Tony Salgado
Multitud
Es lunes. Está nublado, pero no llueve; y bastante fresco. Como ocurre en las primaveras, los cambios del clima y la temperatura son frecuentes. Nuestros amigos están comenzando la caminata diaria.
Ayer domingo, por la tarde, Juanpi y su esposa Graciela invitaron a Camilo para ver si los quería acompañar a dar una vuelta por el parque ya que, como recién llegados al barrio, todavía no habían tenido la oportunidad de hacerlo.
—Lo de ayer fue increíble, Marcelo —le está comentando Juanpi a su compañero de caminatas—. La cantidad de gente que había en este sitio era difícil de imaginar. Una verdadera multitud de personas de todo tipo, color y edad, esparcida por todos los lugares, y ocupada en las más variadas situaciones que hubiese podido sospechar.
—Sí, cuando vine sólo otro domingo a la tarde lo vi, pero como el tiempo no estaba lindo, tal vez por eso no había una muchedumbre.
—Pues ayer, con el día soleado y la temperatura tan agradable, sí que la había —responde Camilo—. Con decirte que en un momento dado estábamos un poco cansados y nos quisimos sentar en algún banco y no había ninguno vacío en todo el bendito parque.
—Bueno, pero ¿les gustó o no lo que vieron?, porque supongo que debieron tener numerosos espectáculos para observar, me imagino.
Sí, claro, Marcelo —contesta Juanpi—, y creo que a la que le gustó más fue a Graciela, mi mujer, que no daba crédito a lo que veía. Estuvimos desde las cuatro hasta las seis, caminando por donde podíamos y nos tuvimos que sentar un par de veces en los negocios frente al parque para descansar un poco y tener una visión un poco más alejada para contemplar todo el espectáculo.
—Pero, a ver, ¿cuáles fueron algunas de las cosas que más les llamaron la atención?, porque supongo que deben haber sido unas cuántas, ¿no?
—Mirá, yo estuve durante un rato largo mirando en que se entretenían los chicos —responde Camilo—, y te puedo asegurar que si se aburre alguno es porque quiere, porque para divertirse tienen para dar y repartir, te lo aseguro.
—Ah, sí, a Graciela también le llamó la atención eso —agrega Juanpi—Ya me conminó a traer a todos los nietos que tengamos, así que como verás, tengo un compromiso a futuro..
—Mirá, solo a modo de ejemplo te menciono algunos casos —dice Camilo—. El lugar donde están los juegos, ya sean subibajas, hamacas o esos tubos altísimos por donde se largan, entre otros; y todo rodeado por una gran arenero, Es espectacular, en realidad en plural, porque hay varios. Están todos vallados por seguridad y con asientos laterales para que los padres los pueden tener bajo control. Y todos, por supuesto, llenos a más no poder.
—Sí, se ve que la Municipalidad está haciendo ahora un excelente trabajo de mantenimiento con ellos —responde Marcelo—. Antes estaban un poco abandonados. Por lo menos los impuestos que pagamos se ven en obras.
—Con Graciela estuvimos viendo una fiestita de cumpleaños que se había organizado —comenta Juanpi—; y la verdad es que es una excelente idea. La idea de hacerlas en las casas creo que ya debe volverse obsoleta si no lo está ya. Los chicos tienen para correr, despotricar, jugar y divertirse al aire libre, en un lugar seguro y sin tantas complicaciones ni trabajo. Los padres del que cumplía armaron una mesita donde pusieron los sándwiches, dulces y la torta. Se cantó el Apio Verde, se soplaron las velitas, jugaron un rato más y todo el mundo a casa. Maravilloso.
—Otra cosa que me llamó la atención —agrega Camilo—, es una actividad que organizaban frente a la calesita. Se trata de fomentar en los chicos las habilidades de la pintura. Para eso habían colocado unos cuantos atriles, con sus correspondientes hojas y pinturas, distribuidos en semicírculo. Cada chico se colocaba frente a un atril y pintaba, ya sea paisajes que veía o alguna otra cosa que se inventara. Había una profesora que había llevado los implementos y se acercaba a cada chico para darle indicaciones, supongo que para ir mejorando lo que hacía. Me quedé un rato nomás, pero supongo que deben haber estado ahí por lo menos una hora. Ya había otros chicos esperando sus turnos para empezar en cuanto terminaran los anteriores. Creo que es una idea sencilla, práctica y que apunta a aumentar los recursos que necesitarán el día de mañana.
—Sí, sabía que eso ocurría —responde Marcelo—, aunque nunca los había visto. Es una idea creativa que hay que seguir impulsando. Bueno, muchachos…. Y así, hablando y hablando ya terminamos la primera vuelta, casi sin darnos cuenta, así que…. Vamos por la segunda. ¿Qué otras cosas vieron?
—Bueno, algo que podías ver en los espacios más abiertos que quedaban —responde Juanpi—, eran los infaltables partiditos de fútbol entre los chicos, o simplemente algunos de ellos pateando con sus padres. También veías sus frecuentes desvíos de la pelota del lugar donde jugaban, golpeando a los desprevenidos vecinos con el consecuente reproche que, desde que el tiempo es tiempo, siempre generan.
—Y en medio de todo ese conjunto viviente de seres que intercambiaban sus posiciones continuamente —agrega Camilo—, apareció un ser que era seguido por tres o cuatro chicos. El vendedor del aparatito para hacer burbujas. Lógicamente las que él hacia lo lograba con un implemento más grande que el que venía, y cuya consecuencia era la producción de enormes burbujas, que los chicos trataban de pichar. El hombre se las arreglaba para circular entre la maraña de personas tendidas sobre las lonas o sentadas sobre el césped; y su negocio creo que era bastante bueno, pues no se cansaba de detenerse y, ante el pedido de los chicos, venderle sus productos a los resignados padres.
—Una muestra más de que el ingenio argentino no cesa —reflexiona Marcelo—. Lástima que no pocas veces los usamos para perjudicarnos a nosotros mismos. Si lo hiciéramos para el beneficio del país, estaríamos en el Primer Mundo.
—Y para rematar la función —agrega Juanpi—, surge un equilibrista. Imaginate… a los diez minutos ya estaba rodeado de chicos y otros que no lo eran tanto. El tipo, hablando en un extraño castellanos, diciendo ser de Manchuria y, con la cara pintada de blanco y una gruesa peluca roja, que empieza a hacer piruetas, parado en la punta de un solo pie, dando una vuelta carnera en el aire, tirarse de costado y quedar apoyado en una sola mano, y otros desafíos más a la gravedad. Mi esposa se puso en primera fila y hasta que no terminó, no volvió hasta donde yo estaba. Se fue en medio de un aplauso generalizado.
—De allí nos fuimos al centro del parque donde había un gran círculo de chicos con un par de profesoras en el centro —comenta Camilo—. Se ve que le habían dado a cada grupito de pibes como consigna, representar a varios objetos del parque para que hablaran entre sí durante unos minutos; y, la verdad es que lo hacían de maravillas. Por ejemplo, el primer grupo que vimos era de dos chicos que representaban a un kiosquito y a un café, y a una chica que representaba a una heladería.
