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Foto del escritorTony Salgado

El descanso ¿Cómo acto de rebelión?

Al leer este artículo me sentí en la obligación de compartirlo de inmediato con mis seres más apreciados, ya que todos ellos y yo mismo nos hemos formulado en algún momento de nuestras vidas esta pregunta y, probablemente, no hemos dado con el mecanismo para resolverla.

Aquí creo que encontrarán algunas ayuditas.

¡Espero que les gusten!


¿Por qué no sentirse culpable por descansar y no hacer nada?

BBC

Febrero, 2021


El año pasado, la estudiante de diseño afincada en Rotterdam Kirsten Spruit creó una instalación audiovisual a la que llamó “Un Espacio para permanecer”. A los visitantes se les invitaba a tumbarse boca abajo en un colchón negro, envolverse en unos audífonos que reproducían sonidos típicos de paisajes agradables y no hacer nada en absoluto.

Un video que mostraba lentamente una sucesión de mensajes del tipo de “Siento que no hice nada hoy” alentaba pensamientos relacionados con la pasividad en los participantes. Spruit afirmó: “‘Un Espacio para permanecer nace de una investigación alrededor del sentimiento de actividad permanente, de la necesidad de ser siempre productivos y eficientes, que parece dominar las vidas de tanta gente, especialmente entre mi generación”.



¿Es esto en lo que se convirtió el descanso? ¿Una exposición en una galería de arte, como una reliquia de un pasado feliz? ¿Algo que podemos hacer solo cuando nos invitan a un evento? Aparentemente, sí.

Claudia Hammond, presentadora del programa de BBC Radio 4 “Todo en la Mente” y autora del libro “El Arte del descanso”, aseguró que “estar ocupado se convirtió en una cuestión de honor. Se volvió algo que esperamos de nosotros mismos y de los demás. Desafortunadamente, las pruebas indican que pensamos que la gente ocupada es mejor. Incluso el descanso ha sido de alguna manera comercializado. Fíjese en la tendencia a buscar el bienestar. Está esa idea de que deberíamos estar haciendo lo que es bueno para nosotros”.

Todo esto se está cobrando un peaje: “nos sentimos culpables cuando descansamos, así que no lo hacemos lo suficiente”, dijo. A comienzos de este año, una investigación entre estadounidenses de entre 45 y 65 años reveló que estaban más estresados que la gente de su edad en la década de 1990. La Organización Mundial de la Salud ha clasificado el estrés como una de las “epidemias del siglo XXI”.

No es de extrañar. La pandemia de Covid acarreó que las personas se encuentren al mismo tiempo frenéticos, preocupados, frecuentemente en casa y sin acceso a la mayoría de las actividades reparadoras de la vida. Si la emergencia global está enseñando algo, es que los viejos modos de vida no funcionan. Es necesario revisar no solo el comportamiento personal, sino el de la sociedad. Una de las mejores maneras de hacerlo podría ser, simplemente, parar.

“Estamos viendo una gradual reacción en contra de la productividad y la automejora, y un giro hacia el aburrimiento práctico, la introspección y la inhibición”. Holly Friend, analista de prospectiva en The Future Laboratory, le dijo a BBC Culture: “Sin más opción que quedarse en casa y revisar sus prioridades, los consumidores se están encontrando con la experiencia de un nuevo ritmo de vida que afectará a sus rutinas durante los últimos años. Este período le está dando a la gente la oportunidad de sentirse cómoda perdiéndose y sin hacer nada, actividades que antes estaban cubiertas por el estigma y la culpa millennial”.

El cambio se acercaba de todas formas. A comienzos de 2019, una encuesta a más de 2200 personas en todo Reino Unido mostró que el 78% de los “millennials” se declaraban contentos cuando se cancelaban fiestas y reuniones a las que habían sido invitados. En febrero de 2020, el psiquiatra de California Cameron Sepah acuñó el concepto de “ayuno de dopamina”, de los constantes estímulos del vida moderna.

Como alternativa, las personas deberían permitirse descansar o estar solos, o deleitarse en actividades más simples y naturales, haciendo así frente a los comportamientos compulsivos que podrían, al contrario de lo que se piensa, estar haciéndolos infelices.

