Tony Salgado
Desconcierto
…Viene de IV B de VIII
Momentos más tarde de ese mismo día, se hace conocer a todos los involucrados que ambos casos, por haber ocurrido en el barrio de Belgrano, pertenecen a la jurisdicción de la Comisaría 33, sita en la calle Mendoza, entre las de Vuelta de Obligado y Cuba; “la comisaría” tradicional de dicho barrio.
Las autoridades principales de dicha comisaría son el Comisario inspector Juan Ignacio Chafuén Rey y el Oficial técnico Joaquín Aguirre, a quienes secundará en estos dos casos el Agente Eleuterio (Ele) Barboza.
El comisario Chafuén Rey es un hombre alto y corpulento de tez clara y con pronunciadas arrugas, ojos marrones, nariz respingada y cabello aún rizado y gruesos bigotes blancos, que delatan su avanzada edad. De hecho, ya ha superado la edad jubilatoria, pero ha pedido una excepción hace casi diez años, que le ha sido concedida y le permitirá continuar con su trabajo durante un tiempo más.
El oficial Aguirre debe rondar los cincuenta años de edad, es de complexión atlética y bien trabajada, de tez oscura, ojos negros, nariz chata y cabello castaño, que ya comienza a mostrar sus primeras canas.
Mientras tanto, el agente Barboza, de unos treinta y cinco años, retacón, tez blanca, ojos castaños claros, nariz recta y, a pesar de su edad, muestra ya una incipiente calvicie, que no se molesta en disimular.
De hecho estas tres personas, junto a otras varias, habían ya sido convocadas y actuado desde el mismo momento en que ocurrieron los dos hechos debido a que sus roles incluían, entre otros, los procedimientos periciales de carácter científico que se realizaban sobre aspectos tangibles, físicos y reales de la escena del crimen o vinculados con ella, por lo que revestía fundamental importancia la preservación, conservación y resguardo del lugar del hecho.
Este trío habría de ser desde ese momento en más, el encargado en primera instancia de realizar las entrevistas e investigaciones, mientras eran designados los abogados y demás letrados del Poder Judicial, que habrían de representar a los querellantes y defensores cuando se iniciasen los juicios respectivos.
La primer medida que toma el Comisario inspector Juan Ignacio Chafuén Rey, conocidos los antecedentes mencionados hasta aquí, es llamar a declarar individualmente en forma inmediata a los seis ex compañeros, cada uno de los cuales recibe un telegrama en su domicilio con el día y la hora en que deberán presentarse en la Comisaría 33 para cumplir con esta indagatoria. Las mismas serán realizadas por el Comisario y el Oficial, actuando en forma conjunta.
Luego de cumplir con los formalismos del caso, que incluyen la identificación y relación que mantenían con las víctimas, entre otros, los dos testigos que son llamados para la mañana siguiente se encuentran prestos a someterse a los interrogatorios. El primero en hacerlo es Bill Duchel.
—Señor Duchel —el comisario Chafuén Rey comienza la sesión—. Entendiendo que es usted un ex compañero del Colegio Nacional Julio A Roca, donde concurrió junto a las víctimas durante el ciclo secundario y que egresaron en 1963, por favor necesitamos que nos diga con el mayor detalle posible cuáles fueron las actividades que realizó a lo largo del día viernes 15 de noviembre pasado y si tiene alguna persona que pueda atestiguar que lo que dice ha ocurrido así realmente. También nos gustaría saber si sospecha usted de la existencia de un posible motivo que podría haber inducido a alguna persona a tomar la decisión de eliminar a alguno de estos ex compañeros suyos, o a ambos. Lo escuchamos, señor..
—Bueno, comisario, ese día permanecí en mi hogar junto a mi esposa Noel, leyendo y escribiendo hasta aproximadamente las 18:45 horas. Había quedado en encontrarme con mi amigo y ex compañero Julio Delmonte para compartir una picada y tomar una cerveza en el Restaurante Plaza del Carmen, que está en la esquina de Cabildo y Monroe, a las 19:30 horas. Conduje mi automóvil hasta una playa de estacionamiento que está en Ciudad de la Paz, casi Monroe; y me dirigí al restaurante para encontrarme con Julio. Eran casi las 20 horas cuando llegué porque el tránsito en la Panamericana era muy lento. A los pocos minutos llegó Julio y estuvimos allí hasta pasadas las 22 horas, cuando emprendí el regreso hacia mi domicilio, a las 22:40. Mi esposa Noel y Julio pueden atestiguar lo dicho. No tuve otras actividades durante ese día para informarles. Con respecto a la existencia de un posible motivo, mi relación con Ricardo, perdón, con el señor Colombres fue, aparte de todo lo relativo al estudio, una de afinidad por compartir ambos nuestro interés por el rugby, a pesar de simpatizar por equipos distintos. Esto mismo me ha ocurrido con el señor Delmonte, con una intensidad algo superior a la anterior. En el caso de Igor Kozlovski, fuera del colegio, fue prácticamente un desconocido para mí. Dentro de las aulas era un muchacho hiperactivo que a veces superaba la paciencia de profesores y preceptores, pero en el fondo se trataba de una buena persona. No tengo mucho más para agregar, comisario.
