud de comercios de alimentos y otros menesteres que allí se ofrecen. 

Desde el año 2009 se levanta en la mencionada esquina un arco alegórico, para enfatizar su carácter de acceso al barrio. Está elaborado en cemento y piedra y fue traído desarmado de China para ser ensamblado en el acceso de la calle. Mide once metros de altura, tiene tres niveles de tejas y los extremos de los techos adornados con dragones; cada columna termina con un león de piedra tallado en la base.

A pesar de ser conocido como Barrio Chino, allí existe una cantidad importante de otras comunidades orientales, de modo que se está comenzando a llamar “Barrio oriental” por los locales de otros países asiáticos que también se están emplazando en él. Un par de ejemplos es el restaurante japonés Dashi y el local Lotus Neo Tai de cocina tailandesa.

La mayoría de los comercios abre todos los días, con excepción de algunos que cierran los lunes. A ambos lados de Arribeños se ven las tiendas y supermercados con productos típicos orientales, desde alimentos importados hasta objetos de decoración o locales de historietas y dibujos animados japoneses. Todos estos comercios se llenan especialmente de visitantes los fines de semana, durante los que se instalan puestos callejeros de todo tipo. A ambos lados de Arribeños se ven las tiendas y supermercados con productos típicos orientales, desde alimentos importados hasta objetos de decoración o locales de historietas y dibujos animados japoneses. Todos estos comercios se llenan especialmente de visitantes los fines de semana, durante los que se instalan puestos callejeros de todo tipo. Han ganado fama en los últimos años sus pescaderías, debido a la gran cantidad de variedades que ofrecen y sus precios muy competitivos.

—¡Ma, menos mal que no tenías pensado nada especial para comprar! Y casi desvalijás el primer negocio en el que entraste. Me alegro porque la visita esté siendo productiva, por lo vista.    

—Es que nuestro departamento de Saavedra está prácticamente vacío, Justi, y todos los artículos de decoración que tienen me parecen muy lindos y además son baratos. Espero que no se rompan a los diez días. La calidad de los chinos no tiene muy buena fama que digamos ¿no? 

—No te creas, ma. Al principio sí, no eran buenos, pero por lo que estudié, había pasado mismo con los productos japoneses cuando empezaron a llegar a mediados del siglo pasado. Si embargo, en pocos años se recuperaron y fueron una garantía de calidad. Lo mismo les está pasando ahora a los chinos. Pensá que son los mayores fabricantes del mundo en cuanto a productos terminados.    

—Bueno, si es así, mejor todavía. No tenía ni idea de todas las cosas que se pueden ver acá. No te alcanzan los ojos. ¿Y vos, estás contento con lo que estás encontrando?

—Bueno, para mí no es sorpresa. Ya conseguí los fideos, arroces, especias y aromatizadores que quería, pero todavía me quedan algunas cosas en la lista que me preparó mi novia. Cuando tengas hambre, ma, paramos y almorzamos. Acá a la vuelta, sobre Mendoza, hay un restaurante chino muy bueno.    

—Mejor caminemos media hora más y después vamos, si te parece bien, así terminamos de ver el barrio primero. Es increíble cantidad de gente que hay en la calle, y eso que es un día de semana.

—¡No tenés idea, ma, de lo que son los fines de semana! Hay algunos en que hay una multitud. Directamente no podés caminar. Tenés que ir esquivando gente todo el tiempo; y a medida que pasa el tiempo, es cada vez peor. A mucha gente le resultó una novedad y no se cansa de repetir.  

—Esperá, que en ese local veo unos apliques que me encantan…

 

Esta zona fue tomando popularidad, sobre todo por su tradicional festejo del Año Nuevo Chino, que año a año fue congregando una mayor cantidad de público. Los visitantes disfrutan del famoso baile del Dragón y a lo largo de las calles hay puestos donde la colectividad china-taiwanesa exhibe aspectos de su cultura. Hay además demostraciones de escritura con pluma, stands sobre la religión budista, astrología china, Feng Shui,  stands de institutos de estudio de idioma chino y tradicionales puestos de gastronomía típica de ese país. Simbolizando la integración cultural entre Argentina y China hay shows de tango con músicos y bailarines de ambos países. ​

Como acotación en el AMBA, incluyendo al Barrio Chino y lejos de la superpotencia cuyo desarrollo asombra al mundo, más de cien mil chinos continentales, el ochenta por ciento de la Provincia de Fujián, emprendieron una aventura argentina que encierra mitos y prejuicios, una cultura milenaria, mucho sacrificio y supersticiones. Una dura vida de inmigrantes con privaciones y sueños modestos, entre góndolas de mercados "argenchinos" y exóticas cocinas humeantes, abren a razón de veinte locales por mes y ya son más de diez mil. El AMBA es la meca de esa inmigración. Hay un mercado chino cada cuatro cuadras en promedio, y en ellos no se habla casi nada de español pero su proeza comercial demuele, de todos modos, la enorme muralla idiomática.

 

Como era de prever, el entusiasmo creado en Cecilia por lo visto durante su primera visita al barrio chino, hizo que su presencia, acompañada por su hijo Justi y su novia, fuera inevitable durante la celebración del siguiente Año Nuevo Chino, lo que ocurrió a fines de enero.   

—¿Sabés, ma que un ciclo completo chino dura sesenta años y se compone de cinco ciclos simples de doce años cada uno? El ciclo actual empezó en 1984 y terminará en 2044.

—No tendré el gusto verlo. Pero, ¿por qué doce años?

—Porque Buda, antes de morir, convocó a todos los animales frente a él, pero sólo doce vinieron a despedirse. Entonces se asignó uno de esos animales a cada año de los doce que forman cada ciclo simple; y el año lleva el nombre del animal. Este será el año del caballo de madera. 

—¿Y eso qué significa, Justi? Porque nunca ví un caballo de madera vivo galopando por un campo….

—Es solo una imagen, ma. En realidad es el caballo el animal que se venera y con él, la inteligencia, lo práctico para los negocios y la vida personal, la confianza, la amabilidad y la mente abierta, entre otras cosas. Pueden ser obstinados, egoístas y tener mal genio si no se salen con la suya; pero después de una rabieta, sienten remordimiento, aunque no toda la gente les perdona su reacción.

—¿Mirá vos! ¿Y todo eso nos puede pasar este año, Justi? Creo que a veces es mejor no enterarnos de estas cosas. Si no, estamos predispuestos a que nos puedan afectar. Bueno, vamos a los festejos ¿Qué hay para ver? 

—De todo. Te nombro algunas actividades. Hay stands donde se pueden adquirir objetos de decoración, prendas, comidas y bebidas típicas. También la danza de los leones, exhibiciones de artes marciales, muestras de caligrafía, de Tai chi, Chikung, tocarán instrumentos típicos y habrá un desfile especial de moda con un vestuario exclusivo traído desde China.

—¡Cuántas cosas para ver, Justi! ¿Vienen siempre?

 —Este es el tercer año que venimos; y las frutillitas del postre serán el Dragón, que es una danza típica para augurar la buena fortuna a todos los presentes y el cierre, con un espectacular show de fuegos artificiales. Así que, si querés, podemos empezar con lo están ofreciendo de comida y bebidas típicas y después vamos a ver las artes marciales ¿Te parece bien?

—Me parece excelente, Justi. ¡Este sí que es un mercado perfecto!

 

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