—Acá hay mucho trabajo —decía el kiosquito—. Los chicos vienen a cada rato a pedir golosinas, pero algunos no traen plata y se las tengo que dar igual ¡Ojalá me paguen alguna vez!
—Yo tampoco me puedo quejar mucho —agregaba el café—. Acá llegan los padres a cada rato. Charlan mucho pero algo consumen. Es mejor que nada.
—Ustedes tienen suerte —se quejaba la heladería—. En cambio para mí todavía no llegó la temporada. Los helados cuestan mucho y los padres no dejan que los chicos vengan. Menos mal que de vez en cuando viene alguno a comprar un kilo para llevar a su casa, que si no, tengo que cerrar.
—Y así seguían unos minutos más hasta que se les acababa la cuerda y se iban en medio de aplausos, para dejar lugar a los siguientes —Camilo retoma la descripción—. Hubo diálogos muy ingeniosos entre un tacho de basura, un coche abandonado y el puesto con materiales reciclables que hay en el parque.
—Sí, es un proceso que los ayuda a ser más creativos —comenta Marcelo—, y está coordinado por instructoras especializadas de la Ciudad.
—Yo recuerdo otros —agrega Juanpi—, entre el colegio, la iglesia y una mujer policía, que estuvo muy bueno; y otro genial entre un árbol del parque, un perro al que paseaba una señora; y la pelota de un picado, a la que seguía el perro, ante la desesperación de la dueña. El chico que hacía de pelota iba de un lugar a otro, esquivando al que hacía de perro, gritando un ¡ole!, ¡ole! Era muy gracioso y nos hizo reír a todos los que estábamos ahí. Cuando terminaron los grupos, las instructoras y los chicos cantaron algo que ya tenías ensayado:
“Estoy en el parque Saavedra,
no es una plaza cualquiera.
Mucha gente animada,
alegría continuada.
Tolón, Tolón... Tolón, Tolón..
Puede acercarse quien quiera,
hasta que de risa muera.
Hay función asegurada,
y con gente muy copada.
Tolón, Tolón… Tolón, Tolón.. “
—También nos detuvimos en otros lugares a mirar lo que hacían —dice Camilo—. Es un espectáculo inagotable los domingos a la tarde. Por ejemplo, no pudimos pasar por delante de la calesita sin prestar atención al que la atendía. Debía andar cerca de los ochenta años, pero con una vitalidad envidiable el viejo. Charlaba con las madres, cobraba, movía la sortija, felicitaba a los chicos que la sacaban; siempre con una sonrisa que invitaba a una vuelta más. Hay que saber ser calesitero; no es para cualquiera. Eso explica por qué siempre había cola.
—Sí, es un personaje muy conocido en el parque —responde Marcelo—. Le hicieron algunos reportajes en el pasquín local del barrio. Está acá desde siempre.
—También nos detuvimos a ver lo que había en la explanada del club —menciona Juanpi—. Cuando llegamos había un ensayo musical con unos muchachos rockeros que no parecían malos. Lo único era la música un poco alta en los parlantes y se ve que se acercaron a pedirles que la bajaran un poco porque después se hizo más razonable. Luego de un rato hubo un recambio. Se fueron los pibes, empezaron a acercarse señoras un poco más jóvenes que nosotros y algunos hombres. A los veinte minutos se había armado una peña folklórica. Como estábamos sentados en el bar que está enfrente, tuvimos espectáculo continuado durante una hora. Por eso les digo que la idea de mejorar el club va a andar muy bien.
—Lo tenemos que melonear un poco para no hacer macanas —responde Marcelo—. Es mucha la guita la que hay que juntar y debemos saber bien a quien mangar y cómo lo hacemos para no fracasar. Yo lo tengo pinchado en el corcho y todos los días cuando lo veo, le doy una vuelta más. Bueno, Terminada la segunda vuelta… ¡Vamos por la tercera y última; ánimo muchachos!
—¿Sabés que en el café, mientras mirábamos los espectáculos, el dueño nos comentó de algo que no teníamos idea que también ocurría en el parque, pero sólo en el verano? —menciona Camilo—. El carnaval. ¿Es cierto lo que nos dijo?
—No sé qué les contó, pero sí es cierto que se arma toda una batucada —contesta el “experto” en el barrio, Marcelo—. Yo ya estoy habituado, pero para a ustedes dos los puede entusiasmar bastante, por lo menos los primeros años.
—Mirá, los que nos dijo el hombre—dice Camilo—, es que durante los días que dura y desde los fines de semana anteriores, al igual que en el resto de la ciudad, hay corsos y también recitales que se dan desde un palco central que se instala en Pinto, donde comienza la García del Río ancha que desemboca en Cabildo. Y también nos dijo que además de eso, el espectáculo lo constituyen las murgas barriales que desfilan frente al palco.
—Sí, es así —responde Marcelo—. Y son las murgas las que, sin dudas, le dan el mayor colorido al Carnaval de Saavedra.
—Mencionó que hay murgas los dos fines de semana anteriores y luego durante los cuatro días que dura el carnaval, desde las ocho de la noche hasta las doce —agrega Juanpi—, y que las hay desde muy pequeñas hasta enormes, que no terminan de pasar más, como la de Boca. Fijo que los que desfilan se pasan practicando los pasos durante la mayor parte del año, ¿es para tanto?
—Lo es —responde Marcelo—, y es impresionante verlos pasar todos producidos y los sonidos de las trompetas y bombos que crean la música respectiva. Son de muchos de los barrios de la ciudad y por noche van desfilando en varios lugares donde se celebra la fiesta. También hay murgas que vienen del Interior del país y algunos años, hasta del extranjero, en general, uruguayas.
—¡Increíble! —exclama Camilo—. No será Río pero, aparte de ser García del Río, en algo se le debe parecer, supongo; y, además espíritu y voluntad no le faltan.
—Yo creo que en voluntad no le tienen que enviar nada a las más pintadas de otros países —comenta Marcelo, orgulloso—. Además, se organizan recitales con propuestas acordes para la ocasión. En la mayoría de los casos, los músicos se presentan como gran cierre de las distintas jornadas. Y en todos los casos la entrada es libre y gratuita, al igual que para ver pasar a las murgas y las comparsas. ¡Todo un orgullo para el parque Saavedra!
—Bueno, aquí estaremos en los del año próximo, ¿no Camilo? —le pregunta Juanpi a su amigo—. No nos podemos perder semejante espectáculo.
—¡Cada vez me alegro más de haberme mudado a este barrio! —exclama el español—. Una lástima no haberlo conocido antes.
—Muy bien, así me gusta —aprueba Marcelo—. Y cambiando de tema y aprovechando que todavía falta media vuelta… ¿pudieron progresar algo en lo que planteó Juanpi sobre mejorar el edificio viejo?
