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Foto del escritorTony Salgado

La memoria y otras historias (II de V)

Antonio Salgado López (Ansaló)


Los colegios



—Sí, señora, puede ser uno tostado de jamón, queso y tomate, ¿de beber? —le está preguntando Ramón a una clienta que acaba de ingresar junto a su esposo—. Perfecto, un cortado en jarrito. ¿Y para el señor? Muy bien, serán dos tostados, un cortado y un agua sin gas natural. Salen enseguida.

—A estos dos hay que mantenerlos bien atendidos y rápido —Tomás le indica a su hermano—. Son de los pocos que vienen casi todos los días.  

—Lo sé, Tomás. Hasta hora no les hemos dado ningún motivo de quejas. Además son personas agradables y dejan buena propina. ¿Qué más se le puede pedir a un cliente?  

—¿Y vos, Ramón, cómo te sentís con este laburo y en la aventura en la que me embarqué?

—Creo que merece la pena arriesgarse y con la experiencia que hiciste en el bar anterior, con un poco de suerte, creo que te irá bien y a mí también. ¿Sabés que lo siento medio mío, no? ..aunque no esté aportando un mango… 

—Me ayudás un montón y, sobre todo, me animaste a tirarme a la pileta, que no es poco. Mirá, por hacer tan solo un mes que abrimos, creo que la cosa puede andar bien. Todavía no nos conocen, pero si los pocos que vienen se van contentos, se empieza a correr la bola en el barrio y va a ser más fácil… creeme. 

—Seguro, gil, no lo dudes…  ¡Ah, sí, señora!, ya está listo el pedido..

 

Han transcurrido cuatro años desde la historia anterior. Nos encontramos a mediados de 1973.

En Marzo se habían realizado las elecciones presidenciales que dieron la victoria a Héctor Cámpora sobre Ricardo Balbín, iniciándose el tercer gobierno peronista, que se habría de extender hasta 1976.

Tomás ha conseguido finalmente con gran esfuerzo alquilar un local en la esquina de Ciudad de la Paz y Olazábal, donde abrió un pequeño bar y restaurante  llamado El jardín argentino, en alusión a su provincia, el que atiende personalmente con la ayuda de su hermano Ramón y una persona en la cocina. Ha debido sacar un fuerte préstamo a diez años, el que está pagando puntualmente todos los meses.

Higinio es el encargado de la pizzería La Guitarrita, ubicada a una cuadra del bar, en Ciudad de la Paz y Blanco Encalada. Pero la novedad más importante de su familia es que su esposa, Teresa, ha dado a luz hace un mes a un par de preciosas mellizas, Marta y Susi, lo que ha provocado la algarabía de todo el grupo familiar.

Cecilia y su marido siguen trabajando en Fate y viviendo en San Fernando y sus hijos Pedrito y Justi ya tienen ocho y dos años, respectivamente.

Joaquín sigue trabajando como tornero y disfrutando de su vida de solterón, por lo que no tiene previsto modificar este estatus por el momento.

En cuanto a Mario, el menor de los hermanos, ya está en el penúltimo año de la carrera de abogacía en la Facultad de Derecho, mientras se costea los estudios ayudando en la carpintería en la que ingresó hace ya casi diez años.   

—Mirá, ahí sale Mecha..  Ya me vio; sabe dónde la espero. —Ana María le está señalando a su hijo Tomito la ubicación de su hermana en la fila que sale hacia Juramento. 

—Ya la veo. Lo que pasa es que soy petizo y me tapan los de adelante. ¿Qué me trajiste para la merienda? ¿Sánguche o factura? Tengo un hambre….

—Dos medialunas con queso. Espero que te alcancen. ¿..Hola, Mechi, cómo te fue hoy?¿Estás más tranquila?

—Te extraño, ma. No quiero estar tanto tiempo en la escuela. Me da mucho miedo… Y vos no me esperás acá mientras estoy adentro… te volvés a casa…

—No puedo quedarme acá, pero si la señorita me necesita y me llama por teléfono, en diez minutos llego…. ¿te vas haciendo amiguitos?

—Muy poco, ma, hay muchas nenas que lloran y a mí también me dan ganas de hacerlo…

—Si tenés ganas de llorar, hacelo Mechi, no tengas vergüenza. ¿Y la señorita te gusta cómo es con los chicos?

—Es buena y la quiero un poquito, pero no quiero estar tanto tiempo sola.. 

—A mí me pasó lo mismo al principio —Tomito trata de consolarlas a ambas—, pero después se te pasa y terminás queriendo a tus compañeros. 

—Bueno, ojalá —Mechi le dice a Tomito—. ¿Sabés, ma, que la maestra nos dijo que ya sabemos las vocales? Al final no eran tan difíciles…  son solo cinco…

—¡Qué bien, Mechita! Me pone muy contenta eso, mi amor. Y a vos, Tomito, ¿cómo te fue hoy?

—Bien, ma, la maestra me dijo que resuelvo muy rápido los problemas de aritmética. Me hizo sentir muy bien eso..

—Quiere decir que sos muy inteligente, Tomito. No todos los chicos los son.

—Pero no me la creo. Dale, ma, ¿vamos a comer a un banco de la plaza, que no tengo mucho tiempo antes de ir a la parroquia?

—Vamos, chicos. Allá hay uno al sol en el que entramos los tres.

Tomito tiene ya once años y está en sexto grado de la Escuela Casto Munita. Es un alumno aplicado y se destaca por los resultados que logra resolviendo los problemas matemáticos que en la clase plantea su maestro. Por su parte, sigue yendo a La Redonda, donde se ha integrado en Club Pecos Bill y estudia inglés y dibujo a la salida de la escuela.

Su hermana menor, Mecha, con seis años, acaba de ingresar a la misma escuela a su primer grado y aún no podido superar del todo el temor de esta nueva experiencia.

Ambos concurren al turno tarde, que finaliza a las 17 horas. Su madre, Ana María, va puntualmente a buscarla a la salida, mientras que Tomito ya regresa solo a casa.  

