Tony Salgado
Vecinos
Estamos a mediados de diciembre de 2013 y parece ser que nuestros personajes no podrán disfrutar de las Fiestas de Fin de Año con la tranquilidad habitual.
Los dos investigadores y su ayudante Eleuterio (Ele) Barboza, deciden dar comienzo de inmediato, al día siguiente, con la formulación de las hipótesis y tesis sobre los dos crímenes cometidos en Belgrano.
Los números iniciales que se plantean son, francamente, descorazonadores. Considerando que ambos crímenes estuvieran directamente vinculados a la reunión ocurrida con motivo de las cinco décadas transcurridas desde el egreso del secundario de las víctimas; la primera hipótesis a formular fue que ambas víctimas fueron asesinadas con premeditación, en forma sincronizada, no al azar y que lo fueron como consecuencia de las relaciones pasadas entre los compañeros, acentuadas luego del encuentro de las cinco décadas.
Tratándose de quince declarantes y del hecho de que pudieron haberlos cometido ellos mismos o subcontratado a profesionales para llevarlos a cabo, la cantidad de posibles alternativas era, nada menos que sesenta (2 crímenes x 15 declarantes x 2 métodos, mano propia o subcontrato).
Además se debe constatar que las muertes se habían producido como resultado de algún hecho grave ocurrido en el pasado y no como producto de una mente desequilibrada. Para comenzar el análisis, los investigadores decidieron comenzar con la primera opción hasta que el progreso de la investigación no les probara lo contrario.
Como la cantidad de opciones era francamente inmanejable debían, rápidamente, comenzar a descartar la mayor cantidad posible a efectos de reducirlas a un número razonable.
—Oficial, creo que comenzaremos con el caso de Igor Kozlovski —propone el comisario—, si está usted de acuerdo. ¡Ah!, agente Barboza, usted también está invitado a opinar. Vio y escuchó lo mismo que nosotros, así que otra opinión será siempre bienvenida.
—Gracias, señor por considerarme —responde prontamente el agente Ele Barboza—. Así lo haré.
—Con respecto a su pregunta, comisario —contesta el oficial—, me parece bien comenzar con Kozlovski. Como habíamos hablado ya sobre este caso, creo que el principal sospechoso es Crevillén y deberíamos comenzar con él y con su esposa, verificando si sus coartadas pueden ser probadas por otras personas, al margen de sus entornos.
—Perfecto, oficial. Por favor encárguese de averiguar quiénes podrían ser esas personas y luego vemos como seguimos. Pero antes, déjeme hacerle una pregunta.. ¿aparte de Crevillén, considera usted que alguien más podía tener motivos parecidos al suyo?
—Creo que sí, comisario. El preceptor Martínez fue también constantemente maltratado por Kozloski, por lo que podría haber mantenido un sentimiento de venganza que hizo eclosión recién ahora.
—Bien, ¿y alguno más que se le ocurra?
—No, comisario, creo que no pude abrigar el mismo tipo de sospechas.
—Déjeme agregar algo que creo que no hemos juzgado como se merece hasta ahora. En general oficial, lo lógico es que busquemos a los responsables que fueron afectados directamente por el comportamiento, al que yo calificaría de salvaje en algunos y así lo estamos haciendo, lo que está muy. No obstante pudieron existir otros compañeros a los que perjudicó el mismo, pero que jamás lo han manifestado..
—¿Por ejemplo, quiénes comisario?
—Si me permiten dar mi opinión.. —el agente Ele Barboza, tal como se lo había solicitado el comisario—, quiere aportar su grano de arena.
—¿A ver? Adelante, agente… por favor..
—Creo, comisario que a estos compañeros deberíamos buscarlos entre los que eran y deben serlo aún, diametralmente opuestos a Igor; los callados, aplicados, estudiosos, a los que resultaba muy difícil digerir el desorden y las amenazas de Igor…
—Muy bien agente, continúe por favor.
—Si estuviera en mí decidir, yo me inclinaría, por ejemplo, en Arnaldo O’Lasna, en Jorge Espina y en sus esposas. A ellos, dedicados 100% al estudio o a una vocación por la dirección musical, creo que les molestarían sobremanera las actitudes avasallantes de Igor, por lo que creo que lo deberían despreciar profundamente.
—¡Excelente aporte, agente! —responde el comisario—. No podría haberlo resumido mejor. Oficial, incluyámoslos en nuestra lista de hipótesis. Debe reconocer que me ganó de mano, agente. Creo que iba dirigido hacia algo parecido a eso, pero nuevamente lo felicito por la rapidez de la respuesta.
