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Foto del escritorTony Salgado

Cinco décadas (IV A de VIII)

Tony Salgado


 

Desconcierto


Ha pasado una larga semana desde los dos hechos acaecidos ese fatídico viernes 15 de noviembre de 2013, aproximadamente a las siete y media de la tarde.

Es difícil poder condensar en unas pocas líneas todas las repercusiones que los mismos han causado en los más diversos ámbitos de la sociedad porteña. A pesar de ello, trataré de hacerlo de la forma más ordenada posible. Si no lo logro, por favor les pido que sepan disculparme.

 

—¡Extra, extra, con los crímenes de Belgrano! —el canillita se afana en captar la atención de los transeúntes que circulan en los alrededores de Cabildo y Juramento—. ¡Todos los detalles de los hechos que nos conmueven a  los porteños, extra! 

—¡Qué barbaridad! —exclama una señora, mientras le alcanza el cambio que el canillita necesita—. ¿A quién se le puede ocurrir hacer algo así? ¡Este país da para todo! Siempre se lo digo a mi marido.

—Llevo un Clarín —un apurado oficinista saca un periódico de la pila que el canillita ha dispuesto delante de él, la que baja rápidamente—. Mi hijo va a ese colegio. Está con los nervios de punta.

—Lo entiendo, señor —responde el canillita mientras le da el vuelto—. En mis sesenta años de vida jamás vi algo igual. ¡Extra, extra!

Durante los días siguientes, todos los medios colocaron a estos dos hechos en sus principales portadas. Innecesario es remarcar que cuando se huele sangre, el morbo popular se multiplica y cualquier medio de comunicación es válido para tratar de aplacarlo, aunque difícilmente lo consiga.

Y en este caso, además, se trata de un verdadero hecho inédito. A las esquinas de Virrey del Pino y Zapiola, y de Vidal y Echeverría, las separan tan solo seis cuadras.

Entre ellas se ubica el edificio actual del Colegio Nacional Julio A. Roca, que reemplazó al viejo que ocupaba en la calle Amenábar, donde los señores ya adultos cursaron la secundaria. ¿Coincidencia?; tal vez, pero ¿por qué no, un mensaje?

Los dos hechos ocurrieron en un brevísimo lapso de tiempo o, quizás. en el mismo momento. Por ende participaron, por lo menos, dos personas.. y lo hicieron con una matemática sincronización. ¿Premeditación y alevosía hermanadas para el fatal desenlace? Muy probable, pero, tal vez de difícil demostración. 

 

La familia de Ricardo Colombres ha quedado, sencillamente, destrozada. Su esposa Susy, la chica del Normal 10, todavía no ha terminado de aterrizar. Prefiere creer que se trata de una broma de mal gusto, y que de un momento a otro Ricardo aparecerá tan campante por la puerta de su departamento. Del velatorio y el entierro no se acuerda. No existieron. ¡Que la paren de joder con eso! Los intentos de su hijo e hija para hacerla volver a la realidad son vanos y los pobres deben hacerse cargo de la situación de su madre, sus propias congojas y las de sus propios hijos. A su abu Ricardo lo querían un montón y ahora sus padres les habían dicho que se había mudado para vivir arriba, entre las nubes…  Todo dado vuelta, en un abrir y cerrar de ojos. ¿Cómo para no estar así?

—¿Cómo..? ¿Qué el doctor qué..? Vamos, por favor señorita, que no estoy para chistes —la desconcertada paciente se niega a seguir atendiendo el llamado de la secretaria—. ¿Cómo se le ocurre decirme semejante cosa? No, no leo los periódicos ni miro televisión. Sólo leo buenos libros, algo que usted también debería hacer, en vez de decir pavadas…. Por favor……  pero, a ver, suponiendo por un momento que lo que me dice sea cierto…. ¿Qué le pasó?, ¿Qué hago yo ahora; me suicido? Después de tantos años de confiarle mis penas…  No, no puede ser cierto, señorita..  Discúlpeme, voy a llamar a mis hijos para para avisarles de esta broma de mal gusto…  

Los pacientes del psicólogo recibieron una llamada de la secretaria. Muchos ya se habían enterado por los diarios, pero los que no, creían que los estaba cargando. ¿El doctor asesinado? Por favor, seamos serios…. Y ahora.. ¿quién los iba a contener, después de tantos años?