—Muchas gracias, señor Duchel, por la información que acaba de darnos. Ha sido muy concreto y explícito. Nos comunicaremos con usted durante los próximos días y por favor le pido que no se aleje de Buenos Aires hasta que tengamos otro encuentro.
Acto seguido es el turno de Julio Delmonte, cuya declaración es prácticamente similar a la de Duchel, a excepción de que quienes los vieron durante el día fueron, aparte de su esposa Cristina, su secretaria y un empleado administrativo. Con respecto a la afinidad con Colombres y Duchel respecto del rugby, consideró que no era un tema relevante y no lo mencionó en su declaración.
—Discúlpeme señor Delmonte —dice el comisario Chafuén Rey—, tengo una curiosidad y quisiera ver si me la puede aclarar. Tanto usted como el señor Duchel viven fuera de la ciudad, en la zona norte y no muy lejos uno de otro. ¿Por qué decidieron trasladarse hasta Belgrano, debiendo conducir por la Panamericana? No hubiera sido más lógico que lo hicieran en algún otro sitio, más próximo a sus domicilios?
—Así es, comisario, sé que suena extraño lo nuestro, pero la razón es que lo hemos venido haciendo desde que íbamos al colegio, ya que este lugar está situado a escasas cuadras del mismo, y decidimos mantener esa tradición. Era un modo de honrar el hecho de habernos conocido y compartido esos cinco años en el barrio de Belgrano
—¡Ah, entiendo! Muchas gracias señor Delmonte por la explicación. Por favor no se aleje de Buenos Aires hasta nuestra próxima entrevista. .
El siguiente ex compañero que debe comparecer es Jorge Espina. Se declaración se puede resumir en lo siguiente:
—Señor comisario, durante ese día permanecí en mi domicilio hasta las 14 horas aproximadamente. A continuación me dirigí al Casal de Cataluña, sita en la calle Chacabuco al 800, donde cumplí con mis actividades de profesor y coordinador de actividades del Teatro del mismo. A las 18:30 horas aproximadamente, llamé a mi esposa Nuria para avisarle que me iba a quedar en el Casal a una presentación, lo que hice hasta las 21 horas, cuando regresé a mi domicilio. Mis alumnos y los asistentes a la presentación pueden atestiguar sobre la veracidad de lo dicho. Respecto a la pregunta sobre posibles causas de tamañas aberraciones, me cuesta imaginar cuáles pudieron ser y desconozco quién pudo haberlas cometido. Sobre las dos víctimas, el único comentario que creo que vale la pena mencionar es el comportamiento díscolo y provocador de Igor Kozlovski durante toda la carrera, lo que generaba altercados periódicos con algunos de nosotros. No tengo nada más para agregar, comisario.
Después de agradecer el testimonio y recordarle la imposibilidad de alejarse de Buenos Aires, es el turno de Adrián Crevillén.
—El día de los sucesos estuve trabajando en mi estudio de arquitectura, como lo hago habitualmente, hasta las 18:30 horas. Puede usted verificarlo con mi secretaria y los dos empleados que trabajan para mí. Ese día mi esposa Magalí había sido invitada a un té canasta por uno de sus grupos de amigas en el departamento de una de ellas, por lo que cuando me fui a la oficina por la mañana me avisó que regresaría tarde por la noche. Aprovechando la oportunidad, durante el día llamé a dos amigos míos, cuyos datos se los entrego en esta hoja junto con sus correos electrónicos y teléfonos celulares, para juntarnos a cenar. Así ocurrió en el Restaurante Tucson, ubicado en Crisólogo Larralde y Arcos, donde permanecimos hasta las 23 horas; luego de lo cual regresé a mi domicilio, al que ya había arribado mi esposa Magalí. Estas dos personas, cuyos datos les pasé, y mi esposa pueden atestiguar lo dicho. Con respecto a los posibles motivos de las muertes, déjenme adelantarles antes que lo averigüen de otro modo, que durante todo el ciclo universitario yo tuve el triste privilegio de ser el blanco de las bromas y hasta agresiones por parte de mis ex compañeros. No fueron muchos, pero el que encabezaba la lista en todos los casos era Igor Kozlovki. Creo que mi origen francés, mi peculiar cara adolescente y mi conformación corporal generaban continuos actos reñidos con la moral hacia mí. Debido a ello, no puedo negarles que en esos momentos sentí un profundo deseo de tomar las debidas represalias sin importar las posibles consecuencias. Finalmente decidí que lo mejor era ignorarlos y concentrarme en los estudios, aunque Igor no hizo lo mismo y continuó con su actitud durante todo el ciclo. Desde que egresamos no lo volví a ver hasta que nos juntamos hace unas semanas por aniversario. Si tengo que ser absolutamente, debo confesarle que no me extraña que haya terminado así, porque seguramente la actitud que tuvo conmigo la debe haber tenido con otras personas a lo largo de su vida. Eso es todo lo que tengo para decir, comisario.
—Lo siento mucho señor Crevillén, por lo que nos dice. Espero que esta situación se esclarezca lo antes posible. Estaremos en contacto con estas personas, cuyos nombre son suministró. Gracias por su declaración.