 

Don Casto Munita  había nacido en 1818. Su padre se vio obligado a emigrar por causas políticas y sus bienes fueron confiscados. Su madre pertenecía a una antigua familia porteña.

Su infancia transcurrió en los años difíciles de la organización nacional y su juventud en los que estuvieron signados por el gobierno de Rosas.

De joven tuvo que ganarse la vida en distintos trabajos muy modestos hasta llegar a dedicarse a tareas comerciales de menor jerarquía, en las que su tesón le permitió reunir considerables bienes.

Era de porte elevado, altivo pero no altanero, y su figura era reconocida por los vecinos con respeto. Poseía una quinta en los terrenos que se ubicaban entre La Pampa y el arroyo Maldonado, Colegiales y Chacarita.

En 1856 se instituyó en San Isidro el Gobierno Municipal y Casto Munita lo integró en representación de Belgrano, teniendo el cargo de tesorero. En la Municipalidad de Belgrano actuó como miembro suplente desde 1864.

Entre otras actividades, formó parte de la Sociedad Protectora de Niños, fundada en 1904 bajo la inspiración del educador José Zubiaur.  

En 1857 se crearon dos escuelas públicas muy humildes; una de niñas, organizada por la Sociedad de Beneficencia; y otra de varones, auspiciada por el Jefe del Departamento de Escuelas, Domingo F Sarmiento. Estaban separadas por un cerco de alambre.

En 1876 se creó el primer Consejo Escolar, integrado entre otros, por José Hernández y Casto Munita.

Éste último hizo en 1882 una generosa donación que fue publicada en La Nación: “El Señor Casto Munita, vecino del pueblo de Belgrano, acaba de llevar a cabo un acto generoso. Ha donado cuarenta mil fuertes en cédulas hipotecarias para que su renta sea empleada en la fundación de una escuela graduada de uno y otro sexo en el pueblo de Belgrano. Pero este acto de solidaridad no fue el único, ya que anteriormente había donado veinte mil pesos en fondos públicos al Consejo General de Educación de la Provincia, como beneficio para la educación”.

Con la donación se comenzó la construcción de una escuela para niñas y otra para niños, las que pudieron ser finalizadas recién en 1883 mediante una nueva donación del filántropo de un millón de pesos moneda nacional.

Por haberse olvidado de sí mismo y haber dado todo lo posible con gran generosidad, Casto Munita murió en la más absoluta  pobreza.

En la actualidad la escuela pública primaria gratuita ofrece en la planta baja y dos pisos educación en castellano e inglés en tres divisiones de primero a séptimo grado, educación física, teatro, biblioteca, salas de computación y de música, un gran patio y SUM.

Está situada en la calle Cuba 2041 y es la escuela más antigua del barrio.

Según las opiniones de algunos de los padres de los alumnos, lo que más resaltan es el buen nivel de los profesores y de la enseñanza que reciben sus hijos, y el tema más urgente a encarar frecuentemente es el mantenimiento edilicio.

Muchos padres de alumnos y ex alumnos sienten que la escuela la han ido construyendo entre todos, que este patrimonio de más de ciento treinta años tiene un gran antecedente histórico y que deben seguir manteniendo latentes esos deseos de crecimiento e importancia de la instrucción pública que tenía Don Casto Munita.

 

Estamos en Septiembre de 1980, siete años después de la escena anterior. El bar que llevan adelante Tomás y Ramón ha ido creciendo lenta pero continuamente año tras año, lo que hoy les permite disfrutar de un pasar más holgado. Tomás tiene treinta y ocho años; y Ramón, de treinta y uno, está por casarse a comienzos del año próximo, motivo por el cual está buscando un pequeño departamento por la zona para alquilar y mudarse con su futura esposa.

Cecilia, Higinio y Joaquín siguen en sus respectivos trabajos, y éste último, con los ahorros obtenidos como tornero en la fábrica de repuestos para coches, se ha alquilado un monoambiente en un edificio de Núñez, donde puede dar rienda suelta a su valiosa soltería, sin tener que dar explicaciones a sus hermanos.

Mario, que ya se ha recibido de abogado y trabaja en un bufete de otros colegas de renombre en el ambiente, también ha partido de su primer hogar en la ciudad y ahora vive en un coqueto dos ambientes propio de Belgrano, al que pudo acceder mediante una previa hipoteca bancaria.

Con la partida de Ramón el año próximo, se liberará la pieza del primer piso para Tomás, Higinio y sus familias, dándoles una mayor comodidad para el uso del departamento. Tomás ha decidido reinvertir por el momento lo que va obteniendo de su negocio en mejorar su infraestructura, en vez de mudarse a un lugar más cómodo.

 

—¡Dale, Tomito, no te achiques! —su compañero y amigo, el Pelu, lo quiere sumar a toda costa a cometer el desmán durante el recreo—. Si no lo hacemos ahora, esta turra nos manda a Diciembre.

—¡Pero, Pelu, es muy arriesgado! Golpear el techo con los palos para que caiga el revoque sobre los asientos; si nos ven nos rajan del cole…

—¡Dejate de joder, Tomito, mirá, allá van Billy y el Colo! Entre los cuatro, en cinco minutos terminamos y volvemos al patio.

—Bueno, vamos, Pelu. Lo hago porque las preguntas que tomó en el examen en la otra división el guacho de Giménez, no las podía contestar ni él mismo. ¡Eso de hacer tan jodida la Física!, solo a él se le ocurre. Pero, y los demás chicos ¿qué, no aportan para esto?  

—Son todos unos maricas, Tomito, pero bien que después, cuando estamos en la calle, nos lo agradecen.

—Sí, y además se vienen con nosotros a la salida del Normal para esperar a las chicas. ¡Son cagones pero no boludos, Pelu!

—Sí, pero como ellas se enteran que no se animaron a hacer quilombo, ni bola que les dan, Tomito. Y ahora, dale con fuerza para que se venga abajo…

—¡Casi se me viene encima, Pelu! ¡Cuidado!

