Sin plan
—¡Ya falta poco para llegar al aeropuerto, gracias a Dios! —le está comentando el doctor Roger Hilman a Pete, conductor de la ambulancia—. Creí que lo perderíamos.
—Tranquilo, doc —responde Pete, sonriendo—. Veo que no me tenía mucha fe.
—No es eso, Pete, es que el paciente lo está esperando desde hace mucho tiempo y cuando se enteró que había aparecido el donante, se creó una histeria en toda la familia.
—Me imagino, doc, no es para menos. Es una de las últimas esperanzas de vida que tiene el paciente, por lo que enteré por los medios.
—Así es, Pete, y si todo va bien en cuatro horas el corazón estará en el JFK y de ahí directo al Hospital Mount Sinaí de Manhattan, donde ya deben tener al receptor preparado para recibirlo.
—Quédese tranquilo, que el vuelo no lo perdemos. Y a propósito, ¿no era hoy cuando se esperaba que pudiesen aparecer algunas interferencias en las comunicaciones?
—Sí, ahora que lo decís, tenés razón. Hace dos días que detectaron la gran tormenta solar y el informativo dijo que hoy podría llegar a nuestro planeta. Esperemos que si llega, lo haga después que el corazón ya esté en Nueva York.
—Perdone mi ignorancia, doc, pero ¿de qué se trata eso de la tormenta solar?
—Mirá, estuve leyendo y resumiendo, es una turbulencia de nuestra atmósfera creada por una onda de choque del viento solar junto con algunas partículas de su masa que vienen a grandes velocidades, que actúan sobre nuestro campo magnético y lo cargan de energía. Aparecen con las manchas solares y causan problemas en radios, radares, instrumental de navegación, nuestra visión de las auroras y, por supuesto, Internet. Sus efectos en la Tierra se sienten dos días después de ocurridas, o sea hoy, y pueden durar varios días.
—Espero que los pronósticos estén equivocados, doc, por el bien del paciente.
—Yo también así lo espero Pete, pero tenemos que tener la tranquilidad de haber hecho todo lo posible desde Denver.
—Y ya pensando en nuestros otros compromisos, ¿se puede caer Internet, doc?
—Mirá, Pete, no quisiera ser fatalista pero la verdad es que si la tormenta solar es grande puede destruir satélites, células de energía y también grandes sistemas de computación. Para el caso de que esto se produzca los proveedores y la compañías de servicios de Internet tienen preparado planes y personal capacitado para recomponer la red…., pero claro, .. eso es cierto siempre y cuando la intensidad y duración de la tormenta no sea gigante.
—Me está empezando a asustar, doc, pero mire, ya entramos en la pista y ahí está el avión. ¡Llegamos a tiempo!
En esos mismos momentos, a diez mil kilómetros de distancia de donde transcurre la acción anterior, en la Bolsa de Valores de Madrid, don Aníbal Trejo Zuvillaga está por realizar una de las operaciones más importantes de su vida.
Ha venido observando diariamente a través de Internet el comportamiento del paquete de bonos que posee y su valor no ha parado de subir durante las últimas tres semanas. Su monto ya se aproxima al millón de euros, algo nunca soñado desde que decidió hacer la compra por un monto equivalente al cuarenta por ciento del mismo.
En estos momentos está hablando desde su celular con su agente de Bolsa para que proceda a la venta, ya que tiene algunos indicadores de que podría producirse en cualquier momento una drástica caída en los valores de los bonos según la opinión de varios expertos, a la que pudo acceder mediante el uso de Internet.
—Te decía, Antonio, que no quiero correr más riesgos. Tuve mucha suerte en la operación que hice y es la primera vez en mi vida que puede amasar semejante cantidad de dinero.
—¡Ya, ya, don Aníbal! Y vaya si ha tenido usted suerte. Ni el más optimista de los inversores habría podido anticipar semejante subida de los bonos. Entiendo perfectamente cómo se siente ahora y la inquietud que debe tener, así que aquí estoy para hacer lo que me pida.
—Lo que te dije, Antonio, que puede ser que me pierda de seguir aprovechando de esta subida al salirme de los bonos, pero prefiero hacerme con los euros ahora así que vendé todos, por favor.
—¡Lo que usted mande, don Aníbal! Ahora le paso la instrucción al muchacho que está en el salón. Lo único es que tengo que aguardar a que me confirme la operación. En cuanto la tenga, ¿le aviso a su celular?
—Sí, por favor, Antonio. Espero no equivocarme.
—No tenga miedo, don Aníbal. Está usted en lo cierto.
