El artículo que traigo a tu atención, estimado lector, es un poco más largo de lo habitual. Creo que merece la pena invertir unos minutos en interiorizarnos en el manejo de un producto que constituye la principal fuente de ingresos de divisas para nuestro país. Hace no mucho tiempo ese lugar en el podio lo ocupaba el trigo.
Sin embargo, la irrupción de fabulosos mercados, entre otros, el chino, han logrado que los campos fértiles de nuestro país viren hacia tan pretendido recurso.
Tecnología en el cultivo de soja
Red de ensayos de Okandu, 2020
Martín Sánchez, Santiago Lorenzatti, Agustín Bianchini y Walter Tanducci.
“El cultivo de soja se caracteriza por ser muy eficiente en el uso de recursos y por tener gran habilidad para compensar déficits en su desarrollo, tanto a nivel de órganos vegetativos como a nivel reproductivo. Estos mecanismos de compensación hacen que responda de forma variable a la tecnología aplicada, a diferencia de lo que sucede con otros cultivos, como maíz. Es por ello que muchas veces resulta complejo encontrar o medir diferencias significativas de rendimiento en soja, frente a la aplicación de tecnologías.

En la medida que el mejoramiento genético de soja evolucionó hacia mayores techos productivos y los ambientes de producción han mejorado su calidad fisicoquímica y biológica, producto de buenos manejos agronómicos, el cultivo de soja ha podido expresar rindes crecientes y sostener pisos productivos más altos.
Resulta fundamental conocer las características del ambiente de producción para planificar el cultivo, eligiendo los planteos productivos que permitan maximizar su productividad a lo largo del tiempo de manera sustentable.
En Okandu conjugamos la información generada en nuestra red de tecnologías en soja, que ya lleva 6 años, con la experiencia productiva real en campos asesorados.
🌱 Conocer el ambiente
El primer paso de una correcta planificación es la caracterización del ambiente.
La calidad del suelo resumida como capacidad de uso, junto a la oferta hídrica, tanto sea por el régimen hídrico (ENSO) como por la presencia de napa, son las características del ambiente de producción más relevantes. La productividad del cultivo de Soja en los ambientes del Sudeste de Córdoba varía de forma marcada según la calidad del ambiente de producción. Como en todos los cultivos, resulta clave comenzar comprendiendo sobre qué suelo planteamos el cultivo y, en función de eso, ajustar el manejo de acuerdo a la potencialidad del mismo.
A su vez, también es importante conocer cómo la oferta de agua influye en la expresión de rinde del cultivo. En primer lugar, observando el comportamiento en función de la oferta de agua, expresado como rinde en función de ENSO (Niño, Neutro, Niña). Resulta importante considerar esta variable al momento de ajustar los planteos tecnológicos del cultivo.
También la presencia de napa en zona de raíces, entre 1 y 2 metros, impacta en la expresión de rinde el cultivo, por lo que se torna clave una correcta caracterización de la misma, para el ajuste del plan de siembra del mismo.
Finalmente, es importante relacionar las variables en cuestión (suelo, napa, pronóstico), para definir así ambientes con mayor o menor probabilidad de sufrir estrés hídrico en algún momento del ciclo del cultivo y, en función de ello, hacer planteos más ofensivos o más defensivos
Es conveniente destacar que el diferencial de rinde entre ambientes es mayor en años NIÑA que en aquellos de mayor oferta hídrica, y es por ello que en estos años hay que ser más precisos en los planteos a realizar; ya que los errores se pagarán más caros.
🌱 Fecha de Siembra
Para el cultivo de soja, la etapa más crítica para la definición del rendimiento abarca los períodos de floración, fructificación y comienzos del llenado de granos. Numerosos estudios mostraron que el número de semillas – principal componente de rendimiento- está limitado por la tasa de crecimiento durante este período. Por consiguiente, su optimización permitiría aumentar el número de semillas a la madurez y, por lo tanto, el rendimiento.
La elección del genotipo (G) y de la fecha de siembra (FS) son las prácticas de manejo de mayor impacto sobre las condiciones ambientales que experimenta el cultivo de soja durante su ciclo de desarrollo; modificando, por ende, el rendimiento y los parámetros de calidad industrial.
Antecedentes en este tipo de ambientes a nivel zonal, indican que la siembra en fechas tempranas sería una de la practicas de manejo que permitiría maximizar los rindes potenciales.
En el mismo sentido Borrás et al informan similar comportamiento con un promedio de pérdida de 35 kg/ha/día de retraso en la fecha de siembra
A su vez, también se destaca la importancia de comprender que, si bien los máximos rindes se logran adelantando fecha de siembra, los pisos de rinde se logran en fechas intermedias. Esto es importante para ajustar el planteo a la variable ambiental antes considerada, comprendiendo en qué situaciones buscar maximizar rindes y en cuales buscar estabilidad.
