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Foto del escritorTony Salgado

El retrato y otros relatos (II de V)

Tony Salgado


Mercado

Como mencionamos, a mediados del siglo XIX, don Luis María Saavedra había adquirido gran cantidad de tierras en el norte de Buenos Aires y se estableció allí en el año 1864. Hacia el año 1870 se inició la construcción de la casa que serviría de casco a la chacra, concluyéndose en 1880. Tenía dependencias de servicio, vivienda para el mayordomo, cocheras, galpones para la cría de toros y caballos, criadero de aves y cerdos, un palomar y un lago que hasta hoy se conserva. En esta casa, totalmente reformada, se encuentra actualmente el Museo Saavedra.

Luis María Saavedra murió en 1900 y pocos años después del fallecimiento de su viuda, en 1929, el Poder Ejecutivo Nacional expropió las tierras de la sucesión Saavedra Zelaya.

El parque Saavedra es uno de los más antiguos de la ciudad. Fue inaugurado dos años antes que el parque Tres de Febrero. Por aquel entonces, el paisaje era muy distinto al actual; además del lago, había un torreón colonial en su entrada y un molino holandés, alrededor del cual se tejieron muchas historias inventadas de las que ya nadie tiene memoria.

Según cuenta la historia de Saavedra, incluida en la Dirección de Patrimonio porteña, en 1890, se pretendió canalizar el arroyo Medrano y convertirlo en un segundo puerto de la Ciudad y como parte del proyecto, en el parque actual se proyectó construir un hotel de los inmigrantes.

El parque fue bautizado originalmente como "Paseo del Lago" porque en aquel tiempo en su centro había un lago alimentado por el Arroyo Medrano, que actualmente es un arroyo subterráneo y entubado ya que ha sido soterrado. En los años 1980 y 1985 se produjeron dos grandes inundaciones ocasionadas por sudestadas, las cuales provocaron que el agua del arroyo alimentada por fuertes lluvias no pudiese salir al Río de la Plata, ocasionando grandes inundaciones de hasta un metro y medio de altura.

El parque tiene un perímetro de 1.280 metros y en su superficie existe un colegio estatal y un centro deportivo con una piscina y un grupo de boyscouts. También existe una calesita y una cancha de bochas; así como un galpón para las herramientas de la limpieza y mantenimiento del parque. Desde hace unos años existen varias áreas de juegos y una bicisenda en su perímetro.

La avenida García del Río bordea la mitad sur del parque Saavedra, mientras que la mitad norte es bordeada por las calles Vilela y Besares.

Es el segundo mayor parque del barrio, ya que el más grande es el parque Sarmiento, ubicado a dos kilómetros al oeste del mismo.

A fines de la década del ´90 se inauguraron en la entrada sobre la calle Pinto dos monumentos con figuras de leones y variadas plantas.

La calesita del mismo está en funcionamiento desde 1952 y fue construida por la empresa Sequalino . El actual propietario es el cuarto en tener la titularidad de la misma. Posee una cortina con paisajes pintados. En el biombo se pueden ver varios personajes de Walt Disney y su cenefa de vidrio está adornada con paisajes.

En los últimos años se instalan en la calle García del Río puestos temporales de venta de carne, pescado, frutas y verdura, los días jueves.

Los fines de semana también se instala una feria artesanal. Según el último censo que realizaron los mismos vendedores ambulantes, funcionan más de cien puestos de venta callejera, la mayoría sin habilitación municipal. A ellos concurre una nutrida clientela para curiosear y, eventualmente, comprar artesanías. El parque olvida entonces su tranquilidad de siesta y se despierta con el bochinche del mercado.



Sin embargo, varios vecinos se quejan porque sienten que cada vez tienen  menos espacio para disfrutar. Según ellos, los chicos ya casi no tienen lugar para jugar durante los fines de semana.

El Saavedra no es el único espacio verde con este problema de ocupación. También lo sufrió el Rivadavia, hasta que lo enrejaron, y lo sigue padeciendo el Centenario. En el Gobierno porteño aseguran que el Saavedra es un parque complejo, demasiado grande para cercarlo. A eso se le suma su diseño enrulado, atravesado por la bicisenda que, según los ciclistas del barrio, es lo más parecido a un circuito de mountain bike. Las partes en las que la bicisenda va por la calle están llenas de autos estacionados, y en el tramo que va por arriba del parque, como los puestos ocupan los senderos peatonales, la gente camina por las mismas y se molesta con el paso de las bicicletas.

Según la Subsecretaría de Control Comunal se creará un sector donde reubicar a los vendedores, pero los vecinos son escépticos sobre ellos.

 

Es jueves y amaneció nublado y frío.

Es día del Mercado Municipal que se instala sobre García del Rio durante la mañana hasta las primeras horas de la tarde.

También, según lo que pudo averiguar Camilo ayer, si quiere podrá ir a la clase de gimnasia con música tropical para varones. ¿Estará a cargo de la misma profesora de ayer? Habrá que ir para averiguarlo.

A pesar del clima no del todo propicio, a las diez en punto los tres compañeros de andanzas se encuentran en el frente del parque, sobre la calle Pinto.

Luego de la primera media vuelta se topan con el Mercado Municipal, el que se encuentra atestado de gente en la mayoría de sus puestos.

—¡Miren cómo está este lugar! —señala Camilo, sorprendido—. Es increíble cómo la gente viene acá buscando ahorrar aunque sea unos pocos pesos.

—No te creas que son tan pocos —responde Juanpi, señalando a una señora—. Allá veo a mi esposa. Paremos un poco, que se las presento. ¡Graciela, acá estamos! ¡Vení un momento!

—Hola, ¿qué tal? —Graciela los saluda, acercándose—. Encantada. Juanpi me hablo bastante de ustedes. Gran idea la de caminar, así me lo distraen un poco. 

—Me llamo Camilo. Un placer en conocerla. Hace muy poco que llegué al barrio y me llamó la atención la cantidad de gente que hay acá.

—Camilo habla de que ahorran unos pocos pesos —agrega Marcelo—. ¿Es tan así, Graciela, como dice Camilo?

—¡Qué va! Algunas cosas están a la mitad de precio que los comercios normales; y además son productos muy frescos —responde la mujer—. Por eso viene todo el mundo y hay tantas colas. Lástima que sea sólo los jueves.

—Se ve que es buena idea de la Ciudad —comenta Juanpi—. Se eliminan los intermediarios que le agregan costo y no valor. Bueno, seguimos que no queremos enfriarnos mucho.

—¡Sigan, sigan! —responde su esposa—, y bienvenido al barrio, Camilo. Nosotros también llegamos hace muy poco.

El trío continúa su circuito prefijado mientras comenta de las bondades del parque, no solo como ecosistema que mejora la calidad de vida de los vecinos, sino también por las actividades extras que aloja.

Evidentemente se puede intuir una importante energía positiva que fluye desde él hacia quienes se acercan y lo utilizan. 

—Una cosa que me sorprende —comenta Camilo al pasar frente al Mercado durante la segunda vuelta al circuito—, es que hay puestos de todo tipo y color y todos están con colas de gente esperando. Por ejemplo miren esa granja, donde está la rubia atendiendo. No sé si será por ella o por qué motivo, pero hay como diez personas esperando ser atendidos, incluyendo varios señores.  

—Tranquilo, Camilo. Acordate que esta tarde probablemente te encuentres con la profe de gimnasia —bromea Marcelo—. ¿No te alcanza con una?