—Sí, yo estuve pensando bastante sobre eso —contesta Camilo—, y creo que podría contribuir bastante con el mangazo a las empresas y comerciantes de la zona. Con la empresa de turismo aprendí a manejarme en este ambiente y si sabés dar en el clavo en lo que a ellos los puede beneficiar el proyecto, es posible que colaboren. Creo que se les damos la posibilidad de que figuren como patrocinantes del nuevo Centro en lugares bien visibles, y además en cada evento que se organice ahí, es muy probable que se interesen, Con que consiga diez, entre empresas y comerciantes, a un promedio de diez lucas verdes cada uno, se podrían juntar cien mil dólares como mínimo, siendo conservador.
—Excelente, Camilo —responde Juanpi, entusiasmado—. En mi caso, sé que en esta empresa internacional en la que trabajé toda mi vida, hubo casos en los que también su puso con una cantidad semejante en proyectos de beneficencia comunitaria, pero que hubo que justificar muy bien la cantidad, en qué se iba a invertir y cómo beneficiaría a la comunidad. Tiene un área de Responsabilidad Social que se encarga de eso y conozco bien a la responsable, así que me puedo poner a escribir todos los detalles del proyecto y pedir una reunión con ella. Me parece que la cantidad que dijiste, Camilo, no es descabellada para plantearla. Me tendrías que ir diciendo qué otras empresas y comercios estarían de acuerdo para que las incluya en el borrador que le lleve.
—Bueno, en mi caso y como saben —agrega Marcelo—, no tuve contacto directo con estos posibles contribuyentes, pero si conozco a un ex alumno mío del Colegio Nacional con el que mantuve un contacto esporádico porque es un apasionado lector de novelas históricas y suele usarme como un referente para aclarar las dudas que le aparecen en la lectura. Este hombre hoy trabaja en el Gobierno de la Ciudad, no sé muy bien en qué departamento; pero me puedo tirar el lance y comentarle el proyecto para ver si cree que de ahí podríamos sacar alguna contribución, aunque no tengo ni idea de si es algo que suelen hacer.
—Perfecto, Marcelo —Juanpi agradece al exprofesor—. Parece que tenemos deberes para hacer. Y además falta lo que cada uno de nosotros puede llegar a aportar lo que se le cante. Acá me gustaría ser muy cuidadoso. Creo que cada uno puede hacerlo y en el monto que su economía permita. Nuestras situaciones son distintas en cada caso y no me gustaría que este tema sea un motivo de futuros conflictos, ¿no sé si me entienden y están de acuerdo?
—Perfectamente, Juanpi —responde Camilo—. Creo que tenemos la suficiente confianza entre nosotros para saber que cada uno dará lo mejor de sí y no va a tirar verdura, y eso será más que suficiente. Por lo menos, yo le veo así.
—Totalmente de acuerdo —agrega Marcelo—. Creo que es lo lógico y sensato en estos casos. No podemos permitirnos que esto enturbie nuestra relación.
—Bueno, pues entonces, chicos. Tenemos un gran desafío delante nuestro —Juanpi señala—. Creo que aunque se nos pinchen algunas fuentes de ingresos, siempre vamos a poder recurrir a otras nuevas. La verdad es que soy bastante optimista y me encanta la forma en que de una simple idea que charlamos por primera vez hace tan sólo pocas horas, le hemos convertido en un proyecto que cada vez va tomando más forma.
—No por nada vienen solos los años, muchachos —Camilo acota—. Uno de los pocos aspectos positivos de volvernos personas ya mayores y poder demostrar que todavía tenemos cuerda para un tiempo más.
—Tú lo has dicho, Camilo —Marcelo concluye—. ¡Así que manos a la obra!.. Y terminamos la tercera vuelta. Por hoy, suficiente; a casita se ha dicho.
Inquietud (I)
Es martes y, a diferencia del día anterior, hoy la mañana es espléndida. La presencia de un sol radiante y una temperatura de 18 grados resultan especiales para que nuestros tres amigos puedan realizar su recorrida matutina habitual.
—¡Por fin un día como la gente! —está comentando Juanpi al dar los primeros pasos—. Parece un nuevo paisaje. Es increíble el contraste entre el verde lustroso de los árboles y el celeste del cielo.
—Sí, da ganas de caminar así —agrega Camilo—. ¿Qué hicieron ayer por la tarde? ¿Algo en especial?
—Yo fui con Nora al complejo Dot —contesta Marcelo—. Está cada vez mejor. Si no fueron todavía, tienen que ir; pero ojo con la tarjeta porque tienen cosas atractivas, pero en cuanto te das cuenta te ensartan.
—Con Graciela fuimos a visitar al Museo Cornelio Saavedra —responde Juanpi—. Hay cosas muy interesantes para ver. Los vecinos del barrio tenemos que ir.
—¿Cómo cuáles, por ejemplo? —pregunta Camilo—. No soy muy afecto a estas muestras, tanto que no sé ni dónde está.
—Mirá, está en Constituyentes y la General Paz, al lado del gran parque. Se creó en 1921 con una donación de un tal Zemborain de sus colecciones artísticas e históricas a la Municipalidad y al principio funcionó en el Centro, hasta que en 1941, el Concejo Deliberante resolvió destinar el edificio de la ex estancia Saavedra para su sede. La chacra contaba con una casa principal de 1880 con forma de “U”, con un pórtico de líneas corintias, dependencias de servicio, vivienda para el mayordomo, cocheras, galpones para la cría de toros y caballos, y corrales para ovejas, cabras y cerdos, un palomar y un tambo.
—¡Ah, bueno! —responde Camilo—. Parece que tenía de todo el hombre. Por lo menos le dieron un fin un poco más útil al convertirlo en lugar al que lo pueda visitar la gente, ¿no?
—Así fue, nomás. Luego se acondicionó y adaptó al estilo de las quintas aledañas a la Ciudad en el siglo XIX. A partir de 1955 tuvo un gran incremento del patrimonio museológico con las pertenencias de Saavedra y se incorporaron dos nuevos pabellones, en una estructura que se mantiene actualmente y renueva la atracción del público. Nos gustó; vale la pena.
—Sí; como antiguo vecino yo ya lo conozco —agrega Marcelo—; y fui viendo cómo se hacía cada vez más grande. Obviamente, te tiene que gustar el tema, sino es un embole total..
—¡Miren, muchachos! —advierte Juanpi a sus dos compañeros! ¡Allí se está juntando gente frente a esa casa de Roque Pérez, casi García del Río! ¿Qué estará pasando?
—¡Y está llegando la cana también! —agrega Marcelo— ¿Vamos a ver o damos una vuelta más y después paramos? Si vamos ahora se nos corta la caminata.
—Tenés razón, Marce —Camilo apoya su sugerencia—. Mejor seguir ahora y después vemos. A lo mejor es una pavada.
Pero no lo era. Al comenzar a acercarse nuevamente en la segunda vuelta a la zona mencionada, observan que la aglomeración de gente es aún mayor, incluyendo la presencia de varios patrulleros, que han cortado la calle Roque Pérez y precintada la acera y la calzada situadas en frente de una casa.
El trío sucumbe ante la curiosidad y comienza a acercarse al grupo que pugna por aproximarse a la zona precintada.