Entre sus amigos del Belgrano Athletic el impacto no fue menor que los anteriores. Tal vez se podría pensar que los lazos que los unían a él no tenían la misma trascendencia, pero que eran muy fuertes, lo eran sin dudas. Muchos lo conocían desde chico. El club fue siempre su segundo hogar; y de su tiempo no dormido, no sé si no ocupaba un porcentaje mayor.

¿Y qué decir de sus ex compañeros? ¡Qué ironía del destino!, ¿no?. Permanecer separados durante medio siglo, cada cual en su rancho. Luego dos voluntarios y esmerados integrantes logran el milagro de juntarlos en una misma mesa, donde se prometen no volver a disgregarse y mantenerse en un estrecho contacto de ahí en más, no solo ellos sino también sus respectivas familias; y pocas semanas más tarde.. ¡Good bye, Jones..! Si esto no es un chiste: ¿qué es? Que alguien se los explique, por favor.  

 

En el caso de Igor Kozlovski, el hecho de que viviese solo no generó el mismo nivel de complicaciones en cuanto a los impactos sentimentales que se dieron tanto en lo familiar como en lo social, en la situación anterior.

Sus dos “amigos”, Peter y Juan, si es que así se los podía catalogar, nunca llegaron a enterarse que Igor se dirigía para verlos y compartir con ellos, por primera vez en su vida, su modesta compra para que la pudiesen disfrutar en mutua compañía, cuando su vida fue cercenada tan imprevistamente.

Un paupérrimo balance para una existencia de casi setenta años, vivida en medio de privaciones, envidias y resentimientos hacia los pocos seres con los que el polaco se pudo relacionar.

A diferencia del velorio con el que una abundante concurrencia despidió a los restos de Ricardo, los de Igor recibieron un responso en la Chacarita, a la que asistieron Peter, Juan y Arnaldo O’Lasna, quien había departido con él en un par de ocasiones; antes de enfilar hacia el crematorio.  

    

—¿Qué cree que les ocurrió a estos hombres? —le está preguntando el dueño de un departamento de un segundo piso de un edificio de Sucre, a media cuadra de Cabildo al portero del mismo, a punto de salir a la calle—. Normalmente ustedes están mucho más informados que nosotros. ¿Se corre algún rumor? 

—Mire, don Carlos, como rumores, rumores, hay varios, pero de ahí a que sean ciertos, hay un trecho muy largo.

—Pues largue, hombre, largue, pues entre otras cosas, para eso le pagamos. Para que nos tenga al tanto del pulso de la city.

—Según algunos, sería un ajuste de cuentas de problemas que ambos tuvieron con otro grupo del colegio, pero que vienen de muchos años atrás. Pero, como le digo, es solo un rumor. Nadie sabe a ciencia cierta qué pasó. 

—¿Y ningún portero vio nada? Porque un viernes a esa hora de la tarde es absurdo que pase algo así y como si nada… ¿no le parece?

—Sí, ya se. Es lo que mucha gente se pregunta, sobretodo el de Vidal y Echeverría. Aparentemente todo ocurrió en un segundo y cuando el hombre se desplomó, creyeron que se había desmayado; hasta que alguien se acercó y vio el charco de sangre. Cuando dio la voz y miró a su alrededor, no vio a nadie. El agresor ya se había fugado. Tenía todo pensado.

—Increíble, hombre, increíble. Ya ni en un barrio como este se puede estar tranquilo, joder...

—Así es, don Carlos, tal cual; y usted no ande bobeando por la calle.

La descripta fue la primera vez que ocurrían dos crímenes simultáneos, tan cerca uno de otro, y con tanta crueldad.

Existía un solo vínculo común entre las víctimas, cual era su asistencia al mismo colegio secundario y a la misma división, pero ese hecho había ocurrido hacía cincuenta años. Fuera de eso, aparentemente se trataba de dos personas que no habían mantenido ninguna otra relación entre sí, salvo el hecho de vivir ambos en el barrio de Belgrano, lo que generaba una gran incertidumbre y preocupación, perfectamente entendibles, entre los vecinos del mismo.