—Ya les dije que una joven me puede destruir, pero lo que dije iba en serio. Me dio la impresión que hasta el que atiende con su mujer en la verdulería de al lado de la granja, no le sacaba los ojos de encima.

—¡Qué percepción que tenés, mi estimado gallego! —agrega Juanpi—. Me pregunto si no será producto de tu celibato.

—Dale, no jodan más. No se puede hablar en serio acá….

Estaciones Saludables es un programa destinado a promover hábitos saludables, una alimentación consciente y colaborar en revertir la problemática de obesidad y sobrepeso, que constituye una amenaza permanente para la población..

Están ubicadas en puntos estratégicos distribuidos por toda la Ciudad, principalmente en parques y plazas, incluyendo, obviamente a nuestro parque Saavedra. Funcionan en diferentes modalidades que se adaptan a las características de cada lugar para ofrecer a los vecinos la mejor opción.

Para lograr los objetivos trabajan en cuatros ejes transversales a todas las actividades, las Cuatro Co:

Conocer: dar a conocer los atributos de los alimentos, su origen, producción, propiedades nutricionales, estacionalidad y conservación.

Comprar: informar sobre la importancia de planificar el menú semanal para lograr, mediante la compra consciente, una dieta balanceada que incluya todos los grupos de alimentos y contribuya a la reducción de desperdicios.

Cocinar: el acto de cocinar forma parte de nuestra identidad cultural y contribuye a una alimentación más saludable.

Comer: Promover la comensalidad e impulsar espacios de encuentro alrededor de la mesa.

Desde su inauguración en 2012 ya pasaron más de un millón doscientas mil personas por las Estaciones Saludables y se recibieron más de cinco  millones de consultas.

En el área de Salud, aparte de las Estaciones Saludables, el Barrio de Saavedra ofrece otros centros de atención, a saber:

El Hospital Pirovano, en Monroe al 3500,

El Centro Médico Barrial Nº 33, en Crámer al 4300, y

El Centro de Salud y Acción Comunitaria Nº 27, en Arias al 3700

 

Pero parece que la observación de Camilo no estaba tan errada. En efecto, al pasar por tercera vez, en la última vuelta del circuito, observan una anormalidad en el Mercado Municipal.

Frente a la Granja se ha agolpado un abigarrado grupo de personas, incluido un policía que trata de separarlas infructuosamente.

En medio del grupo se escucha los gritos amenazantes de la mujer que atiende la verdulería, quien porta en su mano un cuchillo de carnicero de respetables dimensiones, que haría temblar al más mentado.  

—¡Te voy a matar, desgraciado! ¡Te voy a hacer pedazos! —las amenazas van hacia su compañero de atención de la verdulería, presumiblemente su esposo—. ¡Me tenés cansada! ¡Te la pasás embobado mirando a esta rubia, mientras yo no paro ni un segundo por atender a la gente! ¡Sos un miserable!

El pobre hombre, refugiado primero dentro del grupo, aprovecha luego el desorden para poner sus pies en polvorosa y salir precipitadamente del Mercado.

—¿Vieron? Se los dije, ¿no? —les pregunta Camilo a sus asombrados compañeros—. Parece que de esto algo sé, a pesar de sus cargadas. Deben reconocerlo, ya que creyeron que estaba loco.

—Justo es reconocértelo, gallego —Juanpi, asombrado, le felicita—. ¡Qué intuición que tenés! Y.. decime algo.. con mi esposa ¿intuiste algo especial?.. digamos..  ¿algo parecido a lo que sentiste con este tipo?

—No, tranquilo, Juanpi —responde Camilo—. Está todo bien. Denle, terminemos la última vuelta que ya falta poco.

—Yo me voy a duchar, me cambio y vuelvo —comenta Marcelo—. Tengo varios deshechos para reciclar que quiero traer y además tengo que vacunar a mi perro, así que aprovecho y hago las dos cosas. 

—Vos sí que aprovechás bien todo lo que hay en el parque —le dice Juanpi—. Muy hábil de tu parte, se ve.

—Y, es medio obvio, Juanpi. Con mi esposa ya tenemos revisadas todas nuestras necesidades y tratamos de solucionarlas de la forma más eficiente posible.

—Pues yo, por la tarde tengo que ir con Graciela a averiguar en las iglesias del barrio para bautizar a mi nieta más pequeña —comenta Juanpi—. Sus padres trabajan los dos y nos han pasado el tema. Aprovecharemos para caminar un poco.

 —En lo que a mí respecta —agrega Camilo—, mi único compromiso, que no es nada menor, es regresar para ver la clase de gimnasia para hombres y ver si me conviene prenderme o no. Ya les diré mañana. Disfruten, señores.

 

Los Puntos Verdes con atención se pueden encontrar en los parques y plazas de todas las comunas, durante las mañanas y las tardes. Allí se reciben plásticos, papel, cartón, vidrio y metal. También aceite de cocina usado en botellas cerradas, pilas y residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (Raees).

También se pueden dejar los materiales reciclables las 24 horas del día en las bocas de recepción dentro de los Puntos Verdes, pero no afuera.

Existen treinta y cuatro distribuidos en toda la Ciudad y cuentan con concientizadores que brindan información a los vecinos sobre la separación y tratamiento de los reciclables.

Es un medio de captación para disponer los reciclables que separan en sus hogares. Cuentan con tres aberturas para que los usuarios puedan depositar los reciclables en cualquier momento del día, más allá de la atención personalizada.

 

Por otro lado, la Ciudad también continúa brindando atenciones clínicas veterinarias, vacunación y otorga turnos para castraciones, en forma totalmente gratuita. Uno de los lugares donde concurren en los días y horarios establecidos es el parque Saavedra.

La castración es una cirugía que se le realiza a perros y gatos,  impidiendo su capacidad de reproducirse. Mediante la misma se contribuye a controlar la población de dichas mascotas sin hogar y también promueve una mejor calidad de vida, salud y longevidad de los animales.

Además, ayuda a disminuir problemas de conducta, como la agresividad, las peleas por competencia, el vagabundeo y las fugas, los maullidos nocturnos y el rociado de orina, entre otros.

 

Con respecto al culto religioso, incluyendo los no católicos, en el barrio de Saavedra se encuentra:

El Instituto Santa María de Nazaret, ubicado en Balbín al 4100. El inmueble es de gran valor urbanístico, siendo representativo del desarrollo de la arquitectura a principios del siglo XX, caracterizado por el regreso a los ideales del clasicismo. Los arquitectos extranjeros que realizaron el proyecto se asociaron a estudios locales para la dirección de la construcción. Su alto valor simbólico está también en la función a la que fue destinado. Se trataba de una sociedad de beneficencia para dar respuesta a la población en riesgo o extrema pobreza. La Sociedad San José, impulsora de este Hogar, fue fundada en 1874 por Petrona Coronel de Lamarca. Se proyectó en etapas y los diferentes pabellones fueron donados por distintas personalidades de la época.

La Iglesia de la Sagrada Familia, en Balbín al 4100. Fue levantada en 1928 por Monseñor Bottaro.

 La Iglesia Parroquial de San Isidro Labrador, en Arias al 2500. Es de estilo colonial y fue bendecida por Monseñor Copello en 1932. Tiene una torre con un reloj a la izquierda que remata en un campanario con una cruz. En el interior de la Iglesia se encuentra una cerámica realizada por el artista Raúl Soldi que simboliza el nacimiento de Cristo.

 La Iglesia del Dulcísimo Nombre de Jesús, en Valdenegro al 3600.