—¿Qué ocurre, señor? —le pregunta Juanpi a uno de los primeros curiosos con el que topa—. ¿Por qué tanto revuelo?
—¿Cómo?, ¿no se han enterado? —son las preguntas que recibe como toda respuesta—. Lo están dando por Crónica TV desde hace más de media hora. ¿En qué mundo viven?
—¡Disculpe, maestro! —intercede Marcelo, comenzando a irritarse frente a la respuesta del hombre—. Preferimos caminar por el parque antes de colgarnos de la tele a esta hora de la mañana. ¿Se puede saber qué pasó en esa casa?
—Tiene razón. Discúlpeme. Es que estamos todos un poco alterados por la noticia; y también inquietos, confieso. Hace media hora apareció como Última Noticia en Crónica TV que en esta casa se ha cometido un crimen. Imagínese como estamos todos. Acá nunca ocurre nada y no estamos acostumbrados a estas situaciones.
—Lo sé muy bien, señor…. Soy vecino del barrio desde hace treinta años. Me llamo Marcelo, y aquí están mis amigos Juanpi y Camilo.
—Yo me llamo Jorge y vivo acá, doblando la esquina, sobre García del Río, la segunda casa pasando Whoppies. Por lo que dijeron, parece que la víctima es una mujer joven, y que el hecho se habría cometido hace ya varios días. No dieron más detalles, por eso estamos acá todos tratando de averiguar algo más de lo que pasó.
—¿Varios días, dijeron? —pregunta Juanpi—. ¿No dieron algún otro tipo de precisión?¿Y cómo fue que la descubrieron recién ahora, Jorge?
—Por lo que escuché, parece que una vecina que conocía a la víctima se extrañó por los ladridos del perro y fue a tocarle el timbre varias veces, pero no respondió. En un momento empezó a sentir un olor muy desagradable, por lo que se decidió a dar aviso a la policía.
—¿Y de la mujer joven dieron algún detalle más hasta ahora? —pregunta Camilo—. ¿Se sabe qué pudo haber pasado?
—Oficialmente no se dijo nada más por ahora, aunque usted sabe cómo es la gente. Enseguida comenzaron a circular rumores sobre quién era, qué tipo de vida tenía, y qué le pudo haber pasado. Son solo rumores de nuestros vecinos, producto de que estamos alterados por la situación.
—Entendemos, Jorge, entendemos —Marcelo ahora es el que quiere saber algo más—. Pero, por ejemplo, ¿qué tipo de rumores son?
—No sé. Yo no les doy algún crédito. Por ejemplo, que la chica era de alrededor de unos treinta años y con muy buena figura, lo que me extraña mucho porque no me habría pasado desapercibida viviendo tan cerca. Estaba casada y se habían mudado con su marido a este barrio hace un par de años. No tenían hijos y su marido debía viajar seguido por temas de trabajo. Sobre ella, las que la conocían dijeron que trabajaba en Belgrano R y que iba todas las tardes a eso de la una y media a tomar el tren a la estación de acá, a seis cuadras.
—¿Y ahora, qué está ocurriendo en la casa? —pregunta Juanpi, con curiosidad—. ¿Tiene idea de qué están haciendo?
—Por lo que escuché acá, hace media hora la policía forzó la puerta para entrar, entraron el comisario de la seccional, un oficial y un agente, y hace unos minutos acaba de entrar el médico forense. No sé nada más de lo que puede estar pasando ahora mismo.
—¿Y sabe cómo se enteró la televisión para dar la noticia tan rápido? —pregunta Camilo al pobre Jorge, que ya se comienza a sentir agotado por el trío—. Es increíble la rapidez con la circulan estos hechos.
—Usted lo ha dicho señor. Se ve que alguien en la comisaría, al enterarse, dio la primicia al canal, y con eso basta y sobra para mandarlo al aire. Hay mucha gente que consume este tipo de noticias. Bueno, si me dejan, voy a tratar de acercarme un poco más.
—Gracias, Jorge —le dice Marcelo—. Disculpe que lo hayamos ametrallado con nuestras preguntas, pero también somos vecinos y estamos preocupados.
—Entiendo, señor, no se preocupe. Está todo bien.
—¿Qué hacemos? —les pregunta Juanpi a sus dos amigos—. ¿Damos la última vuelta y nos paramos cuando pasamos por acá de vuelta a ver si se sabe algo más?
—Sí, mejor vayamos. No me quiero enfriar —responde Marcelo—. Además, no creo que se sepa mucho más en los próximos veinte minutos..
—¡Qué bárbaro, che! —les dice Juanpi a sus amigos, mientras retoman la caminata interrumpida—. Recién llego al barrio y me toca presenciar esto. Espero que no sea pájaro de mal agüero. Nunca antes me había pasado algo así
—Te puedo asegurar —responde Marcelo—, que desde que yo estoy acá hace ya bastantes años, es la primera vez que ocurre. Que haya cosas así en el Barrio Mitre, que está a diez cuadras de acá, puede ser; pero por acá es algo inaudito. Esperemos a ver qué pasó, pero el hecho de que esta pareja se había mudado hace solo dos años, también tiene que ver. Nadie la conocía demasiado. Créanme que esto es muy tranquilo, de verdad.
—Te creemos, Marce —responde Camilo—, y ojalá siempre sea así. Además, el simple hecho de que haya ocurrido justo acá, simplemente por las leyes de probabilidad, debemos tranquilizarnos, ya que es casi imposible que vuelva a repetirse en el mismo sitio.
—Sí, ya sé que la historia dice eso —replica Juanpi—, pero me quedaré mucho más tranquilo cuando nos enteremos qué pasó realmente.
Veinte minutos más tarde, luego de completar la mitad de la última vuelta, regresan al lugar del hecho, donde ya se han congregado más vecinos curiosos, enterados del hecho por la tele.
—Perdón, señora ¿Qué se supo hasta ahora de lo que pasó? —Marcelo le pregunta a una vecina ya entrada en años que observa el panorama algo alejada del grupo de curiosos—. Nosotros pasamos hace media hora y sólo había conjeturas.
—Parece ser que a la chica la mataron a cuchilladas y la encontraron en el dormitorio en medio de un charco de sangre; por lo menos eso es lo que les habría comentado el agente de policía a los vecinos cuando salió un momento hasta el coche policial. Se está comenzando a especular con que se trate de un crimen pasional, por el hecho de que estaba sola, ya que el marido se había ausentado debido a un viaje por motivos de trabajo hacía más de una semana. En los canales de la tele es la principal noticia de la mañana.
—Me imagino, señora —contesta Camilo—. En cuanto huelen sangre, eso es primera plana, seguro. Y, a propósito, veo más camiones de los canales sobre Roque Pérez, que antes no estaban cuando pasamos. Lo dicho; la sangre vende. Parecemos vampiros a la espera de sus víctimas.
—Así es, señor. Ahora están todos esperando a que salgan el comisario o el inspector para que digan algo más de lo que pasó, que será primicia en todos lados, seguramente….
—¡Miren, allí está saliendo el que parece ser el comisario! —Marcelo interrumpe la conversación—. Vamos a ver si podemos acercarnos un poco y escuchar qué dice. Seguramente la gente le hará muchas preguntas….
