Tony Salgado
Hilos que se cruzan
…Viene de V A
Al día siguiente, el comisario y el oficial comienzan a hacer un resumen de lo declarado y a barajar las posibles causas de los crímenes y, dentro del grupo de compañeros, quienes serían las personas que habrían tenido buenos motivos para cometerlos.
—¿Qué le parecieron las declaraciones de los ex compañeros y sus esposas, oficial? Pareciera que tenemos bastante trabajo para empezar a desenmarañar este ovillo, ¿no le parece?
—Así es, comisario, y déjeme decirle que creo que, salvo algunas excepciones, me parecieron honestas e incluso hasta contraproducentes para sus propios matrimonios, como en el caso de la última esposa. No siempre ocurre esto, sino más bien todo lo contrario; y eso es algo que habla bien de ellos, independientemente de lo que haya sucedido finalmente.
—Estoy de acuerdo. Veamos. ¿A qué conclusiones principales cree que hemos llegado, con respecto a los testigos?
—Bueno, creo que en el caso de Igor Kozlovski, quien tiene todos los boletos en su cuenta es obviamente, Adrián Crevillén, aunque su esposa diga que ya había superado esa situación crítica creada en el pasado. También me parece que deberíamos citar a declarar a los preceptores que tenían la responsabilidad de cuidar el comportamiento de los alumnos, quienes también habían sido el blanco de los ataques de este señor. Con respecto a los otros ex compañeros, no se desprende ninguna relación en particular.
—Concuerdo con usted oficial en el principal sospechoso, aunque mi experiencia me dice que en cualquier grupo de convivencia y durante tanto tiempo, estas personalidades conflictivas terminan generando la aversión de muchos de sus miembros. Lo que le quiero decir es que, a pesar de no haber surgido nada en el primer testimonio, es probable que existan otros hechos y reacciones parecidas que no han aparecido hasta ahora, por lo que debemos seguir insistiendo. ¿Y en el caso de Ricardo Colombres, a qué conclusiones iniciales cree que puede llegar?
—Este caso es bastante más complejo que el anterior, comisario, por lo que acabamos de oír en las declaraciones. Me gustaría escucharlo a usted, señor, que tiene más experiencia que yo llevando adelante este tipo de investigaciones.
—Bueno, acepto el desafío, oficial. Efectivamente, el caso de Colombres es más complejo que el anterior y, por lo que acabamos de escuchar, si bien hay personas que tendrían buenos motivos para eliminarlo, tenemos que tener mucho cuidado en ir separando uno a uno a quienes se relacionaron con él para quedarnos con los datos válidos y no con pescado podrido. Por ejemplo, si bien de la declaración de su esposa, Bill Duchel podría haber tenido un buen motivo para terminar con la vida del occiso, personalmente me cuesta creer que lo haya hecho, sobre todo considerando su trayectoria profesional, que no habría puesto en juego con tal decisión. En el caso de Julio Delmonte el rechazo de su esposa, siendo joven, a las propuestas de Colombres, si bien al comienzo crearon en él un sentimiento de venganza, el paso del tiempo debió haberlo mitigado, pero no lo conozco lo suficiente para aseverarlo. Necesito nueva información para aclararme. Respecto del señor O’Lasna, el picaflor de la película, sus amoríos con dos de las esposas de los declarantes, lo convierten en claro sospechoso pero, a la vez, tendría el atenuante de no querer exponer su vida privada a su esposa mediante la concreción de este hecho. El señor Turner aparece asociado a una probabilidad inferior de ser el culpable. Su motivación sería indirecta y además, presentó una coartada que es fácil de verificar con los vecinos de su negocio deportivo. Respecto a las esposas, Susy, la del propio Colombres; y Clarisa, la del doctor O’Lasna, pudieron haber tenido motivos para este crimen; y tampoco las descarto. Eso es lo que surge de una lectura rápida de lo que dijeron. Y, además, esto es solo un muestreo de los candidatos, oficial.
—¿A qué se refiere, comisario?
—A que quedan, por ejemplo, otras personas cercanas a él que cumplían actividades diarias en el Colegio, como preceptores, casero y otros. Además, otro interrogante es si alguna de estas personas, en el caso de ser responsables, lo hicieron ellos mismos o mediante la contratación de un profesional mafioso. Como puede ver, oficial, estos que acabamos de escuchar son los primeros hilos que se cruzan de una gran telaraña en la que quedó atrapado, desgraciadamente, el señor Colombres, por lo que creo que debemos, por un lado, verificar lo dicho mediante testigos válidos; y, por otro, ampliar el círculo de probables responsables, realizando nuevas indagatorias.
Durante los días subsiguientes, el comisario inspector Juan Ignacio Chafuén Rey y el oficial técnico Joaquín Aguirre, con el soporte del agente Eleuterio Barboza, ampliaron, tal como lo habían convenido, el círculo de personas que pudieron haber tenido algún motivo para concretar los dos hechos sangrientos.