—¡No le pegues de abajo, sino de costado, boludo! Mirá, ¿ves..? ¡Ya está! Dale, rajemos para el patio, metele antes que venga el preceptor…

Tomito ya tiene diecisiete años y está en el último año del secundario en el Nacional Roca. En paralelo, está haciendo el curso de ingreso a la Facultad de Ingeniería, por lo que a fin de año deberá aprobar los finales de las materias que se están dictando. Será difícil pero no imposible, por lo que no descuida esta actividad.

El Colegio Nacional 8 Julio Argentino Roca era una institución secundaria pública de varones que se ubicaba en la calle Amenábar, entre Sucre y La Pampa, donde hoy está situado el Islands International School.

El edificio había pertenecido anteriormente a la Goethe Schule, un colegio alemán expropiado en 1946 como consecuencia de la II Guerra Mundial por el gobierno, que lo había reintegrado unos años más tarde.

Actualmente el Colegio Nacional se ubica en la calle Zuberbühler 1850, a seis cuadras del anterior.

En los momentos en que se desarrollaba la acción tenía turnos de mañana (de 7:45 a 12:15) y de tarde (de 13 a 17:30) y complementando las clases que se dictaban en castellano, también se daban como materias: inglés, francés y latín.

Algunas de sus instalaciones dejaban que desear en cuanto al mantenimiento de las mismas. En una de las zonas del colegio, a la que llamaban “el barrio chino”, sus aulas tenían los cielorrasos rajados, con lo que cualquier golpe que sufrieran provocaba el desprendimiento parcial de los mismos. Esto era utilizado circunstancialmente por los alumnos, quienes subrepticiamente introducían palos para lograrlo, lo que provocaba la inmediata interrupción de la clase durante ese día y el retiro del alumnado hasta el día siguiente.

El colegio albergaba a un grupo heterogéneo de muchachos de diversos orígenes sociales, étnicos, ideológicos y religiosos que reflejaban muy bien la composición de la ciudad de ese entonces. A pesar de estas diferencias, los alumnos se llevaban muy bien, inclusive cuando discutían las situaciones nacional o internacional, aparte del consabido debate sobre fútbol, y ¿cómo no? cuando compartían sucesos de las vecinas escuelas de adolescentes femeninas.

El nivel educativo era muy bueno y de sus alumnos surgieron destacados médicos, odontólogos, ingenieros, abogados, economistas y otros exitosos profesionales.

 

—¿Querés venir a estudiar a casa, Mecha? —le está proponiendo su compañera Majo a la hija de Tomás, a la salida de la escuela —. ¿Dale! Venite a las tres, estudiamos, después tomamos la leche, vemos un rato la tele y te volvés a tu casa. Estás a solo tres cuadras.  

—Le pregunto a mi vieja y después te contesto por teléfono. No creo que tenga problema, Majo. Todos los días camino casi diez cuadras para ir y venir a la escuela.

—Bueno, espero que me avises. Así podemos chismosear un poco sobre las más grandes y cómo se juntan con los pibes del Roca.

Consultada Ana María, le da permiso a su hija para ir a la casa de su compañera, luego de la consabida advertencia de no detenerse en el camino para nada, ni contestar a ninguna pregunta que le haga cualquier persona extraña. Considera que todos los recaudos que se puedan tomar son pocos en una gran ciudad para una adolescente como ella. Y, por cierto, son para nada infundados.  

—Acá me tenés, Majo. ¿Qué hacemos primero?

—Te propongo estudiar un poco lo que seguro que nos van a tomar mañana de historia, y luego nos metemos de lleno la tarea que tenemos para el taller literario, ¿te parece bien así?

—Está bien, pero estudiemos no más de una hora, Majo. Creo que la tarea es mucho más importante y divertida.

—De acuerdo, sabés que a mi juego me llamaron para eso y, además si hace falta, nos quedamos sin la tele hasta que nos sintamos seguras, Mechi.

—Bueno, podemos quedarnos sin la tele pero no sin los chismes que se corren sobre los chicos que nos vienen a esperar a la salida. A propósito, ¿sabés que mi hermano Tomito está en quinto año del Roca?

—No sabía, en una de esas es uno de los que viene. Además te puede contar un poco más que hacen después, si se van con una chica. 

—Creo que no viene porque si no, me lo diría. Además yo me fijo siempre y nunca lo ví por acá.

—A lo mejor se esconde para que no lo veas. ¿Y qué te cuenta sobre las chicas? ¿Qué hacen después…?

—Mirá, resulta que……

Mecha tiene trece años y está en el primer año de la secundaria, concurriendo al Normal 10, en el turno mañana, igual que lo hace Tomito en el Roca.

 

Otro ícono estudiantil de Belgrano era dicha Escuela Normal 10, Juan B Alberdi, de mujeres, ubicada en la calle Tres de Febrero, entre Monroe y Blanco Encalada. 

El viejo edificio de entonces fue derribado y en ese mismo lugar se erige hoy uno moderno que aloja las mismas actividades.

Aparte de las materias de rigor, eran dignos de destacar los talleres de narrativa y literatura, los que creaban una continua fábrica de historias.

Cada grupo fue surgiendo a partir de consignas dadas en este espacio de producción de textos, entramado con lecturas literarias y reflexiones sobre la escritura.

Se leían las creaciones compartidas por las alumnas, permitiendo el enriquecimiento de las mismas; y mediante consignas que disparaban distintas imágenes, se construían las  historias iniciales. Luego se debían ajustar a una trama narrativa en sintaxis y ortografía, lo que daba origen a los textos. Primaba sobre todo el juego y el espacio lúdico para vencer pudores, vergüenzas y censuras, permitiendo que las relaciones fluyeran y que los textos liberaran sus voces, a veces dormidas.

Representaban luego sin explicar, incluyendo un diálogo y moldeando el lenguaje, dando la posibilidad a quienes escuchaban de imaginar e interpretar las escenas. De esta escuela habrían de surgir luego muchas escritoras argentinas modernas de reconocida fama.

También huelga acotar que su alumnado era blanco de la codicia de varios colegios masculinos vecinos, entre otros, el Nacional Roca.