—… que no responderá, pero vamos igual —Juanpi concede el acercarse un poco más—. Con permiso, señora.
—¡Vayan vayan! —contesta la vecina, haciéndose a un lado para dejarlos pasar—. Si averiguan y todavía estoy acá cuando pasen de vuelta, me lo comentan.
—Seguro, señora —responde Camilo—. Permiso, permiso, por favor…
Al asomarse a la puerta de la casa, el comisario es interceptado por el nutrido grupo de vecinos y algunos periodistas que han alcanzado a ubicarse frente a la casa, a pesar de los precintos colocados.
—¡Comisario, comisario! ¿Qué nos puede decir sobre lo ocurrido en la vivienda? ¡Por favor, para Canal 18!
—Miren, muchachos —el comisario trata infructuosamente de evitar la avalancha de personas que se cierne sobre él e interrumpe su salida—. Recién estamos relevando el lugar y la posición de la víctima en él. Es muy pronto para llegar a alguna conclusión, como comprenderán. Por favor ¿me dejan pasar?
—Por lo menos, comisario, ¿nos puede dar algún detalle sobre la víctima y las causas de su deceso?
—Se trata de un femenino joven, de aproximadamente treinta años, que fue ultimada con un arma blanca, con presunta alevosía. El cadáver presenta un incipiente estado de descomposición, por lo que la data de la muerte sería de hace varios días.. y es todo lo que les puedo decir por ahora. Permiso, por favor, si me dejan pasar… por favor.. sean buenito, ¿sí?
—¡Comisario, comisario, por favor! ¿Alguna hipótesis sobre los motivos del crimen, por favor, para Crónica TV?
—Muy poco lo que les puedo agregar… solo que la víctima presentaba hematomas en las muñecas, por lo que se infiere que pudo haberse resistido ante el ataque, que pudo ser más de uno el asesino, y no se descarta que haya sido un crimen pasional, ya que también hay signos de violación. Ahora sí, por favor, permiso, me debo retirar. Queda adentro el oficial a cargo, y el grupo de peritos a cargo del caso. Gracias… ¡permiso, por favor!
El trío, ante la partida del comisario, decide regresar para dar al última media vuela al circuito. Al salir del gentío se encuentra nuevamente con la señora, a la que le transmiten todo lo que dijo el policía.
—Ya me imaginaba yo que por ahí podían andar los tiros —responde ella con mucho nerviosismo, al terminar de escuchar los detalles—. La gente está muy mal en este país. Hay mucha tensión, mucha preocupación y angustia. Los jóvenes no quieren tener relaciones a largo plazo y la competencia que los rodea los termina enloqueciendo. Me imagino que ustedes, por sus edades, deben estar de acuerdo, ¿no? Al final, terminan explotando y pasan estas cosas. Imagínese.. una pareja destrozada y uno o más degenerados sueltos por ahí… antes no se vivía así.
—Sí, señora, tiene toda la razón del mundo —Marcelo tratando de calmarla—. Nosotros vivimos otra época en que se disfrutaba más de la vida, pero bueno, esto es lo que hay hoy, lamentablemente y debemos adaptarnos. Si nos permite, vamos al parque a terminar la caminata de hoy.
—Vayan, señores, vayan. Pero apuesto a que muchos de nosotros estaremos colgados de estas malditas pantallas de la tele toda la tarde para saber cómo sigue la investigación de este hecho.
—Seguramente, señora, y cuídese mucho.
El trío termina de dar la última media vuelta del circuito y se despide hasta las diez del día siguiente, miércoles, no sin antes reflexionar sobre lo dicho por la señora
—Tiene razón lamentablemente —menciona Juanpi—. La calidad de vida actual es bastante peor de la que vivimos cuando éramos jóvenes. No nos damos cuenta y tenemos que esperar a recibir un sacudón como éste para tomar conciencia.
—Creo que el problema es peor —opina Camilo—, porque aunque tomemos conciencia, ..entonces ¿qué? El ritmo de vida no lo fijamos nosotros; somos simples participantes. Lo tomás o quedás descolgado del mundo.
—Menos mal que ya nos jubilamos —razona Marcelo—, pero lo siento mucho por nuestros hijos… y nietos… No se lo merecen.. ¿Nos vemos mañana? .. y a tratar de no que quedarnos colgados de la tele a la tarde, como dijo sabiamente la señora, aunque no sé si podremos resistirnos a eso.
La intención de desvincularse del hecho vivido al llegar a sus hogares queda solo en eso, una intención, ya que apenas ingresan en los mismos, tanto Marcelo como Juanpi son abordados por sus respectivas esposas, Nora y Graciela, quienes están ávidas de noticias frescas y de primera mano.
—Dale. Contame todos los detalles, por favor —le está diciendo Nora a Marcelo—. En la tele no dejan de pasar imágenes con la policía y le gente frente a la casa. En increíble que esto haya pasado justo acá.
Luego de poner al tanto a su esposa de cómo fueron viviendo los acontecimientos con lujo de detalles, ambos se quedan petrificados frente la pantalla.
—Por lo que dicen los comentaristas en el noticiero, parece que se trataría de un crimen pasional, por la forma en la que hallaron a la chica —dice Nora, algo alterada—. ¿Es cierto eso?
—Ahí escuché solo un rumor, pero nada más. Estos periodistas son de no creer. Son capaces de decir cualquier cosa con tal de captar audiencia.
—¿Pero es cierto o no que era frecuente que estuviera sola de noche en la casa, ya que el marido tenía que viajar al Interior y se ausentaba durante varios días? ..Y no solo eso. Parecería que la chica era visitada durante la noche por varios muchachos.
—Sí, algo nos comentó una señora que estaba entre los curiosos, pero era solo una especulación que se escuchaba en el grupo.
—¡Pobre chica! Dicen que no tendría más de veinticinco años. ¡No mereció tener este final! Ahora a la tarde el comisario va a dar una conferencia de prensa para hablar sobre los hechos confirmados.
—Bueno, creo que no tenemos que seguir dándonos manija y esperar a que lo haga. No tiene sentido seguir especulando ahora. Me voy a dar una buena ducha y después podemos almorzar. La tarde es larga tendremos tiempo de sobra para enterarnos.
Mientras tanto, en la casa de Juanpi estaba ocurriendo una escena muy similar a la anterior. Era lógico que así fuera…
—¿Y ustedes cómo se enteraron? —le está preguntando Graciela a su marido—, porque recién acaba de ocurrir. Somos noticia nacional en estos momentos.
—Nos enteramos por el despelote que se armó. Las sirenas de la policía, los patrulleros y los curiosos agolpados frente a la casa. Toda la manzana de Roque Pérez cortada y precintada. Nos pegamos un cagazo terrible. ¡Mirá vos! Salimos a caminar y ventilarnos en medio de la naturaleza y nos encontramos con esta escena.
—¿Y alguno conocía a la chica? Dicen que era muy linda y que el marido la dejaba mucho tiempo sola. Me imagino cómo se debe sentir ahora el pobre. ¿Sabés si ya se enteró de lo que pasó?
