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Foto del escritorTony Salgado

El encuentro y otros cuentos (IX B de XIV)

Tony Salgado



.....Viene del artículo IX A


Después de haber almorzado y hecho la recorrida por el Sawgrass, se encuentran nuevamente en la salida para regresar al hotel de Miami Beach.

—Es increíble los precios que tienen acá. Aunque son en dólares, cuando los traducís a nuestros precios, son un regalo. ¡Te dan ganas de comprarte todo! —exclama con admiración Graciela—. Con cien dólares me compré estas blusas y un jean que tanto necesitaba. Allá cuesta más del doble, y sin ser de marca.

—Y en mi caso —agrega Flor—, el par de remeritas y las zapatillas Nike son perfectas. No tenía pensado comprarlas, pero no me pude resistir. ¡Pa, te estamos haciendo ahorrar un montón! ¿No sé si te das cuentas!

—¡Chicas, no mastico piedras! —responde Jorge—. El mejor ahorro que pueden hacer es no gastar y no comprar barato. Y a vos, Tomy, ¿cómo te fue en tu recorrida?

—Bien, sí, seguro que los precios son muy buenos, pero la verdad es que no encontré nada que me llamase la atención.

—¿Y qué es lo que buscás, si se puede saber? —le pregunta Graciela.

—Nada en especial, ma. Pero intuyo que en algún momento algo me sorprenderá. Y a propósito, pa ¿mañana a la mañana, vas a usar el coche?

—No lo sé todavía, Tomy. ¿Por qué me lo preguntás?

—Bueno, miren, los últimos adelantos tecnológicos se pueden encontrar en el Centro de Miami. En las revistas que leo se mencionan varios de ellos y me gustaría ir.

—Pero, por qué no vamos todos, my dear brother? —inquiere Flor con suspicacia.

—Creo que en el Centro no hay mucho para recorrer, onda turismo. Es más para ventas de tecnología y no los quiero clavar.  

—Mirá, si ellas no tienen problema, yo tampoco, Tomy —responde Jorge, pero con una condición.

—¿Cuál es, pa?

—Que a las dos en punto de la tarde estés de vuelta en el hotel. Tampoco nosotros nos queremos clavar esperándote para ir a almorzar.

—De acuerdo, pa, antes de las dos estaré de vuelta. Gracias.

 

Así fue como al día siguiente y luego de haber desayunado apenas abrió el bar del hotel, a las diez de la mañana Tomy ya había recorrido diez cuadras del Downtown Miami sin haber encontrado nada que llamara su atención y en esos momentos se encontraba frente a la vidriera de otro local, cuando se decidió a entrar en él.    

—Buenos días, por favor me gustaría ver esos productos que se exponen allí, en el costado derecho de esa vidriera.

—¿A cuáles se refiere, señor? —contesta el vendedor, con un típico acento castellano, latinoamericano.

—Ese pequeño proyector y esa lapicera que está al lado. 

—Sí, ¿cómo no? En un momento se los traigo.

Después de verlos en detalle, Tomy le pide al vendedor si le puede explicar un poco más de sus características técnicas.  

—Son muy buenos productos, señor. Mire, este miniproyector LED es muy fácil de transportar, de muy buena calidad de imagen,  transmite a una resolución de 800 x 480 píxeles y se puede conectar a  USB y HDMI.

—Ah, muy buenos; ¿y el precio es…?

—Cincuenta y ocho dólares, señor.

—Bien, y esa lapicera, ¿me la puede mostrar?

—Sí, mire, se trata de un bolígrafo inteligente. ¿Tiene usted idea de cómo funciona y para qué sirve? 

—No. Si fuera tan amable.. ¿Me puede decir?

—Señor, al comienzo los bolígrafos inteligentes o digitales eran  instrumentos de tinta que grababan lo hecho previamente por los usuarios para transmitirlo luego a un ordenador. Capturaban la letra o trazos y convertían la información analógica manuscrita creada utilizando el bolígrafo y el papel a datos digitales, para ser utilizados luego en varias aplicaciones.

—¡Qué interesante!, pero ¿por qué utiliza usted el tiempo pasado?

—Pues porque la tecnología les ha dado muchas más funcionalidades al día de hoy.

—¿Cómo por ejemplo qué funcionalidades?

—Mire usted, por ejemplo, hoy contienen en general electrónica interna y poseen sensibilidad a la presión, botones de entrada, capacidad de almacenar datos como borradores electrónicos y luego enviarlos. ​Algunos están equipados además con un dispositivo de grabación que permite utilizarlos como dictáfonos inteligentes y pueden ser usados por los estudiantes para grabar voz y tomar notas al mismo tiempo. Luego se puede escuchar un segmento de sonido asociado con una zona del cuaderno digital, con solo tocarla con la punta del bolígrafo.