—Bien. Trato de resumir lo que tenemos hasta ahora —el oficial Joaquín Aguirre trata de cerrar los próximos pasos a seguir—. Nos concentraremos en las declaraciones de Crevillén, Martínez, O’Lasna, Espina y sus respectivas esposas. Analizaremos las coartadas que presentaron en sus declaraciones y, si mediante esos análisis surgieran nuevas personas, las incluiremos en la lista de sospechosos.
—¡Perfecto, oficial! Vamos progresando —el comisario quiere también darle una palmadita de apoyo a su subalterno para que no se sienta disminuido frente al agente, luego del aporte de este—. Vamos ahora al caso de Ricardo Colombres. Por favor recuérdeme que tenemos, oficial.
—En este caso, como hablamos en su momento, tanto Bill Duchel como Julio Delmonte, por un lado, siempre asociados a la afinidad que tenían con la víctima por el rugby, pero la negativa que se integrara a su dúo ya establecido; aparecerían como potenciales interesados en causarle un mal a Colombres, aunque fuese después de tanto tiempo; pero por el otro habría que sumarles a Arnaldo O’Lasna y su esposa, y a Higinio Turner, por las actividades extra-matrimoniales confesadas en las declaraciones, o noviazgos del secundario con amigas de Susy.
—Perdón, oficial, que interrumpa —nuevamente el agente Ele Barboza toma la palabra—. No se olvide usted de incluir a Susy, la propia esposa del occiso, quien secretamente mantenía encuentros con O’Lasna.
—Es correcto, agente, muchas gracias.
—Bien, eso quiere decir que por momento —el comisario trata de nos dispersar la atención de los otros dos y concentrar la búsqueda en la menor cantidad de sospechosos—, nuestra lista inicial la forman Duchel, Delmonte, O’Lasna y sus respectivas esposas, Turner y Susy. ¿Me olvido de algo?
—No, comisario. Lo ha dicho muy bien. Eso da ocho personas en cada uno de los casos, con una de ellas, O’Lasna, integrante de ambas.
—Bueno, oficial, pues entonces manos a la obra, que el tiempo no sobra. Dedíquese usted al caso Kozlovski con la ayuda del agente Barboza; y yo haré otro tanto con el caso Colombres con un nuevo agente que voy a solicitar. Nos reuniremos aquí, en la comisaría, todos los días a las ocho de la mañana para compartir novedades y en casos de urgencia, no dudemos en llamarnos por el celular. Adelante, No podemos desperdiciar ni un solo instante, antes que empiecen a pulular abogados e investigadores de las partes… Esto debe ser resuelto por nosotros y si puede ser antes de fin de año, mejor.
A partir del día siguiente los dos equipos conformados comienzan con la difícil tarea de desenmarañar el tejido que se pudo hacer creado alrededor de los dos crímenes. Con la preselección hecha previamente, la cantidad de alternativas se ha reducido de sesenta a treinta y dos (2 crímenes x 8 sospechosos x 2 métodos, mano propia o subcontrato), por lo que cada equipo deberá analizar, a priori, dieciséis opciones; una notable ventaja respecto a las probabilidades iniciales, pero aún una enorme cantidad de trabajo.
La tarea, básicamente, consistiría en verificar las declaraciones de los sospechosos mediante conversaciones con eventuales testigos que pudieran dar fe de lo manifestado por ellos y de sus comportamientos durante el día de los sucesos y los días previos y posteriores al mismo. Asimismo, todos los aportes que pudieran lograr en cuanto a otras personas con las que los hubiesen visto durante ese período, ya fueran habituales o no, habrían de ser bienvenidos.
Luego de trascurrido el primer de la tarea acordada, a las ocho de la mañana del día siguiente y, tal como había sido acordado, los dos equipos se reúnen en la comisaría para intercambiar lo relevado y verificar el progreso que se iba logrando.
—Bien, oficial y agente Barboza, ¿qué tal les ha ido ayer? —está preguntando el comisario—. ¿Pudieron lograr progresos y creen que vamos por el camino correcto o nos estamos desviando del que nos lleve a la solución de los crímenes?
—Comisario, creo que estamos en el camino correcto —responde el oficial Aguirre—, aunque con el agente Barboza consideramos que es muy grande el trabajo que tenemos por delante. No creo que lo podamos cubrir ni en uno ni en dos días. Tal vez sí en una semana o algo más.
—Entiendo, oficial, y es lógico que sea así. Lo importante es que la calidad de las declaraciones sea muy buena y no nos estén vendiendo pescado podrido, porque eso podría ser fatal para nosotros. Bien, en resumen, ¿qué es lo que pudieron lograr ayer?