—No, Graciela. Nosotros solo pudimos escuchar posiblemente la cuarta parte de lo que se debe estar diciendo en la tele. No sé cómo hacen, pero llegaron casi simultáneamente con la policía y comenzaron a preguntar a los vecinos en vivo. Para estos hechos, el consumo del público es enorme y lo tienen muy bien estudiado.
—Pero, al final, sé yo más que vos. ¿Para qué salen, entonces, si no se enteran de nada? Pero, dentro del grupo de los curiosos, ¿ninguno les dio algún detalle más?
—Se sabe que la muerte fue por varias heridas de arma blanca y que posiblemente la chica estaba maniatada durante el ataque. Todo aquello era una confusión y la gente daba opiniones sin saber… ¿qué sé yo? Supongo que se irá aclarando durante esta tarde…
En el caso de Camilo, al no tener esposa, se libró de un interrogatorio similar al de sus amigos. No obstante, incumpliendo lo dicho por los tres al despedirse, no pudo sustraerse a la tentación de encender la tele y así lo hizo, quedando prendado frente a ella durante el resto de la tarde.
Recién a las siete de la tarde se produjo la esperada conferencia de prensa del comisario para dar los detalles del crimen en el barrio de Saavedra, la que fue seguida por una descomunal cantidad de televidentes. A continuación se transcribe su declaración textual:
“En el día de la fecha, a las nueve y veinte de la mañana, se recibió en la comisaría a mi cargo una llamada de una vecina del barrio, cuya identidad queda reservada, requiriendo nuestra presencia en una vivienda ubicada en la calle Roque Pérez al 3800, casi esquina García del Río. Los motivos eran la extrañeza en no ver a quienes habitan normalmente en ella ni responder a los llamados a la puerta y al olor nauseabundo que comenzó a percibir a primeras horas de hoy. La fuerza policial se hizo presente inmediatamente en dicha vivienda, procediendo a ingresar a la misma luego de forzar la puerta de entrada. En su interior se constató la presencia de un cuerpo sin vida de un femenino, el que presentaba tres heridas de arma blanca y estaba tendido sobre una cama, cubierta de sangre. Se identificó a la víctima por el DNI hallado en el lugar, teniendo veinticuatro años de edad y de estado civil, casada. Según los estudios forenses y el estado de descomposición del cadáver, la data de la muerte se estima entre el martes y el miércoles de la semana anterior. El marido de la víctima ya ha sido informado del hecho y está viajando hacia Buenos Aires en estos momentos. No se hallaron signos de que la puerta de entrada fuera violentada, por lo que se deduce que la víctima le debe hacer dado acceso a la vivienda al o a los victimarios. Por heridas en las muñecas se deduce que la víctima debió haber estado amarrada y haberse resistido al ataque. En estos momentos se está verificando si hubo o no violación del cuerpo. Se realizó una pesquisa en la cuadra del hecho para averiguar si alguien había visto algo anormal durante los días antes mencionados, pero con resultado negativo. Se solicita a todo aquél que pueda suministrar información que sea relevante para esclarecer este hecho, que se comunique con la comisaria. Garantizaremos el anonimato del testigo. Es todo por el momento. Daremos un nuevo parte cuando se hayan logrado progresos importantes. Buenas tardes”.
Vecinos
Hoy es miércoles. El pronóstico anuncia lluvias después del mediodía, por lo que para nuestros amigos realizar la caminata a la mañana representa una magnífica oportunidad de realizar una actividad saludable antes de que ello ocurra.
—Aprovechemos estos preciosos minutos antes del aguacero —está diciendo Juanpi a sus amigos—. ¿Comenzamos?.. ¿Qué tal, pudieron adelantar algo con respecto a los fondos para mejorar el edificio?
—Yo hablé con un par de empresas —responde Camilo— y la verdad es que cuando les comenté el proyecto se mostraron interesadas, pero cuando fuimos a los números, me empezaron a dar largas…. Que la cosa no está muy bien, …que tienen que esperar a fin de año a ver si las ventas repuntan, que diez lucas verdes para ellos es una fortuna… En fin, que lo tengo complicado; pero bueno, me tengo fe y voy a seguir insistiendo. Recién empecé y tengo veinte más para contactar. El único riesgo para mi salud es que al cabo del día termino con el estómago lleno del café que tengo que compartir con ellos por amabilidad.
—En mi caso —agrega Juanpi—, no me fue muy distinto. Fui a ver a la chica responsable del área de Responsabilidad Social de mi empresa y cuando le conté el proyecto, honestamente le pareció muy bueno; y sé que no me miente, si no me lo diría directamente. La conozco bien. Pero lo que me comentó, que yo no sabía, es que la decisión es corporativa y eso significa que el proyecto debe competir con otros que presenten las demás filiales internacionales y luego de un criterio de selección bastante riguroso se concede el subsidio. En pocas palabras, que es un proceso largo, lento y complejo por los detalles que piden, pero que si estamos decididos a encararlo, ella nos bancaría, aunque no tiene voz ni voto en la decisión.
—Bueno, yo pude ubicar y charlar con mi ex alumno que ahora trabaja en el Gobierno de la Ciudad y le conté la idea y todos los detalles. Él trabaja en un departamento de control del obras civiles y me dijo que lo que pretendemos tiene que presentarse con una justificación detallada por parte de los vecinos mostrando la necesidad que cubre, el perjuicio que causa si no se realiza, si no hay otras alternativas al proyecto, el alcance del mismo, y como media docena de requerimientos burocráticos más, especialmente creados para desalentar estas solicitudes. Pero también me recalcó que lo fundamental es que tengamos una gran voluntad de hacerlo, porque, en definitiva, todos los escollos se pueden ir removiendo.
—Bueno, parece que tenemos bien complicado al tema —Juanpi resume el panorama—. No sé realmente qué hacer ¿Ustedes qué piensan?
—Miren, ¿vieron ese club con la canchita de fútbol de césped sintético por el que pasamos en nuestro recorrido todas la mañanas? —pregunta Marcelo—. Bueno, estuve averiguando un poco en internet y encontré que son tres canchas de fútbol 5, inauguradas en 2014, pero que funcionan en ese predio desde 1967. La Asociación Civil San Jorge es la concesionaria y la Asociación de Vecinos planteó una serie de quejas por el ruido durante los partidos, por festejos a fin de año y ponen los parlantes a todo lo que dan, y que no se ha evaluado el impacto ambiental que producen en un barrio residencial. Sé que no es el mismo caso que el nuestro, pero encontré una Concesión de la Legislatura de la Ciudad que le otorga un permiso de uso a título precario y gratuito por diez años a partir del 2010; que el único objeto es la práctica y el desarrollo de actividades sociales, culturales y educativas. La entidad beneficiaria no podrá ceder ni alquilar todo o parte del inmueble, así como tampoco podrá cambiar su destino, y no podrán hacerse actividades con fines de lucro en el predio. O sea que no es algo sencilla la habilitación.