Es así como aquellos ambientes con menor riesgo de estrés (con napa y/o año Niño) podrán ser sembrados en fechas tempranas (mediados de Octubre), buscando capturar techos de rinde; y aquellos ambientes con mayor riesgo de estrés (sin napa y año Niña) podrán ser sembrados en fechas intermedias (mediados de Noviembre) buscando asegurar piso de rinde.
Estos datos son coincidentes con lo observado en lotes asesorados en la campaña 19-20 en el sudeste de Córdoba, donde las siembras de octubre tuvieron en ambientes superiores rendimientos por encima de los 5.000 kg/ha. En tanto que siembras de noviembre arrojaron rendimientos sensiblemente menores, en torno a 4.000 a 4.500 kg/ha para ambientes similares.
Es importante considerar esta variable y ponerla a jugar en función de estar frente a un Año Niño o Niña. Experiencias en el sudeste de Córdoba mostraron que en años de mejor oferta ambiental los máximos rindes se logran en cultivos sembrados tempranos y con GM cortos; mientras que en años de oferta ambiental inferior los topes de rinde se logran en cultivos que retrasan el inicio del Período Crítico, lo cual se obtiene con fechas de siembras más tardías y GM más largos.
🌱 Genética
A pesar de no tener estímulo por falta de una Ley de Semillas que regule la actividad y permita dar un horizonte de inversión a las empresas semilleras, el cultivo de soja ha progresado de la mano de la mejora genética, permitiendo elevar los techos productivos a una tasa de 44 kg/ha/año, lo cual representa el 1,1% de incremento anual, similar tasa de aumento que en el cultivo de maíz.
En 3 de los 4 años evaluados la variedad “nueva” supera a la “vieja” en rendimientos; con un incremento positivo promedio de casi 200 kg/ha.
Además de la mejora en rinde, también se ha logrado avanzar en desarrollos biotecnológicos, como la resistencia a Lepidópteros (clave en el norte del país), la tolerancia a un herbicida hormonal para aumentar las herramientas de control de malezas resistentes, o la tolerancia a factores abióticos adversos como sequía y salinidad.
Es importante que se pueda sostener y profundizar el trabajo de mejoramiento en el cultivo de soja, ya que es el pilar de la producción nacional, y además porque los sistemas de producción evolucionan y permanentemente aparecen nuevos desafíos de gestión, como lo es la cuestión sanitaria, la aparición de nuevas plagas y nuevas malezas.
🌱 Nutrición
La nutrición y fertilización balanceada es una de la consideradas Buenas Prácticas Agrícolas; siendo la fertilización con al menos fósforo, nitrógeno y azufre la que muestra respuestas positivas en la mayoría de las situaciones productivas para cultivos extensivos en la región pampeana. Generalmente, la fertilización se piensa en términos de rotación; aunque se sabe que hay cultivos que responden positivamente al agregado de determinados nutrientes, tal como es el caso de trigo y maíz con nitrógeno.
En el caso particular de la soja, sucede que al tener un umbral de respuesta bajo al agregado de fósforo es difícil obtener respuestas significativas en rendimientos al fertilizarla. Sumado a ello, su nutrición nitrogenada depende en buena proporción a la fijación biológica; de allí que no se la fertilice con nitrógeno. En el caso del azufre, si bien hay ambientes de mayor probabilidad de respuesta, no siempre se traduce en rendimiento su fertilización con este nutriente. En Okandu hemos evaluado por 6 campañas diferentes estrategias de fertilización en soja de primera, desde un testigo sin fertilizar, hasta tratamientos con altos aportes de fósforo y azufre.
Tal como sucede a menudo en muchos campos productivos, no hay una respuesta positiva en rendimiento al analizar la fertilización con fósforo y azufre en soja en el promedio de campañas analizadas en los ensayos de Okandu. Sin embargo, existe una campaña y campo en particular que mostró respuestas importantes. Justamente, la clave está en detectar esos ambientes en donde sí tenemos respuesta para acompañarlos con fertilizaciones acordes.
En este sentido, en campos asesorados hemos detectado esos ambientes de respuesta, diseñando en consecuencia estrategias de aporte de estos elementos en soja de primera. Así, en la campaña 19/20, en esos ambientes, las sojas de primera (ya sea con antecesor maíz o cultivo de servicio invernal) se fertilizaron con fósforo y azufre, mostrando en los 5 campos analizados un promedio de respuesta superior a los 500 kg/ha.
