El encuentro
—Creo que en diez minutos más nos llaman a todos los que egresamos para que nos juntemos y salgamos para ocupar los asientos de adelante —Joaquín les está avisando a sus familiares—, así que ustedes traten de sentarse lo más cerca posible de nosotros.
—¿Estás nervioso? —le pregunta Anna, su madre—. No me digas que no, porque no te creo.
—Un poco, mamá, pero no mucho. La verdad es que no veía la hora de terminar con todo este proceso administrativo y largarme a trabajar.
—Me imagino, Joaquín —comenta Roberto, su abuelo—. ¿Cuántos años hace que venís a este edificio?
—A este solo dos para hacer la especialización, abuelo, pero a la universidad, en total, van a hacer siete.
—¡Cómo vuela el tiempo! —exclama Anna—. ¡Me parece que fue ayer cuando te fui a despedir a Guarulhos! Fue uno de los últimos vuelos que salió desde allí. Tendrías que conocer el nuevo aeropuerto, papá —le sugiere a Roberto—. Es una maravilla; de última generación. Está a cincuenta kilómetros de San Pablo y se llega con un tren que se desliza a un metro del suelo y funciona magnéticamente.
—Si es por hacer alardes —responde Roberto—, les cuento que al nuevo de Barcelona llegué piloteando mi helicóptero monoplaza personal. Desde que salgo de Badalona, en diez minutos llego. En mi espacio aéreo asignado, conduzco como pez en el agua.
—Con la velocidad que está cambiando todo —responde Joaquín—, creo que después de haber estado enclaustrado aquí durante los dos últimos años, no voy a poder reconocer ninguno de los dos lugares. Pero vayan sentándose, que ya nos están llamando.
—Anda, hijo, que ya tendremos tiempo de seguir charlando esta noche durante la cena —le dice Anna—. Hemos reservado en un lugar muy lindo. Se llama San Carlo Ostería Piemonte, en la calle Thompson. ¿Lo conocés?
—Solo de nombre, mamá. Cómo te imaginarás, mi bolsillo no está para lugares de ese nivel. Por eso quiero largarme con mi profesión. Bueno, chau, los veo después de la ceremonia.
La acción trascurre en Nueva York en la primavera del año 2076, donde en el Hospital Mount Sinaí, situado en la Avenida Madison, Joaquín Subirats Coloma, de 24 años, perteneciente a la generación del 50, se apresta a recibir su especialización como Médico Cardiólogo, habilitándolo para ejercer esta profesión.
A dicha ceremonia han concurrido su abuelo, Roberto Coloma Montaner, de 73 años, de la generación de los milennials, quien se ha retirado luego de cuarenta años de profesión como Ingeniero Industrial y reside en Barcelona, España; y Anna Coloma Subirats, de la generación de los 30, de 46 años, Técnica Informática, hija de Roberto y madre de Joaquín, quien lo hace en San Pablo, Brasil.
Los tres son ciudadanos argentinos pero, por diversos motivos, han decidido emprender en distintos momentos de sus vidas el difícil camino de la emigración.
—¡Bueno, ahora sí, Felicitaciones Doctor Subirats Coloma! —exclama Anna, elevando la copa de champagne helado que les acaban de servir en el restaurante elegido—. Te lo has ganado en buena ley, hijo.
—¡Lo mismo digo, querido nieto, … Enhorabuena! —Roberto se asocia al festejo—. Estoy seguro que serás un excelente profesional.
—¡Gracias a los dos por venir! Espero no defraudarlos. Tengo mucha confianza en triunfar en mi profesión, comenzando en este país para hacer mis primeras armas, y luego donde el destino me lleve. Pero, ¿qué se los voy a decir a ustedes, que han sido siempre mi modelo? Y a propósito, abuelo, sé que alguna vez me has contado algunas cosas, pero ¿cómo fue que te fuiste a radicar a España?
