El discurso
Una vez concluida la selección y el ordenamiento de los libros, Edgardo Santillán debe proceder a continuación a extraer sus frases más célebres para utilizarlas como base del discurso.
Está firmemente convencido que si realiza correctamente esta actividad, el mismo será, sin dudas, un modelo literario del cual toda la ciudad de Trenque Lauquen estará muy orgullosa y él mismo será recordado por la posteridad como su autor.
Sin perder un minuto, pone sus ojos, manos y dedos a la obra. El campo de acción es enorme pero el tiempo es escaso para realizarlo.
Emplea en actividad seis días más, por lo que el Domingo 6 a la noche considera que ya ha obtenido lo que buscaba y al día siguiente puede comenzar a armar el discurso.
El tiempo no le sobra, ya que a partir de ese momento tendrá sólo dos días para terminarlo; y el discurso deberá durar diez minutos.
Considera que es una enormidad, ya que es ese período se pueden mencionar muchísimos conceptos; por lo que deberá resumir lo que ha desplegado y una vez obtenido el borrador, leerlo varias veces y con distinta rapidez y modulación para asegurarse que cubrirá cómodamente el período que le ha sido asignado.
Después de descartar varios borradores que le sirvieron para ir modificando varias frases y ajustarse a la duración pedida, a media tarde finalmente cree que ha obtenido el discurso final.
Frente al espejo lo lee una vez más y, cronometrando la duración del mismo, llega a la conclusión de la conveniencia de reducirlo a ocho minutos para dejar dos de contingencia, frente a cualquier causa que pudiese afectar su duración. Repite así la lectura ajustando su duración, tenor de voz y énfasis en los conceptos básicos, hasta que se considera satisfecho.
El mismo dice así:
Buenos días a todos los presentes, señoras y señores.
En primer lugar quiero agradecer al señor Intendente el haber pensado en mí para este discurso inaugural de nuestra ansiada Biblioteca de Trenque Lauquen, que como oriundo y vecino de la ciudad, fue y sigue siendo uno de los deseos que acaricié desde mi infancia hasta el día de hoy.
Los libros son mundos que germinan cada vez que los leemos, ya que despiertan curiosidad por conocer y aprender nuevas cosas.
Este discurso lo he creado, precisamente por ello, utilizando frases célebres de quince escritores de todos los tiempos, las que al leerlas, mencionaré que están entre comillas; y luego al autor. Como verán, a pesar de los muchos siglos transcurridos, siguen teniendo plena vigencia en nuestros días.
Tengan la confianza de que todos ellos tienen algo que ofrecer; la mayoría ha dejado sus huellas en nuestras familias y en la de nuestros amigos, ya que eran parte de nuestros anaqueles; por lo que decidimos donarlos a la biblioteca, agregándolos así a los libros recibidos desde Buenos Aires.
Vecinas y vecinos, “el lenguaje es el gran instrumento de la ambición humana” (Adam Smith), siempre lo ha sido y lo continuará siendo.
A pesar de todos los grandes inventos que cambiaron la vida de los seres humanos en el siglo XX, “hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica, y esa fuerza es la voluntad” (Albert Einstein); nuestra voluntad de seguir aprendiendo constantemente.
Concretarlo no es fácil. Muchas veces consideramos que ya sabemos lo suficiente y no merece la pena seguir aprendiendo, pero recordemos que “la paciencia es la fortaleza del débil, y la impaciencia, la debilidad del fuerte” (Immanuel Kant).
Necesitamos seguir incorporando conocimientos, tanto hombres como, y muy especialmente, mujeres, para poder insertarnos y mantenernos en el mundo del trabajo, cada vez más complejo. “El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa a la mujer” (Simone de Beauvoir).
Jóvenes, de ahora en más tendrán en la Biblioteca de Trenque Lauquen un mundo nuevo por descubrir; un mundo en el que podrán encontrar, si se lo proponen, los motivos y las razones que explican los grandes fenómenos naturales y de nuestra raza a lo largo de la historia.
Deberán entonces recordar que “la razón siempre ha existido, pero no siempre en forma razonable” (Karl Marx). Les tocará a ustedes descubrirla para comprender mejor de dónde venimos, hacia dónde vamos, y estar más preparados para los nuevos desafíos por venir.