—Sí, queda claro que es algo complicado —interviene Camilo—, pero considero que no debemos desmoralizarnos por eso. Creo que nuestra causa es noble y no podemos arrugar ante la primera de cambio. Yo soy partidario de seguir con los contactos que tenemos e ir evaluando que conviene hacer a medida que vamos obteniendo resultados. ¡Todo lo que vale, cuesta conseguirlo! Si no, no valdría.
—Sí, yo también creo lo mismo —dice Marcelo—. Voy a seguir rompiéndole los quinotos a mi contacto en el Gobierno de la Ciudad y, como él mismo me dijo, a remover escollos.
—¡Muy bien, no se hable más! —afirma Juanpi—. ¡Seguimos adelante y que Dios y la Patria nos lo demanden. Y miren, ya terminamos la primera vuelta.
—A propósito de la Asociación de Vecinos que les comenté —dice Marcelo—, la de Saavedra es bastante fuerte y lo digo con conocimiento de causa, después de haber vivido tantos años acá. Miren, una vez presentaron un reclamo por un puestos ilegales de venta callejera que querían instalarse y lograron que los echaran y no hace mucho, con el tema del túnel de Balbín, los comerciantes se quejaron durante mucho tiempo y lograron que les aseguraran que las vistas de sus vidrieras no serían afectadas y, de paso, cañazo, obtuvieron algunos subsidios.
—O sea que para nuestro proyecto —opina Juanpi—, conviene tenerlos de nuestro lado, si no, sonamos. Pero en realidad, deberían estar muy a favor, ya que es algo que los beneficiará.
—Tú lo has dicho, amigo —responde Camilo—. Deberían, en potencial, porque uno nunca sabe qué otros oscuros intereses se pueden mover alrededor de cada proyecto que se encara.
—Yo estuve haciendo un relevamiento, porque así, de paso, me entero —comenta Juanpi—, de todos los clubes barriales y otras instituciones culturales que hay en Saavedra, y déjenme decirles que la lista es mucho mayor de la que me imaginaba. Miren, entre otros están los Clubes Pinocho, Viento Norte, Sirio-Libanés, All Boys y Estudiantes del Norte; el Polideportivo parque Presidente Sarmiento; los Centros Culturales Discepolín, Lino Spilimbergo y Villa Cerini; dos Bibliotecas Saavedra, el Espacio La Huerta, y hay más que no me recuerdo ahora.
—O sea, que desde el punto de vista de ofertas deportivas barriales —opina Camilo—, nuestro barrio está bien provisto, y eso puede ser un problema para vender la idea de un nuevo emprendimiento frente a la Comuna de la Ciudad, ¿no?
—No lo creo, Camilo —dice Marcelo—, porque el público del parque es muy especial, ya considera como un predio propio para hacer muchas actividades, y lo único que haríamos nosotros es formalizarlas con la existencia de un recinto adecuado dentro del mismo parque. En esto me siento fuerte para defenderlo.
—Miren, les comento que ayer vinimos con Graciela —agrega Juanpi— a dar nuestra acostumbrada vueltita por la tarde, que en primavera está hermoso. Nos detuvimos un rato del lado de la calle Vilela, frente a los aparatos de barras horizontales por los que pasamos hace un rato, y que en general a la mañana están vacíos. Bueno, no saben la cantidad de muchachos, en su mayoría varones, pero algunas mujeres también, que estaban balanceándose sobre las barras, mientras otros esperaban sus turnos para hacerlo haciendo precalentamiento. No les miento si les digo que por lo menos habría doce o quince. Era increíble cómo se colgaban y movían sus cuerpos en el aire como si no tuvieran masas. Todos con unos físicos de la puta madre; bien trabajados y tostados. A Graciela se le iban los ojos… Y yo me sentía como un pobre viejo choto al que solo pensar de intentar colgarme de una barra, me quitaba el aliento y estaba a punto de desmayarme.
—No tenés que hacer eso Juanpi —Camilo da su consejo—. Pensá que la experiencia suple al físico y que lo vivido por nosotros no tiene precio. Estos pibes, cuando bajan de ahí y retoman la vida normal, ¿de qué pueden hablar si lo único que hacen es pelotudear?
—No me convencés, amigo, pero te agradezco el intento. Miren, otra cosa que me llamó la atención es el ingenio de la gente del barrio. Frente a las barras, al costado del camino peatonal, había un hombre de nuestra edad, seguramente con recursos modestos, que se había instalado bajo la sombra de los ombúes y tenía un carrito de supermercado lleno de naranjas. Tenía un exprimidor montado arriba del carrito e iba sacando naranjas y las exprimía a la vista de todos hasta completar media docena de vasos plásticos que había apoyado en un banco de cemento. Cuando vendía uno o dos, los reponía inmediatamente exprimiendo más naranjas. Creo que en un poco más de quince minutos debe haber vendido cuatro o cinco. Un genio el tipo. El rebusque en su máxima expresión.
—No te tiene que llamar la atención Juanpi —interviene Marcelo—. Casos similares a ese hay un montón, sobre todo los fines de semana, cuando esto se convierte en una romería. A mí no me sorprenden porque estoy acostumbrado, pero a los que vienen por primera vez, sí lo hacen.
—Después agarramos la curva de Roque Pérez y García del Río, y ahí el rubro deportivo cambió de forma, aunque no de fin. Sobre el parque y la placita que está anexa al mismo lo que vimos fueron distintos grupos, diría que por lo menos cuatro, en semicírculo y cada persona con su lonita o plástico individual, haciendo gimnasia al ritmo de toda clase de música o prácticas de relajación, en todos los casos coordinados por profesores situados frente a los grupos, que mostraban los movimientos. Calculo que en cada grupo habría no menos de diez personas, tanto hombres como mujeres, de todas las edades. Era increíble la energía que transmitían esas personas. Se podía percibir en el ambiente.
—¿No estaba la profesora que vimos la otra vez? —pregunta Camilo—. ¿Te fijaste bien o, como estaba Graciela, no te detuviste demasiado?
—No la vi, amigo, pero acordate que ella rumbea para la zona de nuestro futuro emprendimiento; no es esta rotonda.
—Lo sé, pero tal vez supuse que….. Y decime, Juanpi, ¿no fuiste después a ver esta zona? Pensá que ahí estamos volcando todos nuestros esfuerzos ahora
—Sí, Camilo, obviamente que fuimos a la zona del edificio y la explanada calamares. Allí había otros espectáculos que también nos quedamos a ver un largo rato porque realmente valían la pena.
—¡Dale, largá el rollo de una vez, Juanpi —Marcelo apura a su amigo—. ¿No ves que nuestro amigo hispano quiere tener novedades para decidirse a ir a buscarla a su clase? Tirale un centro, por favor.
—Bueno, cuando llegamos estaban bailando folklore y como me gusta ser un tipo ilustrado, nos sentamos con Graciela junto a un hombre que estaba mateando con su mujer en una mesa de cemento y nos invitó a que los acompañáramos, apenas nos vio que nos acercábamos a mirar el baile. Les comento lo que nos dijeron. Parece ser que las peñas folklóricas se crearon mediante la música tradicional, la "buena onda" y las guitarras, y que cada vez son más las personas que se acercan por las tardes a ellas. Antes los encuentros, con guitarreadas, música y alguna comida autóctona estaban reservados a un público joven, pero ahora los grupos de hombres y mujeres de más de cincuenta años se acercan sin miedo a las peñas.