La repercusión no se hizo esperar. Padres acompañando a sus hijos a sus colegios y esperándolos a la salida para regresar a sus casas, reuniones que se cancelaban o se reducían a la menor cantidad posible, permanencias en las calles solamente para trasladarse a los trabajos o hacer las compras indispensables, comenzaron a crear un panorama infrecuente, imposible de haberlo previsto solo pocas semanas atrás. Parecia que había sonado un toque de queda y nadie se atrevía a arriesgarse a desobedecerlo.

Los grandes perjudicados fueron los negocios, en especial los de la Avenida Cabildo, ya que los despreocupados paseos de los posibles compradores a lo largo de sus cuadras en busca de artículos, desaparecieron casi por completo durante las semanas posteriores al suceso por temor a ser víctimas de algo similar.    

 

El Colegio Nacional Julio A. Roca decidió emitir un comunicado por medio de su rector, en referencia al hecho, el que apareció publicado en los principales periódicos del país, pocos días después del desgraciado suceso.    

“En relación a los dos decesos ocurridos a pocas cuadras de nuestra institución como resultado de indudables ataques cobardes, el Colegio se ve en la obligación de comunicar a la ciudadanía que:

Tal como es de dominio público las víctimas, los señores Ricardo Colombres e Igor Kozlovski, han sido dos ex alumnos y compañeros durante su carrera en esta casa de estudios, que habían finalizado sus estudios en el año 1963.

Varios de estos ex alumnos se han reunido recientemente en una cena de camaradería en un restaurante de la zona para celebrar los cincuenta años desde su graduación, habiendo participado las dos víctimas en este evento. A los efectos de poder organizarlo, el Colegio ha suministrado toda la información que le fue solicitada por quienes se han encargado de organizar dicha reunión, entendiendo que la misma constituyó un suceso de indudable alegría, y que permitió el reencuentro del alumnado luego de tanto tiempo transcurrido.

El Colegio facilitará dicha información o toda la nueva que le sea solicitada por las autoridades competentes, a efectos de facilitar el esclarecimiento de este lamentable suceso que nos aflige profundamente.

Por este medio quiere hacer llegar a los familiares, amigos y compañeros de los señores Colombres y Kozlovski su más sincero pésame por estas pérdidas irreparables y se pone a disposición de los mismos en todo lo que sea menester para sobrellevar este hecho luctuoso.

Atentamente

Profesor Elías Zinga, Rector del Colegio”.      

—Era esperable un comunicado así del colegio —le está comentando uno de los amigos de Ricardo del Belgrano Athletic al entrenador de los juveniles de rugby, a quien encuentra en el bar del club—. Me imagino que se deben sentir con bastante culpa, profe, por haber dado toda la información que tenían sobre los alumnos. 

—Es muy relativo eso. Se suponía que cuando se la pidieron, era un acto de buena fe y para que todos se pudieran juntar luego de tantos años. ¿Quién se iba a imaginar que podía pasar algo así? Además, mucha de la información que tenía el colegio debía estar desactualizada, ya que muchos no vivirían más en el mismo lugar ni tendrían el mismo teléfono.  

—Es cierto eso, profe, pero de una pequeña punta se podía empezar a tirar del ovillo y saber adónde iban cuando se mudaban, por ejemplo. Además, tenían la lista completa de todos los que egresaron, que creo que ninguno la conserva. Y también deben haber usado todas las redes sociales, que son especiales para buscar y encontrar gente hoy en día.    

—Sí, sí; no digo que no. Está claro que muy tranquilos no estaban en el colegio y me parece muy bien que hayan emitido un comunicado así. No resuelve el problema, pero sirve para que quienes lo hayan hecho, sepan que está apoyando el proceso y no se desliga del tema.

 

Estamos a mediados de la semana siguiente a las muertes; exactamente el miércoles 20 de noviembre. Es el quinto día luego de las mismas y el ambiente sigue cada vez más enrarecido. Las preguntas se multiplican y nadie atina a elaborar siquiera una causa probable de tamaña desmesura.  

