Tony Salgado
Confluencias
… Viene del Capítulo VIII A
Este giro de los acontecimientos provoca la esperable conmoción social, justamente indignada por la acción del comisario. Analizada la carta por los grafólogos pertinentes, se prueba su autenticidad.
Andrés Crevillén es puesto en libertad de inmediato, para alegría de sus familiares y amigos, con quienes se dispone a celebrarlo como Dios manda. En el caso de Julio Delmonte, no sucede lo mismo, ya que la carta dejada escrita por el comisario no es elemento suficientemente probatorio de su inocencia, según la posición adoptada por los abogados intervinientes.
A los pocos días, sin embargo, aparece Ramírez, el operario de la fábrica de Garín de Julio Delmonte, quien había sido encomendado por este para la contratación de un sicario para eliminar a Colombres.
Sometido a diversas pruebas e investigaciones, los abogados llegan a la conclusión de que dicho sicario nunca pudo ser contratado, por lo que Julio Delmonte también recupera la libertad.
El balance hasta esa es que la responsabilidad sobre las dos muertes, ha recaído sobre el comisario de policía, fallecido; y sobre otra persona cuyo paradero depende de la aparición de un tal Gorka Otegui, un sicario vasco que, potencialmente, podría aclarar el otro crimen.
Ya han transcurrido cuatro años desde entones y, lamentablemente para los familiares de Ricardo Colombres, la investigación ha entrado en un punto muerto, por lo que no es de extrañar que en un momento dado la misma se dé por cerrada y este crimen ha quedado sin ser resuelto.
No obstante ello, pocas semanas atrás y mirando un noticiero de televisión de la cadena española, ya que en el fondo no quería abandonar la búsqueda, el oficial Joaquín Aguirre presenció, azorado, un hecho que nuevamente lo puso en carrera para intentar resolver el caso. La noticia decía así:
“El pueblo pesquero de Hondarribia, en Guipúzcoa, uno de los más atractivos por su belleza y su gastronomía, esta tarde ha sido noticia debido a un grave enfrentamiento policial con miembros de la organización terrorista ETA. En efecto, su casco histórico, en las cercanías de su muralla medieval y de sus casas con balcones de madera y edificios barrocos, ha sido mudo testigo de un intercambio de disparos que ha durado más de quince minutos. Como resultado del mismo han sido abatidos dos integrantes de la organización criminal, aún sin ser identificados, y un tercero, de nombre Gorka Otegui, que ha sido apresado.
Es evidente que, a pesar de la lucha permanente que contra ella despliega nuestra policía, la banda sigue aun causando estragos en nuestra sociedad”.
Cumpliendo todos los requisitos formales del caso y mediante el soporte de sus verticales policiales, el oficial Aguirre se puede poner en contacto telefónico con Otegui. Una vez explicado el motivo de la llamada, Aguirre apela a toda una batería de motivos honorables, mediante los cuales intenta convencer al vasco que le diga su verdad.
—Señor Otegui, por favor le pido. Esta colaboración con nuestras autoridades policiales no ha de significarle ninguna complicación a su situación procesal. Por el contario, si confía en nosotros y nos cuenta lo que sabe de nuestro caso, ello puede contribuir en algo a aliviar su condena. Piénselo; por favor se lo pido.
—Una sola palabra: “ispilu”. Adiós.
Luego de hacer las consultas correspondientes, Aguirre aprende que en euskera “ispilu” significa “espejo”, por lo que, luego de devanarse los sesos y hacer múltiples consultas con sus pares, decide que ya es suficiente; el caso lo ha superado.
Epílogo
Han pasado ya seis meses desde la aparición de esa nueva prueba y recién ahora parece que la investigación se encamina hacia el lado correcto, y lo hace velozmente.
A Aguirre, en un acto de desesperación, se le ha ocurrido volver a analizar a todos los sospechosos, ya en libertad, reparando en sus nombres en versión espejada.
Menos mal, ya estamos a fines del 2020, siete años después de los crímenes….
Perdón, pero llaman a mi puerta….
—¿Es usted el señor Ansaló?
—Sí, el mismo, ¿de qué se trata?
—Soy el oficial técnico Joaquín Aguirre. ¡Queda usted arrestado, acusado de cometer el crimen del señor Ricardo Colombres! ¡Por favor, síganos!
A los lectores les pido paciencia. Me acaban de esposar y no sé cuándo podré regresar a mi casa. Les confieso que debí participar activamente en este libro para agregarle un poco de condimento a las historias.
Soy el hermano mayor del doctor Arnaldo y no pude permitir que estas dos damas, una de las cuales es la esposa del señor Colombres, lo llevaran a mi hermano por el camino de la perdición, así que decidí tomar cartas en este asunto.
Pero no los abandonaré, mis queridos lectores. Les prometo que seguiré escribiendo, aunque al próximo libro lo deba hacer detrás de los barrotes de la cárcel.
Este libro me dejó algunas conclusiones interesantes.
—Existen nuevas y oscuras pasiones, ocultas entre los personajes que cuando salen a la superficie, pueden perjudicar a muchos de ellos.
—Era mejor dejar los recuerdos tan cristalinos como estaban en las memorias de los ex compañeros. Toda la realidad posterior que vivieron fue mucho peor, por más que los gratificara momentáneamente el encuentro de las cinco décadas.
—En las arrugas de los otros percibieron los años que habían transcurrido también para ellos, pero que a pesar de ver las propias, se negaban a aceptarlos … ¡qué horror!
—No es nada nuevo. Ya lo dijo Jorge Manrique, en sus “Coplas”:
Recuerda el alma dormida
Avive el seso y despierte
Contemplando
Cómo se pasa la vida,
Cómo se viene la muerte
Tan callando.
Cuan presto se va el placer,
Cómo, después de acordado,
Da dolor,
Cómo a nuestro parecer
Cualquier tiempo pasado
Fue mejor.
FIN
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