—Y, déjeme hacerle una pregunta…. ¿puedo? —Tomy interroga al vendedor con creciente interés.

—¡Por supuesto, señor! ¿qué quiere saber?

—Supongamos que yo hable con el dispositivo de grabación del boli abierto durante, digamos, una hora; y una vez registrada mi voz quiera reproducir lo grabado en forma de escritura un tiempo después. ¿Podría hacerlo, por ejemplo, mencionando una palabra clave que diga al comenzar la grabación de mi voz; y que la escritura se haga automáticamente, con solo sostener con mi mano el boli en forma inclinada?

—Pués sí, señor, claro que puede —responde amablemente el vendedor.

—¡Esto es maravilloso! —exclama jubilosamente Tomy—. Y, aparte de esto, ¿tiene algún detalle más de esta joyita?

—Bueno, no sé qué más decirle, por ejemplo los últimos son muy livianos, pueden durar seis horas de tiempo de escritura y ciento veinticinco días de espera. Hay diversos tipos; los activos, que emiten señales que son recogidas dentro del digitalizador y transmitidas a su controlador, proporcionando datos sobre la posición del bolígrafo, presión aplicada, botón pulsado y otras funciones. También están los digitales con cámara, como éste que le muestro, que…..

—No es necesario que siga señor. Ya me convenció. ¿Cuál es su precio?

—Ochenta y cinco dólares

—Me llevo ambos.

—Aquí los tiene. Muchas gracias, señor

—Gracias a usted (…creo que esta compra va a ser lo mejor del viaje a Miami) —reflexiona, satisfecho, Tomy.

Regresa al hotel a la una y media y, para satisfacción de sus padres, les muestra el magnífico miniproyector LED que ha conseguido por solo cincuenta y ocho dólares, menos de la mitad de lo que debería pagar en Buenos Aires por uno de una calidad inferior.

El resto de las vacaciones en Miami transcurre sin otra mayor novedad, por lo que la familia puede lograr un merecido descanso luego del año laboral transcurrido.

 

Apenas regresan a Buenos Aires a fines de Enero, los integrantes de la familia retoman sus respectivas actividades, ya sean éstas activas o pasivas.

Jorge retoma su trabajo en el estudio de arquitectura del que es socio; Graciela prepara su nuevo año lectivo de la asignatura de inglés que dicta; Flor va al gimnasio y sale con sus amigas; y Tomy comienza a prepararse para dar las tres materias en las que resultó aplazado, en Marzo; para lo cual se encierra en su cuarto durante todo el día.

El Colegio, a pedido de los padres de los alumnos, quienes se quejaron al rector porque, según ellos, a sus hijos no se les daba un mínimo de tiempo para reflexionar antes de empezar a contestar las preguntas que les hacían en los exámenes orales, había decidido que a partir de Marzo dispondrían de ese tiempo. Una vez formuladas las tres preguntas que debían contestar oralmente, dispondrían de treinta minutos para poder escribir los puntos claves que recordaran de cada una de ellas, para luego exponerlos frente a los profesores. De esa forma podrían recapacitar antes de contestar, sin estar presionados o nerviosos.   

La propuesta del Colegio fue luego aceptada por los padres, quienes la consideraron como una alternativa justa.

El plan de Tomy consistía entonces en seleccionar los diez o quince temas que consideraba claves de cada materia, que seguramente los profesores podían preguntar y sabiendo que los tres que formularían estaban incluidos en esa lista, debía resumir entonces los conceptos básicos de cada tema para estar cubierto.

Se dedicó entonces a resumir y luego leer y grabar en el bolígrafo dichos conceptos, comenzando las lecturas con los títulos de cada uno, de modo que al mencionarlos durante la media hora asignada para la reflexión antes de contestar y sosteniendo el mágico instrumento, este se deslizara mágicamente entre sus dedos, llenando el papel con las añoradas respuestas.

Repitió este metódico proceso para las tres materias que debía dar, lo cual le insumió gran parte de sus días durante Febrero.

—¿No lo notas algo distinto a nuestro hijo, Jorge? —le pregunta Graciela a su marido, luego de cenar y una vez que sus hijos se han marchado a sus cuartos y ellos se disponen a mirar televisión.

—No me dí cuenta, Graciela —responde Jorge—. ¿En qué sentido lo decís?