La Iglesia San Juan Bautista el Precursor, en Alberto Williams al 5900, con su templo parroquial en Yrurtia al 5800.

La Parroquia Presentación del Señor, en Ruiz Huidobro al 3500.

La Parroquia Santa Margarita María de Alacoque, en Pico al 4900.

La Iglesia Nueva Apostólica, en Conde al 3700.

La Iglesia y Sala de Lectura Ciencia Cristiana., en Mariano Acha al 4100.

La Catedral de la Resurrección de Nuestro Señor. Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exilio, en Núñez al 3500. Es la sede de dicho culto y se originó con los fieles ortodoxos emigrados desde las primeras décadas del siglo XX.

 

—¡Cuánta cantidad de iglesias y parroquias que hay en el barrio! —le comenta Graciela a Juanpi, luego de recorrer media docena de ellas—. Al final, terminé mareada. Ya no recuerdo qué me dijeron en cada una.

—Y sí, querida. No lo parece, pero este barrio es muy completo. Tiene de todo, tanto en el culto, el comercio y el esparcimiento, entre otras varias actividades más. Es la ventaja de estar alejados del ruido de la gran urbe, pero pertenecer a la gran Ciudad.

—Ya lo creo. ¿Y a vos, cuáles te gustaron más? A lo mejor me aclarás un poco las ideas. 

—Mirá, yo creo que de todas las que vimos, las que vale la pena considerar son La Sagrada Familia y San Isidro Labrador, que son las más tradicionales en el barrio, y por las cuales tengo un cariño especial.

—Y de las otras, ¿no hay alguna que te haya gustado?

—La verdad, la verdad, es que no me terminan de convencer. Son muy pequeñas o están asociadas a otro tipo de actividades. En cambio las dos que te mencioné son las que todo el mundo de Saavedra conoce y se las consideran como íconos de referencia.

—Bueno, vos sabés más que yo, ya que conocías a más gente de acá desde que vivíamos en Vicente López. Por lo tanto, lo que decidas, yo te acompaño.

—Bueno, en ese caso prefiero la Sagrada Familia, que es bien de Saavedra. San Isidro Labrador es más finoli por estar cerca de Cabildo, pero no tiene el mismo espíritu barrial de la Familia. Y además, esta tiene un padre que es todo un ejemplo.

—¿No me digas? No sabía nada ¿De qué se trata?

—Mirá, se llama Hugo Trinchero y es de profesión, arquitecto. Ejerció su profesión durante más de treinta años, hasta los sesenta y cinco de edad, cuando tuvo que su jubilarse. Tenía esposa y dos hijas ya adultas. Ese mismo año falleció su esposa de un cáncer fulminante y así, de la noche a la mañana, se quedó solo y sin trabajo.

—¡Pobre hombre! ¡Me imagino su situación! ¿Y qué hizo entonces?

—¿Qué hizo? ¡Ahí viene lo notable de su historia! Como hombre de gran fe, llegó a la firme conclusión de que lo mejor para él en esas circunstancias era tomar los hábitos. 

—¡Hay que tenerlas bien puestas! ¡A esa edad! ¿Y, qué pasó?

—Ni lerdo ni perezoso se lo fue a ver a Bergoglio, que en ese momento era el arzobispo de Buenos Aires, le explicó la situación y lo terminó convenciendo… Tuvo que hacer unos cursos especiales durante un tiempo y así fue como cuando la mayoría de los curas ya están pensando en el retiro, este hombre inició su nueva actividad, impulsada por la gran fe que tenía…

—¡Qué bárbaro! ¿Y cuánto hace de esto?

—Veinte años, que son los que lleva de sacerdocio este “joven” padre de ochenta y cinco años. Hoy es uno de los dos que han sido asignados a la Sagrada Familia. 

—Un verdadero ejemplo… ¿será él quien bautice a Laurita? .. la verdad es que me gustaría que sea él.

—Eso no lo podemos saber. Depende de a cuál de los dos le toque realizar ese servicio el día que elijamos. Para mí, cualquiera está bien. Lo importante es el hecho de bautizarla.

—Sí, para mí también. Es solo que quedé impresionada por su historia…


 

Renacer

Es viernes. El tiempo sigue nublado como ayer e, incluso, esporádicamente caen algunas gotas. No obstante, eso no ha incidido en la decisión de nuestros tres jubilados de salir a recorrer el parque como es su costumbre diaria.

Comienzan su caminata diaria y a poco de andar, Juanpi rompe el silencio inicial.    

—Esta noche no pude descansar mucho, muchachos —les está comentando a sus dos compañeros—, así que disculpen si hoy estoy un poco más lenteja que de costumbre.

—¿Te pasó algo especial ayer? —le pregunta Marcelo, sorprendido—. Habías dicho que eras de buen dormir.

—Sí, sí, en general es así. Lo que pasa es que ayer a la tarde fuimos con Graciela para recorrer iglesias y conventos para el bautismo de mi nieta; ¿se acuerdan que les había comentado? Y bueno.. me acordé de una historia que en su momento me conmovió y anoche no me la podía quitar de la cabeza.

—¿De qué se trata, si se puede saber? —pregunta Camilo.

Sí, como no….

Y acto seguido Juanpi les refiere la historia del padre Trinchero que la tarde anterior había compartido con su esposa, Graciela.

—¡Qué bárbaro! —exclama Camilo cuando Juanpi termina su narración—. Es acojonante lo de este tío. Si la escucho de otro que no seas vos, no la creo.

—Y está ahí, en la Sagrada Familia, vivito y coleando —acota Juanpi—. Dando misa como si tuviera cincuenta años; con todas se s facultades mentales intactas.

—Me sentiría un poroto al lado de él si lo viese —opina Marcelo—. Pero, a vos, Juanpi, ¿por qué te afectó tanto?

—Les tengo que ser sincero. Creo que este hombre, cuando tenía sesenta y cinco años, vivió un renacer. Como el Ave Fénix, rodeado de sus propias cenizas, producto de la muerte inesperado de su esposa y de su jubilación forzada, supo salir adelante con una nueva vida, a la que le encontró un sentido tan poderoso que le permitió llegar hasta dónde está hoy.    

—Pero, disculpame que insista, Juanpi —Marcelo insiste—. ¿Qué tecla tocó de tu interior su historia para afectarte tanto?

—Tocó la tecla del cuestionamiento de nuestra fragilidad, de que lo que damos por normal, de la noche a la mañana se puede ir al carajo, y de qué hubiera hecho yo en una situación similar a la suya, Dios no lo permita. 

—Suponía que venía por ese lado —responde Camilo—, pero no quería invadir tu privacidad, amigo.

—Creo que eso nos afecta a los tres Juanpi —responde Marcelo—, y que de alguna forma, aunque no tan intensa como la de este hombre, ya la padecimos en su momento al jubilarnos y convertirnos en “descartables”, como suele decir el papa.

 

—De acuerdo, eso lo comparto, Marcelo, pero creo que en fondo, fondísimo, la verdadera inquietud es ¿cuál es el sentido de nuestras vidas?, y si durante todas las décadas de nuestras vidas activas hemos estado actuando para tratar de alcanzarlo, o simplemente siguiendo una rutina cada vez más acelerada que no nos dio tiempo ni siquiera para planteárnoslo y que ahora, ya retirados, enfrentados a nosotros mismos y con todo el tiempo del mundo, miramos hacia atrás y nos preguntamos ¿qué he hecho?. No se sí me entienden. Tal vez esté hablando boludeces, un poco más de lo habitual…. 