Por un lado y considerando que en la cena del rencuentro de los egresados habían participado dieciséis de ellos, los que habían sido dispuestos en dos mesas de ocho cada, los integrantes de la segunda mesa de ocho fueron los primeros candidatos a ser interpelados.
Los interrogatorios se realizaron del mismo modo que el utilizado hasta aquí, averiguando qué actividades estaban realizando durante el día de los hechos, qué testigos podían aportar y si conocían a alguien que pudiese tener alguna motivación para concretar tan sanguinarios sucesos.
Al cabo de las declaraciones de los ocho posibles sospechosos y de sus respectivas esposas o compañeras, el dúo investigador llegó a una misma conclusión: ninguno de ellos reunía los atributos para ser considerado como sospechoso, dado el alejamiento que habían mantenido con los occisos desde el fin del ciclo secundario e, incluso durante la cena del aniversario. A pesar de que pudiesen estar cometiendo un involuntario error, decidieron por lo tanto, excluirlos por el momento de la lista de las personas a ser interrogadas nuevamente.
Por otro lado los investigadores decidieron indagar, además, a los dos preceptores que habían sido los más allegados a los alumnos, Mario (Chupete) Martínez, el “bueno”, y Julio (Manija) Tesidoro, el “malo”; y al hijo del casero que cuidaba las instalaciones de entonces, Juan (Perico) Pérez, el “inocente”, y que había transcurrido su niñez viviendo en la casa ubicada en la parte posterior del mismo.
Hemos de recordar que Martínez había sido usado en varias circunstancias como salidas antes de hora, llegadas tarde y “ablandes” de profesores, y que su bondad lo había convertido en blanco de bromas pesadas y amenazas de golpes. Por su parte, Tesidoro era implacable con los alumnos en el estricto cumplimiento de órdenes y horarios. Ellos se la tenían jurado mutuamente, inclusive con peleas fuera del colegio
Por su parte Pérez mantenía reuniones secretas con el rector sobre lo que escuchaba y tramaban hacer los alumnos.
—Dígame por favor, señor Martínez —el comisario comienza con la primera declaración—, si alguna de las dos víctimas mantenía con usted o con otro compañero alguna relación que podría considerarse anormal para los alumnos del colegio.
—Mire, comisario, en mi rol de preceptor encargado de velar por el buen comportamiento de los muchachos, en general ese grupo no se ha caracterizado por hechos singulares, a excepción de uno de ellos. Es el caso de Igor Kozlovski, quien durante los cinco años mantuvo siempre una actitud pendenciera y provocadora, a pesar de los múltiplos intentos que hemos hecho para que cambiara de actitud.
—¿Por favor, podría darnos algunos ejemplos de ese comportamiento? —es el turno del inspector Aguirre—. ¿Con quiénes tenían lugar dichas actitudes y a cuáles cree que serían los motivos para las mismas?
—Sí, por supuesto, inspector. Por lo que tengo entendido, ya han declarado todos sus compañeros directos y sus esposas, así que imagino que tendrán bastantes ejemplos, por lo que me limitaré a dar un par de ellos, en los que tuve la desgracia de participar. Antes que nada, mi apodo de “Chupete” se lo debo a él, que me consideraba demasiado “inocente” para sus actitudes diarias. En una ocasión me coaccionó para llevar a Adrián Crevillén a la sala de química, donde él lo esperaba preparado para darle una golpiza feroz, amenazándome con que si ni lo hacía iba a hacer correr el rumor de que me había propasado con una alumna del Normal 10, vecina suya. En la otra, directamente me esperó a la salida del colegio, en la esquina de Pampa y Ciudad de la Paz, con un palo en la mano para descargarlo sobre mi cuerpo. En ambos casos pude evitar, por fortuna, las posibles consecuencias de su accionar. Sobre los motivos, entiendo que su familia ha sufrido grandes privaciones y tal vez se venga con quienes tiene a su alrededor. Gente que le deseara su mal no faltaba y hasta yo mismo, en un momento, creo que también lo hacía. Como los dos que mencioné, hay muchos más, sobre los que creo que no vale la pena dar más detalles. Con respecto al alumno Colombres, no tengo nada en particular para resaltar, salvo que era un gran deportista dedicado al rugby y, en lo a mí respecta, siempre actuó de forma muy respetuosa y cordial. Era muy apreciado por sus compañeros y realmente me cuesta creer que alguien de ese grupo haya tenido fundados motivos para quitarle la vida. Tal vez tengan que buscar en otros ámbitos a los que pertenecía.
—Gracia por su ayuda, señor Martínez, y lamento mucho lo que le ha tocado vivir junto a ese joven. De ser necesario, nos pondremos nuevamente en contacto con usted a la brevedad.
Es el momento ahora de Julio Tesidoro, al que habrá de interrogar el oficial Joaquín Aguirre, en presencia del comisario.