—Mira, ya que me lo preguntas, te cuento que, como sabés, luego de recibirme de Ingeniero Industrial en 1925 en la UBA, me especialicé en informática y todo lo referente a tecnologías ligadas a ella. No sé si escuchaste hablar de él, pero en la primera década de este siglo vivió una persona iluminada llamada Bill Gates, un incorregible lector de los últimos avances tecnológicos de esa época, que fundó la compañía Microsoft que conocés, y predijo que durante este siglo se iban producir continuos inventos que transformarían la vida de los Homo Sapiens, y que él sólo se animaba a predecir los primeros, ya que los otros estaban fuera del alcance de su imaginación.
—¡Qué interesante abuelo! ¿Y qué fue lo que predijo ese señor?
—No te imaginas, hijo —agrega Anna—. Sigue, papá, mientras nos traen el primer plato.
—Entre otros inventos mencionó, por ejemplo, los robots con destrezas, ya que al comienzo los robots industriales eran torpes e inflexibles; pero una nueva generación podría manejar el mundo físico ya que algunos robots manipulaban bloques de juguetes con sus manos merced a pruebas y errores, tomándolos sin romperlos, luego de observarlos; y que nuevas tecnologías harían que los robots dejaran de ser torpes en pocos años. También vaticinó una renovación de la energía nuclear gracias a reactores de fusión y fisión avanzados con nuevos diseños que lograrían que esa fuente de energía fuese más segura y barata. La energía nuclear sería mucho menos dañina para el medio ambiente y podría estar disponible para el 2030.
—Y así fue, e incluso antes de esa fecha, abuelo —menciona Joaquín—. Un adelantado para esa época.
—Sí que lo fue, hijo —Anna reafirma el comentario de su hijo—, y para mí fue, además, uno de los inspiradores para que eligiera mi carrera de Tecnología. Por favor, sigue Roberto, nunca te había escuchado hablar de estos temas.
—En tu campo de acción, Joaquín, agregó que se podría utilizar una pastilla como sonda intestinal, ya que al tragarla, podría capturar imágenes detalladas del intestino sin necesitar de ninguna anestesia, incluyendo a bebés y niños; y que, a diferencia de los endoscopios, serían fáciles de usar en centros de atención primaria. Como si esto fuera poco, agregó que podrían producirse vacunas personalizadas contra el cáncer, las que activarían al sistema inmunológico de una persona, identificando un tumor por sus mutaciones únicas, y destruiría las células cancerosas.
—Cada vez me asombro más abuelo. Cosas que hoy ya las damos por sentadas, como algo normal en nuestras vidas, ya alguien setenta años antes lo venía prediciendo.
—Bueno, aquí nos han traído las cartas de entradas —interrumpe Anna.
—Buenas noches, señores —el cordial camarero se dirige a ellos, presentándose—. Siéntanse ustedes bienvenidos a nuestra casa, que espero que sea también la suya de ahora en más. Mi nombre es Giuseppino, pero mis amigos me dicen Pino, y me sentiré halagado que me llamen así. Esta casa representa para mí la Píccola Italia y sus dueños han volcado en ella todo el cariño que sentimos por nuestra tierra. Por favor, sírvanse elegir el primer plato.
—Muchas gracias, Pino, por recibirnos así. Creo que me inclinaré por los agnolotis di brasato —es la elección de Roberto.
—Yo voy por gnochis con pesto y pomodoro —dispone Joaquín.
—Yo prefiero los ravioles de ricota, por favor —solicita Anna.
—Y para beber, el mejor vino italiano que recomienden —Roberto completa el pedido.
—Muy bien señores —responde Pino. La entrada no demorará mucho.
—Increíble la recepción ¿no?, aunque supongo que la cuenta estará luego en línea con tanta amabilidad —dice Joaquín— . Pero, por favor, continúa abuelo. Obviamente el señor Gates era un genio o, por lo menos, un hombre muy bien informado para saber por dónde iban los tiros.