—No, no son boludeces, Juanpi —contesta Camilo—. Lo que pasa, según mi modesta opinión, es que para opinar sobre el sentido, creo que hay varios criterios, y la evaluación sobre el grado en que lo lográs o no, depende de cuál uses.

—Sí, Camilo, creéme que en mi noche de insomnio también lo pensé. Supongo que te referís a ver si cumpliste o no con la expectativa de tus padres, o si terminaste una carrera que te interesaba, o si armaste una linda familia, o algo por estilo; ¿eso querés decir?    

—Tal cual, pero con un solo agregado…. ¿cómo ponderás el peso de cada uno de esos objetivos atrás de los cuales estuviste corriendo hasta hace sólo pocos años?

—Es cierto lo que dice Camilo —acota Marcelo—. Y esa ponderación es totalmente subjetiva y atada a la historia personal de cada uno….

—Así es, muchachos, y por ahí van los tiros. Durante mi larga noche repasé algunos de ellos… ¿les interesa que se los comparta o estoy resultando un coñazo, de veras?

—Para nada, Juanpi —responde Camilo—. Por favor comentanos. Tal vez nos haga reflexionar también a nosotros.

—Yo también estoy de acuerdo en que nos los digas —agrega Marcelo—. Eso ayudará a que nos conozcamos mejor…

—Bueno, ustedes lo pidieron… Vengo de una familia muy humilde de inmigrantes gallegos. Llegaron acá a comienzos de la década del ’30 escapando de la pobreza, con una mano atrás y la otra adelante y habiendo juntado sólo lo que salió el pasaje. En la gran urbe pasaron los primeros años apenas sobreviviendo, a pesar de que los dos trabajaban a la par y muchas horas. Sabían que seguirían siendo pobres y que alquilarían siempre ya que la propiedad era inalcanzable, pero su única finalidad era darles un porvenir a sus dos hijos; mi hermano mayor y yo, y que nunca tuvieran que pasar por situaciones como las que ellos tuvieron que atravesar en Galicia. Mi padre murió muy joven y yo quedé al cuidado de mi madre, ya que mi hermano se casó y formó su familia. Los dos estudiamos y nos recibimos, el de doctor en ciencias económicas y yo de ingeniero industrial. Él nos ayudó mucho en los primeros años, cuando me quedé sólo con mi madre y en los dos primeros años de mi carrera no me daba el tiempo para trabajar, hasta que lo pude hacer y le quedaré eternamente agradecido por eso. Mis objetivos de vida eran claros en esa época. Recibirme, que mi madre pudiese tener un departamento aunque fuese pequeño y luego yo tener mi propia familia.       

—Suena todo muy lógico, Juanpi —contesta Marcelo con signo de comprensión—. Creo que la mayoría de nosotros los compartía a esa edad y, sobre todo, considerando tu situación familiar.

—Yo también estoy de acuerdo —agrega Camilo—. ¿Y qué sucedió durante los años siguientes con tus planes?

—Un año antes de recibirme mi madre falleció, sin poder verme con el título que tanto ansiaba mostrarle. Luego me recibí, entré en la compañía informática en la que siempre trabajé y al año siguiente me casé y armé mi familia, con tres hermosos niños, que ahora ya tienen sus propias familias. En la empresa fui progresando, pero a ningún puesto de real jerarquía, y me considero satisfecho por lo que alcancé

—Bien. Esos son los hechos objetivos, Juanpi —dice Marcelo— y desde ya te agradecemos que nos los hayas compartido así te conocemos bastante más. Pero ahora déjame hacer una pregunta ¿fueron esos tus mismos objetivos, los que te planteaste durante toda tu vida, o se fueron modificando y surgieron otros nuevos? 

—Tú lo has dicho, Marcelo. Esos fueron los hechos incontrastables. Lo que nunca me cuestioné y tal vez haya sido una de las causas de desvelo de anoche es si hacía realmente lo que quería, si era feliz con ello, o si estaría satisfecho cuando partiese por haber dejado como legado lo que hice…  

—Me sacaste las palabras de la boca, Juanpi —responde Marcelo—. A eso iba, que es tal vez lo más difícil de tenerlo en claro para todos nosotros, la mayoría de los mortales, cuyo grupo integramos…

—Ustedes dos me han asombrado con lo que comentan —agrega Camilo—. Nunca había entrado en ese tipo de cavilaciones… ¿Y llegaste a alguna conclusión, Juanpi?

—La que llegó fue la mañana, cuando  me estaba debatiendo con tales pensamientos, así que los tuve que interrumpir. Creo que a esta altura del partido, solo puedo asegurar dos cosas. Sé que no fui muy feliz estudiando mi carrera y que tal vez lo hubiera sido con otra; y también sé que lo que hoy estaría dejando como legado al partir es muy pobre, y lo tengo que enriquecer durante los años que me falten en este planeta llamado Tierra. 

—¡Miren, recién completamos la primera vuelta! —Marcelo trata de devolver a sus amigos al parque que los mira, sorprendido por su animada conversación—. Hoy con tanta cháchara tardamos el doble de lo habitual. A esta altura veo dos opciones: ¿nos recuperamos y caminamos al paso de siempre, o seguimos con la misma tónica dándole a la sin hueso descubriendo nuestras intimidades?

Los tres optaron por la segunda… Había dejado de gotear y empezaba a asomar febo entre los húmedos árboles. 

 

—Largamos la segunda vuelta y recojo el guante —dice Marcelo—. Mis abuelos, tanto paternos como maternos  eran tanos y vecinos calabreses. Se fueron a Arrecifes a fines del siglo XIX y, como muchos otros, en el Interior compraron las tierras que pudieron con lo que habían traído. Allí se establecieron, las trabajaron duro y parejo y pusieron un negocio en el pueblo para vender directamente ellos y evitar intermediarios. No podían creer lo que era esa tierra; oro puro, comparado con el suelo lleno de rocas que tenían en Italia.

—Lo mismo que opinaron todos los que se establecieron en cualquier lugar del interior —agrega Juanpi—. No lo sabían cuando se embarcaron y cuando lo vieron.. ¡Aleluya!

—Exactamente. Allí nacieron mis viejos, vecinos e integrantes de la gran colectividad tana que se fue armando en el pueblo y sus alrededores. Y, por carácter transitivo, allí nací yo también, como uno más del equipo. Ya tenía la vida programada; el negocio establecido, plata no faltaba, la novia elegida por ambas familias, y hasta la casa en que seguramente iba a ir a vivir. En una palabra, la vida resuelta.

—No te podés quejar, Marcelo —inyecta Camilo su contribución—. Naciste con el pie derecho. ¿Qué más pedir?

—Bueno, pero no fue tan así. Diría que no le fue, para nada. A mí me gustaba leer mucho, ¿saben?, cuanto libro y revista cayese en mi radio de acción.. ¡glup!., ¡y adentro! Y de tanto leer me empecé a dar cuenta que fuera de Arrecifes había todo un mundo fascinante, del que allí no se hablaba absolutamente nada y cuando lo intentaba hacer, me miraban como a un bicho extraño… ¿De qué nos habla este pibe?.. ¿De dónde lo sacaste eso?... ¡No te calientes la cabeza con esas historias, Marcelo! Y así, poco a poco, durante el secundario empezó a madurar en mí una gran decisión, que no me resultó para nada fácil aceptar. 

—Creo que ya me la veo venir, amigo —comenta Juanpi—, y entiendo perfectamente tu situación, aunque yo no he tenido que transitarla.

