Hola estimado lector.
Decidí traer a tu presencia este artículo en el que se reseñan el origen, los mecanismos de enganche y las experiencias vividas por las personas que tienen problemas con el consumo de drogas.
Si bien corresponden a un entorno distinto al nuestro, como es el norteamericano, las similitudes de su desarrollo y consecuencias son más que evidentes.
Me reservo mi opinión para el final, para compartirla contigo, esperando también conocer la tuya.
El yanqui yonqui
Juan Duchesme Winter
“La drogadicción, en el esquema literario norteamericano, se presenta como una dignificación de la demanda, una mitificación de la compulsión de consumo.
Para el gran hombre blanco que escribe, capear coca, yerba, heroína, es parte de una serie repetitiva y sustituíble que remata en la búsqueda de la Cosa (la imposible utopía química).
Al final de su relato “Junky”, William Burroughs invoca unas coordenadas de la demanda y la oferta según un teorema contemporáneo de la droga: “Decidí bajar hasta Colombia. Estoy listo para moverme al sur y buscar la sustancia pura que abra, en lugar de cerrar, como la heroína. El entusiasmo es libertad momentánea de los reclamos de la envejeciente, prudente y asustadiza carne. Quizás encuentre en la Cosa lo que buscaba en la heroína, la yerba y la coca”.
Esa Cosa nunca llegará, pues Burroughs eleva este antiobjeto del placer al rango de la Cosa lacaniana.
Aquí la Cosa es producto de un trabajo literario, de una elaboración artística de la distancia que se le impone al objeto para otorgarle la dignidad del objeto absoluto imposible de alcanzar.
La Cosa se presenta como una dignificación de la demanda, una mitificación de la compulsión de consumo.
“Junky” es el reverso masoquista de la gesta personal del gran capitalista blanco: Bill Lee (alias William Burroughs), es un negativo radiográfico anticipado de Bill Gates.
Marx le llamaba al capital "trabajo muerto", dado que sólo se reproduce en la medida en que se abstrae del trabajo considerado como medio de satisfacción de necesidades humanas concretas. El capital sólo tiene hambre de más capital, siendo el trabajo sólo un medio. A Marx le fascinaba esta implacable voracidad autista del Capital. Decía que el mismo, como el vampiro, vive de chupar trabajo vivo y vive más, mientras más trabajo chupa.
“Junky” representa una modalidad de consumo terminal que vive de chupar una mercancía mortal y vive más, mientras más veneno chupa.
Aquí se crean procedimientos que sólo apuntan a la mecánica de la propia repetición indefinida del consumo de la droga. Sólo la droga por sí sola, con su implacable coherencia química, impone la continuidad de la serie. "A medida que el hábito agarra los demás intereses pierden importancia para el usuario. La vida se telescopia en la heroína, un chuteo y a esperar el próximo".
En el mundo de Burroughs la expresión "vivir para la droga" es inadecuada, pues la droga no sería siquiera el objeto de una vida. Más bien la droga sustituye el vivir, deja de ser objeto de la pulsión vital para sustituir esa pulsión con su propio ciclo compulsivo, con una 'vida' más real que la vida misma, la vida de la Cosa en sí.
Explica que “La morfina altera el ciclo completo de expansión y contracción, liberación y tensión. La función sexual se desactiva, la peristalsis se inhibe, las pupilas dejan de reaccionar en respuesta a la luz y a la oscuridad. El organismo ni se contrae por el dolor ni se expande hacia las fuentes normales del placer. Se ajusta a un ciclo de morfina”.
La de “Junky” prescinde de la interioridad psicológica, de la motivación de los personajes, de los condicionamientos del ambiente y del conflicto intersubjetivo; todo circula en torno al próximo chuteo, aun los intentos de cura, en los que el yonqui meramente se ilusiona con reconstruir esa elusiva virginidad que le prodigaría la ilusión fugaz de un retorno a la primera penetración de la aguja. Es sabido que el período de la vida de Burroughs correspondiente a este relato contiene acontecimientos tan dramáticos como el disparo "accidental" con que él mató a su esposa en un alarde de puntería estilo William Tell.
Se sabe que William Burroughs salió indemne del percance, ocurrido en México, gracias al dinero de su familia.