—Otra predicción fue la aparición de capturadores de dióxido de carbono; ya que frente a las emisiones de gases de efecto invernadero era necesario hallar formas de lograrlo. Se debían eliminar cuarenta mil millones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera por año y, una vez aislada una tonelada de dicho gas, se debía decidir qué hacer con ella; generar combustible o asociarla a la producción de gaseosas.
—Es fantástico ponerse en la cabeza de ese hombre—lo interrumpe Joaquín—, y tener la claridad para anticiparse en décadas a progresos que luego se fueron logrando y hoy son tomados como algo natural.
—Dicho de corrido parece algo trivial, hijo, —agrega Anna—, pero te aseguro que nadie en el mundo le daba crédito al comienzo. Andá terminando, papá, porque me parece que de un momento a otro traen el primer plato.
—Bien, un tema al que Gates le prestó gran atención fue el del tratamiento de desechos merced a la creación de un nuevo tipo de inodoros que pudieran funcionar sin cloacas y tratar los residuos in situ. La falta de las mismas propagaba bacterias, virus y parásitos que podían causar diarrea y cólera; por lo que lanzó una campaña con varios equipos en todo el mundo, logrando prototipos exitosos que luego se utilizaron en varios países periféricos.
—Muy bien, papá, aquí están los primeros platos —interrumpe Anna.
—Sí, discúlpenme, es un tema que realmente no muchos conocen y merece ser divulgado.
—Ya lo creo, abuelo, y gracias por compartirlo. ¡A comer se ha dicho!
—¡Humm… esta pasta está muy buena! —exclama Roberto con satisfacción—. No hay nada que hacer. Los italianos son incomparables en esto
—Sí, hay muchas familias de inmigrantes italianos en esta ciudad —responde Joaquín—; se dedican a la gastronomía y les va muy bien.
—Ya me dí cuenta cuando estaba buscando buenos restaurantes para venir a cenar —agrega Anna—. Y resulta difícil elegir. Los presentan muy bien en Internet.
Una vez que el primer plato es historia, la familia retoma la conversación que había iniciado Roberto sobre su profesión.
—Y en tu caso, mamá, ¿cómo fue que te decidiste por la informática? —pregunta Joaquín— Supongo que cuando comenzaste la carrera, ya varios pronósticos de Gates se deberían haber cumplido, ¿no?
—Antes de que conteste Anna —interrumpe Roberto—, te diría que la gran mayoría ya eran realidad y en muchos se había quedado corto.
—Mirá, hijo, la decisión no fue difícil —responde Anna—. Los libros y revistas que tenía tu abuelo me despertaron la vocación cuando apenas era una adolescente, así que cuando estaba en medio del Instituto ya tenía decidido qué carrera iba a seguir; y la hice con mucha convicción.
—Y durante tu vida profesional —Joaquín desea conocer más detalles—, ¿te viste sometida a tantos cambios como los que vivió el abuelo?
—Por supuesto que sí, hijo, pero sin embargo diría que los puedo resumir en dos grandes cambios que revolucionaron la vida de las personas. Por un lado fue la irrupción en la vida de todos de la Inteligencia Artificial o AI, como la llaman en este bendito país.
—Contame, por favor, cómo fue ese proceso —inquiere Joaquín—. Intuyo que fue algo que valió la pena vivirlo.
—Y no te equivocás, Joaquín. Mirá, la capacidad de que las máquinas pensaran y razonaran por su cuenta podía ser el avance más importante de la tecnología en los últimos siglos, pero también representaba un peligro real para la humanidad, ya que los ordenadores controlaban las centrales nucleares, el suministro de luz, los misiles armados, y otros equipamientos clave para nuestra subsistencia. Se profetizó que la AI salvaría a la humanidad, pero también se dijo que cuando los ordenadores tomaran el control, quizás ya el hombre no lo podría volver a recuperar. Sobreviviría mientras ellos lo toleraran, pero quizás decidieran tenerlo como su mascota.
—Me suena a prehistoria —inyecta Joaquín—, pero supongo que para esa época debía ser algo revolucionario, ¿no?