¿Cómo hacemos esto? En primer lugar, hay que cuidarse, y dentro de este nuevo prisma hay algunas viejas costumbres. “El arte del descanso” se basó en una encuesta a más de 18.000 personas a las que se les preguntó qué actividades encontraban más relajantes y reposadas. La séptima de la lista resultó ser bañarse.

El capítulo titulado “Un buen baño caliente”, debería llevar a todos de cabeza a la bañera. El lanzamiento el año pasado de la campaña “Nosotros los bañistas” de la firma de consméticos Lush, con un video que exploraba estos momentos íntimos de cuidado personal, parece ahora un momento de intuición prepandémica.

Pero hay otros tipos de baños que están ganando terreno. Los baños de sonido usando gongs o cuencos sonoros del Tíbet fueron elegidos por la editora estadounidense Condé Nast como una de las tendencias de bienestar para los viajeros en 2020. Habituales antes principalmente en refugios “New Age”, entre sus fieles se encuentran ahora figuras como las estrellas de Hollywood Robert Downey Jr. y Charlize Theron. Pero más allá de que les guste a algunos famosos, una larga historia asiste a estas prácticas.

Durante más de 40.000 años, tribus aborígenes utilizaron de la misma manera un instrumento llamado Diyeridú. En la tradición espiritual tibetana, los gongs eran tenidos por objetos con profundos vínculos con la naturaleza del cosmos. Los expertos en esta práctica aseguraron que las vibraciones sonoras pueden relajar los patrones de las ondas cerebrales, reducir el ritmo cardíaco, disminuir el estrés y el dolor, y aliviar la ansiedad.

“Me di cuenta de que los estados de meditación profunda a los que llegué con la práctica disciplinada de la meditación se alcanzaban mucho más rápidamente con la meditación sonora”, reflexionó Tamara Klien, una de las asiduas de los baños de sonidos. “Me encanta lo que se siente. Hay una sensación corporal muy particular, que es esencialmente el cuerpo llegando por sí mismo a un proceso por el que se sana a sí mismo”, concluyó.

Mientras, otras filosofías orientales siguen atrayendo a occidentales con las mentes agotadas. El año pasado, la organización conservacionista Woodland Trust sugirió que se incluyeran entre las terapias no médicas recomendadas por los profesionales sanitarios los baños en el bosque, una práctica consistente en sumergirse con los cinco sentidos en un entorno forestal surgida en la década de 1980 en Japón, donde se la conoce como shinrin-yoku.

No se trata de meros paseos por el parque. “La gente piensa al principio que caminar por el campo es algo que estuvieron haciendo toda la vida”, le dijo al diario Observer Gary Evans, fundador del Instituto de Baños Forestales de Reino Unido.

“Pero quizá sean paseos apresurados, o quizá estés preocupado porque no sabés adónde se fue el perro. Una manera mejor de concebir el tiempo en el bosque es a través de un rato consciente bajo la arboleda con un propósito de salud y bienestar”, añadió Evans.


La naturaleza como remedio

Nada de esto tomó por sorpresa a Hammond, en cuyo libro aparece pasar tiempo en un entorno natural en segundo lugar, solo después de leer. “Caminar por la naturaleza pone las cosas en perspectiva y nos hace pensar en que somos una parte diminuta en el ancho mundo”, afirmó.

Hammond entrevistó al escritor Richard Mabey, quien sufría una depresión y que encontró un apoyo en la naturaleza. “Si miras a una marisma durante 10 minutos, al final de ese rato será completamente diferente que al principio. Eso fue lo que me afectó más profundamente, ser parte de un sistema vivo”, le dijo Mabey.

Las personas se olvidan de todas las cosas buenas que descansar puede aportar, además de salud física y mental. “EL descanso nos da tiempo para recentrarnos, una capacidad que habíamos perdido últimamente”, comentó Friend.