Pero Junky no narra ese incidente y sólo menciona de pasada a la abatida mujer, como espectral facilitadora o interruptora del próximo chuteo.
Según la advertencia de Giulia Sissa, la droga es un anti-objeto.
Podemos añadir que es poco definible como objeto de deseo, pues la construcción de su hábito conlleva sustituir los objetos de deseo ordinarios forjados, perseguidos, sitiados, capturados o evadidos en las fantasías de la realidad cotidiana, por un solo objeto que, como el dinero, representa a todos los objetos sin poseer otro valor que sustituir esos objetos.
Burroughs aclara que: “El adicto es inmune al aburrimiento. Puede estar horas mirándose los zapatos o simplemente permanecer en la cama. No necesita desahogo sexual ni contactos sociales ni trabajo ni diversión ni ejercicio, nada excepto morfina. La morfina logra aliviar el dolor gracias a que le imparte al organismo algunos de los atributos de un vegetal”.
La droga instaura un ciclo droga-deseo-droga en que ella se consume como deseo de más droga, independientemente de las relaciones de un objeto de deseo.
La droga es necesidad muerta ante todo otro objeto de deseo que no sea el de su propio aplacamiento: lo que no deja de fascinar a Burroughs.
Bill, el yanqui yonqui, deviene el perfecto capitalista del anti-objeto.
El prólogo presenta a un joven de la burguesía media de Saint Louis que no sabe qué hacer con su vida hasta que descubre el "junk as a way of life", la versión underground del Estilo de vida Americano.
El resto del relato provee un ensamblaje de la cadena narrativa del chuteo. Los episodios se acumulan en una serie puramente cuantitativa y la heroína constituye el paradigma de la droga.
Pero también se evidencia que la substancia psicoactiva por sí misma no es la droga. La droga delimita el lugar ocupable por una serie sustitutiva de psicoactvos (morfina, opio, paregórico, benzedrina, codeína, cocaína, heroína, hachis, marihuana) que, a pesar de sus muy divergentes propiedades y efectos, se ajustan aquí a una misma gramática de la adicción de Burroughs.
Hay también un Bill fantasmático que emerge como el arriesgado empresario del anti-objeto. Ese Billy, the Junky-Kid, transmuta las remesas de capital recibidas de su familia en el flujo de coseidad que penetra sus venas.
Además colecciona armas de fuego y explora distintos escenarios del mercado de la droga, desplazándose de norte a sur en un aventurerismo masoquista, pasando por Nueva York, Kentucky, Nueva Orleans, Texas, México y Colombia.
Si bien el lector convencional podría identificar en esta narración el curso de degradación moral y física del protagonista y sus impresentables acólitos, ello supliría la infaltable moraleja de la historia.
Con toda su rebeldía e insanidad subversiva, en estas escrituras brilla un ideal del yo, un elemento simbólico del capital, que es parasitado por otro yo, underground, que ambicionó y logró, finalmente, ser”.
Te comparo algunos comentarios de mi lectura.
Me identifico con el lector convencional que puede considerar a este artículo como una mera historia de degradación moral de un personaje. No obstante, quiero mencionar algunos aspectos del mismo que suscitan profundos sentimientos en mí.
"La Cosa" puede surgir como el único refugio para quienes hayan renunciado a realizar cualquier esfuerzo en la vida y no le encuentren ningún sentido a la misma. También para niños o jóvenes que han sido marginados o excluidos de la sociedad o se han convertido en víctimas de traficantes.
Siento un terrible dolor y se que el mismo no es nada comparado con el de quienes padecen estas situaciones, al saber que existen muchos seres humanos que no encuentran ningún motivo para seguir viviendo e, incluso, reprochan a sus padres el haberlos traído a este mundo.
Creo que ninguna persona creyente (de la religión que sea) no puede dejar de ver esta realidad y comprometerse del modo que pueda, en tratar de involucrarse en remediarla. Estamos hablando, en última instancia, de nuestros hermanos.
“Res, non verba”: “Acción, no Palabras”.
Querido lector, me encantaría conocer tu posición sobre este tema. Sería muy bueno encontrarla como comentario al artículo en el Blog de nuestra página web.
Muchas gracias por tu tiempo. Un abrazo.
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