—Te aclaro, querido Joaquín —agrega su abuelo—, que así como a vos te suena a prehistoria, a mí me sonaba como ciencia ficción en ese punto. Imaginate la velocidad de los cambios que se estaba dando.
—Bueno, sigo, la AI no era algo nuevo ya que un siglo antes Alan Turing había publicado su concepto de máquina universal, describiendo lo que era un algoritmo informático y un ordenador; y luego lo había formalizado mediante su Test de Turing, que definía si una máquina era o no inteligente, cuando al enfrentarse un humano y una AI a las preguntas de un interrogador, este no podía distinguir si las respuestas provenían del humano o de la AI, entonces la AI se consideraba inteligente. Así fue como en 2014, por primera vez una AI superó este test, y recién cuando un ordenador venció en una partida de ajedrez al mejor jugador de la historia, se inició una tradición en la que sucesivos ordenadores con AI lo continuaron haciendo. Debemos recordar que durante más de medio siglo los ordenadores, robots y otras máquinas habían funcionado con programas o aplicaciones informáticas, por lo que una máquina no pensaba sino simplemente hacía exactamente lo que le decían. Ahí surge la gran revolución de la AI. La máquina no recibía órdenes para obtener un resultado, sino que ella misma procesaba los datos de entrada para obtener los resultados.
—Te escucho, mamá, y te imagino viviendo todos esos procesos con la emoción propia de quien se siente en el límite de lo desconocido y ayudando a dar grandes pasos para la humanidad ¿me equivoco?
—No te equivocás para nada, Joaquín. Surgieron como un tipo de aprendizaje automático las Redes Neuronales, que intentaban copiar el comportamiento de las neuronas, que transmitían y procesaban la información en el cerebro. Se creó entonces una Neurona Artificial como una entidad que recibía datos de entrada, les aplicaba una función de activación matemática y generaba un resultado. Era un mecanismo sencillo, pero de gran complejidad; y cuando millones de ellas trabajaban en paralelo, constituían las Redes Neuronales Artificiales. Otro gran paso se dio cuando surgió el Aprendizaje Profundo, que usaba las redes neuronales para aprender, utilizando capas de información que se superponían una a otras. Por ejemplo, si se tenían que buscar manos en una foto, se comenzaba con información sencilla, como era separarlas según la forma, para diferenciarlas de un pie. Luego se irían añadiendo capas, hasta que al final era capaz de responder a la pregunta, ¿qué es una mano? y ya no se equivocaría más.
—Miren ustedes cómo me vengo a enterar que todo lo que hoy usamos a diario —Joaquín interrumpe a su madre para darle un respiro—, ha tenido un largo y doloroso parto.
—Así ocurre con cada cosa que constituye un gran adelanto para la civilización —agrega Roberto—, y déjame decirte que en el siglo pasado se han vulnerado paradigmas que eran considerados como verdades incuestionables, como volar con elementos más pesados que el aire, cruzar el océano aun sin viento, llegar a la luna, entre otros.
—Perdón, señores, pero aquí está el pedido —Pino interrumpe la charla—. Pollo con vegetales y puré ¿para quién es?
—Para mí, por favor —responde Anna—. Muchas gracias.
—Para mí es la carne con papas y zanahoria —le avisa Joaquín al camarero.
—Y para mí, el pescado condimentado con verduras —agrega Roberto. Habiendo dado cuenta del plato principal, se retoma de nuevo la conversación, a la espera de los postres.
—Muy bueno todo, gracias de nuevo a ambos por la invitación —reitera nuevamente Joaquín.
—No tienes por qué —responde prestamente Roberto—. No todos los días se recibe un nieto.
—Mamá, estuvo muy bueno todo lo que nos compartiste. ¿Hay algo más que sea tan interesante como eso, que hayas vivido en tu profesión?