Nuestro mundo interior se verá entonces enriquecido y nos hará más felices, aunque tal vez no lo transmitamos a otras personas, ya que en realidad “nos verán por lo que parecemos, pero pocos podrán palpar lo que somos” (Nicolás Maquiavelo). Esta actitud, superficialmente egoísta, el ser humano la ha tenido que adquirir recientemente, dado que “uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla” (Sigmund Freud).
El mundo del trabajo los convocará dentro de poco, si es que no lo hecho ya; y será altamente desafiante, sin lugar a dudas. Deberán decidir qué hacer. Para los que acepten el reto, recuerden que “los humanos sabemos lo que hoy somos, pero aún no sabemos lo que podemos llegar a ser mañana” (William Shakespeare).
La Biblioteca, sin dudas, se constituirá en una fuente de sus conocimientos. “Un hombre puede imaginar cosas que son falsas, pero solo puede entender cosas que son ciertas” (Isaac Newton). Para hacerlo están los libros, y a estos los encontrarán en esta, su nueva casa, que estamos inaugurando hoy. “La raza humana necesita un permanente desafío intelectual para progresar. Debe ser aburrido ser Dios y no tener nada que descubrir” (Stephen Hawking).. No podemos no aceptarlo, si queremos ser realmente libres en la sociedad del futuro.
Si bien es cierto que “hay un derecho fundamental de la vida y la libertad, superior a cualquier acto de sumisión de un funcionario o persona que pretenda vulnerarlo” (Rey Juan I de Inglaterra).; también lo es que la plena libertad se conseguirá mediante un conocimiento mínimo para poder movernos y ser reconocidos como entes valiosos en las nuevas sociedades que ya se asoman.
Esto, mirado en la retrospectiva histórica adecuada, no es ninguna novedad; ya que “no fue la más fuerte ni la más inteligente de las especies la que sobrevivió. Fue aquella que se supo adaptar a los cambios” (Charles Darwin).
Jóvenes, mencioné anteriormente a la voluntad, la paciencia, el trabajo, la razón, el ejercicio de la libertad; y acabo de hacerlo con la capacidad de cambios, como alguno agentes motores para el aprendizaje continuo. Déjenme ahora mencionar un par más.
En primer lugar, los valores y principios que les fueron inculcados en sus casas por sus padres y luego en la escuela por sus maestros. Sean fieles a ellos y nos los dejen de lado. “Un ejército de principios puede penetrar donde un ejército de soldados no pueden hacerlo” (Thomas Paine). Que sean reconocidos por su honestidad, bien hacer y otros valores sociales que a menudo y desgraciadamente, vemos cómo se olvidan.
En segundo lugar, el sentido de humildad y pequeñez de lo que somos realmente. Tengan siempre presente que “Lo poco que somos, se lo debemos a nuestra ignorancia” (Platón). Quienes nos aplauden y alimentan nuestro ego con nuestros primeros éxitos, son los primeros en olvidarnos en cuanto estos se alejan. La familia y los amigos deben ser el verdadero sustento de sus procederes. Ellos saben de dónde vienen y los acompañarán durante todas su vidas.
Jóvenes, vecinos y vecinas, autoridades municipales y escolares; solo me resta felicitar una vez más y de corazón, a aquellos que han hecho posible este proyecto que hoy se acaba de concretar.
Me despido recordándoles algo por ustedes conocido, pero que por diversos motivos, frecuentemente olvidamos: “Ámense unos a otros, y al Creador sobre todas las cosas” (La Sagrada Biblia). Que Él los bendiga.
Muchas gracias.
Satisfecho con el contenido del discurso, el escritor Edgardo Santillán, el empedernido solterón, se hace presente tal como se había comprometido a las 9:30 horas de la mañana del día siguiente en la puerta de la Biblioteca de Trenque Lauquen.
Allí ya se encuentran formados en cinco hileras los alumnos de la escuela secundaria, las que corresponden a cada uno de sus años; a sus costados sus familiares y amigos y renombrados vecinos de la ciudad; y al frente las autoridades municipales, eclesiásticas y educativas.
Frente a todo el público se ha montado un pequeño escenario elevado con un micrófono en el medio, donde se pronunciarán las discursos; y detrás del mismo una gran pantalla, en la que se proyectará la imagen del Ministro de Educación de la Nación, el que se conectará via internet desde su despacho en Buenos Aires a las 10:15 para asociarse a la inauguración de la Biblioteca y dar por cerrado el acto.