—No lo sé seguro, pero lo veo bastante cambiado. Está todo el día encerrado en su cuarto, preparando las materias que debe dar. No sale con sus amigos. Es raro.

—¿Pero ese cambio es bueno, no? Tal vez le haya llegado la hora de sentar cabeza, Graciela.

—Ojalá sea así, Jorge, pero intuyo que este viaje a Miami tuvo que ver con este cambio. Mirá que a veces entro para ver si necesita algo y no está mirando la tele ni leyendo sus revistas; sino siempre encima de sus libros.

—Mirá, haya sido lo que fuera, el cambio es bueno y si aprueba las tres benditas materias, voy a ser el primero en felicitarlo.

 

A comienzos de Marzo, Tomy se sintió satisfecho y preparado para enfrentar los tres desafíos.

Llegadas las tres instancias, el plan resultó según lo planeado y en el momento de exponer, el alumno contaba con un breve resumen de las respuestas para cada una de las preguntas de las tres materias.

Su único momento de pánico fue cuando el profesor de Geografía les pidió a él y a sus otros dos compañeros que preparaban el resumen:

—¿Por favor, alguno me puede prestar su bolígrafo por un momento, porque el mío se ha quedado sin tinta?

Pero rápidamente y cuando un sudor frío comenzaba a vislumbrarse en su frente, su compañero de la izquierda le ofreció el suyo.

La última materia, la consabida Historia, tuvo un final que resultaba impensado un mes atrás.      

—Muy bien, Casariego —su principal enemigo, el profesor de Historia, Malatesta,  felicita a Tomy—. Debo admitir que con la actitud que debe haber encarado este examen, si se lo propone, no debería tener usted problemas en aprobar las materias durante la cursada regular.

—Gracias, profesor. Reconozco mi error en la falta de dedicación. Lo intentaré de ahora en más.

 

De regreso a su casa, en el momento de la cena, Jorge cumple con lo dicho a su esposa.

—¡Hijo, nos has sorprendido a todos, Felicitaciones! El cambio que has tenido, la dedicación durante Febrero, los resultados de estos días, todo lo que lograste me han conmovido, sinceramente. Dejame que te abrace.

—Gracias, pa, y perdón por no haber estudiado durante el año. Era lo menos que debía haber hecho.  

—Yo también estoy muy orgullosa, Tomy —agrega Graciela—. Parece que Miami te sentó muy bien. Esperemos que este cambio se mantenga de ahora en más.

—¿Y a mí, qué? —pregunta Flor—. ¿Qué me parta un rayo? ¿Nadie me da las gracias por haber aprobado todas durante el año?

—Flor, acordate de la Parábola del Hijo Pródigo —responde Graciela—. Tu hermano se había perdido, pero volvió a casa.

—Sí, si… el hijo pródigo… —responde Flor—. Zafaste, brother. 

 

Y, tal como lo pedía Graciela, el cambio se mantuvo desde ese momento en más……  por lo menos durante los siguientes seis meses, al cabo de los cuales, el cambio volvió a cambiar, y no precisamente para mejor.

Al terminar de cenar la familia, a mediados de Septiembre, se escucha el siguiente diálogo:

—Pero Tomy, venías tan bien…  —le está diciendo el atribulado padre, Jorge—, … y ahora nuevamente a las andadas  ¿Qué pasó, si se puede saber?

—Hijo, no creas que no te comprendemos —agrega su esposa Graciela—. Somos conscientes del shock que tuviste, pero creo que no es para tanto.

—No intento defenderme —contesta Tomy—, pero espero que me entiendan. No todos los días ocurre algo así.

—Es cierto lo que dice Tomy, pa —Flor intenta pasarle un salvavidas a su hermano­—. A una compañera mía le pasó lo mismo al comenzar las clases y tardó un tiempo en recuperarse.

—Bueno, hijo, ojalá que sea así —replica Jorge—. Todavía te queda un par de meses para hacer buena letra y no llevarte ninguna materia a Marzo.

—¡Tenés que esforzarte, Tomy! —agrega Graciela—. Ya tenés diecisiete años y no me vas a decir que el hecho de que te hayan tironeado y robado la mochila con tus carpetas y tus libros justifique que te vuelvan a aplazar.

 

Pero lamentablemente para Tomy, lo volvieron a aplazar a Marzo en las mismas tres materias del año anterior.

Lo que ignoraba la familia es que en la mochila, aparte de los libros, Tomy también tenía el mágico bolígrafo que lo había mantenido a salvo hasta el momento del robo.

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