—Como tu abuelo sabe, ya un siglo antes había surgido la Mecánica Cuántica con sus moléculas, átomos y electrones, diciendo que la realidad subatómica funcionaba de forma contra-intuitiva y que tenían lugar sucesos que no ocurrían en el mundo macroscópico. Algunas propiedades como la superposición cuántica, describían cómo una partícula podía estar en diferentes estados a la vez; o el entrelazamiento cuántico, que mostraba cómo dos partículas tan separadas como se deseara podían estar correlacionadas de forma que, al interactuar con una, la otra se enteraba; y el teletransporte cuántico, que utilizaba el entrelazamiento para enviar información de un lugar a otro del espacio sin necesidad de viajar a través de él. Surgieron entonces las tecnologías cuánticas, basadas en estas propiedades.
—Me imagino, mamá, que debió de ser algo revolucionario
—Te lo puedo asegurar, Joaquín —agrega Roberto—. Que surja una tecnología basada en algo que contradice a todo el mundo no es algo que ocurra frecuentemente y que, encima, recurramos a ella para resolver problemas hasta esos momentos insolubles, te garantizo que mucho menos.
—Pues Joaquín, créase o no, así ocurrió. Mirá, antes que yo naciera existían las computadoras digitales que, al igual que los dispositivos electrónicos como tabletas o teléfonos móviles, utilizan bits como unidades de memoria, así como sus programas y aplicaciones, basados en lenguaje binario de ceros y unos. A diferencia de esto, la unidad fundamental de la computación cuántica fue el quantum bit o qúbit, que era un sistema de dos niveles que, al igual que los bits pueden estar en un estado de baja energía, definido como cero; o en uno alto, definido como uno. Pero adicionalmente, podía estar en cualquiera de los infinitos estados intermedios entre el cero y el uno, como por ejemplo uno que fuera mitad cero y mitad uno, o tres cuartos de cero y un cuarto de uno. Eso significaba que si teníamos que seleccionar una opción entre un millón en un computador clásico debíamos digitalizar un millón de opciones, traduciéndolas a lenguaje de bits en el computador clásico y a qúbits en el cuántico. Mientras que el clásico necesitábamos analizar uno a uno todos los casos posibles hasta encontrar el deseado, el cuántico utilizaba el paralelismo cuántico, que consideraba todos los caminos a la vez. El clásico necesitaría quinientos mil intentos, mientras que el cuántico solo mil.
—¡Uauu!, eso sí que fue un adelanto exponencial, mamá.
—No te quepa ninguna duda, Joaquín —añade Roberto—. Te imaginarás cómo habían quedado obsoletos mis pobres conocimientos de Ingeniería Industrial, que había adquirido tan solo dos décadas antes.
—Así es, hijo, el ritmo de la evolución tecnológica es imposible de describir a partir de esos momentos. La reducción del tamaño de los transistores para producir microchips se tradujo en mayor velocidad de proceso, pero no se podían lograr chips infinitamente pequeños, ya que había un límite en el que dejaban de funcionar correctamente. Surgía entonces la necesidad de una nueva tecnología y ahí es donde surge la computación cuántica. Al comienzo se logró la transmisión de información cuántica a distancias de cien kilómetros usando la luz como vehículo y luego mediante repetidores. En 2009 se obtuvo el primer procesador cuántico de estado sólido, con la capacidad de realizar solo unas pocas tareas muy simples, como operaciones aritméticas o búsquedas de datos. Años después se anunció la creación de un chip lo suficientemente estable para permitir que la informática cuántica llegara a hogares y empresas. A comienzos de la década del veinte se logró el primer ordenador cuántico para uso comercial, combinando la computación cuántica con la tradicional, y ofreciendo un sistema de veinte qúbits para su uso en investigaciones y grandes cálculos; de allí se creció a otro de cincuenta qúbits; y luego la carrera imparable hasta los actuales, de casi un millón de qúbits.
—Perdón señores, pero aquí están los postres que han ordenado —la voz de Pino interrumpe la conversación —. ¿Para quién es la panna cotta con frutillas y pistacchio?
—Para mí, por favor —responde Roberto—. ¡Qué buena pinta que tiene!