—Bueno, no es difícil adivinar qué pasó. Cuando les dije a mis viejos que me venía a Buenos Aires porque quería seguir la carrera de Licenciado en Historia, que era lo que me gustaba, les cayó como un balde de agua fría y lo sintieron como una traición que les había hecho. Ni ellos ni mis futuros suegros, ni nadie de mis amigos en el pueblo podía entender cómo yo podía despreciar todo lo que se había armado a mi alrededor y largarme de allí tras una aventura de incierto final.

—Me imagino lo difícil que te debió haber resultado seguir adelante con tu proyecto —agrega Camilo—. De la noche a la mañana te habías convertido en una suerte de enemigo para todo el pueblo.

—Imaginás bien, Camilo. El primer año volvía cada tres o cuatro meses a visitarlos, pero se palpaba en el ambiente la gran frustración que les había provocado y regresaba a la ciudad peor que cuando me había ido. En el lugar que había previsto habían ubicado a un primo mío, con quien mi futura esposa ya había empezado a noviar. Durante el segundo año fui un par de veces y, a partir del tercero, solo para las fiestas de fin de año. Obviamente fui al entierro de mis padres pero salvo eso, durante todos estos años, no aparecí por ahí en más de media docena de oportunidades. Jamás me perdonaron por la decisión que tomé. ¡Y eso no tienen idea de cómo duele acá, en la mitad del pecho!   

—Creo que sí, tenemos idea, Marcelo —responde Juanpi—, pero el que lo sufrió fuiste vos; y eso no se compara con nada que se pueda imaginar. ¿Y acá, en la gran urbe, cómo te fue?

—Bueno, la Licenciatura en Historia la hice trabajando porque me habían secado todas mis fuentes de ingreso; pero es una carrera a la que dedicándole horas se puede sacar adelante y así lo hice en los años normales. Como tuve buenos resultados, conseguí un puesto de profesor de historia antigua en el Nacional Buenos, y de ahí pasé a otros colegios hasta que me jubilé hace ya ocho años. Como me aburría, me tomé como hobby el ajedrez y a él y a dar charlas sobre temas históricos me dedico hasta ahora. Estoy casado y tengo un hijo que ya ha formado su propia familia. Como ven, no es un caso de diván y soy simple y directo…    

—¿Y, aparte de tu conflicto con el lugar de tu niñez y juventud, considerás que el resto de tu vida transcurrió sin otras mayores zozobras? —pregunta Juanpi—. Disculpá si me estoy entrometiendo y si es así, me lo decís francamente y chau; lo dejamos ahí.

—No, Juanpi, no me molesta. Mirá, cuando empecé a dar clases en los dos colegios y veía que todo el día se me iba en eso, en un momento sentí la necesidad de compartir la duda que me generaba. Como amigos no me había hecho, recurrí a un psicólogo un par de meses. En esa época decirlo era sinónimo de rayadura, así que nunca lo compartí, ni siquiera con mi novia. Pero la verdad fue que empecé a sentir un perfil comercial en las sesiones; y como el valor agregado del analista no se percibía ya que el que hablaba era yo solo, decidir cortar por lo sano y largué. No fue una buena experiencia.     

—¿Y ahora cómo te sentís con respecto a lo que les comenté del padre Trinchero? —pregunta Juanpi—. Creo que de algún modo ya lo contestaste, desarrollándote en el ajedrez y dando las charlas; o ¿tenés necesidad de algo más?. 

—Por ahora no, amigos. Salir a caminar con mi esposa, compartir momentos con mis nietos y ahora, ustedes… premios demasiado grandes… Creo que mi gran conflicto quedó sepultado hace ya medio cuando decidí apostar por mis estudios, aunque tuviese que sacrificar mi familia…

—Como Jesús, con sus discípulos —añade Camilo—. Dejen todo lo que tengan, inclusive a sus padres, y síganme.

—Creo que se te fue un poco la mano, Camilo…  y ya terminamos la segunda vuelta. Charlando se hace más corta.

 

—Largamos la tercera y es mi turno —comienza Camilo con su historia—. Como saben soy madrileño y hace más de cuarenta años que llegué a este país de la mano de una empresa agrícola que decidió establecerse en Argentina. Así que si en tu caso, Marcelo, tus abuelos fueron los inmigrantes y en el tuyo, Juanpi, fueron tus padres, en el mío fui yo mismo; por lo que nuestros hijos representan a tres generaciones distintas de nacidos en el país.  

—Creo que no lo habíamos pensado, Camilo —interviene Marcelo—. Gracias por hacérnoslo notar.

—Bueno, el caso es que cuando llegué me impactó el país, de veras. Sabía de sus crisis y problemas políticos, pero su riqueza era y es impresionante. Ojalá la tuviéramos en España. El hecho es que me enamoré de mi secretaria, nos casamos y tuvimos una parejita en poco tiempo.

—Bien, Camilo —comenta Juanpi—, Se ve que no perdiste el tiempo. A lo hecho, pecho. Un ejemplo de adaptación, que se dice…

—Sí, Juanpi, y la verdad es todo fue sobre rieles hasta que, doce años después comenzaron los problemas por los altibajos de la economía de aquí. Tuvimos varios resultados negativos seguidos y así, de buenas a primeras, la empresa cerró la oficina y me quedé colgado del pincel con mi mujer y dos chicos a cargo en un país que no era el mío. Con la indemnización y algunos ahorros que había hecho tiré durante un tiempo, mientras analizaba qué hacer y sí, en un momento determinado tuve que tirarme a la pileta sin saber cuánta agua tenía y me embarqué en una agencia de viajes propia.   

—¿Y tenías experiencia en esto? —pregunta Marcelo—. Porque, la verdad es que de la agricultura al turismo hay un trecho muy grande. 

—Miren, algo tenía, pero la necesidad tiene cara de hereje y yo me lancé, enfocándome en Europa y USA, que era lo que conocía. Y la verdad es que me fue bastante bien, tanto que todavía existe hoy, a pesar de los altibajos del país, y actualmente la lleva adelante mi hijo.  

—Excelente, Marcelo —Juanpi lo felicita, palmeándole la espalda—. Hay que saber manejar un negocio en nuestro bendito país y que no te arrastre a la quiebra.

—No sé si fue mérito mío o suerte, pero el hecho es que acá me tienen, incluso habiendo sobrevivido a la muerte e mi esposa hace casi quince años. Mis hijos me ayudaron mucho con su cariño a salir adelante. No quería fracasarles y lo logré. Finalmente, hace trece años ya que estoy jubilado y hace poco me vine de Palermo acá, cerca del parque, en busca de tranquilidad para pasar los últimos años.      

—Lógico, amigo —dice Marcelo—. Creo que en ese sentido, estamos los tres en las mismas condiciones. ¿Y tenés algún hobby en especial, aparte de tus hijos y nietos?

—Algunos días durante la semana voy a la agencia para ver cómo anda mi hijo y los empleados. Además, casi por obligación, empecé a leer mucho sobre geografía europea y americana, para poder hablar con conocimiento a las personas que se acercaban a la agencia en búsqueda de consejos. Al final me terminó encantando el tema, así que ahora soy un lector empedernido y trato de descubrir nuevos sitios atractivos para proponérselos a mi hijo. No mucho más que eso.

 

—Bueno, completamos el circuito por hoy —acota Juanpi—, y creo que ha sido el día más productivo. Nos conocemos mucho más y eso que nos acercará más en el futuro.. ¿no sé si estarán de acuerdo? 