“La carrera incesante hacia la mejora personal nos distrajo de los beneficios de la relajación, del placer e incluso del aburrimiento, que son estados que se probaron que nos vuelven más productivos”, manifestó. Lejos de recelar de los ratos muertos, deberíamos acogerlos como oportunidades. “Los momentos libres en los que no tienes nada con qué entretenerte o compañía, pueden en realidad generar creatividad”, sostuvo Susan J. Matt, historiadora de las emociones.

Otros filósofos ven venir un mundo en el que la mejor manera de descansar sea ayudar a la sociedad. La defensora por los derechos de las mujeres Adrienne Maree Brown propone en uno de sus libros una nueva visión de la ética y el activismo como una forma de liberación personal, mientras que la filósofa existencialista Sandy Grant prevé el surgimiento de una economía del placer en la que renunciar a cosas, en lugar de poseerlas, se convierta en algo divertido. “En lugar de disfrutar de autos o viajes que otros no pueden pagar, ¿por qué no rechazar los placeres que explotan o dañan a otros?”, dijo.

Si esto no le quita su brillo seductor al consumismo vacío y al deseo insaciable de poseer, nada podrá hacerlo. Quizá por eso, los expertos están empezando a entender el descanso como el último acto de rebelión. Sean baños de naturaleza, baños de sonido o de agua, todos son una manera de salir de la rueda del hámster.

En un pequeño manifiesto publicado en 2018, Georgina Johnson llamaba a sus lectores a considerar el costo de la manera, a menudo artificialmente acelerada, en la que vivían y trabajaban. Su último libro, publicado en inglés con el título “The Slow Grind” (“La rutina lenta”), analiza el problema de la sostenibilidad desde la perspectiva de la salud mental, la moda, la raza, la educación, la justicia social y el cambio climático, y se pregunta cómo podemos construir un mundo diferente.

La velocidad puede ser una de las primeras cosas que dejar de lado. “El disfrute y el descanso se están volviendo cada vez más actos políticos contra el mecanismo de los sistemas actuales”, aseguró Friend.

“En el pasado, el ocio se mezclaba con la culpa, ya que el fetiche de los negocios había llevado a la expectativa de que incluso el tiempo libre debería invertirse en perfeccionarnos a nosotros mismos física e intelectualmente. Pero con el aislamiento y la soledad que se han convertido en la nueva normalidad, el reposo se vuelve una manera fácil y agradable de resistencia”, afirmó.

Bridget Luff se mostró de acuerdo en su guía del movimiento y la meditación: “Ralentizar un poco nos permite tener perspectiva, y es la antítesis de lo que dictan las sociedades occidentales. Una siesta, un rato de meditación, o tan solo una pausa lejos de una pantalla, alejándonos de la red de ventas, órdenes e historias con las que se nos alimenta constantemente, nos deja vivir en una realidad más auténtica. El descanso es un acto de rebelión silenciosa, que nos permite nuevas vías de ver el mundo y estar en él”.

Friend concluye: “Dar un paso atrás, hacer una pausa y revaluar las cosas estresantes de nuestras vidas es necesario para adquirir habilidades que necesitamos ahora más que nunca, como la resiliencia. En un año que nos ha atacado por la espalda, nos hemos dado cuenta de que como humanos necesitamos estar listos para adaptarnos y cambiar nuestras prioridades sin previo aviso. El descanso se está volviendo fundamental en este sentido. Para poder lidiar con este mundo de extremos, necesitamos sentirnos calmados y concentrados”.


¿Qué tal?, ¿Cómo se han sentido? Identificados, aunque sea un poco, ¿no?

Me pregunto ¿Por qué siempre sentimos que tenemos que estar haciendo algo? o ¿Por qué cuando no estamos haciendo nada nos sentimos improductivos?

Soy el primero en reconocer que no pude dar con la respuesta correcta a esta pregunta a lo largo de mis más de cuatro décadas de actividad profesional y laboral y que solo ahora, luego de mi retiro de las mismas, me doy cuenta del grave error que cometí y encuentro el espacio y el tiempo para poder resolverla.

Espero que a ustedes no les ocurra lo mismo y lo puedan lograr mucho antes y ojalá que este artículo les haya traído un poco de luz para hacerlo.

Nos vemos en el próximo artículo.

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