Los lugares de encuentro de los alumnos de ambos sexos eran múltiples y variados. Iban desde los más formales, que incluían la espera a la salida de los colegios, para lo cual había que apurarse porque no había tiempo para perder, y el acompañamiento hasta Cabildo para tomar los colectivos respectivos.

Las avenidas Monroe, Juramento o sus tres calles paralelas intermedias, veían transitar a las parejitas tomadas de la mano o del hombro, según el nivel que “el levante” permitía.

Cuando la aproximación era de mayor confianza, las salidas podían registrar encuentros en las Barrancas o en el peor de los casos, ¡horror!, alguna “rata” por parte de ambos integrantes de la pareja para tenerlos en los horarios de clase. 

 

—¿Qué le está pareciendo el programa, Dionisio? —le está preguntando Tomás a un señor bastante mayor que él, compañero del curso, durante uno de sus recreos.

—A mí me viene muy bien, Tomás —responde el señor—. Es justo lo que necesito para poder llevar la contabilidad de la librería que abrió mi hija hace un mes y así le hago ahorrar un sueldo. ¿Y a usted?

—A mí también, Dionisio, pero por otro motivo. Pretendo que el bar que abrí hace un tiempo con mi hermano tenga otro vuelo, ¿sabe?, y no quiero meter la pata invirtiendo cuando no es el momento justo. 

—¡Ah, bueno! Esas ya son palabras mayores, Tomás. ¿Y está encontrando lo que necesita en este curso?

—Todavía no, pero creo que de a poco se va arrimando el bochín. Me parece que recién en el año próximo vamos a ver cómo se debe administrar un negocio para que crezca sin mayores riesgos.

—Entonces va a tener que esperar. La paciencia es una de las grandes virtudes que hay que tener y nosotros creo que la tenemos, aunque sea sólo por el hecho de regresar al colegio en medio de esta purreteada.   

—Sí, sí, ¿pero sabe una cosa, Dionisio, que es importante en este caso?

—Deben haber varias, Tomás, pero ¿a qué se refiere?

—A que creía que casi siempre la escuela de la calle y de la vida era la mejor consejera, y que esa experiencia era más valiosa que hacer la secundaria, porque iba directo al grano sin perder el tiempo en materias y conceptos que después no me iban a servir para nada; pero ahora, Dionisio, estando acá veo que me había equivocado.

—¿Por qué saca esa conclusión, Tomás?

—Porque estoy sintiendo que mucho de lo que nos van diciendo son cosas que creía saber, pero que me había tenido que chocar antes contra una pared para aprenderlas, o que lo que creía saber no era cierto. Y veo que acá, con tener los oídos destapados y prestar atención, basta para que podamos evitar macanas futuras. No sé si me sigue, Dionisio. 

—Por supuesto, Tomás, perfectamente, pero déjeme decirle que nunca es tarde para seguir aprendiendo, y que lo que usted está haciendo tiene un gran mérito. 

—Gracias por levantarme la autoestima, pero volvamos al aula que ya entraron todos..

 

Tomás ha estimado que su nivel de educación, que no ha pasado del primario, no está a tono con sus responsabilidades a cargo del negocio que emprendió con la ayuda de su hermano Ramón.

Por tal motivo ha decidido concurrir a las clases nocturnas que se dictan a personas mayores como él en la Escuela de Comercio 7 Manuel Belgrano, que está ubicada en Monroe, entre Conesa y Balbín.

La actividad nocturna del bar está supervisada entonces por su hermano Ramón.

En esta escuela se dictaban al comienzo en los turnos mañana y tarde, las materias que permitían a las alumnas egresar con el título de Perito Mercantil. Posteriormente se habrían de agregar los de Bachiller en Economía y Administración, y Bachiller en Turismo, que se dictarían, además de los turnos mencionados, en el turno noche en forma mixta para los mayores que quisieran participar. Tomás estaba asistiendo al primero de estos últimos.  

Entre otros objetivos, la enseñanza en esa casa de estudios buscaba para sus alumnas el desarrollo de un pensamiento crítico sobre los problemas económicos del momento, una ciudadanía responsable para la gestión de sus propios actos, la capacidad de anticipar y construir modelos para resolver problemas, la interacción y el  trabajo colaborativo, el continuo aprendizaje autónomo y la capacidad de argumentación dialéctica e improvisación, entre otros temas.

Actualmente en la institución se ha incluido una población mixta de alumnos de alta vulnerabilidad social, económica y de acceso a los recursos cognitivos, para acercarla a los procesos de aprendizaje.

A este colectivo se le brinda una dedicación más intensa dado que una parte significativa parte de la matrícula de alumnos presenta no sólo bajo nivel de desempeño expresado en dificultades a la hora de la promoción, sino que vivencia problemáticas familiares complejas.

Al igual que la Escuela Normal 10, esta escuela era también asediada por otros colegios secundarios barriales de varones.  

 

Y lo previsible finalmente pasó. Un viernes de Noviembre, en la esquina de Tres de Febrero y Blanco Encalada, a media cuadra de la puerta del Normal 10, a la salida del turno mañana, se encontraron un nutrido grupo de alumnas entre las que se encontraba Mecha, con otro no menos numeroso de chicos del Roca, entre los que estaba Tomito, para ir juntos a las Barrancas, como anticipo del final del curso y de la llegada del verano.

—¿Qué hacés acá, Tomito? ¿Le avisaste a mami que no ibas a almorzar a casa?

—Sí, sister, ¿y vos, qué mentira le dijiste para poder venir con nosotros? Te debe estar esperando. 

—Que iba a almorzar a la casa de Majo, pero ella me convenció que venga, ¿no Majo? Por favor no se lo cuentes. Si no, no va a confiar más en mí.

—Tranqui… pero ustedes dos son todavía muy pequeñas para estas salidas de gente grande como nosotros y las chicas de quinto. Ojo con lo que hacen con los chicos de primero.

—¡Dale, tarado! —le contesta Majo—. Se creen dueños de la exclusiva, pero ¿no te das cuenta que también hay chicos de segundo y tercero, porque los de primero no se nos animan?