—Voy a comenzar por el caso más sorprendente para mí, oficial. Se trata de Ricardo Colombres. Todos mis recuerdos sobre él son muy agradables. Junto a los alumnos Duchel y Delmonte formaba un trío de fanáticos del rugby. En aquellos años este deporte no había logrado aún la gran difusión que actualmente tiene, por lo que este grupo de pertenencia era envidiable para sus compañeros. Siempre tenía una actitud agradable y creo que era muy apreciado por sus compañeros, por lo que su muerte, en la forma en que se produjo, para mí es una sorpresa. Por el contrario, sobre el alumno Kozlovski mi opinión personal es que el colegio ha sido demasiado blando con él. Si hubiera estado en mí, creo que lo habría expulsado ya en el primer año, después de sus primeras actitudes provocativas y de desorden que causaban permanentemente el malestar de sus compañeros. No era un bicho bueno. Buscaba siempre el mal de quienes los rodeaban y, lógicamente, pagaba el pato el más débil. Conmigo su actitud fue siempre distante porque sabía, y no era tonto, que yo le aplicaría la mayor de las sanciones posibles según el reglamento y que ya lo tenía entre ojos. A estos personajes hay que arrancarlos apenas se los detecta; si no crecen, se hacen fuertes y después cuesta mucho más. Yo ya se lo había advertido al rector desde un principio pero bueno, respeto su posición. Él era quien mandaba y yo un simple empleado suyo. No me extrañaba que tuviese muchos enemigos y que hay terminado cómo lo hizo. Creo que no les va a ser demasiado fácil encontrar al culpable, porque los candidatos deben estar haciendo cola para venir a declarar y no los culpo. Yo, en su lugar, sería el primero de la fila.
—Gracias señor Tesidoro por su sinceridad. Seguramente le pidamos alguna aclaración más a medida que la investigación progresa.
Cierra este capítulo la declaración del hijo de Juan “Perico” Pérez, el casero del colegio, quien vivía con su familia en la parte posterior del mismo, mientras el grupo transcurría los cinco años del secundario. Nuevamente es el turno del comisario para el interrogatorio.
—Como comprenderá, comisario, yo era un chico de menos de diez años cuando este grupo hizo su cursada en el colegio, por lo que no tengo una opinión formada sobre este chico, pero lo que sí recuerdo era lo que comentaba mi padre es nuestra casa sobre él. Decía que entre todos los alumnos de los cinco años que se cursaban, Igor era el más indisciplinado de todos y que no le auguraba ningún buen porvenir cuando terminara el secundario. El rector le había pedido a mi padre que se infiltrara durante los recreos entre los alumnos para adelantarle cualquier situación complicada que pudiera desatarse a corto plazo, y que en no pocas situaciones, su nombre estaba ligado a ellas. Faltazos masivos, peleas contra otros colegios, agresiones a compañeros, y hasta algún que otro hurto en comercios vecinos, eran sus temas a diario. El rector, si bien estaba escandalizado por ello, no se animaba a tomar ninguna posición severa, por lo que Kozlovski ocupaba cada vez más espacio. Su víctima preferida era un alumno de ascendencia francesa, Crevillém, a quién le había jurado que se acordaría toda la vida de él. Yo, siendo tan pequeño, lo único que puedo asegurarle es que entre sus propios compañeros había generado una antipatía y sed de venganza que se podía palpar en cualquier ambiente en el que estuviera. No tengo mucho más para agregar sobre él. En cuanto al señor Colombres, lo que le escuchaba a mi padre era que intentaba lograr un mayor acercamiento al dúo que integraban los señores Duchel y Delmonte, pero a veces se le hacía difícil porque estos constituían una dupla muy cerrada; y esto le creaba a Colombres frecuentes decepciones. Sobre el resto de su comportamiento, no escuché ninguna otra cosa especial.
—Muchas gracias, señor Pérez. Ha sido muy valioso su aporte.
Con esta última declaración se ha completado el primer ciclo de las mismas. Ante el comisario, el inspector y el agente han desfilado quince personas: seis compañeros de las víctimas, seis esposas, dos preceptores del turno mañana y el hijo del casero del colegio de esa época.
El comisario Juan Ignacio Chafuén Rey considera que las mismas han sido verídicas y honestas, salvo algún pequeño detalle que se pudo haber escapado; algo perfectamente entendible dada la cantidad de años transcurrida entre esos años y la actualidad. Su opinión es plenamente compartida por el oficial técnico Joaquín Aguirre.
Es momento entonces de pasar a las etapas siguientes, durante las cuáles se comenzarán a formular las tesis e hipótesis sobre las probables causas de cada uno de los crímenes y la determinación de quiénes serían las personas con mayor probabilidad de haberlos cometido.
Una tarea, sin duda, detallada, compleja y fatigosa que ambos se aprestan a comenzar de inmediato.
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