—¿Y el flan con chocolate, caramel y cookies?
—Por acá —responde Joaquín.
—Sírvase entonces, señora, el mousse de chocolate blanco con guindas y miel.
—Muchas gracias. Mejor aspecto no podría tener.
Una vez degustado los postres, es el turno de Joaquín para compartir sus experiencias en la Universidad ya las prácticas hospitalarias de la profesión que ha decidido emprender.
—Bueno, Joaquín, ya te hemos compartido lo que hemos vivido en cuanto a los grandes pasos científicos en nuestras profesiones —le dice Roberto a su nieto—. Creo que es el momento para que nos cuentes lo que te han dicho sobre tu carrera en estos años de estudio.
—Sí, hijo, nos interesa mucho saber cuál es el estado de la tecnología en tu profesión y lo que se espera de ella para los próximos años.
—Bueno, trataré de ser sucinto, ya que soy el único que nos separa del brindis final que esperamos los tres. Lo primero que quisiera transmitirles es que la evolución de las técnicas médicas en este siglo también fue espectacular, desde los primeros marcapasos o las intervenciones con catéter, al desarrollo de la imagen cardiovascular. Las técnicas de imagen permiten conocer la anatomía del corazón y cómo está funcionando, lo que es fundamental para diagnosticar al paciente y aplicar el tratamiento adecuado. Por ejemplo, los hólters del tamaño de un pentdrive, implantados bajo la piel del paciente, detectan los impulsos cardiacos mediante electrodos durante las veinticuatro horas del día, graban el ritmo cardíaco y si el paciente experimenta un síncope, lo detectan y registran. Un mando, también colocado en el cuerpo del paciente, recoge la información y la envía a un especialista, sin tener que acudir a ninguna consulta. Esto permitió desarrollar la teleasistencia. El uso de catéteres también benefició el tratamiento de los pacientes cardiacos, por ejemplo eliminando el tejido responsable de las arritmias, o implantando stents para liberar arterias obstruidas por colesterol. Nuevas tecnologías nos llevaron hacia sistemas que actúan como GPS cardiacos, mediante los que vemos representados en un ordenador la posición espacial de los catéteres, ofreciendo una visión en 3D.
—Puedo dar fé que, por lo menos en mi caso, dos stents me salvaron la vida cuando tuve mi único infarto hasta ahora, y toco madera para que no se repita —interrumpe Roberto a su nieto.
—Y yo también debo mi vida a estos progresos —agrega Anna—, ya que una ablación que hicieron permitió que desapareciera un molesta arritmia que tenía. Pero, seguí, Joaquín, que es muy interesante tu historia.
—Bien, como ustedes mismos dicen, ya se beneficiaron en su momento de los primeros adelantos de las técnicas médicas de este siglo pero, como se imaginarán, ese fue solo el comienzo. El uso de imágenes y simulaciones de realidad virtual para la enseñanza médica se venía desarrollando desde el principio. Pero la realidad aumentada no era suficiente, recurriéndose entonces a sensores eléctricos, elementos táctiles y recreación de obstrucciones en las arterias, para diseñar ambientes inmersivos similares al de los contextos quirúrgicos. La integración entre los sistemas mecánicos e informáticos permitió acceder a las emociones del practicante al llevar a cabo un procedimiento quirúrgico, incluyendo el estrés que le generaba y el aumento de la presión fueron algunas de las variables para hacer una evaluación cualitativa sobre su desempeño en la cirugía.
—Hijo, con todo lo que comentas, debiéramos estar más confiados y menos nerviosos cuando vamos a entregar nuestros cuerpos en una mesa de operaciones, por lo menos eso creo yo.
—Pues en mi caso, Anna, como mi condición de dinosaurio me los permite, creo que si tengo que pasar por esa situación en el futuro, nadie me va a lograr quitar los nervios. Pero es algo que no tiene solución y ya lo tengo asumido, así que Joaquín, no hagas caso a este viejo y continúa, que lo que dices es más que interesante.
