Tony Salgado, Agosto 2024
Al igual que sucede en España y en la mayoría de países de Europa, donde la tasa de natalidad ha ido cayendo a lo largo de los años hasta estar en sus mínimos, sucede lo mismo en algunos de los más conocidos países asiáticos.
A priori, en un mundo sobrepoblado, esto no debería ser un problema.
Pero sí se convierte en un problema nacional en varios países donde se va perdiendo población año tras año.
En el caso de Asia, tenemos el caso de que tres de las principales economías: Corea del Sur, Japón y ahora también Taiwán, están perdiendo población a pasos agigantados.
Los milenials tienen menos hijos en comparación con las generaciones mayores y eso está afectando al sistema educativo y a los puestos de empleo en torno a la educación.
En el caso del último país que ha alzado la voz respecto a la demografía, Taiwán, el National Development Council (NDC), ha publicado que la tasa de fertilidad de Taiwán ha mostrado una tendencia descendente: en 2002 la tasa era de 1.3 hijos por mujer, 20 años después cayó al 0.87.
El número de nacimientos también disminuyó drásticamente en las últimas dos décadas, pasando de 248 mil en el año 2002 a 136 mil en 2023.
Hace apenas una semana, Taipei Times, un periódico de la capital taiwanesa, publicaba que la disminución de la tasa de natalidad en Taiwán continúa afectando al sector educativo y se vuelve más grave cada día que pasa.
Se espera que la matrícula de estudiantes de escuela primaria disminuya a menos de un millón para 2029 y a alrededor de 779.000 para el año académico 2039, según mostró el informe de estimación del número de estudiantes 2024-2039 del Ministerio de Educación.
Desde el inicio de este año académico, el número promedio de estudiantes de escuela primaria disminuiría en 29.000 cada año durante los próximos 16 años.
Si cada clase tiene un promedio de unos 29 niños, entonces se perderían unas 1.000 clases cada año. Esa es una estadística aterradora.
Los efectos negativos de estos acontecimientos se trasladarían gradualmente a las escuelas medias, secundarias y universitarias.
Incluso, se predice que 40 universidades están amenazadas y podrían acabar cerrando si se mantiene esta tendencia.
Según publicaba Taipei Times, el ministerio debería centrarse en dos puntos para mitigar los efectos de la caída de la tasa de natalidad y permitir que las escuelas se desarrollen de una manera más sostenible: la calidad de la educación y la dificultad para abrir puestos para nuevos profesores.
Una idea que se plantea es emular a los países occidentales avanzados y reducir el número de estudiantes en cada clase de 29 a aproximadamente 20.
Esto tiene dos beneficios. En primer lugar, frenaría el efecto negativo sobre el personal docente existente. En segundo lugar, al disminuir el número de estudiantes aumentaría la comprensión de los docentes y el alcance de la atención a sus estudiantes, aumentando así la eficacia de su instrucción y tutoría, como explicaba Tsai Jr-keng, un profesor jubilado de Taiwán.
Como gran parte del este de Asia, Taiwán está luchando por alcanzar la “tasa de reemplazo” necesaria para mantener una población estable.
Esa tasa es de 2,1 bebés por mujer, pero Taiwán no ha alcanzado esa cifra desde mediados de los años 80.
Hace unos días, The Guardian se hacía eco de esta preocupación y publicaba que los demógrafos y los gobiernos temen crisis económicas inminentes causadas por una creciente población de edad avanzada sin suficientes contribuyentes que trabajen para sustentarlos.
En Taiwán, el impacto de la reducción de generaciones ya ha comenzado a afectar el reclutamiento militar y ahora está llegando a las inscripciones en escuelas y universidades.
Al mismo tiempo, la gente en edad de tener hijos considera que el costo del cuidado de los niños es ahora elevado, tanto en tiempo como en dinero.
Es difícil pensar en tener un segundo hijo sin aumentar los niveles salariales y reducir las horas de trabajo.
Hay que tener en cuenta aquí que además de la natalidad, podría contemplarse la migración: esto también se ve afectado por las políticas migratorias que muchos países del mundo mantienen con fronteras cerradas a la llegada de gente de otros países.
El gobierno de Taiwán, al igual que los de China, Corea y Japón, ha probado varios incentivos financieros y cambios regulatorios para alentar a la gente a tener más hijos (o tener alguno).
Pero la gente continúa resistiéndose, citando la presión de los roles de género tradicionales que recaen sobre las mujeres (es decir, ellas se acaban encargando del cuidado de los hijos, mientras es una necesidad trabajar y la flexibilidad laboral escasea), así como el aumento del costo de vida y la dificultad de equilibrar las carreras.
Explica The Guardian que los salarios en Taiwán son relativamente bajos y la vivienda en la ciudad es cara.
Este año, se descubrió que Taipei era la segunda ciudad más inasequible del mundo, después de Hong Kong, al comparar los precios de la vivienda con los ingresos promedio.
En resumen, creo que este problema que reconocía en muchos países europeos es aplicable también a otros países orientales, recientemente desarrollados.
A los inconvenientes anteriores quisiera agregar una consecuencia inmediata, que ya se aprecia desde hace algunos años en algunos países de Europa.
Para mantener sus economías y dada la disminución de sus tasas de nacimientos, deben recurrir a la inmigración como solución alternativa.
Y así es cómo se ven cada vez más, gentes provenientes de África, el Medio Oriente y Latinoamérica para cubrir, salvo notables excepciones, los puestos de trabajo que ellos no quieren realizar.
Este cambio de fisonomía es muy notable y se acrecienta año tras año.
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