—¡Basta de chácharas, ustedes tres! —un compañero de Tomito los llama para que se sumen a los dos grupos, que ya se han alejado de la esquina—. Y vengan de una vez por todas. Se lo pierden.

 

Y la tarde de picnics y aprietes, compartida en Barrancas por las chicas del Normal 10 y los chicos del Roca marca el final de esta etapa y el seguro comienzo de algunos noviazgos, que habrían de prosperar luego para garantizar la preservación de estas gratas costumbres del barrio de Belgrano.



 El Cala



—¡Por fin llegaste! —le está recriminando Mario a su hermano Joaquín—. Hace media hora que te estábamos esperando.

—¡Déjense de joder!, todavía no son las dos y falta una hora y media para que empiece —responde el incorregible galán—. Un tipo de la noche como yo necesita tiempo a la mañana para arrancar. 

—Dale, tío. Salgamos ya porque hoy va a haber mucha gente —Tomito se suma a las críticas—. Si no hay más plateas vamos a caer en medio de la popu, donde está la barra brava.

—¿Y qué problema hay, pibe? ¿O sos garca y no te querés codear con la plebe? —Joaquín lo pincha para que reaccione—. Miralo a este, se le subieron los humos. ¿Te das cuenta adónde vamos? A una fiesta popular, salame.

—¡Déjense de perder el tiempo ustedes dos y andando!  —Mario da por terminada la discusión—. Vamos pateando que son más de quince cuadras y los colectivos vienen llenos.

—¡Vamos, dale Marrón, dale Marrón! —Tomito inicia la caminata, cantando a viva voz—. ¡Hoy no podemos perder!

—¡Señores, soy de Saavedra y tengo aguante..! —se le acopla su tío Joaquín.

Estamos a fines de 1990. Joaquín, Mario y su sobrino Tomito se aprestan para ir a ver a Platense, que recibe en su cancha de Vicente López a Independiente por el Apertura del Campeonato de Primera.

Joaquín sigue trabajando de tornero y dando rienda suelta a su desenfrenada vida de soltero, en la que no escasean sus compañeras ocasionales. A sus más de cuarenta años, las posibilidades de enmienda son prácticamente nulas.

Por su parte Mario se ha afianzado en su profesión de abogado y ganado posiciones en el prestigioso estudio donde se desempeña. Se casó hace ya nueve años y tiene una hija de ocho, Moni.

Quien completa el trío, Tomito, ya cercano a los treinta, hace tres años se recibió de ingeniero industrial, ingresando en una compañía multinacional informática.     

Por su parte, Tomás ha decidido tomarse en descanso el domingo a la tarde, mientras que Ramón atiende el bar. La salud del negocio así se lo permite.

Higinio, el más abrumado, tiene que trabajar a destajo en La Guitarrita, donde se ha convertido en el encargado de la pizzería, puesto que necesita mantener para sostener a su familia, en la que sus hijas mellizas Marta y Susi ya están terminando el secundario.

Cecilia, la última de los hermanos, continúa su vida en San Fernando junto a su esposo e hijos, y sus visitas a la Capital son cada vez más esporádicas.     

 

—¡Dale, rompelo a ese Bocha, que es un cagón! —los gritos desaforados de Joaquín se confunden con los de la popu, donde se ha tenido que ubicar el trío, ya que la cancha estaba a reventar­—. ¡Se tiró al piso! ¡Llamen a la funeraria que lo vengar a levantar!

—¡Vamos, rusito, llevala vos por la punta y centreala que está el maestro en el medio! —es el aliento más moderado de su hermano Mario—. El ruso es una garantía, se los dije

—¡Llevala vos ruso y pateá ahora! —esta vez es Tomito quien se hace escuchar—. ¡Goooool! Me hizo caso, ¡Genio! ¡Ruso, ruso!

—¡Grande, Tomito, se ve que sabes leer la jugada! —lo felicita Joaquín, mientras se le viene encima para abrazarlo, junto con varios más que amenazan con empezar una avalancha que, al final, no se produce… 

—¡Vamos, Marrón, que hoy le llenamos la canasta! —Mario grita a viva voz mientras se reinicia el juego

—¿Y ahora, qué? Lo trabaron dentro del área —se vuelva a escuchar la voz de Joaquín—. ¡Es penal, penal! ¡Cobralo, urraca!

—Tranquilo, lo cobró —Tomito trata de que no se quede sin voz—. Y lo patea el maestro. Andá afinando las cuerdas, tío

—¡Gooool! ¡Goooool! Ma qué afinando ni afinando —Joaquín sigue gritando como loco—. Hoy se comen una goleada.

—Hace rato que no los veo jugar así —la mesurada acotación de Mario trata infructuosamente de suavizar tanta emoción contenida—. Ojalá mantengan este nivel en lo que falta del torneo.

El partido terminó finalmente con la victoria del equipo calamar sobre los rojos de Avellaneda por 3 a 1 con goles de Spontón, Scotto (de penal) y Nannini para el Marrón, dirigido por Anzarda;  y Bianco para los diablos, con Pastoriza de técnico.

En Platense se destacaron Juan A Sánchez, Orellano, Espina, y los mencionados Scotto y Spontón.

Dicho torneo, con la participación de veinte equipos, fue ganado por Newell’s Old Boys y Platense tuvo una discreta actuación, finalizando en el puesto quince, por lo que el triunfo frente a Independiente fue una de las pocas grandes alegrías que el equipo le pudo brindar a su hinchada en dicho año.  

 

La historia del Club Atlético Platense empieza cuando fue fundado el 25 de Mayo de 1905, pero en realidad se remonta a su  "prehistoria", cuando varios muchachos porteños se enteraron de una fija en el hipódromo, que les valió el dinero para iniciar su propio equipo de fútbol. Luego de más de 100 años, esta historia se sigue escribiendo.

En efecto, un grupo de amigos del barrio de Recoleta apostó unos pesos al caballo Gay Simon del stud Platense, el que ganó la carrera y les permitió invertir el dinero ganado en un juego de camisetas, una pelota y un inflador, entre otros útiles para jugar al fútbol.