Finalmente, destacar que la fertilización deber ser considerada en el conjunto de la rotación, apuntando a reponer los nutrientes que se extraen con las cosechas; de manera de no llegar a situaciones donde hasta la soja (cultivo de bajos umbrales de respuesta) logra diferencias de rendimiento por su aporte puntual. Más allá de ello, cuando estas situaciones se detectan, resulta evidente la ventaja de fertilizar el cultivo.
🌱 Manejo de Enfermedades de fin de ciclo
La respuesta a enfermedades en el cultivo de Soja es muy variable, dependiendo de la condición ambiental para el desarrollo de las mismas, la susceptibilidad de las variedades y la presencia de inóculo. El manejo de esta variable requiere de conocimiento de la biología de los diferentes patógenos, como así también de la fisiología del cultivo, del funcionamiento de los diferentes principios activos disponibles para el control y de las condiciones ambientales que median su interrelación.
En ensayos conducidos por Okandu a lo largo de 6 campañas (2014/15 a 2019/20) se observó una muy pobre respuesta promedio.
Sin embargo, al analizar todas las respuestas como casos individuales, es interesante observar que si bien la respuesta media es de 47 kg/ha, el 58% de los casos tuvo respuesta positiva en promedio de +229 kg/ha con respuestas máximas del orden de 600 kg/ha, mientras que el 42% de los casos arrojó resultados negativos con una respuesta promedio de -206 kg/ha. Esto indica la importancia de distinguir correctamente aquellas situaciones de mayor probabilidad de respuesta, y actuar oportunamente.
Es importante destacar que en determinadas condiciones es posible encontrar a escala de lotes, situaciones de alta respuesta a la aplicación de fungicidas, tal como sucedió en la campaña 2009/10 donde una presión alta de Mancha Ojo de Rana (MOR) permitió reflejar grandes diferencias de rendimiento por aplicación de fungicidas. Como ejemplo de lo mencionado, se produjeron rendimientos de 2 variedades de soja con y sin la aplicación de fungicidas frente a un ataque de MOR, con una diferencia promedio entre ambas variedades de 645 kg/ha por la aplicación de fungicidas.
Esto nos lleva a plantear la importancia de trabajar siempre con la “guardia alta” en materia de sanidad en el cultivo, para estar alertas y con capacidad de respuesta ante situaciones de alta presión de patógenos.
Consideraciones finales
Por lo expuesto, se evidencia que en el cultivo de soja resulta más difícil y complejo detectar diferencias significativas en rendimiento por manejos tecnológicos diferentes.
Sin embargo, en los ensayos de tecnologías en soja de Okandu vemos que si comparamos el tratamiento de menor rendimiento con aquél que lo maximizó, aparecen diferencias en promedio de 948 kg/ha, equivalente al 23% de brecha de rinde. Es decir, que todos los años ponemos en juego ese diferencial de rendimiento a la hora de tomar decisiones de manejo; aunque no siempre tenemos claro de antemano el impacto real de aplicar una u otra decisión.
El cultivo de soja debe seguir y profundizar la senda del incremento de rindes, y simultáneamente la adaptación a diferentes condiciones ambientales, pudiendo sostener un piso de rinde que permita la captura de renta por producción en las diferentes situaciones que se dan a lo largo y ancho del territorio argentino.
Será importante que la industria de semillas encuentre las condiciones para desarrollarse y brindar soluciones de acuerdo a cada problemática.
Asimismo, también será importante acompañar este proceso con el desarrollo de nuevas soluciones tecnológicas que permitan competir de manera más eficiente con el complejo de malezas. Las respuestas no deben ser solamente químicas. Por el contrario, es necesario repensar el modelo de producción y apuntar a un manejo integrado de malezas.
Por último, es importante destacar la labor de los profesionales e investigadores de todo orden que intervienen en el proceso, los cuales enfrentan el permanente desafío de generar nuevo conocimiento e información para manejar sistemas más complejos en un ambiente de permanente innovación. En este camino estamos embarcados quienes hacemos Okandu”.
¿Qué te pareció el artículo? ¿Largo y aburrido o interesante?
A mí, lo último. Confieso mi total ignorancia, previa a su lectura. Jamás imaginé todas las variables que deben ser tenidas en cuenta para optimizar el rendimiento de nuestros suelos. Ahora, después de leerlo, solo me resta reconocer todo el esfuerzo y la tecnología puestos al servicio de esta fuente de recursos.
Empresas como Okandu son motivo de un auténtico orgullo.
Me gustaría saber qué opinas al respecto. Tu respuesta me importa.
¡Gracias por el tiempo dedicado a leer este artículo!
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