—Ayer estuvimos en los domicilios de varios vecinos de Adrián Crevillén y su esposa Magalí, y además, luego logramos entrevistar a un par de empleados de su estudio de arquitectura en Núñez. Las opiniones de los vecinos coinciden en que Adrián es una persona amable y cordial, de buen trato, aunque en las últimas semanas se lo veía un poco nervioso, algo no habitual en él. De todos modos, tanto él como su esposa y su hija muy agradables y respetuosas cada vez que se cruzaban con ellos. Su esposa Magalí, única conocedora de lo que le había sucedido a Adrián en el secundario, había hecho una excelente tarea de protección y aislamiento de su marido del chusmerío vecinal. Uno de los vecinos, al encontrarlo en la puerta de su domicilio, le preguntó si estaba todo bien y la respuesta que recibió fue que sí, aunque estaba un poco agotado por varios proyectos que tenía que finalizar a la brevedad. Con respecto a sus empleados, una vez que nos aseguramos que había salido de la oficina para almorzar y que llamamos y nos dimos a conocer, pidiéndoles confidencialidad en lo que nos dijeran, un par de ellos también nos manifestó que habían notado su inquietud durante el último mes, lo que les extrañó pero no le prestaron atención. Su secretaria nos comentó que un par de días antes del que sería el día de los crímenes, Crevillén le solicitó que lo comunicara con un señor con el que ella no había hablado nunca antes y que conversación duró unos quince minutos aproximadamente. La voz de este señor era potente y tenía un dejo de acento centroamericano, por lo que pude captar cuando me comuniqué con él. Como su puesto de trabajo está frente al despacho de Crevillén y se puede observar, aunque en penumbras, lo que allí acontece, dijo que mientras hablaba, caminaba inquietamente de un lugar al otro del despacho. Respecto al día fatídico, nos dijo que regresó a su hogar a eso de las seis de la tarde, como era su costumbre; y no volvieron a saber de él hasta el día siguiente. Sobre Magalí, los comentarios de los vecinos coinciden en que se trata de una mujer que le gusta vivir bien y son frecuentes sus reuniones con sus amigas, las que constituyen un círculo exclusivo que se reúne en las casas de varias de ellas, incluida la de Magalí, para realizar encuentros sociales; de los que no parecería ser muy afecto el señor Crevillén. De todos modos, suponen que no ha tenido ninguna participación directa ni indirecta en los crímenes cometidos.
—Muy bien, ¿y usted, agente Barboza, pudo percibir algo más que no se haya dicho hasta ahora?
—Lo único que quisiera agregar a lo ya dicho es que tanto en su vecindario como en su estudio, en cuanto los interrogados se daban cuenta de la posible relación de Crevillén con los crímenes, todas las reacciones eran de perplejidad e incredulidad. Creo que sus testimonios fueron muy sinceros. Obviamente el arquitecto había logrado un prestigio que estaba reñido con tal proceder. Con respecto a Magalí y, al igual que los vecinos, personalmente no creo que estuviese implicada ya que me pareció que había sido absolutamente honesta en su declaración en la comisaría.
—Bueno, déjenme ahora compartirles mis encuentros de ayer —es el turno del comisario—. Con la agente Magdalena Ordóñez, quien me acompañó a hacer la recorrida, estuvimos en el vecindario de la casa del señor Bill Duchel y su esposa, Noel, en San Isidro. Nos entrevistamos con media docena de eventuales testigos, de los que recogimos la unánime opinión sobre la distinción y el estilo de vida de quienes, como Duchel, han cumplido funciones diplomáticas durante su vida activa y su carrera. Sí nos hablaron de su pasión por el rugby, la que compartía con ellos. Suele disfrutar mucho de las comodidades de su casa, a la que suele concurrir de vez en cuando una persona que, según sus descripciones, sería Julio Belmonte, quien en general lo hace en las últimas horas de la tarde, unas veces solo y otras acompañado por quién sería su esposa, y ambos matrimonios cenan en dicha vivienda. Duchel suele salir algunas tardes con su automóvil, regresando a eso de las diez de la noche para cenar con su esposa. Durante el período de tiempo en el que ocurrieron los hechos, tuvo una de esas salidas, aunque no podían precisar qué día fue. En cuanto a alguna anormalidad en su comportamiento o carácter, no percibieron ninguno. Creo que nada más, ¿me olvido de algo, Ordóñez?
—No, señor —responde la oficial—Lo ha resumido usted muy bien. Mi única observación es con respecto a su esposa Noel, a la que observé particularmente consternada por la muerte del señor Colombres. Según tengo entendido se había tratado con él hace algunos años aunque con un resultado insatisfactoria, pero creo que eso no ha sido un impedimento para su sentimiento actual de dolor por la pérdida.
Continúa en el Capítulo VI B…
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