Las camisetas eran rojas con mangas negras, aunque luego tomarían el color de la camisa del jinete que ganó la carrera: Marrón y blanco.

En 1908, Platense jugaba en un terreno cercano al río, que cuando llovía o había sudestada se inundaba y los jugadores terminaban completamente embarrados.

En esas circunstancias jugaban sus mejores partidos, y se decía que "los muchachos se movían como calamares en su tinta", de donde quedó el apodo de "Calamares".

La sede social del club en ese momento se ubicaba en Callao 2058, domicilio de uno de sus primeros directivos; aunque también en la carbonería de "Aliverti" en Posadas 1515 y luego en Posadas 427.

Comenzó su era amateur afiliándose a la Federación de Fútbol Argentino y participando en la Liga Sportiva Nacional con suertes diversas, período en el que se destacó la figura del Archivaldo Goodfellow, quien ocuparía la presidencia del club durante 20 años.

Su primera cancha estaba en la calle Blandengues, hoy Libertador.

En 1913 jugó por primera vez en Primera división.

No hubo ascensos deportivos, sino que al considerarse escasos los seis participantes del campeonato anterior se dispuso el ascenso de Platense y Boca Juniors, entre otros.

En su debut en Primera fue derrotado por San Isidro, pero en la segunda fecha obtuvo su primer triunfo con una goleada de 7 a 0 sobre Riachuelo.

En 1916 se produjo su mejor campaña en la historia, quedando segundo detrás de Racing Club, a solo cuatro puntos.

En 1917 se mudó al casi desolado predio de Manuela Pedraza y Crámer, donde habría de permanecer durante cincuenta y cuatro años. El 9 de julio se realizó la inauguración de la cancha.

Un combinado de sus inferiores venció por 5 a 0 a Porteños de Zarate en el cotejo preliminar y luego la primera empató 0 a 0 en un amistoso con Provincial de Rosario, hoy Newell’s.

Desde entonces sus tablones vieron pasar a todos los cracks de nuestro fútbol.

El 28 de octubre de 1923 Carlos Gardel se sentó en la platea para disfrutar de la magia de su amigo Pedro Ochoa. Pero Platense le ganó a Racing 3-1.

Y la identificación con la música popular de la ciudad se convirtió en un símbolo con el Polaco Goyeneche quien, cuando la fama todavía no había llegado, era frecuente habitante de los tablones del viejo estadio.

En 1932 se realizaron ampliaciones por un valor de casi cien mil pesos y en 1944 se intentó adquirir el predio, pero la valuación de más de dos millones de pesos dejó al club sin esa posibilidad, la que hubiera cambiado el futuro.

Pero Platense no era sólo fútbol.

En 1941 se inauguró el velódromo, que fue por años el único que tuvo Buenos Aires; y dos años después, en el centro del óvalo se construyó una cancha de polvo de ladrillo donde el histórico equipo de Los Aviones escribió las mejores páginas de nuestro básquet.

En 1950 el club recibió un préstamo para la construcción de un estadio de fútbol.  En 1954, a pesar de algunos problemas intermedios, se iniciaron las obras. Meses más adelante se inauguró la iluminación eléctrica de Manuela Pedraza y Crámer con un partido nocturno contra un equipo suizo, pero en 1955 el golpe de estado terminó con el proyecto del estadio.

Nuevamente, si no se hubieran perdido esos cuatro años desde la recepción del préstamo hasta el comienzo de las obras, otra podría haber sido la historia.

Mientras tanto, desde 1931, Platense había accedido al profesionalismo del fútbol, obteniendo el decimotercer puesto en un campeonato ganado nuevamente por Boca Juniors.

Un paso importante de su historia lo dio en el año 1947. Firmó el boleto de compra de las tierras de la calle Juan Zufriategui, en Florida, de treinta y tres mil metros cuadrados, donde el club tendría a partir de 1979 su estadio propio.

En el plano futbolístico, surgieron los recordados Santiago Vernazza, Vicente Sayago y Julio Cozzi, entre otros cracks.

En 1949 el campeón fue Racing Club con 49 puntos y lo siguieron Platense y Ríver con 43.

En 1955 se produjo su primer descenso tras cuarenta y tres años en primera; y tres años más tarde resolvió trasladar las instalaciones deportivas a Florida.

En 1964 llegaría el ansiado ascenso en una final con All Boys jugado en el viejo Gasómetro de San Lorenzo ante unas 80.000 personas. El Calamar dio el golpe y se impuso por 2 a 1.

Regresó a primera, se remodeló la sede de Núñez, y hubo otros avances en la sede de Florida como tenis, béisbol, vestuarios para socios, departamento médico, canchas auxiliares, etc.

En 1967, se dividió el torneo en dos zonas. Platense finalizó primero en su zona, aventajando por un punto a Independiente, y llegó la semifinal contra Estudiantes en la cancha de Boca Juniors. Ganaba el conjunto calamar 3 a 1 con baile, pero una de las habituales triquiñuelas de Bilardo posibilitaron el 4 a 3 final para Estudiantes, primer club chico en lograrlo.

Este partido marcó un hito en la historia de Platense. Fue un momento culminante para el equipo Marrón y también para el pincharratas. Una monumental diferencia entre lo que pudo haber sido y los que se esfumó en los últimos minutos del partido. Mientras que para el calamar fue su tercera gran frustración, luego de las dos posibilidades perdidas para tener su estadio propio en Manuela Pedraza y Crámer, para el picha significó la puerta de entrada que lo llevaría luego a la obtención de la Copa Libertadores de América y luego, ni más ni menos, del Campeonato Mundial de Clubes.   

El año 1971 fue también muy malo para el club. Fue desalojado de la cancha de Manuela Pedraza y Crámer y, perdido el tradicional escenario, además descendió, volviendo a jugar en la Primera División "B".

En 1974 Platense inauguró el gimnasio cubierto en la sede de Florida, y con la plata que recaudó de la venta de la sede de Núñez, inició las obras del estadio.