El siguiente ex compañero que pasa a declarar es Arnaldo O’Lasna.
—Señores, el día que menciona estuve atendiendo pacientes en mi consultorio médico hasta poco antes de las 19 horas. Llamé por teléfono a mi esposa Clarisa para avisarle que había terminado y me pidió si por favor podía acercarme hasta la sede del Club GEBA de Palermo, para retirar unas solicitudes de ingreso, ya que es nuestro interés asociarnos a él y que me fijara en las actividades que se estaban llevando a cabo allí. Cumplí con su pedido, permaneciendo en esta sede hasta las 21 horas, cuando regresé a mi domicilio para cenar con mi esposa. Ella y la joven que me atendió en el club, que seguramente me debe recordar, pueden dar fe de mis dichos. Sobre quienes perdieron la vida, tuve la posibilidad de conversar con Kozlovski extensamente en dos oportunidades; una en el acto de fin de curso y entrega de diplomas; y la otra en la cena de reencuentro. Lo que puedo aportar es que en ambas hubo un denominador común, que me llena de una gran tristeza. Igor me transmitió en ambas ocasiones su tremenda frustración con nuestra sociedad, a la que siempre acusó de exclusiva, cerrada y burguesa; que no brindaba ninguna oportunidad a ciertos inmigrantes, como habían sido sus padres polacos y él mismo. Sus padres no pudieron regresar a Polonia porque no tenían los recursos para hacerlo y él mismo tuvo una vida llena de privaciones, viviendo en un monoambiente alquilado, que es lo único que pudo lograr con su trabajo de técnico mecánico. No se pudo casar ni tener hijos como cualquiera de nosotros. Pareció haber estado signado por la desgracia desde su misma cuna. Sobre las posibles causas de su muerte, las ignoro, aunque no es difícil especular que probablemente a lo largo de su vida se haya hecho de enemigos y personas que querían lo peor para él. Nunca me mencionó nada de esto, sobre todo en la última cena, pero conociéndolo, creo que hay altas chaces de que así fuera. No tengo mucho más para decirles, señores.
Después de agradecer a Arnaldo por el aporte hecho con su declaración, es el turno, finalmente, del último de los citados, el ex compañero Higinio Turner, quien pasa a brindar respuestas a las preguntas de los policías.
—El día mencionado no fue bueno para mi negocio de productos deportivos de Ríver; solo un par de ventas. Cuando bajé la cortina metálica, un poco antes de las 19 horas, estaba bastante mufado. Lo único que me mantenía con un poco de alegría era el hecho de que iba a jugar al papi 5 con mis amigos a unas canchitas que están a unas tres cuadras, sobre Cabildo. Jugamos de 20 a 21 horas y lo disfruté bastante. Cuando terminamos estaba más relajado así que me fui a mi casa a ducharme y cenar. Cuando lo hice mirando la tele, solo, ya que enviudé hace un tiempo, vi la noticia y no lo podía creer. Eran ellos… y en forma simultánea. No terminaba de aterrizar y me costó un montón poder pegar un ojo esa noche. El que alquila el local al lado del mío y los muchachos del papi pueden confirmar lo que hice en cada momento de ese día. Con respecto a los motivos, lo que les puedo decir es que estuve hablando bastante con Ricardo Colombres durante la cena del reencuentro. Nos intercambiamos las figuritas de nuestras vidas después que terminamos el secundario. Yo le expliqué cómo después de ser una promesa de crack de fútbol, una serie lesión en la rodilla me cortó en seco y me tuve que conformar, hasta que aterricé en este negocio. Él, por su parte me mencionó que le pasó algo parecido y que después de darse cuenta que con el rugby no paraba la olla de su casa, estudió y se recibió de psicólogo y estaba muy contento con ello y con la familia que formó con su esposa Susy, una de las chicas del Normal 10. Respecto al nuestros compañeros, la única pena que le daba era que no se había podido integrar más con el grupo que formaban Bill Duchel y Julio Delmonte, ya que los tres tenían al rugby como deporte favorito, pero los dos primeros habían formado una especie de círculo cerrado al que no había podido acceder, pero que salvo eso, la había pasado genial con todos nosotros y luego en su vida profesional y deportiva, ya que seguía vinculado con el Belgrano Athletic, el club de sus amores. La verdad es que lo vi muy bien. No tengo otros temas que hayan surgido, para compartir.
Luego de agradecer a Higinio y finalizadas las primeras declaraciones testimoniales, los testigos son llamados nuevamente a declarar para ampliar las mismas, hecho que ocurrió dos días más tarde. Un tema que se incluyó en estas ampliaciones fue que aseguraran que desde la última reunión grupal que tuvieron en el Restaurante Zurich, no habían mantenido ningún otro contacto más con los fallecidos. Todos confirmaron esta situación.
Finalmente fueron informados de que se había abierto una línea de investigación para cada uno de ellos, motivo por el cuál deberían estar disponibles en forma inmediata en caso de que se los llamasen a declarar hasta que se les dijera lo contrario, bajo pena de ser arrestados.
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