Luego de saludar a los vecinos, el escritor Edgardo Santillán, quien luce su mejor traje, se coloca en el sitio que le ha sido asignado.
Son las 9:50 y cada uno está en el lugar previsto. La prueba del sonido ha sido satisfactoria, por lo que a las 10:00 comenzarán a escucharse las solemnes estrofas del Himno Nacional Argentino. Solo se espera la llegada del Intendente, el Doctor Olivares, quien acaba de salir de la Municipalidad, situada a diez cuadras de la Biblioteca, y cuyo arribo es inminente.
No obstante, a las 9:58 el Doctor Olivares aún no ha llegado y un sudor frío comienza a correr por la frente y espalda de nuestro atribulado escritor.
—¿Qué le pasa a este cretino, que no llega? —se dice a sí mismo, a sabiendas de que es un sentimiento compartido por los presentes, pero nadie se anima a murmurarlo, siquiera.
A las 10:00 se canta solemnemente el Himno y, en vistas de la situación, la Directora del Colegio se dirige hacia el micrófono.
—Buenos días, vecinos, por favor sepan disculparnos unos minutos Estamos aguardando la llegada de nuestro intendente de un momento a otro para dar comienzo al acto. Muchas gracias.
El sudor sigue empapando la humanidad de Edgardo Santillán, quien ya se encuentra próximo a la desesperación, sabiendo que a las 10:15 se producirá la conexión con el Ministro de Educación mediante internet.
Finalmente, a las 10:08 hace su entrada el Doctor Olivares, quien precipitadamente se arroja hacia el micrófono.
—Buenos días y sepan disculparme ustedes. Se acaba de cumplir la ley de Murphy, quien así lo hace inexorablemente. Una rueda pinchada hizo que mi traslado en coche se convirtiera en una frenética carrera, pero bueno, acá estoy. Esta Biblioteca representa para Trenque Lauquen…….
A las 10:13 remata su charla diciendo
—… y ahora le pido disculpas y le dejo el turno a nuestro querido escritor, Don Edgardo Santillán. Adelante, por favor
Edgardo toma el relevo y comienza a leer lo que ha preparado con tanta meticulosidad.
— Buenos días a todos los presentes, señoras y señores. En primer lugar quiero agradecer al señor Intendente el haber pensado en mí para este discurso inaugural de nuestra ansiada Biblioteca de Trenque Lauquen, que como oriundo y vecino de la ciudad,….
… y en ese instante el Intendente se cruza a su costado, haciéndole con los dedos el inequívoco gesto de la tijera, y señalándole que debe cortar el discurso.
El escritor Edgardo Santillán, entonces, solo alcanza a pronunciar
— Que Él los bendiga. Muchas gracias…
En ese mismo instante, las 10:15, se ve la imagen del Ministro de Educación en la pantalla, quien comienza a referirse a la importancia del acto.
El acto acaba de finalizar y el Doctor Olivares le hace señas al pobre Edgardo para que se le acerque, a un costado del grupo.
—Le pido disculpas, señor Santillán. Mi retraso no ha sido voluntario. Créame.
—Mire, señor Intendente, lo que voy a hacer ahora —le responde, totalmente descontrolado, el pobre escritor— es darle una copia de mi discurso para que haga usted lo que más le plazca. Y le confieso que se lo doy a usted para no quedármelo yo y darle otra finalidad más innoble, ya que sigo prefiriendo el papel higiénico al papel carta. Ah, y espero que usted haga lo mismo. Buenos días.
Y así finalizó su participación el escritor Edgardo Santillán en el acto de inauguración de la Biblioteca de Trenque Lauquen.
Sin embargo el tiempo tendría su última palabra.
El Doctor Olivares, siguiendo su consejo, no le dio tan innoble uso, sino que hizo fotocopias que envió al Ministerio de Cultura, al Colegio y a la Biblioteca; y fue tanto el éxito que tuvo que eclipsó a todas sus publicaciones previas.
El escritor Edgardo Santillán fue declarado Ciudadano Ilustre de su ciudad y su discurso se exhibe en las vidrieras de todas las librerías de Trenque Lauquen.
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