En 1995, menos de 1% de la población estaba conectada a internet. Para ese entonces la red era una curiosidad, usada más que nada en Occidente. Hoy más de cuatro mil millones de personas, el sesenta por ciento de la humanidad se conecta a la red y el número sigue creciendo a una velocidad de veinte nuevos usuarios por segundo. De los cuatro mil millones, el treinta por ciento utiliza internet continuamente durante el día y el setenta por ciento restante lo hace por lo menos una vez por día. Para muchos de nosotros es virtualmente imposible imaginar la vida sin internet.
Uno de nuestros mayores problemas en estos días es que lo damos como un hecho automático y que ni siquiera pensamos en la posibilidad de no tener acceso.
Antes de la década del 90 existían ordenadores pero estaban desconectados entre sí, como si vivieran aislados, y sólo se utilizaban para tareas anodinas, como escribir textos o tareas rutinarias. Por suerte unos años después todo cambió; la red entró en nuestras vidas, las ciudades crecieron, la irrigación regó nuestros campos y el mundo se llenó de luz y color. Pero, ¿y si perdiéramos Internet, cómo sería vivir sin ella? Veamos algunos de los efectos, por ejemplo...
Tendríamos que salir a la calle para hacer nuestras compras a las tiendas, algunos establecimientos que sólo los ancianos recuerdan. Levantarnos del sofá, vestirnos y salir a la calle y encima, hacerlo sólo en los horarios de apertura, porque fuera de ellos las tiendas están cerradas.
Deberíamos consultar mapas y planos o buscar en libros para llegar a los sitios, y todo sin la ayuda de un GPS. Ninguna voz nos guiaría.
Estaríamos mucho peor informados sobre lo que acontece en el mundo y no podríamos comunicarnos con familiares y amigos mediante redes sociales o Whatsapp.
Pero esa época existió. Fueron tiempos oscuros en los que para comunicarnos teníamos que hacer uso de instrumentos como el teléfono fijo, las cartas, las palomas mensajeras o incluso, un horror, el contacto directo con las personas.
En resumen; el trabajo, las comunicaciones, el ocio… todo sería más complicado, más incómodo y más trabajoso. Sin lugar a dudas, Internet es hoy totalmente imprescindible. Ha cambiado nuestra vida, convirtiendo a la época anterior a su advenimiento en un periodo histórico difuso y terrible, similar a la Edad Media. Por suerte todo aquello quedó atrás y la felicidad entró para siempre en nuestras vidas.
Internet cumple un rol clave en la comunicación para emergencias. Durante terremotos, por ejemplo, las personas se comunicaban por teléfono o mensaje de texto y nada funcionaba, generando desesperación. Internet permite evacuaciones ordenadas de ciudades, mediante Whatsapp, a pesar de que la telefonía tampoco funcione. Saber que los seres queridos están bien permite a una persona ser mucho más razonable para la comunidad en momentos de crisis.
No se podrían usar sistemas y dispositivos móviles de pago electrónicos. Tendríamos que volver al efectivo, pero esto requiere de cajeros automáticos, los que también utilizan internet. Incluso en el banco, sin internet no se podría operar. La gente no sabría operar, vender, compra o cobrar. Los supermercados no podrían vender productos. En muchos de los colegios y universidades que usan Internet para enseñar, implicaría un gran retroceso.
Antes de Internet, nuestra memoria y conocimientos debíamos destinarlos a cosas que hoy no son necesarias. La solución de los problemas que se nos presentaban dependía de nuestro conocimiento y nuestro ingenio. Es cierto que nuestro objetivo en la vida no es estar preocupados de arreglar todo en forma individual y que Internet nos permite utilizar nuestra inteligencia y capacidad en otras cosas; y que en vez de memorizar números de teléfono o tablas de multiplicar, podemos volcarlas en cosas más creativas o, incluso, en inventar soluciones. Pero esto conlleva el riesgo de no poder seleccionar los temas más elementales por dejarlos librados a la tecnología y depender enteramente de ella. Como todo, lo bueno es lograr una posición balanceada que nos aleje de los dos extremos.
Internet no es inviolable y puede desaparecer en nuestro país o en el mundo durante un cierto tiempo o, en el peor de los cases, definitivamente.
Por ejemplo, Egipto apagó Internet durante las protestas de la Primavera Árabe en 2011 para hacerle más difícil a los manifestantes coordinar el movimiento de calle.
También puede ocurrir un ciberataque mediante unos hackers que inserten en la red un software maligno y afecten los routers, con lo que el tráfico en la red quedaría bloqueado.
Otro blanco para los hackers puede ser el tráfico de datos entre continentes. Quizás no sea nada fácil para ellos cortar los cables que los unen ya que están situados a gran profundidad en el mar, pero es factible una problema accidental en ellos, como ocurrió en el 2008, cuando personas en India, Medio Oriente y el sureste de Asia quedaron desconectadas. ¿Podrían algunos submarinos dejar al mundo sin Internet? ¿Por qué no?
Continúa en XI B de XIV...
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