—¿Hola Bill, cómo andás? —el teléfono suena en la casa de los Duchel—. ¡Qué bolonqui esto! No lo puedo digerir, es imposible para mí… Y además, los problemas de la fábrica.. ¡Too much, te juro!

—Yo no estoy mucho mejor que vos, Julio, pero trato de distraerme cómo puedo. Mirar la tele o leer el diario es imposible; está en todos lados y en las primeras planas. ¿Qué carajo pasó? ¿Se te ocurre algo con una mínima dosis de sensatez?

—No, macho, no… los dos al mismo tiempo, y luego de reunirnos después de cincuenta años, parece una ironía del destino o un cuento de Ágatha Christie, más que algo que nos esté pasando a nosotros… Si fuera uno solo podés pensar que alguno que se la tenía jurada y lo encontró gracias a los datos que nos intercambiamos, pero dos…¡imposible! No me entra en la cabeza. Escuchame, Bill, vos estuviste hablando con Adrián, ¿no? ¿Qué te contó?, porque él a Igor no lo tragaba, precisamente…

—Mirá, como me imaginé que este tema iba a surgir, estuve tratando de recordar lo que hablamos en la cena y el resumen es que pensó en rajarse a Francia, pero se quedó y recibió de arquitecto. Se casó dos veces y con la última tuvo una hija. Sabía que en el cole muchos lo tomaban de punto, en especial Igor, y tuvo que tragarse muchos sapos, pero al final comprendió que lo habían hecho madurar y lo agradeció. No mucho más que eso.

—Seguro que lo van a investigar bastante. Bueno, Bill, ¿querés que nos juntemos estos días? Yo ando medio complicado con la fábrica, pero podría…

—Mejor esperemos a que se tranquilice todo un poco, Julio, cuídate.

Simultáneamente, otros dos ex compañeros mantienen una conversación para compartir idénticas preocupaciones.  

—¡Hola Higinio, te habla Arnaldo! ¿Tenés unos minutos?

—¡Sí, sí, Arnaldo, puedo hablar! Con todo el despelote que se armó, por Cabildo no viene ni el loro a caminar, así que el negocio lo tengo abierto por las dudas, pero festejo si entra por lo menos uno durante el día. ¿Cómo andás, Arnaldo?

—¿Qué se yo? Si lo supiera…..  Bastante traumado por todo esto. Bah, supongo que como todos nosotros, hasta que se calmen un poco las aguas. Y te garantizo que atender a los pacientes en este estado no es lo mejor. Ellos se dan cuenta al toque de lo que pasa, pero por respeto no mencionan el tema… ¿Y vos, cómo te sentís? 

—Yo, francamente mal, Arnaldo. Viste que estuve hablando con Ricardo durante la cena, no? Es increíble que unos pocos días más tarde le haya pasado lo que ocurrió. No termino de caer, hermano.

—Me imagino Higinio…  y sobre lo que dijiste, quería saber de qué hablaron, si no te molesta.. ¿te dio algún indicio, ..algo que te llamara la atención? ..no sé.. ¿algo, Higinio? Creo que lo necesito para tranquilizarme.  

—Mirá, Arnaldo, lo que me acuerdo que me dijo fue que jugó en la primera de Belgrano desde antes de terminar el cole y un par de años más, pero como era un deporte amateur no podía depender de él, así que estudió y se recibió de psicólogo a los veinticinco años y el rugby quedó en el pasado. Se casó con Susy, una de las chicas del Normal 10 y tuvieron un hijo y tres nietos. Tenía su consultorio  en Belgrano y pacientes no le faltaron nunca. Sobre su relación con Bill y Julio, siguió tratándolos durante unos años después de recibirnos pero luego dejó de verlos. Y no mucho más.

—O sea, que de todo lo que escuchaste, Higinio, no hubo ningún hecho que, aparentemente, le estuviese causando una preocupación ahora. 

—Por lo menos, yo no lo percibí. Lo ví siempre sonriendo y feliz por la época que estaba transitando, Arnaldo.

—¡Qué extraño! ¡Muy extraño todo esto!¿Qué le habrá pasado y por qué, Higinio? 

—Ni idea, Arnaldo. ¡Te dejo porque acaba de ocurrir un milagro! Entró un cliente.

 

Continuará en (IV B de VIII)…

 

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