—¡Qué bueno eso! —comenta Camilo—. Así todos pueden disfrutar de algo típico del país. Hay que tenerlo en cuenta para nuestro proyecto, sobre la forma de captar gente que se interese por él y nos ayude a conseguir los fondos. ¿Y qué más te dijeron?
—Bueno, nos dijeron que lo que está ocurriendo no es un fenómeno exclusivo de quienes vienen del interior a estudiar o de los porteños relacionados con el campo, ya que gente de todos lados se acerca a pasar un tiempo junto a las tradiciones del mismo; y que estos lugares abundan en toda la Capital. Incluso los extranjeros, que antes solo se interesaban por el tango, ahora quieren conocen nuestra otra música tradicional, mediante visitas que auspician las agencias de turismo. En esos momentos las chacareras sonaban, las parejas empezaban a bailar y los pocos que estábamos alrededor de ellos los aplaudimos.
—¿Y sobre las clases de gimnasia de los hombres te dijo algo?
—Sobre lo tuyo, Camilo, el hombre me confirmó que Susi viene todos los martes religiosamente a las seis de la tarde. Por ahora ese día solo, pero está esperando que le den otro turno en lugar de una clase que se discontinuó los viernes, ya que hay bastante gente de los martes que quieren dos veces por semanas; así que tus oportunidades se han duplicado. Espero que no arrugues ahora. Y completamos la segunda vuelta… ¿Largamos con la tercera?
—¡Ché, esperen, miren! —Marcelo advierte a sus amigos—. Ahí en Barocca se está agolpando la gente para ver la tele desde afuera. Vamos a ver qué pasa.
—Discúlpeme señor —le dice Juanpi al que está un poco más retirado del grupo—. ¿Qué pasó para que haya tanta gente?
—¿No se enteró? Parece ser que es una noticia bomba —responde el hombre—. Hubo un comunicado hace diez minutos y ahora lo van a repetir.
—Esperemos un poco ¿no? —sugiere Juanpi—. No creo que tarden mucho en darla, por lo que se alcanza a ver. Después nos mandamos con la última vuelta. Miren, ahí está el cartel de Último Momento… ¿A ver si podemos escuchar?
“Queremos informar a la población —es el comisario a cargo de la investigación quien está hablando—, que se acaba de producir una importante novedad con respecto al crimen cometido en el barrio de Saavedra. Se ha presentado a la comisaría a mi cargo una vecina muy cercana a la casa donde se produjo el hecho, para realizar una denuncia que, según la misma, no ha hecho antes por temor a la inseguridad que ella representa. De acuerdo a la declaración de esta testigo, la misma se encontraba lavando la vereda cuando vio salir de dicha casa a dos individuos, quienes se dirigieron rápidamente hacia la calle García del Río y doblaron a la derecha en dirección al parque. Los hechos ocurrieron a media mañana del día martes de la semana anterior, un momento que está dentro del rango estimado de tiempo estimado por los médicos forenses, en el que habría producido el hecho. La testigo, que ha solicitado permanecer en el anonimato, nos ha suministrado información sobre los sospechosos, la que nos permitirán iniciar su búsqueda por el vecindario. Por otro lado, los estudios forenses han confirmado que se trató de un ataque, en el que la víctima fue violada y luego recibió tres heridas de arma blanca que le produjeron la muerte de inmediato. Por el momento es todo. En cuanto podamos dar a conocer más detalles, así lo haremos de inmediato. Gracias”.
—Bueno, vayamos a caminar de una vez —sugiere Marcelo—. Este tema me tiene medio harto. Es la comidilla del barrio desde hace una semana. No se habla de otra cosa que sea el crimen.
—Creo que es entendible, Marce —opina Camilo—. No todos los días pasa algo así y la gente quedó impresionada y anda con miedo.
—Sí, es cierto —Juanpi le da la derecha a este último—. Hay que ser un reverendo hijo de su madre para violar y matar a una chica así. Son tipos que merecerían morir empalados en la Plaza de Mayo frente a todo el mundo. ¿Se imaginan al marido? No quiero ni pensar en lo arrepentido que se debe de sentir en tener que haber dejado sola a su esposa tantas noches.
—Bueno, lo que decís es cierto Juanpi —Marcelo da otro punto de vista—, pero también hay que considerar las circunstancias, como decía Ortega y Gasset. El marido se iba al interior porque ahí estaba su fuente de ingresos, para él y su esposa. No se iba de joda o, por lo menos, no lo podemos asegurar. En cambio ella, por lo que se chimentó desde el primer día, no era raro que recibiera otros tipos en la casa durante su ausencia, o sea que no era ninguna santita, por lo visto. Y además, por lo que dijo el comisario, eran dos y no uno solo, los que vio salir la señora.
—Sí, lo que decís es cierto Marce —dice Juanpi—, pero nada justifica que la violaran y mataran como lo hicieron. Estos turros merecen que les den la cana perpetua. Y que, además, en la cárcel les hagan lo mismo que ellos le hicieron a esta pobre mina.
—De eso no tengas ninguna duda Juanpi —interviene Camilo—. Si van en gayola, cuando los que ya están allí se enteren del motivo, pasan a considerarlos como “violetas”, y les espera el mismo ataque. Es parte del código no escrito que rige allí.
—Lo que yo no alcanzo a entender —opina Juanpi— es cómo ninguno de los que viven al lado de esa casa escuchó ruidos, gritos o golpes durante el ataque. Por lo que dijo el comisario se produjo a la mañana, no la madrugada; o sea que ya muchos debían estar despiertos… Además piensen que eran dos tipos. Como la puerta de entrada no estaba forzada, se ve que la chica los conocía para dejarlos pasar. Pero cuando la quisieron atacar, seguro que se defendió con uñas y dientes y debió haber habido bastante quilombo. Me parece medio raro todo esto. Tiene un tufillo especial. ¿Fue realmente una violación o empezó como algo consentido, pero luego se les fue la mano?… ¿No será que los vecinos no quieren hablar por el miedo que tienen?
—Estate bien seguro de eso —contesta Marcelo—. Si escucharon, nadie va a abrir la boca sabiendo que los criminales están afuera. Boludos no son. Prefieren callarse y no estar expuestos a que los puedan reconocer.
—Pero esa actitud no es muy colaborativa que digamos —refuta Camilo—. Si todos fuéramos así, la policía no encontraría a estos tipos nunca.
—Bueno, creo que esta es una larga discusión —dice Juanpi— y no la vamos a solucionar nosotros. Ya terminamos la última vuelta. Supongo que esta tarde también nos colgaremos bastante de la tele. Nos vemos mañana muchachos.
—Nos vemos —cierra Camilo—, y recuerden que es jueves. El Mercado puede llegar a estar entretenido. Veremos…
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