—Te entiendo abuelo y no creas que yo, llegado el caso, no sentiría lo mismo, pero sigo entonces. Miren, el matrimonio entre la robótica y el sector de la salud se concretó y comenzó a dar sus frutos años después. Aunque todavía generaban miedo, rechazo e incertidumbre, los robots pudieron convertirse en nuestros grandes aliados. En Canadá se superó con éxito la primera operación vascular cerebral robotizada. El autómata empleado fue adaptado específicamente para cirugías neurovasculares. Comenzaron entonces los sistemas robóticos controlados de forma remota, pudiendo administrar terapia a pacientes que se encontraban a cientos o miles de kilómetros de distancia. Este avance permitió brindar atención de vanguardia a los pacientes, independientemente de la geografía. Estos ayudantes automatizados y basados en Inteligencia Artificial lograron establecer redes de atención remota y contribuir a procesos quirúrgicos exitosos y precisos.
—Pará Joaquín, esto es demasiado para mí —bromea Roberto, sonriendo—. Como te imaginarás, si ya me pongo nervioso cuando veo a un médico que quiere llegar a mi corazón con un cable, cuando vea a un robot que sé que está manejado por alguien en China, creo que me tienen que salir a buscar porque voy a salir corriendo..
—Como todo, hijo, es un tema de acostumbrarse. Los cambios de paradigmas llevan su tiempo; y no te voy a negar que no sienta lo mismo que tu abuelo, pero creo que cuando aceptás que te suban a una mesa de operaciones, ya estás entregada a cualquier cosa…
—Pero, esperen, que todavía no han oído lo mejor. Escuchen… se comenzó a experimentar con un corazón artificial de plástico biocompatible y luego apareció el primer corazón artificial en base a titanio. Se destacaba su fortaleza y su sencillez. Reemplaza dos ventrículos con un conducto de titanio con una varilla hueca que se desplazaba hacia adelante o atrás, moviendo la sangre a los pulmones, con lo que podía captar oxígeno y luego enviar la sangre resultante rica en oxígeno al resto del cuerpo. El dispositivo no tiene válvulas y su vara hueca está suspendida en cojinetes hidrodinámicos, por lo que nunca toca el conducto en el que se mueve; recibe energía de un microchip de gran autonomía implantado bajo la piel. Luego aparecieron otros modelos que en vez de titanio utilizan nuevos materiales que reducen el riesgo de trombos para el paciente, con una menor necesidad de medicación anticoagulante. El peso es inferior a un kilo y cuentan con buenos sistemas informáticos que le permiten autorregularse y saber cuánta sangre es necesario bombear en cada momento. Podría seguir, pero prefiero dejarlo acá. ¿Qué tal? ¿Qué les pareció?
—Disculpen señores, pero acá está el champagne que ordenaron —Giuseppino se hace presente justo en el momento en que Joaquín termina su explicación.
—Gracias, Pino —Roberto toma la palabra—. ¡Pues yo brindo por el éxito en su profesión, de mi querido nieto, Joaquín, en este país o en donde decida radicarse!
—¡Y yo lo hago —agrega Anna—, además de sumarme a los deseos de mi padre, para que este encuentro no sea el último sino el primero en que los tres sigamos manteniendo todos los años, a pesar de las distancias que nos separen!
—¡Y yo —dice Joaquín—, para agradecerles que se hayan venido desde tan lejos para este encuentro, pero… ¿no sé si repararon?.... Pino está siempre sonriendo y creo que lo hace porque así lo siente, sin fingirlo. Me pregunto entonces si a la verdadera felicidad la encontraremos en todo el conocimiento del que estuvimos hablando hasta ahora, o, por el contrario, en disfrutar sencillamente de la vida, como él lo hace con su Píccola Italia. Y lo último, pero no le menos importante; quiero anunciarles que a nuestro próximo encuentro se sumará alguien más que me acompaña… y medio…., que lamentablemente hoy no pudieron venir…… así que …. ¡Salud!
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