Dos años después volvió a Primera. En 1979 recuperó totalmente su identidad inaugurando su primera cancha propia, en Florida. Allí quedaría hasta la actualidad.

El 1981 fue un año nuevamente sufrido. La caída del equipo fue vertical. En condición de local, hacia el final del torneo, logró triunfos ante San Lorenzo, Vélez, y Estudiantes. El alivió llegó recién ganando en Santa Fe a Colón 1 a 0 en la penúltima fecha. Platense terminó a sólo tres de ventaja sobre San Lorenzo, que descendió junto a Colón.

En 1987 nunca el descenso estuvo tan cerca. Faltando veinte minutos del partido ante Ríver y ante un 2-0 en contra Platense estaba descendiendo, ya que además, Temperley, su rival directo, empataba con Central. Pero llegaron tres goles de Gambier para forzar el partido desempate ante los del sur. Este match se disputó en cancha de Huracán y ganó 2-0. Nuevamente ilesos.

 

La acción trascurre ahora en Junio de 1999, nueve años después de la escena anterior, en la cancha.

Joaquín, lamentablemente ha partido hace un par de años como consecuencia de un tumor maligno que se instaló en uno de sus pulmones y repentinamente puso fin a la vida que supo disfrutar a su manera, cuando tan solo contaba con cuarenta y ocho años.

Quienes se están preparando hoy para ir a ver al Marrón a su estadio de Vicente López son Mario y Tomito, como lo hicieran la última vez, pero a los que se han añadido Arturo y Nacho, los hijos de Ramón, que ya cuentan con trece y doce años respectivamente.

No será un partido cualquiera. Deberá enfrentar a Ríver en la anteúltima fecha del torneo y esta vez, sí, que solo un milagro lo puede salvar del descenso. Debe derrotarlo y esperar el resultado entre dos equipos cordobeses que está menos comprometidos que el calamar.

—¡Vamos, muchachos, a cantar, carajo! —Mario, olvidándose de juicios, apelaciones, recursos y amparos, anima a los otros tres y a sus vecinos apenas los equipos salen a la cancha:  

“Vamos, vamos, Calamares

que hoy tenemos que ganar,

ustedes pongan huevos,

nosotros vamos a alentar”.

—¡Uy, primo, ellos juegan mejor que nosotros! —Arturo le dice a Tomito, que está a su lado—. En cualquier momento nos vacunan.

—No seas mufa, ché, esto recién empieza —Tomito, comiéndose las uñas, le vocifera para hacerse oír, en medio del griterío general—Vas a ver como reaccionamos.

—Ché, Arturo —le comenta Nacho, su hermano menor al oído, para no ser escuchado—. Nunca los vi así a Mario y a Tomito. Están desaforados…. 

—Sí, en la cancha se transforman…, pero esperá, guarda, cuidado que entras solo, ¡gol de Ríver!  Se veía venir…

—¡La puta madre, este “Conejo”, que lo parió, vamos ché, no pasa nada, sigan cantando! —Mario y ahora Tomito son los que incitan a todos sus vecinos a no parar:

“El amor que por Tense siento,es un sentimiento,que no puedo parar,Dale, Dale, Calamar”.

—¡Ché, ustedes dos canten también!¿A qué vinieron? —uno de los de la hinchada increpa a Arturo y a Nacho—. ¡Vamos!¡Vamos!

—Dejá a los pibes tranquilos, salame —le responde Mario, furioso, al hincha—. Decile a los que están al lado tuyo que canten…

—¡Uy, Dios!, ¿otra vez! —exclama Tomito en ese instante—. ¡Guarda con el Conejo, pelotudos…!

—Gol.. chau… nos fuimos —Mario se sienta, abrumado—. Esto no lo levanta ni Tarzán…

—Se venía venir, tío, son mejores.. —Tomito trata de consolarlo—. Cuando no se puede, no se puede…

—Siempre se pudo hasta ahora, Tomito, aunque sea en el último suspiro —las primera lágrimas empiezan a rodar por el rostro de Mario—. ¡Palmamos, dejamos de sufrir…!

—No te pongas así, tío, dale, ché —le pide su sobrino, Arturo—. Déjate de joder, por favor te lo pido.

 —Lo siento por ustedes dos —le contesta Mario, ya llorando amargamente—. Ahora se dan cuenta lo que es ser Calamar…

—¡Dale, cantemos todos! —otro de la hinchada anima al grupo—:

“No me importa lo que digan,lo que digan los demás,yo te sigo a todas partes,y cada vez te quiero más”.

El partido terminó con el triunfo del Millonario 3 a 0 y condenó a Platense a descender a la Primera B Nacional, después de veintitrés años en los que casi siempre estuvo al borde del precipicio.

Fueron dos goles de Javier Saviola y otro de Cristian Castillo. El  técnico de River era Ramón Díaz y el de Platense el “Chamaco” Rodríguez. Claudio Spontón, el principal referente de Platense por entonces, fue el primero en irse del estadio llorando por la pérdida de la categoría, mientras algunos hinchas intentaban consolarlo.

Durante ese período, de la institución habían surgido grandes jugadores, entre los que se destacó David Trezeguet, campeón de la Copa del Mundo de 1998 jugando para Francia, el "Chacho" Coudet, Alfredo Cascini, campeón de la Intercontinental con Boca y Esteban “Bichi” Fuertes, entre otros.

A veintiún años de este hecho, aún no ha podido regresar a la Primera División del Fútbol Argentino.

 

Pero, lamentablemente, eso no fue todo. En efecto, en Abril de 2002, Platense sumó una nueva frustración. Por la última fecha del Campeonato Nacional B el Calamar y Rácing de Córdoba  se enfrentaron en Vicente López y empataron 2 a 2, descendiendo ambos equipos; Platense a la B Metropolitana y Rácing de Córdoba al Torneo Argentino. El Calamar, un experto en salvarse, no pudo hacer nada y por primera vez en su historia tuvo que jugar en la tercera categoría del fútbol, poniendo nuevamente a prueba la paciencia y el sufrimiento acostumbrados de los simpatizantes calamares.