—Por supuesto, Juanpi —contesta Marcelo—, y es más; cuando los escuchaba hablar a ustedes compartiendo sus experiencias de vida y abriendo sus corazones a los otros dos, algo comenzó a runrunear en mi cabeza. No es nada elaborado, todavía, pero igual quisiera transmitírselo, si quieren. 

—Dale, Marcelo —responde Camilo—, comentalo. Tal vez pueda resultar en algo importante, aunque falte terminar de pulir la idea. 

—Bueno, ahí va… Los tres hemos expresado, de un modo o de otro, que hemos llegado al barrio en búsqueda de algo que apreciamos mucho, que es la vida al aire libre y que podemos llegar a aprovechar al máximo nuestros últimos años de vida disfrutando de él, como uno de los grandes pulmones de la Ciudad. ¿Hasta acá voy bien? ¿Me siguen?   

—Obviamente —contesta Juanpi—. ¿Y qué se te ocurre, con respecto a nosotros, en particular, sobre el tema?

—Creo que estaremos en deuda con el parque si no encaramos algún proyecto para devolverle, al menos en parte, todo lo que ya estamos recibiendo o lo continuaremos haciendo de él; y que para eso tenemos que explotar nuestra experiencia de vida, que no es poca, y es mucho más valiosa que cualquier aporte económico que, por cierto, no debe ser mucho dada nuestra condición de jubilados. 

—Me parece perfecto, Marcelo —Camilo interviene—, pero ¿se te ocurrió algo más respecto a cómo lo podríamos llegar a concretar?

—Bueno, les aclaro que es sólo un sueño.. ¿se pueden llegar a imaginar al ingeniero Juanpi y a los licenciados Camilo y Marcelo dando charlas y haciendo eventos en el parque sobre informática, geografía e historia para que los aprovechen quienes lo visitan y otros vecinos del barrio?    

—Hummm.. la idea no es mala, Marcelo —Juanpi responde, pensativo—. ¿Y se te ocurre algún lado dónde se podrían dictar?, porque al aire libre no lo veo.

—Bueno, allá sobre García del Río hay un edificio precario que se usa como club. Habría que ver la forma de modernizarlo…

—Ya dije que hoy había sido el día más productivo —afirma Juanpi—. Excelente idea. Hay que ir madurándola, Marcelo.

—Gracias por compartir tus sueños, Marce —cierra Camilo—. Nos vemos mañana a la diez, como siempre. Chau.


 

Artesanos

Es domingo. Ayer sábado llovió por la mañana, lo que fue suficiente para que nuestros tres personajes tuvieran que cancelar sus caminatas matinales.

Al mediodía, no obstante, se despejó y un sol radiante inundó la ciudad y el parque, permitiendo que éste pudiera adquirir la fisonomía que luce normalmente durante los fines de semanas.

Juanpi y Marcelo, independientemente y con sus respectivas esposas, salieron a estirar las piernas durante la tarde a contemplar el espectáculo y hoy, un día después, comentan lo visto con Camilo al empezar la consabida caminata.  

—Te perdiste lo que era el parque ayer a la tarde, Camilo —le está diciendo Juanpi apenas la comienzan—. Como nuevo en el barrio, es la primera vez que vengo un fin de semana porque la casa me tuvo loco hasta hora, pero vale la pena darse una vuelta, aunque sea.

—Tuve que salir porque había un evento en el Asturiano. Soy socio desde hace años y de vez en cuando organizan actividades sociales, como pasó ayer. Era un campeonato de ajedrez entre los socios del club y al finalizar el mismo me pidieron que hiciera unas simultáneas con cinco de ellos. Estuvo muy bueno y no me arrepiento de hacer ido. Si no, tal vez hubiera salido a caminar por el parque. Me imagino que debía haber mucha gente, ¿no?. Porque la tarde se puso muy buena.

—Mucha gente, no, Camilo —responde Marcelo—. Era una verdadera multitud, como pasa todos los años al llegar la primavera durante los fines de semana.

—Hay de todo lo que te puedas imaginar, amigo —agrega Juanpi— para dar y repartir. No podés no venir esta tarde. Aunque sea tomate un cafecito en algunos de los bares de enfrente. Espectáculo garantizado.

—Sí, seguramente lo haga; pero, por ejemplo, ¿qué vieron o qué fue lo que les sorprendió más?

—Mirá, una de las grandes sorpresas para mí, que no la conocía — le contesta Juanpi—, es algo que vas a ver ahora, en cuando lleguemos al otro lado del parque. Es una Feria artesanal armada sobre la rotonda Roque Pérez que bordea al parque, y que por la tarde es un hormiguero de gente transitando entre los distintos puestos.

—Sí, tenés razón. Allá adelante me parece unos puestos, pero no parece haber muchas personas alrededor de ellos.

—Es muy temprano todavía—aclara Marcelo—. Pensá que son recién las diez y cuarto y los domingos todo el mundo se levanta más tarde, salvo tres locos como nosotros, y recién empiezan a salir al mediodía, después de haber desayunado y leído el diario. 

—Mirá, ahora que estamos más cerca —comenta Juanpi—. ¿Ves esos dos pasillos que están entre las tres filas de puestos, a todo lo largo de la Feria? Bueno, ayer no se podía casi ni caminar de tanta gente que había y esta tarde seguro que va a pasar lo mismo.     

 

Las Ferias Artesanales son eventos comerciales organizados por la Ciudad de Buenos Aires, que se realizan en lugares y fechas determinados. Pueden desarrollarse en espacios físicos abiertos, como parques o plazas; o en ambientes cerrados adecuados para tal fin.

Para poder instalarse, las Ferias deben cumplir una serie de requisitos, entre los cuales se incluye una demostración práctica de los postulantes ante la Comisión Técnica Interfería, la que dictaminará finalmente sobre los caracteres artesanales de las piezas presentadas, considerando la transformación artesanal, el oficio, la originalidad y la propiedad del diseño, su funcionalidad y el modo de producción artesanal utilizado.

Una vez cumplidos estos pasos la Dirección General de Ferias puede otorgar un Permiso de Uso Precario en Ferias Artesanales. No obstante, el ingreso a las mismas quedará sujeto a la disponibilidad de vacantes de puestos, que serán asignados a quienes hayan aprobado la prueba de taller, de acuerdo al orden de inscripción.

—No sabía que eran tan estrictos en la concesión de estos puestos —comenta Camilo—. Está muy bien que sea así, para evitar que se instale cualquiera.

—Yo tampoco lo sabía —añade Juanpi—, y es una agradable sorpresa. Parece que este gobierno quiere hacer las cosas en serio. Espero que continúe así. ¿Y cómo se arman, desarman y retiran las estructuras de todos los puestos, porque hay una gran cantidad de caños, empalmes y lonas, entre otros materiales. No creo que sea nada trivial, supongo.

—No lo es, te lo puedo asegurar —responde Marcelo, el único “experimentado” en el barrio—. Lo que pasa es que siempre venimos por las mañanas. Si lo hiciéramos a las tardes, veríamos como todos los viernes a eso de las cinco o las seis, dependiendo de la época del año, viene un camioncito de la Municipalidad de la Ciudad con cuatro o cinco personas, trayendo todos los elementos. Es increíble la sincronización con la que trabajan. En menos de una hora tienen todo armado para el día siguiente. Lo mismo ocurre los domingos por la tarde, pero en el sentido inverso. Antes de las siete la calle está totalmente despejada para la circulación de los coches.   

