Marcelo Solari, Agosto 2024
Editado por Tony Salgado
Cuando comienza a calmarse la efervescencia olímpica de París 2024 y, en forma paralela, se inicia el tránsito del proceso que culminará en Los Ángeles 2028, bien valen algunas consideraciones sobre la participación argentina en los recientes Juegos realizados en Francia.
Naturalmente, el gen competitivo es el rasgo que distingue a nuestros atletas.
Esa capacidad de rebelarse ante la adversidad, de adaptarse a todo (o casi), de mostrar carácter y -también- amor por la camiseta (o la bandera) son activos de indudable valor y que no suelen encontrarse en las mismas dosis en los deportistas de otros países.
Son los mismos ingredientes que permiten, en todo caso, competir más o menos en condiciones de cierta igualdad en algunas disciplinas.
Y hasta generar expectativas que, generalmente, son carentes de sustento.
Así, los golpes con la realidad suelen resonar tanto como bofetadas en un cuarto pequeño y vacío de mobiliario.
En definitiva, nada que no se haya visto en anteriores ediciones de los Juegos Olímpicos.
Las evidentes carencias de infraestructura, de inversión y de política deportiva conducen a un techo demasiado bajo en las más prestigiosas competencias internacionales.
Yendo a lo estrictamente numérico, en París 2024 Argentina cosechó 3 medallas en total.
Más o menos en sintonía con lo que viene sucediendo desde Seúl 1988 para acá (la última vez que la delegación “albiceleste” no sumó preseas fue en Los Ángeles 1984).
En el cielo de París voló con una acrobacia que rompió los ojos y su destreza rozó la perfección.
José “Maligno” Torres le dio a Latinoamérica la primera presea de oro en la ciudad luz en la categoría de BMX Freestyle Park masculino, coronándose con la mejor puntuación de los Juegos Olímpicos con 94.82 en su primera carrera.
José “Maligno” Torres salió a esa primera pasada con determinación, fiereza y el mismo cosquilleo que sintió a los 14 años al ver por primera vez una prueba de BMX. Esas acrobacias sellaron su vínculo absoluto con esta disciplina.
Esta primera medalla de oro en 2024 hizo sonar el himno argentino en Francia, poniendo el nombre de este excepcional atleta, y del deporte de toda la región, por todo lo alto.
La medalla de plata de Mateo Majdalani y Eugenia Bosco en Nacra 17 mixto confirma el potencial fabuloso de la náutica argentina.
El talento siempre está. Pero claramente con eso no alcanza.
Hay que pulirlo, cultivarlo, conducirlo, otorgarle las mejores condiciones posibles para su desarrollo y crecimiento.
No es sencillo ni mucho menos.
Sobre todo, cuando la acuciante actualidad económica del país impone otras prioridades.
No se trata de un pase de magia y empezar a cosechar.
Al contrario. Es un proceso de siembra largo y sinuoso.
Pero necesario para que no siga ocurriendo lo mismo y cada cuatro años aparezcan los mismos descalificadores de siempre quienes, por desconocimiento e ignorancia, y desde la comodidad del sillón de sus casas se quejen a viva voz porque Argentina “no aparece en el medallero”.
Las Leonas han logrado que subirse al podio olímpico parezca sencillo, con lo extremadamente difícil que es.
Nos tienen mal acostumbrados a ello.
Esta vez obtuvieron el bronce, luego de perder en semifinales con Países Bajos, el mejor equipo mundial durante los últimos años.
Gracias, Leonas, una vez más!!
En todo su recorrido olímpico, los deportistas argentinos han ganado un total de 80 medallas, el equivalente a la mitad de las medallas que un país potencia deportiva puede ganar en una sola edición.
Esto no es peyorativo sino, más bien, realista.
Es una verdad a medias eso de que disponer de un gran presupuesto no garantiza resultados. Porque hay que reconocer que ayuda bastante.
No es casualidad que los 10 o 12 países que siempre están en los primeros lugares del medallero, son los que más inversión destinan al deporte.
Pero volvamos al gen argentino.
Esa mezcla de rebeldía y coraje ha permitido que surjan excepciones maravillosas bañadas en oro, como la “Peque” Paula Pareto en Río de Janeiro 2016, Sebastián Crismanich en Londres 2012 o nuestro orgullosamente marplatense Juan Curuchet en Beijing 2008.
Y también está la vela. Pero por continuidad de excelentes resultados, obviamente no califica en la categoría de “excepciones”.
En las últimas 10 ediciones (o 40 años), los puntos más altos ocurrieron en Atenas 2004 y Beijing 2008. En ambos casos, con idénticos resultados: 2 de oro y 4 de bronce.
Y a lo largo de toda la historia olímpica (Argentina comenzó a participar desde París 1924), sólo hubo tres participaciones con resultados superadores: Ámsterdam 1928 (3-3-1), Berlín 1936 (2-2-3) y Londres 1948 (3-3-1).
El medallero histórico muestra que nuestro país ha obtenido hasta la fecha:
Oro: 22; Plata: 29 y Bronce: 29 medallas
Total: 80 medallas
Estuve prendido al televisor durante un mes (privilegio de jubilado) siguiendo de cerca estas Olimpíadas y confieso que fue un espectáculo increíble y atrapante, el que se repetirá recién dentro de cuatro años en Los Ángeles.
Mirando los datos fríamente, creo que nuestra delegación ha estado bien en general, con distintas performances según las disciplinas.
La posición 52 obtenida parecería no estar de acuerdo con nuestras expectativas previas.
Sin embargo, recapacitando en la tremenda diferencia presupuestaria dedicada a estos deportes por los países que obtuvieron los primeros puestos y el nuestro, creo que el resultado es excelente.
Pude apreciar la crudeza del “No hay plata” y a pesar de que lo entiendo, me dolió bastante ver sus consecuencias.
Tenemos cuatro años para prepararnos para la próxima olimpiada, tiempo más que suficiente para que la conjunción entre el esfuerzo de nuestros atletas y un mayor presupuesto asignado a estos deportes, nos permita ir acercándonos de a poco a otras potencias que son tenidas más en cuenta por sus respectivos gobiernos.
Tony Salgado
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