 

Estamos ahora en Mayo de 2018, con Platense militando, con una breve interrupción, en la B Metropolitana durante ocho años.

Han transcurrido casi veinte desde la escena anterior y hoy es el día en el que el “Cala” puede lograr el gran golpe: el tan ansiado regreso al Nacional B.

Mario ya no va a la cancha, pues con casi setenta años prefiere ver los partidos por la tele; pero sí lo hace Tomito, Arturo y Nacho, que a pesar de ser personas maduras, aún se prenden con los muchachos de la hinchada en los partidos clave, como este. 

—¡Bueno, llegamos por fin! —el resople de Tomito y el estiramiento de brazos de sus sobrinos es inequívoca señal del largo viaje que han hecho—. ¡Que lo parió! Tardamos casi una hora y media y eso que venimos en mi coche. Esta cancha queda en el culo del mundo

—Vamos, allá va parte de la hinchada, dale, sumémonos —Arturo apura el paso y toma la delantera para que lo sigan los otros dos—. ¡Vamos Tense! A cantar..

De Saavedra, vago y atorrante,con la banda yo voy a todas partes,es la banda borracha de Saavedra,es la banda que sueña con la vuelta,vamos a volver, a volver, vamos a volver”.

—Denle muchachos, acá estamos fenómeno —Mario se decide por un lugar al costado de la hinchada, en la tribuna lateral—. Ya empieza. Crucemos los dedos que hoy puede ser un gran día.

—Ché, estos “pinchas” no son joda —Nacho arriesga un comentario a mediados del primer tiempo—. Esto está para cualquiera de los dos.

—Ni en pedo, Nachito. No tienen huevos como nosotros —le replica, convencido, su tío—. Vamos, canten, canten…

“Señores soy de Saavedra y tengo aguante,los sigo a los calamares a todas partes.Platense es un sentimiento,

se lleva en el corazón,daría toda mi vida por ser campeón.Dale Marrón, Dale, dale Marrón,

Dale Marrón, Dale Marrón”.

—Creo que Nacho tenía razón, tío. —esta vez comenta su hermano Arturo, al finalizar el partido en cero—. Vamos al alargue y espero que definamos ahí porque si no en los penales nos embocan…

—Callate, mufa —responde malhumorado Mario—. Mirá, recién empezó y ya los tenemos en un arco. ¿A ver ese corner? Alguíen cabeceó y…..

—¡Goooooool! —la exclamación de toda la hinchada calamar inunda todo el barrio granate…—¡Goooooool!

—¡Y ya termina,  … y terminó! —los tres se abrazan entre ellos y con el resto de la hinchada, mientras todos corean al unísono….  

"Qué nos queda chica la B,

a Primera vamos a volver"

 

Después de un campeonato angustiante y 120 minutos de sufrimiento en una final, Platense venció a Estudiantes de Buenos Aires, gritó campeón y consumó su regreso a la B Nacional en el campo de Lanús.

El cabezazo de José Vizcarra, a los ocho minutos del primer tiempo del alargue, le entregó el título al Calamar en un encuentro tan cambiante como el certamen en el que ambos igualaron en la cima con 64 puntos en 34 partidos.

La tensión no dejó a nadie indiferente de las dos hinchadas que fueron contagiándose de los jugadores durante el desarrollo del partido. Los dos equipos compartían frustraciones similares. Ambos habían observado, una y otra vez, como el retorno se les escurría entre las manos.

El desahogo llegó después de varias frustraciones. La más resonante y dolorosa para Platense fue aquella final del reducido frente a Temperley en el epílogo de la temporada 2013/2014, cuando el equipo de Fernando Ruiz se había impuesto en Vicente López por 1-0 y aguantaba como visitante hasta que un zapatazo de Ariel Rojas empató el partido en tiempo cumplido. En los penales, Platense se quedó sin el ascenso. Cuatro años después tenía su revancha y la aprovechó.

 

En la actualidad el club tiene también un equipo de básquet que ha logrado el ascenso a la Liga Nacional, la máxima categoría; y otras actividades como fútbol sala,  pelota paleta, handball, judo, taekwon-do, boxeo,  hockey, patín, hockey sobre patines, gimnasia artística y danzas.

Posee también canchas de tenis, piletas de natación, gimnasio y biblioteca, entre otras instalaciones deportivas.

 

Moni, la hija de Mario, concurre a las prácticas de hockey del club.

La joven de diecisiete años acaba de regresar de una de ellas y en estos momentos está conversando animadamente con su padre.

—¿Te acordás, pa? Cuando era chica y volví a casa el primer día de práctica te dije que la profe nos había preguntado si sabíamos lo que significaba ser “Calamar”.

—Algo me acuerdo, pero no mucho, Moni, ¿y qué pasó?

—Pasó que nadie sabía lo que significaba ni qué quería decir…

—Muy mal, Moni, muy mal ¿Cómo na van a saber qué significaba?

—Bueno, entonces como nadie sabía, nos pidió que les preguntáramos a nuestros padres y así lo hice, y ¿sabés que me dijiste?

—No, Moni, ni idea, fue hace más de diez años, ¿Qué dije?

—Fuiste a buscar tu gorrito, y entones empezaste… ¡Que Platense era un sentimiento, que se llevaba en el corazón!, y  ....  te subiste arriba de una silla y ….        te pusiste a cantar como un loco… y a insultar a los bichos y a los funebreros…  ¡Mami y yo nos quedamos con la boca abierta..!

—¿Yo hice eso?..  la verdad es que no me acuerdo…

—Dale, pa, no mientas, .. y no contento con eso, te pusiste a golpear el pecho y a agitar los puños, mientas gritabas.. ¡A cobrar… a cobrar! ¡Hoy van a cobrar! .. ¿Se puede ser tan, pero tan fanático, pa?

—Bueno, Moni, vos me preguntaste sobre lo que era ser “Calamar” …  ¡esto es! y, como verás, es una reflexión serena y objetiva… 

 

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