—¡Muy bien! —exclama Juanpi—. Esto no hace más que reafirmar lo que dije antes. Ojalá que el gobierno siga adelante con estas iniciativas primermundistas.

—¿Y hay alguna normativa en cuanto al tipo de mercaderías que se pueden exponer para la venta en la Feria —pregunta Camilo—, porque se ven muchas cosas. Parece interesante esta opción, aunque no se los precios.

—Mirá, la Feria del parque —responde Marcelo—, como podés ver,  está compuesta por un grupo de artesanos que incluye a manualistas, anticuarios, libreros de volúmenes usados, ropa, juguetes, electrónica de consumo, productos para la salud y la belleza, entre otros productos  que se ofrecen.

—Una gran variedad, por lo visto —comenta Juanpi—. Por eso debe venir tanta genta a recorrer el lugar. ¿Y en cuanto a los materiales que se usan, hay algo escrito?

—Así es —contesta Marcelo—. Está permitido exhibir y comercializar cerámicas, cueros, maderas, metales, moldeados de pastas y masas, productos plásticos, tejidos, telas, vidrios, huesos, instrumentos musicales, sahumerios, títeres y marionetas, entre otros. Y había quedado pendiente la pregunta sobre los precios. Al venderse directamente de los fabricantes a los consumidores, sin ningún impuesto intermedio, los precios son muy convenientes, por lo que también se explica así la gran afluencia de gente.    

 

—Bueno, ya completamos una vuelta —comenta Camilo—. Así, charlando, casi ni te das cuenta. Es un curso acelerado sobre el barrio y el parque Saavedra. Trataré de venir esta tarde a ver el hormiguero humano. ¿Y, cambiando de tema, aparte de la Feria Artesanal, hubo algo más que les llamó la atención y que no podemos ver al venir aquí solo durante las mañanas?

—Creo que esa pregunta es para mí —responde Juanpi—, ya que en el caso de Marcelo no le debió haber sorprendido nada de lo que vimos porque conoce el parque al dedillo. 

—Así es. Todo tuyo, Juanpi. Me conozco todos los recovecos de memoria, aunque siempre ves algo que no estaba en tus cálculos, pero prefiero dejarlo para el final de nuestra charla, así que adelante, ingeniero.

—Mirá, Camilo —comienza su descripción de lo visto el día anterior Juanpi—, si te tengo que ser sincero, creo que en este parque por las tardes de los fines de semana circula una verdadera jauría humana; ni más ni menos.

—Pero, me parece que estás exagerando un poco, amigo —responde Camilo, sorprendido por la afirmación—. Realmente ¿es para tanto?

—Para tanto y más también. Te voy a dar algunos ejemplos. Muchas familias se sientan cómodamente bajo los árboles con mates y facturas en mano, dispuestas a conversar y observar el espectáculo durante un par de horas y más también. Si su estadía ha comenzado antes o se quedarán por más tiempo, entonces, en vez de sentarse en sus lonas sobre el césped o sillitas que traen de sus casas, lo hacen en mesitas y bancos de cemento debajo de los árboles construidos para tal fin. En medio de ellos circulan vendedoras de tortas caseras, refrescos, helados y otros ingredientes que puedas imaginar.

—Ya veo —dice Camilo—. El parque aloja a la gran mayoría del  vecindario que no tiene otro lugar al aire libre donde disfrutar de la naturaliza en forma gratuita, ¿no es así? 

—Tal cual —continúa Juanpi—. Otro importante capítulo lo constituyen muchachos y chicas solos o en grupos, que hacen más o menos lo mismo, pero en vez de dedicarse a la mástica, se relajan escuchando música tendidos sobre el césped tomando sol. También hay parejas solitarias que hacen lo mismo, pero agregando el imprescindible contenido de arrumacos y más…   

—Me alegro mucho de escucharlo, amigo —Camilo dixit—. Juventud, divino tesoro. ¿Qué mejor que el parque para hacerlo?

—En un costado del parque, ¿viste donde hay un grupo de ocho pequeños ombúes dispuestos en círculo? Bueno, hay cerca de allí unas barras horizontales para que los chicos fisicoculturistas realicen todo tipo de piruetas y muestren sus músculos trabajados, tratando de impresionar a las chicas que pasan y se quedan embobadas mirándolos. 

—Y, claro, era imposible que este lugar no se prestara para el levante en sus más diversas formas; y esa es una muy original de practicarlo. 

—Lo que dijiste es correcto, pero no es la única, ya que en medio de los y las solitarias que toman sol, circula una incesante procesión de buscadores que con un muy mal disimulado desinterés, van caminando entre la gente solitaria tratando de arrimar el bochín, aunque por lo que pude ver, con muy escasa fortuna. Mi mujer me comentó que durante los días de semana también se anotan en esta tarea, aunque la oferta sea menor, varios empleados de una empresa vecina, que salen a caminar luego de almorzar para distenderse y, de paso, ¡cañazo!

—¡Hay de todo en la viña del Señor! No esperaba menos que eso en este lugar de tanta exposición.

—En la zona de los ombúes, cruzando la calle que rodea al parque, hay un vivero bastante bien surtido, por lo que pude apreciar. Bueno, el caso es que allí la concurrencia tiene un perfil bastante distinto a cualquiera de los anteriores. Se trata de señoras maduras, en general, que van en búsqueda de consejos o a comprar alguna plantita que necesitan paras sus macetas o jardines. Me detuve a verlas un rato y lo que creo que es destacable es la paciencia del dueño, supongo, y del empleado; que se pasan largos ratos con cada una de las que entran al lugar, llevándolas de una a otra zona del mismo y dando todo tipo de explicaciones. Lo que también noté es que en más de la mitad de los casos, las potenciales clientas salen del vivero con las manos vacías, por lo que la paciencia de los que trabajan ahí es doblemente encomiable.        

—Nunca me paré a mirar cómo trabajan en un vivero —responde Camilo—, y tal vez sea así en la mayoría de los casos. Se me ocurre que como las plantas representan para ese público tanto o más que los seres humanos, por eso le deben dedicar tanta atención, pero no lo puedo afirmar. 

—Es probable, amigo, pero de todos modos, a mí con solo mirarlo me puso los pelos de punta. Y ahora voy a comentar otro tema que me llamó la atención. Quiero aclararte que estoy dejando el capítulo chicos y sus entretenimientos sin mencionarlo, ya que como vas a venir esta tarde, preferiría que los veas con tus propios ojos. Eso sí que es otra historia. Bueno, sigo… el otro lugar digno de destacar es el pequeño club pintado al estilo calamar que da a la calle García del Río, aunque algo retirado de ella. 

—Disculpá Juanpi —interrumpe Marcelo, que hasta ese momento se había mantenido callado escuchando la explicación que el ingeniero le daba a Camilo—. Cuando termines, sobre ese tema en particular quiero decir algo; así como sobre otro hecho que observé como ya les había anticipado. Como ya terminamos la segunda vuelta, por favor no te extiendas mucho más así me das tiempo a comentar ambos.

—Sí, tenés razón, Marce. Estoy muy dicharachero esta mañana. Voy a ir concretando así te dejo hablar a vos. Bien, como te decía, Camilo, ese pequeño club es extraordinario por la cantidad de distintas actividades que se desarrollan en él, a pesar de que su estructura para dejar mucho de desear. Por ejemplo, durante los días de semana y como vine dos o tres veces a caminar, vi como se armaban en su explanada bailes con música folklórica, en la que participaban hombres y mujeres de todas las edades. Se veía que se divertían un montón, aunque no todos bailaran muy bien; y me llevé una muy grata impresión al verlos. La otra tarde que fui, en el mismo lugar de la explanada, vi las clases de gimnasia para hombres que tenía como profesora a la que te querés arrimar, Camilo, para ver qué pasa. Al igual que en el folclore, los tipos de varias edades hacían la clase con el mayor empeño, aunque no todos podían seguir el ritmo de los demás.   

