El Tiempo de Adviento señala el comienzo de un nuevo año litúrgico y nos sirve de preparación para el Tiempo de Navidad, en el que se hará presente en nuestro mundo quien habrá de cambiar de una vez y para siempre la Historia de la Humanidad: Jesús de Nazaret.
Quiero traerles una primera reflexión sobre este nuevo período que se inicia, de alguien que merece el mayor de mis respetos, el Párroco de la Iglesia Santa María, de Badalona.
Tiempo de adviento
p Jaume Aymar i Ragolta
“Queridos hermanos y hermanas,
A menudo a lo largo de nuestra vida hemos oído hablar “del día de mañana”.
En casa nos enseñaban a ahorrar "para el día de mañana"; habría que pensar quien nos cuidaría "el día de mañana", debíamos prever cómo dejaríamos el mundo "del día de mañana"...
Hoy seguimos hablando de qué pasará con nuestro departamento "el día de mañana", si la jubilación o la pensión nos llegará para vivir "el día de mañana".
Y hablamos también de sostenibilidad, de los jóvenes, de los que vendrán, del futuro de Badalona, de Cataluña, de la Iglesia del futuro...
En el fondo, huimos hacia delante, con la pretensión de pensar que siempre habrá un día de mañana, y que todavía estaremos allí para vivirlo...
Cuando de repente, la pandemia, la enfermedad propia, la muerte de seres queridos, la incertidumbre, lo ha hecho tambalear todo y nos hemos dado cuenta de que, en realidad, sólo tenemos el día de hoy, que el esperado "día de mañana" ya ha llegado.
San Agustín, en sus “Confesiones”, se pregunta:
“¿Qué es el tiempo? Si alguien me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicarlo, no sé cómo hacerlo. El futuro todavía no es, el pasado ya no existe”.
Pero añade también algo muy firme:
“El presente de las cosas pasadas es la actual memoria o recuerdo de ellas -memoria que a menudo debe ser agradecida-; el presente de las cosas presentes es la consideración de alguna de ellas; y el presente de las cosas futuras es la actual expectativa de ellas”.
Hoy muchos jóvenes y no tan jóvenes viven sólo el momento presente porque tienen poca historia y sienten que carecen de expectativas de futuro.
Hay que ayudarles a agradecer el pasado, a prever el futuro inmediato, y a ir a fondo en el presente, no como un presente no entendido o un instante huidizo, sino como la conjunción de circunstancias que definen nuestra situación actual.
Cuando las circunstancias cambian -una enfermedad grave, un cambio de trabajo, la muerte de una persona querida- entonces dejamos de estar en este presente para entrar en otro presente.
San Lucas, pues, se sirve del lenguaje apocalíptico, no para revelar secretos escondidos o para predecir el futuro, sino para ayudarnos a interpretar el presente que estamos viviendo.
Y es que hoy seguimos viviendo con el corazón en la boca: en el mundo hay 65 guerras activas... el hambre ha aumentado durante la pandemia y afecta a más de 800 millones de personas; después de más de dos meses, el volcán de la Palma sigue activo con esos impresionantes ríos de lava que ya llegan al mar...
Pero más allá de estos hechos dolorosos, terribles y que nos sobrepasan, la buena noticia es que tanto ayer como hoy existe un Dios que está por encima de la guerra, del hambre y de las catástrofes ambientales.
Es ese Hijo del Hombre que, en el lenguaje apocalíptico, está por encima de las nubes y que viene a traernos paz y consuelo.
Cuanto más oscuro es el fondo, más brilla la claridad.
Y la certeza de que Dios siempre está presente y lo puede todo, debe llevarnos a llevar la cabeza bien alta y a presentir nuestra inmediata liberación.
San Lucas se dirigía a unas comunidades cristianas que vivían inmersas en un paganismo ambiental que las perseguía, no sólo con la violencia, sino también y más aún con la terrible presión social; y que además les contagiaba sus costumbres corruptas.
Y por eso advierte a los cristianos de evitar el exceso de comer y beber y la exagerada preocupación por sus negocios porque los embotaría y les haría olvidar los temas importantes.
Algo de gran actualidad: la presión ambiental que nos mueve a consumir compulsivamente e ir muy a menudo acelerados en la búsqueda del poder y del mayor beneficio; ¡cuidado!, nos está alejando de lo esencial.
Por lo tanto, este nuevo presente que anhelamos y no tenemos sólo podrá comenzar cuando realmente cambiemos de actitud, y no antes.
Como dice el jesuita y pensador Xavier Melloni: “si no cambiamos de estilo de vida, después de este virus vendrá otro...”
Cristo solo viene cuando nosotros vamos hacia Él. Y su venida supondrá el rescate definitivo de toda esclavitud. Pero el cambio deberá partir de nuestro interior.
Por eso el Adviento, es también un tiempo de reflexión, de conversión, de cambio de chip, de un nuevo estilo de vida.
Hay que vivir de manera más desacelerada, más responsable, menos superficial, pero para vivir así necesitamos la ayuda de quien ha hecho el cielo y la tierra y quiere venir a salvarnos, si estamos dispuesto a aceptarlo.
Implorémoslo de todo corazón en esta eucaristía."
De mi parte, solo agrego que ojalá que este Tiempo de Adviento nos sirva para hacer un hueco en nuestras apretadas agendas y dedicarnos a parar la pelota y cuestionarnos sobre todas las urgencias que vivimos
¿Son realmente importantes?
¿No estamos desatendiendo otros temas prioritarios por falta de tiempo?
¿Qué pasaría si alguna vez decimos que no?
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