—Lo importante es eso, ¿no? —responde Camilo—. Dar lo mejor de cada uno y punto. No importa el nivel de los demás.

—Exacto. Pero lo que quería comentar es que ayer a la tarde vi otra faceta que tiene ese pequeño lugar. Vi a algunos jubilados haciendo un asado en una parrilla en la que ni siquiera había reparado, mientras otros charlaban y preparaban las dos mesas que iban a usar. Otros grupos estaban jugando al truco en las otras dos que quedaban vacías y un cuarto jugaba a las bochas mientras todo lo anterior ocurría. Me enterneció mucho y creo que loe envidié bastante porque con tan poco podían hacer tantas cosas y se veía que eran verdaderos amigos. Ojalá podamos integrarnos en algún momento con ellos. ¡Y ya está! Todo tuyo, Marcelo.

—Lo que yo tengo hoy para compartirles —comienza a decir Marcelo, ya iniciada la tercera y última vuelta— es que le estuve dando vueltas al tema que comentamos ayer sobre qué podemos hacer en conjunto por el parque, del que tanto nos beneficiamos.

—Ah, muy bien —responde Juanpi—. Se ve que ese tema te quedó picando en el bocho.. ¿y pudiste llegar a algo?

—Bueno, a una idea que todavía no está del todo elaborada, pero se las comparto igual. Tiene que ver justo con lo que acabás de comentar, Juanpi; el local donde está ese modesto club; y creo que podríamos hacer bastante por él si nos lo proponemos.

—¡Dale!, creo que nos interesa a todos —responde Juanpi—. ¿No estás de acuerdo conmigo, Camilo?

—Sí, por supuesto. Será una muy buena idea si la podemos concretar. ¿De qué se trata, Marcelo? Se ve que lo tomaste muy en serio

—Miren, ayer por la tarde, cuando vine al parque a pasear con mi esposa, me acerqué a verlo un poco más durante un rato. Entré y vi cómo están las instalaciones y qué se puede hacer. El edificio tiene unos doce metros y pico de ancho por ocho de fondo, o sea casi cien metros cuadrados de superficie. Se ve que las columnas son robustas, pero igual me gustaría que lo veamos juntos los tres. Por otro lado la explanada es bien amplia y las mesas con los bancos de cemento están muy bien. No así la parrilla, que es chica y algo vieja. La cancha de bochas está normal, pero con algunos arreglos quedaría de primera.      

—Sí, yo encantado de acompañarte hoy mismo y volvemos a ver las columnas y el resto de la estructura —responde Juanpi—, pero ¿estás pensando en algo en concreto para hacer?

—Creo que lo que podemos hacer, si la estructura da, es construir un primer piso sobre el actual, aparte de modernizar todo lo que quedaría abajo. Piensen que con cien metros cuadrados más en el primer piso se podría hacer un flor de salón de usos múltiples, un SUM cero kilómetro, concretamente. Abajo quedaría un bar o comedor al paso que, refaccionado, sería muy demandado por los visitantes; y arriba se podría usar para gimnasia, yoga, torneos de ajedrez, o eventos culturales, como charlas, exposiciones, etc. Dejando volar mi imaginación, la explanada se podría cubrir con baldosas cerámicas, la parrilla se podría ampliar y modernizar, y…..

—Pará, pará, Marcelo —Juanpi interrumpe a su amigo, en medio de la explicación de su proyecto—. Todo lo que decís suena a ciencia ficción y sería, sin dudas, un salto cuántico en los servicios que el parque ofrece; pero bajando a nuestro ámbito terrenal, la pregunta es.. ¿de dónde va a salir la guita para hacerlo? Tenés alguna somera idea de lo que puede salir eso? 

—Mirá, sabemos que el costo de construcción, incluyendo materiales y mano de obra, si no exageramos en las pretensiones, está alrededor de mil dólares el metro cuadrado, por lo que agregar un primer piso y mejorar lo existente del edificio, estará alrededor de doscientos mil dólares. Pongamos que para cubrir la explanada, ampliar la parrilla y mejorar la cancha de bochas necesitemos cincuenta mil más; si no somos pretenciosos y cuidamos los gastos, con doscientos cincuenta mil llegaríamos.   

—Yo creo que te quedaste bastante corto —inyecta Juanpi—, pero aun suponiendo que se pueda hacer con eso, de dónde va a salir la plata? Estamos hablando de una inversión machaza.

—Sí, Marce —añade Camilo—. A mí me preocupa eso, porque en el momento de poner, ya sabemos que todos dan un paso atrás. 

—Creo que habría tres fuentes de financiación —prosigue Marcelo con su plan—. El Gobierno de la Ciudad; las empresas y los comerciantes de la zona; y algunos inversores privados que se animen. Acá creo que nosotros podríamos aportar algo. ¿Se imaginan un nuevo centro cultural; el CPS o Centro parque Saavedra?

—Cuesta imaginarlo, pero admito que la idea es excelente, Marce —concede Juanpi—. Creo que primero tenemos que ir a verlo los tres juntos y después sentarnos a hacer números para ver si tiene sentido y qué se le puede pedir a cada una de las fuentes que aportarían. 

—¿Por qué no vamos a verlo, ahora, en cuanto terminemos la última vuelta, que ya falta poco? —sugiere Camilo—. Así podemos hablar sobre algo que los tres conocemos con el mismo nivel de información.

—Yo estoy de acuerdo —acompaña Juanpi—, pero antes, Marce, ¿no dijiste que tenías dos temas sobre los que querías hablar. ¿Cuál es el segundo, si se puede saber?

—Sí, ¿cómo no? Lo prometido es deuda y debe ser saldada. El segundo tema corresponde a las revistas del corazón y en ellas, a los capítulos de chimentos y paparazis. ¿Pueden creer?

—¡A la flauta! —exclama Camilo—. Eso no me lo imaginaba de vos, un tipo tan serio. Se me está por caer un ídolo…

 —¡Dale, Marce, largá! —apura Juanpi—. Se ve que te gusta darle a la sin hueso. Con razón sos profesor…

—En mi visita de ayer a la tarde con mi esposa, recorriendo el parque sin ningún rumbo definido, aparte de la visita a nuestro futuro, de golpe, en medio de las muchas parejas que tomaban sol o caminabas.. ¡Oh, sorpresa! Algo que no se pueden ni imaginar por más que les dé una semana para que traten de acertar…

—¿A quién viste, a Blancanieves con el calesitero? —Juanpi dixit—. Cortala que terminamos la vuelta..

—Casi, casi. El bombón que atiende la granja del Mercado Municipal con su vecino, el que ayuda en la verdulería y al que la mujer casi lo ensarta…. Tomados de la mano y paseando muy orondos…  

—A eso sí que le daba una probabilidad de que ocurriese mucho más baja que la de que se concrete tu proyecto del club —Juanpi aún no cae en la cuenta de lo que Marce acaba de decir—. Ese flaco está pirado…

—No me quiero perder por nada el mundo ir el jueves a ver qué pasa en el Mercado —agrega Camilo—. Va a estar para alquilar balcones…

 

 

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